La política, por suerte o por desgracia, tiene la facultad de inmiscuirse en todos y cada uno de los intersticios de la sociedad. A decir verdad, la política no es más que la sociedad; la relación entre individuos.
El problema radica cuando la política se convierte en medio hacia el poder, cuando la democracia ya no es directa; cuando los representantes solo se representan a sí mismos. Entonces la política pasa a estar controlada por los políticos, y como el poder corrompe a todo hombre, la política queda convertida en un ámbito de obstentación, poder, control, corrupción. Así, algo a priori tan maravilloso como el estudio de las relaciones humanas, se transforma en la horrendidad de los políticos, enemigos de la sociedad. Tan enemigos pueden resultar que trocan el curso del progreso y la Naturaleza, cambiando, por ejemplo, las leyes educativas para convertir la enseñanza en la pedagogía del político de turno.
Si Platón reencarnase en un país como España, con toda seguridad saldría aún más asqueado de la política de lo que lo hizo en Atenas. Y es que en Occidente la situación es aún peor: mayores injusticias (incomparables a la sufrida por Sócrates), reinado de la vulgaridad y un dualismo, seguramente alimentado por el filósofo, que ha terminado resultando gravemente pernicioso.
Sabrán ustedes que en el Occidente actual (ni en otro espacio, ni en otro tiempo) existe un afán por los dualismos (alma-cerebro, bueno-malo, etéreo-terrenal, etc.), que no son otra cosa que un exagerado simplismo, reduccionismo, con grandes dosis de tergiversación. Todo ello orquestado por los políticos.
La política, o más bien, la política de los políticos suele caracterizarse, entre otras muchas, por el sectarismo, la irracionalidad, la inseriedad, la inelegancia y, por último, la incoherencia. No lo digo solamente yo: «Ideología significa idea lógica y, en política, no hay ideas lógicas, hay ideas sujetas a debate, pero nunca por la evidencia de una deducción lógica» José Luis Rodriguez Zapatero. ¿Cuántas veces oiremos las sórdidas disquisiciones entre polítiquillos? ¿Cuantas veces veremos a los políticos echarse flores y atentar contra sus adversarios? ¿Y a los periódicos -por supuesto, politizados- bailándole el agua a cada cual? Señores, no me digan que esto no es sectarismo.
Por el contrario, tenemos a la ciencia que se caracteriza por todo lo contrario: humildad, racionalidad y, en consecuencia, posibles cambios de opinión. Probablemente, Platón en esta coyuntura se hubiera decidido por las ciencias. Pero claro, la política, el poder, reina por encima de todo y somete, mancilla y usa a la ciencia. Esto no es más que un claro reflejo de la sociedad de hoy, pues la inferioridad cualitativa se antepone a la superioridad cualitativa, a saber: se confunde cantidad con cualidad y esencia con apariencia. Esta es la cuestión de que hoy nos ocupa.
La biopolítica no es más que el uso que hace la política de los aspectos biológicos, expresión usada por la filósofa Beatriz Preciado. Tiene que ver bastante con los supradichos dualismos: el dualismo hombre-mujer. No es más que la teoría del conocimiento nietzscheana, aplicada al susodicho dualismo. A los políticos les conviene sobremanera mantener intacto este dualismo. Así tienen recursos para entretener, dominar y manejar: violencia de género, matrimonios homosexuales, transexualidad, etc. Y lo vemos claramente en los espectáculos que nos brinda la señora Bibiana Aido. Algo tan diversificado como el ser humano; sin embargo, queda dualizado y disecado en dos palabras: masculino y femenino. ¡Hay más que eso! Mire usted, eso es superfluo, no conocemos nuestros genes. La importancia reside en la personalidad y no en el sexo, que somos individuos únicos e irrepetibles; lo que de verdad importa es nuestro deseo, nuestras elecciones, la subjetividad, lo que hacemos, nuestra fuerza de voluntad; para nada lo que nos viene dado. ¡Qué más da si se es hombre o mujer! Tal distinción refleja la quintaesencia de la sociedad actual: la apariencia. La esencia (ideas, gustos, personalidad) es lo que nos distingue. ¿Será tal cosa más importante que al sexo al que pertenecemos o las etiquetas que la sociedad nos cuelga!
En realidad, todo este artículo puede resumirse en la siguiente frase: no es más importante la diferencia entre hombre y mujer, sino las semejanzas: ambos son seres humanos.
Vale, Antonio, esta vez estoy más de acuerdo con tu análisis, pero tenemos que convencer a esos «politiquillos» de que nosotros tenemos mucho que decir, que no somos simples números, ni votos en unas urnas. Hay que exigir nuestra auténtica participación en decisiones que afectan a nuestras vidas, a nuestro entorno, a todo el planeta. Hay que ponerles contra las cuerdas y gritarles bien alto ( pues ya sabéis que casi todos están sordos), que no, que no nos gusta lo que hacen ni cómo lo hacen.
Sí, espero que en poco tiempo el sistema de «dictadura silenciosa» se acabe y haya una democracia de verdad. Además resulta increíble que la persona que gobierne sea totalmente inútil, por ejemplo, el ministro de trabajo no tenía ni graduado escolar y apenas entendía. ¿Cómo se puede permitir eso; cómo la gente no se abalanza hacia los políticos? Supongo que los medios de comunicación, entre otras cosas, nos tienen obnubilados.
Está surgiendo en algunos rincones del mundo un modelo de democracia más directa en el cual se nomina un grupo de ciudadanos comunes y corrientes pero representativo de la comunidad y se les presenta una decisión sobre alguna acción o proyecto de la comunidad (ejemplo: construir una carretera nueva). Ante ellos vienen expertos defendiendo las alternativas disponibles sobre ésta decisión y luego, entre ellos, se toma la decisión final. Para un asunto futuro, se volvería a nominar otro grupo de ciudadanos y se repetiría el proceso.
En mi opinión, ésta es una democracia más directa y más representativa de los deseos del pueblo. Además elimina en gran parte los procesos politizados, burocráticos pero, sobre todo, innecesarios que hoy día acaparan muchos gobiernos occidentales. De ninguna manera, sin embargo, abogo por que éste sea el único mecanismo de gobierno ya que se presta para que las minorías sean aplastadas por prejuicios sociales ampliamente dominantes.
Me parece un sistema mejor, pero ¿cómo se nominaría a esas personas; y quién? A mí me gusta mucho el sistema suizo que está basado en referendums. Allí las recogidas de firmas tienen mucha más posibilidades que aquí; cuando una idea es apoyada por un número mínimo de personas, se realiza un referéndum. Esto eliminaría también los intermediarios políticos.
Otra corriente defiende que uno elija a qué estado quiere pertenecer. Es como los partidos políticos, pero en países. A priori suena un poco raro, pero es la mejor forma. Se suele denominar demarquía. Por ejemplo, España se dividiría en varias zonas. Supongamos que en el norte gobierna Zapatero y en el sur Rajoy, en el oeste Rosa Díez, etc. Cada persona elegiría libremente el gobernador y sus políticas.
Lo idóneo es sintetizar estas tres posturas. Gracias por el comentario.