El castillo de naipes

Como apunté en anteriores entradas, el mercado financiero actual está legislado de forma injusta, porque la legislación actual hace legítimo que dos partes acuerden un contrato que afecta a un tercero. Por ejemplo, que el banco, como prestamista, ofrezca un préstamo a un prestatario, con el dinero de los depositantes. En última instancia esto es prestar la propiedad de otro.

Este sistema es conocido con el nombre de reserva fraccionaria, ya que los bancos, gracias a la ley, custodian sólo una fracción de los depósitos. Actualmente, en la zona euro se guarda un 2%; en Gran Bretaña un 3%.

Como consecuencia de lo anterior, el dinero se multiplica de forma «ficticia», pues el importe del depósito es duplicado: por un lado, el saldo de las cuentas de los depositantes permanece intacto; por otro, parte de ese importe se envía -multiplicando así la oferta monetaria- al prestatario, como un empresario o inversor. En este momento, los prestatarios contraen una deuda con los bancos, deuda que es soportada, en último término, en los depósitos de los ciudadanos.

Recordemos que todo este proceso es anónimo para el depositante. Él no conoce dónde está su dinero; sólo sabe que en su cuenta bancaria dispone de la totalidad que ingresó. Anecdóticamente, dos ancianos desconfíaban de su banco. No sabían si su dinero estaba allí realmente, por lo que se dirigieron a la sucursal a pedir su dinero. El encargado de ventanilla les dijo que no tenían en ese momento tanto dinero y que volvieran mañana. Al día siguiente, su dinero estaba allí: los ancianos contaron uno por uno sus billetes y volvieron a depositarlo. Sin embargo, ese dinero era parte de la suma total de los depósitos (2% del total).

De esta forma, el sistema económico es mucho más rápido, ya que consigue que casi todo el dinero real que existe en la economía esté invertido en lugar de permanecer en las cajas acorazadas de los bancos. La diferencia ente el dinero «ficticio» y el real es deuda, la deuda que los prestatarios han contraído con el banco. Dicho de otro modo: todo el sistema financiero actual está soportado en un conjunto de deudas. De una base monetaria «X» puede conseguirse una oferta monetaria «m*X», que haga que el sistema económico sea más rápido, en el sentido de volumen de inversión y proyectos empresariales.

Sin embargo, al estar todo el sistema económico soportado por un conjunto de deudas, cuando alguno de estos prestatarios no puedan devolver tal deuda, aunque lo encarcelen porque no tiene dinero, el banco no tiene más remedio que o perder dinero propio o perjudicar a sus clientes. Pero cuando no puede solventar la deuda un prestatario, sino multitud de ellos, el banco quiebra y los clientes pierden sus depósitos. Así es como se producen todas las crisis económicas. ¿Y ésta, la de 2008? La crisis de debió a que los que invertían en proyectos inmobiliarios, cuando bajó el precio de los inmuebles, se arruinaron y no solventaron sus deudas.

Estos inversores se caracterizaban por pedir un préstamo al banco con un tipo de interés «Y», dinero que utilizaban para invertirlo a un rédito «Y+n». Pero, ¿qué ocurría cuándo el rédito de la inversión fuese más bajo que el tipo de interés del préstamo? Pues que no puede solventar la deuda de ninguna de las formas posibles y, si el problema es multitudinario, el sistema financiero quiebra casi por completo. Curiosamente, así siempre habrá multitud de prestamistas insolventes, pues sus proyectos no serán demandados por la ciudadanía, ya que, mientras los préstamos ascienden, el ahorro de los ciudadanos o decrece o permanece constante.

¿Qué malos los inversores, verdad? Pues no, porque en las «reglas de juego» es lícito lo que ellos hacen y, si pueden ganar dinero, ¿por qué no van a hacerlo! Entonces, ¿qué malos los bancos, no? Tampoco, porque las leyes permiten a los bancos conceder préstamos a depósitos. Por tanto, los malos no son los participantes, son las reglas del «juego» y, por ello, no hay que controlar los movimientos de cada uno, sino modificar las reglas para lograr un «juego» justo y sostenible. La tendencia actual se inclina a regular a los bancos y a los inversores, con el fin de impedir una nueva crisis; pero esto es como impedir a los jugadores de monopoly que no saquen más de un cinco en los dados.

El sistema financiero actual es parecido a un castillo de naipes, ya que de un número reducido de cartas puede construirse un castillo fastuoso. No obstante, tal castillo es muy débil y caerá a la primera de cambio, como el sistema financiero. Por el contrario, de abolirse la reserva fraccionaria y establecer un coeficiente de reservas del 100%, no estaremos ante un castillo sino ante unos pocos ladrillos que habrá que ir acumulando uno a uno para lograr un edificio sólido, sin posibilidad de derrumbe. Mediante el primer método, estaremos cíclicamente volviendo a construir el derruido castillo de naipes; mediante el segundo, nos dedicaremos a producir cartas (riqueza) y acrecentando sólida y realmente la economía. Tras muchos años, ahorrando «ladrillos», tendremos muchos castillos erigidos.

3 comentarios el “El castillo de naipes

  1. ronpaulspain dice:

    Excelente, Antonio. Regular los mercados y bancos para evitar una nueva crisis económica es como intentar apagar un incendio con un lanzallamas, un completo despropósito. Hacen falta muchos conocimientos de economía antes de hablar de regular o no los mercados.

  2. EIN!? dice:

    Un aplauso, lástima que, como siempre, no interese cambiar las reglas del juego.

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