Es lamentable prejuzgar: juzgar por la apariencia. Hay que diferenciar -no tienen nada que ver- entre esencia, lo que es, y entre apariencia, lo que parece que es y que muchas, muchísimas veces no es. La apariencia es coherente pero es la mayor enemiga de la verdad -la coherencia, a veces, es engañosa-. Para estar convencido de algo y, sobre todo, para afirmarlo hay que conocer toda su esencia.