El fin de la guerra contra las drogas: comienzan los susurros (y III)

Últimos cambios

El país que inició la guerra contra las drogas está siendo de los primeros en producir su caída. En el año 2012 los estados de Washington y Colorado legalizaron el uso recreativo de la marihuana. Desde entonces, otros seis estados han seguido su ejemplo, entre ellos la gigantesca California, con 40 millones de habitantes. Washington D.C. también ha despenalizado la posesión y la marihuana terapéutica es ahora legal en 29 estados.

Mientras tanto, la prohibición federal sigue vigente, pero no se ha aplicado durante estos años para impedir el avance de la legalización. Sin embargo, los empresarios de la marihuana aún se encuentran en situaciones económicas precarias, pues debido a esta prohibición federal no pueden solicitar préstamos a los bancos, que temen posibles represalias federales.

Su vecino del norte, Canadá,  se ha caracterizado desde hace tiempo por una visión aperturista en materia de drogas. Desde el año 2001 la marihuana terapéutica es legal en el país. Ahora el gobierno canadiense plantea una legalización de la marihuana recreativa en 2017, por lo tanto su venta legal podría comenzar en 2018. También es interesante la clara política de reducción de daños respecto a la heroína. Mediante este programa, los heroinómanos que no han tenido éxito mediante otros tratamientos reciben heroína pura para que no tengan que trotar la calle cometiendo robos para conseguir una dosis adulterada.

En el año 2001, Portugal decidió despenalizar el consumo y la posesión de todas las drogas. Si a una persona se le encuentra un máximo de dosis para diez días, será llevado ante una comisión compuesta por un abogado, un trabajador social y un médico y decidirán si imponer una pequeña multa o un tratamiento. En 1999, el 1% del país era adicto a la heroína y tenía la mayor tasa de muertes por sida de la Unión Europea. Tras la despenalización, el consumo de droga se ha reducido. Asimismo, las tasas de infección de sida se han reducido a mayor velocidad que en otros países europeos. El modelo portugués puede suponer un ejemplo para el resto de países que quieren adoptar un enfoque sanitario antes que penal.

En España, la única iniciativa con perspectiva de prosperar es el proyecto La Rosa Verda, en Cataluña. Con él se busca regular los clubes de cannabis a los que se permitiría dispensar marihuana a sus socios. De momento se han conseguido las firmas necesarias para que se debata en el Parlamento de Cataluña. Si la ley tiene éxito, es muy posible que la iniciativa se extienda al resto del país.

Al otro lado del globo, mandatarios como Duterte, presidente de Filipinas, han optado por una política de mano dura que busca limpiar el país de drogas. Desde su llegada al poder en junio de 2016, Filipinas ha apostado por la vía de la represión. Hasta ahora se han contado más de 6000 muertes de traficantes y consumidores relacionadas con esta escalada.

Qué esperar en el futuro

Donald Trump

Donald Trump se ha revelado como una personalidad imprevisible. Lo que sabemos de él hasta el momento sobre el tema es que, según sus declaraciones, jamás ha fumado un cigarrillo ni bebido una copa de alcohol. Tampoco se conoce que haya consumido jamás ninguna sustancia ilícita. En cuanto a la marihuana, ha sostenido estar a favor de su uso terapéutico y permitir a los estados legalizar su uso recreativo.

Más al margen de meras declaraciones, observemos el perfil de Jeff Sessions, hombre a quien ha nombrado Fiscal General. Sessions anteriormente ha sido Fiscal General de Alabama y senador. Su actividad en el senado ha estado marcada por su carácter conservador, mostrando su oposición a la inmigración y el matrimonio homosexual. En materia de drogas, en una sesión del senado en abril de 2016 se mostró claramente en contra de la legalización de la marihuana, ya sea para fines médicos o recreativos, y afirmó que «las buenas personas no fuman marihuana».

De momento conocemos el perfil prohibicionista de Sessions. Sin embargo, ya son 65 millones de estadounidenses quienes viven en estados donde la marihuana recreativa es legal, y aplicar la prohibición federal podría interpretarse como un ataque a los derechos de los estados. Además, uno de los estados que ha legalizado es California, con 40 millones de habitantes, donde Hillary Clinton dobló en votos a Trump y no ha parado de cundir el descontento, incluso las tesis que defienden una improbable independencia de este estado. Hay razones para pensar que no se va a reactivar la guerra contra la marihuana, pero solo la realidad nos enseñará el camino.

Respecto al futuro legal de la marihuana recreativa, el horizonte parece optimista. Es probable que en el plazo de cinco años la marihuana recreativa sea legal en más de la mitad de estados en Estados Unidos y cabe esperar que algún país europeo abra la vereda de la región, al margen de la tradicional política permisiva holandesa. En Latinoamérica ese país ha sido Uruguay y en cuanto un país de mayor peso en Hispanoamérica legalice, es probable que veamos un efecto dominó.

Con unas perspectivas positivas respecto a la marihuana, cabe preguntarse por el destino de otras sustancias ilícitas. La MDMA, por ejemplo, combinada con la psicoterapia adecuada, tiene un potencial muy beneficioso para el tratamiento del estrés postraumático y los conflictos entre parejas y familias. La Agencia de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA) ha autorizado un estudio con enfermos de TEPT utilizando este fármaco junto a sesiones de psicoterapia. El estudio será financiado por la Asociación Multidisciplinar de Estudios Psiquedélicos, que ha recaudado el dinero necesario mediante crowdfunding. Un buen resultado podría suponer la legalización del éxtasis terapéutico, un paso importante para levantar el tabú que le ha supuesto ser droga ilegal y abrir el camino para una posible legalización con fines recreativos a largo plazo.

Por último, la normalización de las drogas no se decide únicamente en el ámbito legal. La sociedad siempre le lleva la delantera a la legislación e internet ofrece un mercado de drogas de buena calidad y sin violencia de por medio. A través del navegador Tor, que permite utilizar internet de manera anónima, el usuario de drogas puede entrar en distintos portales en los que se venden sustancias ilícitas a cambio de la moneda digital bitcoin. Cada cierto tiempo, los portales son cerrados por la policía, como en el caso de Silk Road (La ruta de la seda), pero inmediatamente vuelven a abrirse otros portales. El comprador recibe el producto en el buzón de su casa al cabo de un tiempo. La uso combinado de estos dos mecanismos, el bitcoin y tor, no entraña pocas dificultades, la seguridad sigue siendo escasa, pero se han eliminado a los intermediarios violentos y la autoorganización de las sociedades modernas promete para el futuro un mercado más elaborado, con mayores controles de seguridad y una mayor pureza de la sustancia.

En conclusión, la guerra contra las drogas nació como un experimento dispuesto a despojar al ser humano de ciertas sustancias demonizadas y lo que ha provocado ha sido un aumento de consumidores, oferta y desarrollo técnico de su elaboración. En un principio se optó por la vía represiva a escala mundial, apostando por la quema de cultivos y la criminalización de usuarios. Pasando las décadas, a principios del siglo XXI fundamentalmente los países consumidores han adoptado un enfoque de reducción de daños, en el que se acepta la inclinación humana a la ebriedad y de lo que se trata es de que se perjudique a la menor gente posible. Las dos primeras décadas de este siglo están viviendo un nuevo enfoque de la política de drogas que tiende a flexibilizar las medidas, de manera que una parte del globo apuesta por las políticas de mano izquierda y otra por las de mano dura. Entre tanto, los consumidores han aprendido a convivir con las drogas y a darse cuenta de que es esencial atender a la pureza del producto, el contexto en el que se toma y el estado anímico del usuario. Escohotado ha afirmado que la guerra contra las drogas acabará entre susurros, algo que ya podemos notar en los diálogos internacionales y, donde es aún más importante, en la relación cotidiana del individuo con las drogas.

 

El fin de la guerra contra las drogas (II) : guerra total y armisticio

Guerra total

Hablábamos en el primer artículo de las razones por las que los distintos gobiernos prohibieron determinadas sustancias psicoactivas entre la década de los 10 y los 60 del siglo pasado. En 1971, el gobierno norteamericano decidió recrudecer la prohibición mediante la «guerra contra las drogas», bautizada de esta forma por el presidente Nixon. En el marco de la ONU, el documento internacional que va a definir la postura respecto a las drogas desde esta fecha va a ser el Convenio sobre sustancias psicotrópicas firmado en Viena en 1971.

Pero primero hagamos un repaso por su precursor, la Convención Única de Estupefacientes de 1961. Esta había sentado las bases de la prohibición mundial: fue firmada por 71 países y en ella se pretendía ilegalizar el cultivo, la producción y distribución en todos los países. Además, se creó la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes. Por último, se inauguró el sistema de listas. Cada sustancia controlada era incorporada a una de las cuatro listas. En la lista 1 se incluían el opio, la morfina, la cocaína, etc.; en la 2, la codeína; en la 3, ciertos preparados que se podían obtener sin receta; por último, en la 4 se colocaban sustancias consideradas muy peligrosas, donde se incluyó la heroína y la marihuana.

En el Convenio de 1971 se incluyen más sustancias y se hace una remodelación de las cuatro listas. A partir de entonces, en la lista primera se incluirán las drogas más populares durante la contracultura, a saber, LSD, THC, Psilocibina…Estas sustancias eran consideradas muy perniciosas y con uso médico o científico muy limitado que habría de pasar costosos trámites para su investigación. A las sustancias del resto de listas se las limitaba al uso médico. En la lista 2, se incluían los derivados anfetamínicos; en la lista 3, los barbitúricos; por último, en la lista 4, otros tipos de barbitúricos.

EE.UU. encontrará tres maneras de hacer cumplir la prohibición en todo el mundo. En primer lugar, se financió la destrucción de plantaciones en los países productores. También se llevaron a cabo represalias contra los países que no cooperaban en la guerra contra las drogas. En segundo lugar, sus farmacéuticas exportaban drogas lícitas para sustituir a las prohibidas. Por último, se aseguraron de que los demás países introdujeran legislaciones represivas.

La exportación de la cruzada supuso destruir tradiciones milenarias en países como Persia, gran consumidor de opio, además de la ruina de campesinos que vivían del cultivo de la adormidera.

Al lanzarse la guerra total, el usuario de drogas que busca una sustancia energética, recurrirá a la cocaína en el mercado negro. Por otro lado, empezó a llegar heroína muy barata y de calidad a Europa y EE.UU., dando paso a la era de los grandes narcotraficantes y grupos mafiosos alrededor de estas dos sustancias. Como dato, entre 1961 y 1972, el número de adictos a la heroína pasa de 50 mil a 560 mil en EE.UU.

Armisticio

Desde los años 80, nos encontramos en la era del sucedáneo, en la que el número de fármacos no para de multiplicarse gracias al trabajo de miles de laboratorios clandestinos. A nivel legislativo, los distintos acuerdos suscritos caminan hacia un armisticio. Veamos cómo han evolucionado hasta hoy:

El tercer texto internacional en el que se basa la prohibición es la Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas, celebrada en Viena en 1988. Supone uno de los acuerdos más duros en materia de drogas. Con una urgencia manifiesta desde el primer momento, este convenio se centra en coordinar a los distintos países para atajar el tráfico ilícito que venía creciendo desde los años 70 y 80. Asimismo, se exige a los estados que introduzcan en sus legislaciones una serie de tipos penales como el cultivo, tráfico, etc. de las sustancias ilícitas incluidas en los convenios. Asimismo, se promueve también penar la posesión de estas mismas sustancias e incluso la elaboración para consumo propio. Para estos tipos de delitos se exige penas de prisión o multas, en ocasiones combinadas con tratamientos de rehabilitación. Se incluye además la extradición de traficantes, una medida anhelada por países como Estados Unidos debido a su sospecha de que muchos narcos recibían tratos de favor en su país de origen.

El único elemento abierto del tratado es la llamada a tener consideración por sustancias ilícitas que les son permitidas a ciertos pueblos por razones históricas, así como al respeto por los derechos humanos fundamentales.

Diez años más tarde la ONU celebra la vigésima Sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGASS) sobre drogas. Con el optimista lema «Un mundo libre de drogas. Podemos hacerlo», este será el último documento internacional hasta la fecha que preconice claramente una guerra para frenar oferta y demanda. En el caso de la demanda, mediante medidas de prevención y represión. En los países productores, sus objetivos para 2008 serán reducir el número de plantaciones de arbustos de coca, marihuana y adormidera, también con una mezcla de mano dura y amplitud de miras, fomentando actividades lícitas en el agro andino para disuadir a los campesinos de cultivar estas plantas.

Dicha política se va a aplicar en el llamado Plan Colombia, acordado entre los EE.UU. y Colombia durante los años 1999-2000. En este tratado se dan cita dos voluntades: la estadounidense consistía en financiar un programa de estabilidad en la región que permitiese frenar a las FARC y el tráfico de cocaína a Norteamérica; Colombia, por su parte, buscaba recibir apoyo económico para asentar sus instituciones y forjar un estado de derecho que le hiciera un hueco en el siglo XXI. La consecución de estos objetivos, tal y como planteaban los tratados mencionados anteriormente, se realizarán a través de una mezcla de represión y ayuda económica. Por un lado, se hacían fumigaciones en las plantaciones ilícitas y, por el otro, se financiaban programas de inclusión para que los campesinos no viesen incentivo en estas plantaciones. En materia de drogas, el deseo era reducir el comercio de cocaína y heroína. Tras años de aplicación, los resultados son ambivalentes. Por un lado, para 2006 las plantaciones de adormidera se habían reducido en un 50%, mientras que el tráfico de cocaína ha aumentado en un 4%.

En 2009, los distintos estados miembro de la ONU se reunieron en Viena para analizar el progreso que se había conseguido en los objetivos fijados en 1998. Se sigue hablando de contrarestar el «problema de las drogas». El análisis vuelve a ser contradictorio. Antonio María Costa, Director Ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, celebra en su declaración previa a estas sesiones el buen resultado en número de adictos y el cultivo de coca en los Andes, que cae un quinto respecto a diez años atrás. Sin embargo, se lamenta por el aumento de poder de los grupos armados que controlan el tráfico. A pesar de creer que el UNGASS 1998 ha ayudado a concienciar a la población sobre el denominado problema de drogas, la cifra sobre el valor comercial del tráfico de drogas ofrecida constata el fracaso: se calcula en 300 mil millones de dólares estadounidenses al año.

UNGASS 2016

La siguiente sesión especial estaba prevista para 2019. Sin embargo, México, Colombia y Nicaragua, cansados de cargar con miles de muertos a sus espaldas, solicitaron un adelanto de esa reunión a 2016. Muchos esperaban de esta un documento que otorgara más protagonismo a la «reducción de daños» (harm reduction), una especie de política de mano izquierda que consiste, entre otros métodos, en terapias de sustitución con opiáceos para adictos a la heroína y programas de sustitución de jeringuillas para evitar contagios de hepatitis C o sida entre usuarios. Sin embargo, dicho concepto quedó fuera del texto debido a las presiones rusas, que durante los últimos años ha intensificado su guerra contra las drogas. También China e Irán presionaron para que no se incluyeran referencias a la pena de muerte por narcotráfico. Sin embargo, el UNGASS 2016 supone el comienzo de una política internacional sobre drogas basada en la flexibilidad, donde convivirán políticas nacionales represivas como la rusa o la china con políticas de reducción de daños, más comunes en Europa y Norteamérica. En estos países ya no se trata de querer eliminar el uso de las drogas, sino aceptar su uso y tratar de que los usuarios se hagan el menor daño posible durante el consumo.

Pero vayamos a lo concreto. En el próximo artículo echaremos un vistazo a los últimos cambios que se han producido en distintos países durante los últimos años, algo que nos aclarará la situación a comienzos del año 2017.

El fin de la guerra contra las drogas (I): Los orígenes de la prohibición

Introducción

Existen diversos temas que se han mantenido polémicos en prácticamente todos los rincones del orbe desde la noche de los tiempos, a saber, el sexo, la religión, la muerte, la escatología… En la lengua, estos temas se desdoblan y dan lugar, por un lado, a los tabús y, por el otro, a la transgresión. El lingüista Steven Pinker sostiene que precisamente de estos tabús derivan nuestro lenguaje malsonante y su contraparte políticamente correcta, los eufemismos.

Todos estos tabús proceden de épocas pretéritas cercanas al nacimiento de los pueblos. No obstante, hay un tema tabú cuya aparición es propiamente moderna. Me refiero al de las drogas. Pocos campos semánticos se han expandido tanto en el último siglo hasta el punto de generar diferencias de registro y regionales.

Todas las sociedades que se han conocido hasta la fecha han tenido relación con al menos un fármaco. Esto quizá se deba a que para el ser humano la necesidad de embriagarse es tan fuerte como la de otros placeres. Sin embargo, en ninguna otra época se había temido tanto a ciertas drogas como para sostener que existe un problema con ellas y que hay que declararles la guerra. Para comprender los fundamentos de la prohibición de ciertas sustancias, lo mejor será hacer un repaso a sus orígenes.

El origen de la cruzada

Ya en sociedades pasadas encontramos escritos en los que se recrimina el abuso de drogas como el vino, pero para que el reproche se convierta en guerra total, hemos de remontarnos a la sociedad estadounidense de principios del siglo XX.

Los hechos sociales son multicausales y la guerra contra las drogas no es una excepción. A principios de siglo se dan cita en EE.UU. una serie de factores que desencadenarían una nueva perspectiva en materia de drogas. Todas ellas vienen descritas a la perfección en la canónica Historia General de las Drogas de Antonio Escohotado.

En primer lugar, el siglo XX supone en buena medida la secularización de occidente. La firme creencia en Dios comienza a languidecer y los sacerdotes pierden su posición como rectores morales. Alguien tenía que ocupar ese espacio. Es entonces cuando gana protagonismo el estamento médico. La moral de la sociedad futura se guiaría en buena medida por pautas farmacológicas.

En segundo lugar, los diferentes movimientos prohibicionistas comenzaron a unificarse en torno a los clubes religiosos y el Prohibition party. De esta forma, se logró crear un grupo de presión lo suficientemente potente como para forzar leyes que restringieran el uso de fármacos.

Por último, y quizá como fundamento principal, tenemos las tensiones raciales propias de la sociedad norteamericana. A lo largo de la primera mitad del siglo XX, la población blanca comenzó a demonizar a una serie de minorías étnicas a quienes relacionaban con diversas sustancias corruptoras. Al alcohol, por ejemplo, se lo asoció con irlandeses e italianos, que, al ser católicos, eran mal vistos por los protestantes; a la cocaína, con los negros, una minoría que, tras la abolición de la esclavitud, buscaba igualar sus derechos a los de la población blanca. Finalmente, los chinos habían padecido el odio de los sindicatos debido que trabajaban más horas por menos dinero. Los más horrendos efectos eran atribuidos al opio que fumaban. Algo más tarde, llegará el turno de los mexicanos. Durante los años 20, miles de mexicanos habían emigrado al país para satisfacer la enorme oferta de trabajo que había en EE.UU. Tras la pérdida de empleos, se convierten en un grupo indeseable de personas que son percibidas como ladrones de trabajos. La droga con la que se los relacionó en este caso fue la marihuana. A ella se le atribuía un gran protagonismo en los delitos de sangre, en las violaciones y en comportamientos sexuales contrarios al que marcaba la moral puritana. Se puede ver un buen ejemplo de esta propaganda en la película Reefer Madness.

Sin embargo, iniciar una cruzada contra un fármaco corre el riesgo de ser en balde si no se hace a escala internacional, puesto que si los países productores de las sustancias prohibidas no persiguen la elaboración, se infiltraría sin problemas en el único país que las proscribe. Esta circunstancia coincidió con dos factores determinantes para la historia del siglo XX. Por un lado,  el comienzo del imperialismo norteamericano en 1898 tras la guerra de Cuba y, por otro, la doctrina del Destino Manifiesto según la cual el destino de los Estados Unidos consistía en limpiar el mundo de inmoralidad.

Comencemos primero por el desarrollo de la prohibición a nivel interno. Aunque diversos estados habían prohibido el alcohol o el tabaco, nunca se había llevado a cabo ninguna proscripción a nivel federal. La guerra contra las drogas se iniciará con la denominada Ley Harrison (Harrison Narcotics Tax Act). No era una ley estrictamente penal, sino fiscal. De lo que se trataba era de regular y gravar la producción, importación y venta de cocaína y opiáceos. Asimismo, los médicos podían recetar estos fármacos para tratamientos regulares, pero no para el tratamiento de adicciones. Aunque la ley no prohibía expresamente estas sustancias, marcaba un nuevo camino en política de drogas.

En 1919 se tendrá como objetivo el alcohol, mediante la Ley Volstead, más conocida como Ley Seca, que prohibía la producción, distribución, importación y exportación de bebidas alcohólicas, a excepción de la sidra, el vino de la misa, y de ciertos fines como el médico o científico. Esta ley no tuvo como consecuencia la reducción del consumo, sino que produjo envenenamientos por adulteración con alcohol metílico y corrupción en distintas capas de la administración. Al mantenerse la demanda de alcohol, surgen grupos mafiosos para satisfacerla a través del crimen organizado, cuya gran figura es Al Capone. Los múltiples casos de corrupción y el poder de las mafias, así como la desobediencia civil y la necesidad del fisco de recuperar ingresos tras el crack del 29, llevaron a la derogación de la ley en 1933.

Por último, la Marihuana Tax Act de 1937 termina por establecer la prohibición en su primera fase al crear un impuesto a fabricantes y distribuidores de marihuana.

Por otro lado, la prohibición tiene que imponerse a nivel internacional y a través de diversos tratados se va a crear una nueva política internacional. A pesar del creciente poder de los Estados Unidos, se trataba de una ardua tarea puesto que había países cuyo PIB dependía en buena medida del opio como, por ejemplo, Turquía e Irán. Como prueba de esta dificultad, fracasaron los primeros intentos, a saber, la reunión de Shanghai en 1906 o la Convención de Ginebra de 1925.

Fue a partir de las convenciones de Ginebra de 1931 y 1936 cuando la mayoría de países establecen las bases de una cooperación en política de drogas. Entre otras, se adoptan medidas como comprometerse a castigar la tenencia y tráfico de ciertas sustancias, la creación de policías especializadas y de la Comisión de Estupefacientes y la Junta de Fiscalización de Estupefacientes.

Desde la década de los 30 hasta la de los 60 reina un estado de tranquilidad debido fundamentalmente a que existían drogas legales que producían el mismo efecto que las que se hallaban proscritas, por ejemplo, las anfetaminas aún eran legales y mantenían el consumo de cocaína al mínimo; lo mismo sucedía con las benzodiacepinas, que compensaban la prohibición de los opiáceos. De esta forma, el mercado negro permanecía muy debilitado ya que los usuarios preferían la alternativa legal.

Tras la calma llega la tempestad y la década de los 60 va a suponer una reacción dialéctica a la tranquilidad de los 50. Es la década de la lucha contra la guerra del Vietnam, por los derechos civiles, de la revolución sexual y, por supuesto, del consumo de drogas, especialmente de las psiquedélicas.

Durante esta década van a causar furor especialmente dos drogas de corte psiquedélico: la marihuana, que ganó la popularidad de la que careció inicialmente, y la LSD, una potente sustancia visionaria descubierta por el químico Albert Hofmann en 1938. Además, también recibieron atención el peyote y los hongos psilocibios. Todas estas drogas suponían una apertura de conciencia tal que se convirtió en la gasolina del movimiento hippie y de formas alternativas de vivir. Algo que ponía en jaque a la sociedad conservadora acostumbrada a la vida de los años 50.

Asimismo, la prensa sensacionalista instrumentalizó casos de mal uso de LSD, como el de personas se lanzaban por las ventanas creyendo poder volar, causando escándalos en los sectores biempensantes de la época. Por último, comienza a florecer el tráfico de heroína proveniente de Vietnam.

Esta coyuntura transformará la cruzada en guerra total a principios de los años 70. Lo veremos en el próximo artículo.

China en construcción

Jaleo. Tumulto. Cansancio. Me subo en el vagón de metro que me lleva de vuelta. Todo me resulta muy desconocido. La gente me mira con la misma curiosidad con la que yo les miro. De pronto el vagón sale del oscuro túnel y los fuertes destellos que emiten los rascacielos desde el otro lado del río penetran en el vagón. Sin pensarlo me giro para mirar por la ventana el espectáculo y alcanzo a ver una miríada de edificios en construcción acompañados por otros no pocos rascacielos ultramodernos repletos de todo tipo de luces. En ese momento me digo a mí mismo: China está construyéndose. Es domingo. Pasadas las diez de la noche. Caminando desde la parada del metro hasta la habitación, observo un grupo de obreros trabajando realmente apresurados cargando una especie de piedras negras que, supongo, servirán para colocarlas como baldosas en algunos edificios. En ese momento me vuelvo a decir: ¡Y a qué velocidad!

Si tuviese que resumir el país en una palabra –cínica osadía de mi parte– usaría la palabra enorme. China es un país enorme en territorio, enormemente heterogéneo y enorme en población y también cuenta con la historia más larga de todas las civilizaciones. Podría usar también la palabra diferente. Y es que yo como occidental me he dado cuenta que muchos de los esquemas mentales que solemos usar para comprender el mundo, nuestra cosmogonía, en múltiples situaciones no sirven para China. Conceptos como madurez, afecto, inteligencia, tienen un significado diferente. Es por ello por lo que ver China a través de ojos occidentales tiene un importante sesgo, aunque no deja de ser un sesgo interesante, que quiero compartir con todos vosotros.

En lo que concierne a las relaciones sociales, la forma de mostrar interés por el otro entre los chinos no pasa ni por las buenas palabras ni por muestras de afecto físicas, como hacemos los españoles con un apretón de manos, una palmada en la espalda o un abrazo. Nada de eso. Su forma de hacerlo es mediante lo que podríamos denominar las acciones. Así, es posible que un chino te tenga un gran aprecio, pero no te abrace ni te diga nada especial ni tan siquiera te salude o se despida de ti, pero sí te haga la comida, te ofrezca algo suyo, te compre medicina, etc. Existe un proverbio chino (事实胜于雄辩) que dice que las acciones hablan más alto que las palabras. Aunque este proverbio de alguna u otra forma también lo tenemos en nuestra cultura, en China está muchísimo más arraigada esta idea. Por lo general los chinos no hablan demasiado y mucho menos sobre conceptos abstractos, pero sí actúan mucho; digamos que son más prácticos (y también menos teóricos) que los occidentales. Por lo que he podido comprobar no está bien visto el que una persona se pase el tiempo hablando sobre cosas que no tengan un reflejo rápido y directo en la vida práctica. En definitiva, en china un síntoma de madurez es el ser práctico.

Esta forma de ser puede estar condicionada por su historia. China es un país que hace unos treinta años estaba sumido en la pobreza absoluta. Y como todo el mundo sabe, ser pobre te hace ser resultadista, ya que todo el tiempo que se tiene cuando se es pobre se utiliza para intentar mejorar la situación de penuria en lugar de usarlo para especular o divagar con cosas que no tengan un resultado práctico inmediato. Este pragmatismo es el que permitió que China cambiase radicalmente de política económica en 1979 pasando de un férreo comunismo a un capitalismo sorprendente, aunque con matices. A los chinos les da igual el sistema político o económico, las tesis de Marx o de quien sea, lo que quieren es comer bien todos los días y mejorar la calidad de vida. Es por ello por lo que creo que una revolución política en China puede estar lejos.

A medida que uno va pasando tiempo en China se ve cada vez más impregnado por los problemas que tiene el país y por lo tanto cada vez se hace uno más consciente de los mismos. Y puede que la ciudadanía china no se percate de los mismos, pues la gran mayoría no conoce otro modo de vida que el suyo propio, debido al cierto aislamiento que viven con respecto al exterior (aunque cada vez menos), por razones de lenguaje y por razones burocráticas (política exterior del gobierno de China, bloqueo masivo de la red por parte del gobierno, etc.). Una de las numerosas fuertes divisiones que existen entre los ciudadanos (aldeanos versus urbanitas, pobres versus ricos, etc.) es la que se produce entre políticos y ciudadanos normales. Parece como si el país fuese una gran colmena donde las abejas obreras tienen encomendada una tarea determinada mientras que la abeja reina, es decir, el politburó chino, se dedica a las cuestiones políticas. Ni los ciudadanos son informados de estas cuestiones, ni a ellos les parece interesar, ni participan de las mismas. Simplemente son castas diferentes y que no tienen relación la una con la otra: cada una se dedica a lo suyo y ninguna se interesa lo más mínimo por la otra. En este sentido no puedo dejar de citar a Fernando Sánchez Dragó sobre China:

“No hay descontento en China, por más que los medios de información se empeñen en elevar las anécdotas a categorías convirtiendo el ronroneo de cuatro gatos vanidosos en clamor social y en atribuir el estatus de héroe al oscuro don nadie que este año, sin hacer nada por merecerlo, ha recibido (es un decir) el premio Nobel de la Paz. Cierto, hay excepciones, ¡cómo no va a haberlas en semejante gentío!, pero los chinos de a pie están encantados con una clase política que les permitirá, o eso creen, ganar dinero, jugárselo, fundar una empresa, abrir una tienda, montar un negocio, tener concubinas, humillar a Japón, comprar un buen coche, comer a lo bestia, ir de Pequín a Bangkok por una autopista de veinte carriles, visitar las ruinas de Angkor, hollar la gravilla de los templos de Kioto y escupir donde les venga en gana”.

Lo cierto es que China se trata de un país enorme y heterogéneo que engloba gran cantidad de dialectos, costumbres e incluso razas. Es por esto por lo que muchos piensan que si en todo el país se experimentara la libertad que vive Hong Kong, China terminaría disgregándose en numerosos episodios secesionistas, como realmente ha acontecido recurrentemente en la historia de China antes de Mao. Así, es muy común escuchar que Mao levantó el país (porque unió a todos los chinos) y Deng Xiaoping lo echo a andar. Teniendo en cuenta la enorme disparidad y heterogeneidad que se da entre unas regiones y otras de China y teniendo en cuenta los conflictos territoriales que se siguen produciendo tales como en Taiwan, el Tibet y la provincia de Yunnan, es muy difícil que China se mantenga unida territorialmente como ahora.

Además China es todavía un país subdesarrollado, incomparable a los países del primer mundo, cuyo PIB per cápita todavía es 9.944 dólares, ocupando el puesto número 93 del mundo, al nivel de Turkmenistán, Albania o las Maldivas, a pesar de haber experimentado décadas de un crecimiento económico vertiginoso. Fruto de este crecimiento económico tan elevado, China ha acortado camino entre los países desarrollados y subdesarrollados en muy poco tiempo, pero la sociedad todavía debe adaptarse a estos cambios tan rápidos, que en muchos casos sigue anclada en arcaicas costumbres, tales como casar a los hijos por conveniencia, corrupción en las instituciones, un vergonzoso nepotismo enraizado en casi todos los lugares, una desigualdad realmente impactante, etc.

Además, no sólo es importante valorar el crecimiento económico o el PIB per cápita, sino el historial del PIB per cápita que ha tenido el país. Es decir: si dos países A y B tienen el mismo nivel de PIB per cápita eso no quiere decir que los dos son iguales de ricos, sino que los dos producen (gastan e ingresan) lo mismo cada año, pero si A estuvo 30 años produciendo (gastando e ingresando) muy poco mientras que el B estuvo los otros 30 produciendo (gastando e ingresando) mucho, esto quiere decir que el país B es mucho más rico que el A, aunque el PIB per cápita sea idéntico, pues los anteriores niveles de PIB per cápita sufridos por la historia del país repercuten también sobre el presente del país.

Y es que China al ser un país que hace tan sólo 30 años estaba sumido en la miseria, es difícil, por muy veloz que vaya la economía, que se convierta en un país desarrollado en tan poco tiempo. Para ello faltan todavía bastantes años y bastantes retos que afrontar. Pero ello sin embargo es realmente positivo, porque el país, como reza el título del artículo, está en plena construcción y el futuro de la nación asiática va a depender en buena medida de lo bien o mal que se construyan ahora esos cimientos que soportaran el futuro del país. Por ejemplo, China todavía no cuenta con un sistema público de educación ni de sanidad similar al europeo ni por supuesto un sistema de pensiones. Europa tiene ya construidos estos sistemas, que ocasionan enormes problemas a las economías europeas y que ensombrecen el futuro del país, por errores en el diseño de los mismos; pero, una vez construido, derribar el sistema para construir otro nuevo conlleva costes inasumibles. Pero China está en proceso de construcción de todo eso, pudiendo conseguir la construcción de un buen sistema, eludiendo los problemas que otros países están experimentando y que tienen que arrastrar durante bastantes años más.

Uno de los retos más importantes a los que debe hacer frente China es sin duda la desigualdad económica que más que desigualdad yo preferiría definirlo como yuxtaposición de la miseria y la riqueza, pues cuando uno va caminando por la calle puede observar que viven casi en la misma calle personas que se dedican el día completo a vender botellas de plástico por un par de yuanes con jóvenes ricos que van a recoger a la novia todos los días en su nuevo Masseratti. El rápido crecimiento económico claramente no ha sido sentido por toda la población. Esta desigualdad también puede percibirse en la composición de los precios de los artículos: los artículos de baja calidad son extremadamente baratos mientras que los artículos de alta calidad son extremadamente caros, una diferencia mucho más pronunciada de la que puede percibirse en España, que se debe a que los ricos tienen mucho más poder adquisitivo (y por lo tanto demandan muchos más productos de alta calidad, elevando su demanda) que los pobres.

Y es que, como ya decía William Athur Lewis, mientras un país está desarrollándose experimenta un proceso de economía dual, es decir, presentan sectores, lugares y empresas desarrolladas que tiran de la economía del país pero también presentan sectores tradicionales, lugares pobres e industria típica del subdesarrollo. Con el tiempo, con la acumulación de capital, con el ahorro y con el crecimiento económico al final toda la economía termina desarrollándose. China ahora está en este proceso con una clara dualización de la economía entre sectores avanzados y sectores subdesarrollados casi conviviendo prácticamente en la misma calle.

Cuando uno visita un país tiene la suerte de percibir realidades que no pueden reflejar los datos estadísticos y reflejan perfectamente la realidad económica de un país. Personalmente creo que un claro indicador de la riqueza media de un país es la calidad media de los productos. Si en un país la mayoría de los supermercados venden productos de baja calidad, las viviendas se fabrican con materiales más baratos, etc. es un claro indicador de que el país en el que se vive es pobre. Si por el contrario, uno acude a un país y a cada supermercado en el que entra le cuesta encontrar algún artículo de baja calidad o barato, es un sinónimo de que se vive en un país rico. Y es por ello por lo que los países más ricos son también los más caros, porque los ciudadanos de allí viven con productos más caros, de mayor calidad, ya que al disponer de mayores recursos demandan mejores productos. Según la calidad media de los productos, a China la situaría dentro de los países pobres, a España en los países de ingreso medio y al Reino Unido dentro de los países ricos.

Antes hablábamos de que los esquemas mentales occidentales se dan de bruces con la realidad oriental. Así como en Estados Unidos los rascacielos son una prueba de riqueza, de desarrollo y de nivel económico, en China nada más lejos de la realidad. A pesar de que es posible maravillarse con los fastuosos rascacielos en las grandes ciudades, lo cierto es que la una mayoría de la población vive en pueblos hundidos en la miseria que se abastecen del autoconsumo y en algunas ocasiones de lo que consigues pillar de las grandes ciudades. Es decir, las grandes ciudades repletas de rascacielos son la excepción en China, aunque, eso sí, se trata de algo nuevo, naciente. Pero es que además dentro de las grandes ciudades se esconden grandes bolsas de pobreza y la gran parte de los ciudadanos de las grandes ciudades viven peor que los ciudadanos normales, por ejemplo, España. Just poor high buildings.

Otra característica del país es que existen empleos de baja productividad, digamos, inútiles, tales como barrenderos de pistas de aeropuerto, asistentes de párking, enorme cantidad de empleados para una sola tarea, etc. Y es que asegurar a todo el mundo un empleo tiene enormes desventajas en un país: que exista una gran cantidad de empleo improductivo, afectando a la productividad del país y a la capacidad de aprendizaje de los trabajadores; que se generen costes adicionales; que se desincentive el trabajo de buena calidad, etc.

Tras observar que la mayoría de la gente va con enormes fajos de billetes a comprar cualquier cosa –síntoma de inflación y de devaluación de la moneda–, pregunto sorprendido: -¿El billete más grande aquí cuál es? -Este, el de cien yuanes, me responden. ¡Madre mía! ¡Lo compran todo con un billete equivalente a diez euros! Me pregunto a mí mismo: ¿no renuevan los billetes? ¿por qué la imagen de Mao en todos los billetes y no la de Deng Xiaoping en algunos? ¿por qué las autoridades no crean billetes más grandes? Unos días más tarde hallé la respuesta: porque en las grandes ciudades es donde se mueve el dinero en china y cuando uno va de visita a un pueblo se percata que el billete de cien yuanes es prácticamente una fortuna; por lo tanto, los billetes sirven para todos los ciudadanos chinos y dada la enorme desigualdad en China crear billetes más grandes no sería algo acertado.

Los numerosos edificios en construcción y la elevada velocidad a la que se construyen es la metáfora más perfecta para una nación que está desarrollándose a un ritmo vertiginoso pero que todavía le queda mucho camino que recorrer y muchas piedras en ese camino que sortear. Me adhiero plenamente a la tesis de Joe Zhang de que China necesita una recesión económica para incentivar el desarrollo equilibrado de la nación. De hecho, creo que China va encaminada a esa recesión (algunos bancos provinciales ya han dejado de otorgar préstamos a las inmobiliarias) y que podría tener como consecuencias las siguientes: reducción de los niveles contaminación, fuerte presión a la liberalización definitiva de los tipos de interés y del sistema financiero, reducción de la inflación, aumento del desempleo (con el consecuente aumento de la productividad), posible apreciación del yuan, cierta reducción del poder del gobierno sobre la sociedad, entre otros.

China es una civilización con una larga historia de éxito que ahora comienza a renacer de sus cenizas tras varias décadas sombrías de comunismo a una velocidad nunca antes vista en la historia. Pero el camino del subdesarrollo al desarrollo es largo. Y en mi opinión, sin una crisis económica, China no se desarrollará nunca, pues es el único instrumento que puede equilibrar el enorme desequilibrio que vive china en su economía y en su sociedad. Es una cuestión de tiempo. Soy optimista respecto al futuro a largo plazo de China, pues el país cuenta con numerosas ventajas y numerosos potenciales, todo depende de cómo de bien se construyan los cimientos de una nación con mucho futuro por delante.

Las Españas que deberían jubilarse

* Escrito por Nodedim

 

Nota para el lector: el presente texto está basado en su totalidad en mi opinión personal. Ni soy ni pretendo ser oráculo ni juez de la actualidad, pensamientos y/o ideologías que cada cual pueda tener. Tampoco pretendo entrar a debatir cada punto de vista o reflexión individual que se puedan sentir atacadas por mi visión subjetiva. Esta opinión aquí expuesta es susceptible de cambios desde el momento mismo en que sea publicada.

Es innegable que está pasando “algo” en España. Y con algo no quiero decir la tan trillada crisis económica. Con algo me refiero a un cambio sustancial en los votantes españoles que se ha visto materializado en las últimas elecciones europeas, con la aparición de nuevos partidos (Podemos, Equo, Ciudadanos, VOX) y el triunfo de unos cuantos (IU, Podemos, UPyD).  Sin embargo, este vuelco de los españoles hacia los partidos minoritarios no ha conllevado más que el cambio de papeleta, no de mentalidad.

 Me he referido a Podemos, VOX, UPyD y demás partidos para dar paso a otra reflexión, pues no es mi objetivo dar mi opinión aquí de forma directa, si bien quizá colateralmente, de estos partidos. El punto clave de todo esto es la incoherencia.

Y es que la incoherencia es algo de lo que los españoles vamos sobrados y que ondeamos cual bandera. Disfrutamos dividiendo, segregando, y sobre todo, sacando conclusiones precipitadas. Nos encanta. Nos regodeamos. Parece que el mayor orgasmo mental de un español es (tómese una de estas dos situaciones):

–          Antiabortista: “Facha de mierda, heredero de Franco”.

–          Republicano: “Rojo asqueroso, al paredón”.

En ese mismo instante en el que un español se encuentra con otro paisano que expone una opinión característica de cierta ideología, al primero lo recorre una corriente de placer por el simple hecho de poder “encasillarle”. Con sus correspondientes dosis de odio o compañerismo subsiguientes, según casos.

Pues parece que en España en determinado momento se dividieron las ideologías. No me voy a parar a analizar ni a desenterrar sucesos históricos que aún hoy escuecen y son blanco de críticas y pullas, dejémoslo en un momento determinado. En ese momento determinado se procedió a la división de los signos de identidad de cada corriente ideológica (para más señas y a grandes rasgos, en este nuestro país, dos desde hace siglos). Se trazó una raya en el suelo, a modo de frontera: en un lado estaba la izquierda y al otro la derecha. Luego, con grandes dosis de tradicionalismo y estrechez de mente, se repartió todo: colores, símbolos, posición antes ciertos temas (aborto, República, economía, feminismo, clases sociales…), modus operandi (huelgas, manifestaciones, elecciones…), incluso se asignó un arquetipo de individuo a cada lado.

Y así hemos continuado hasta hoy, día 2 de junio de 2014, en el que el tema candente es la abdicación del Rey Juan Carlos. Y es que no hay mejor momento para contemplar la flor y nata de España.

Desde el momento en el que la abdicación era conocida, se han alzado voces pidiendo un referéndum. Hecho que, por lo que a mí respecta, me parece completamente normal, ya que nuestra monarquía se restauró en situaciones “anómalas” y la Constitución vigente se sometió a referéndum con la aprobación de una población que hoy tiene, como mínimo, 54 años.

Ahora bien, que yo apruebe o no personalmente la República no está reñido con el hecho de someterla a un referéndum vinculante. Tampoco significa, contradiciendo la división arbitraria en izquierda y derecha, que comulgue con la ideología de izquierdas. Sin embargo, sí implica que, dado que nuestro sistema de gobierno se define como una democracia, deberíamos saber aceptar el resultado de ese referéndum, beneficie a republicanos o a monárquicos.

Los argumentos a favor y en contra de la monarquía vuelan por el panorama español; algunos más incisivos y otros que simplemente no creen que vaya a cambiar nada con el paso de monarquía a república. Sin embargo, como bien hacemos siempre, nos ha faltado tiempo para tirarnos los trastos a la cabeza por un hecho como éste. Acusándonos, la mayor parte de las veces, de manera infundada y sacando conjeturas aceleradas.

Al fin y al cabo, parece que no hayamos aprendido absolutamente nada de un hecho tan traumático como la Guerra Civil, y parece que la sucesión PSOE, PP, votaciones no generales con un inesperado aumento de la votación hacia los grupos de izquierdas y abdicación no nos diga nada. Esto no es una llamada al pánico ni al dramatismo, es simplemente una analogía para hacer referencia a que nuestra mentalidad, casi un siglo después, no ha cambiado en lo más mínimo.

No es cuestión de pasividad ni de dejarse avasallar (faltaría). Comunicar la opinión propia es un derecho, pero quizá sería lógico que lo hiciéramos considerando antes nuestra posición ante todos los puntos de vista. Es muy cómodo depositar una papeleta en una urna y afiliarse a todos los intereses de ese partido sin cuestionarse si estamos de acuerdo en todos y cada uno de ellos y, obviamente, juzgando que el votante del partido X comulgará al cien por cien con su programa. La maquinaria de la mente humana, y de la opinión, es mucho más compleja a mi parecer que el buen hacer del equipo de marketing al elegir color, eslogan o líder mediático. También es cambiante e influenciable.

Parece que los españoles aún sigamos acomplejados por las opiniones ajenas.

¿Es el matrimonio homosexual un concepto erróneo?

Desde que en 2005 se aprobó en España la ley que permitiría casarse a personas del mismo sexo, ha reinado un debate en la sociedad española acerca de la idoneidad del término «matrimonio homosexual». Se han aducido motivos jurídicos, éticos y religiosos tanto a favor como en contra. También los lingüistas han abordado la cuestión desde un punto de vista etimológico. Yo mismo escribí un artículo hace tres años criticando el uso del término matrimonio en este contexto. Vuelvo en el presente artículo sobre mis pasos para puntualizar una serie de aspectos fundamentales y concluir que el concepto de «matrimonio homosexual» no viola ninguna ley de la lengua.

Antes de empezar, quiero dejar claro que aquí se hace un análisis puramente lingüístico del tema. Lo que opine yo en otras esferas de análisis es completamente irrelevante y, por otro lado, de sobra conocido entre quienes me leen y me tratan a diario.

Hecha esta aclaración, vuelvo a destacar los problemas etimológicos en que incurriría el término «matrimonio» aplicado en este contexto. Matrimonio se deriva de los étimos latinos matris, genitivo de mater (madre) y munium (función, cuidado, ya que se consideraba que el mayor esfuerzo de la pareja a la hora del cuidado de los niños recaía en la madre), por lo tanto, la función de la madre inevitablemente descarta una relación de dos hombres, en la que no hay madre, cosa que no funcionaría de la misma forma si se tratase de dos mujeres, relación en la que sí puede haber una madre.

En cuanto a su aplicación en la realidad, el término matrimonio es una figura del derecho romano con la que un hombre podía trasmitir su patrimonio a sus descendientes directos.

La palabra continuó utilizándose en el derecho medieval ya desde una óptica cristiana, en el sentido de la unión eterna de un hombre y una mujer ante Dios. En el siglo XIII, Alfonso X escribió las Siete Partidas, un conjunto de normas con las que intentó darle uniformidad jurídica a todo el reino de Castilla. En una de estas partidas, se encuentra una referencia etimológica bastante interesante:

«Matris y munium son dos palabras del latín de que tomó nombre matrimonio, que quiere tanto decir en romance como oficio de madre. Y la razón de por qué llaman matrimonio al casamiento y no patrimonio es esta: porque la madre sufre mayores trabajos con los hijos que no el padre, pues comoquiera que el padre los engendre, la madre sufre gran embargo con ellos mientras que los trae en el vientre, y sufre muy grandes dolores cuando ha de parir y después que son nacidos, lleva muy grandes trabajos en criarlos ella por sí misma, y además de esto, porque los hijos, mientras que son pequeños, más necesitan la ayuda de la madre que del padre. Y porque todas estas razones sobredichas caen a la madre hacer y no al padre, por ello es llamado matrimonio y no patrimonio«.

Hasta ahora hemos podido ver las objeciones etimológicas e históricas que podría tener el matrimonio homosexual. Sin embargo, la lingüística ha de tener muy presente que, en un buen número de casos, los hablantes no respetan el origen etimológico de los términos que utilizan y las palabras comienzan a abarcar nuevos sentidos que se alejan del inicial. Los ejemplos en nuestra lengua son abundantísimos. Así, la palabra «histeria» significa literalmente «relativo al útero», pues cuando surgió el concepto, las creencias de la época atribuían el comportamiento histérico exclusivamente a las mujeres. Con el tiempo, la evolución de la psicología demostró que la histeria era un fenómeno que bien podía darse igualmente en hombres. Sin embargo, se continúa utilizando la palabra «histérico» para referirse a hombres con dicho trastorno y no ha ocurrido ninguna catástrofe.

Vemos que uno de los significados se ha alejado de su sentido inicial. Pero esa es la naturaleza de la lengua: el dinamismo. Construimos nuestro lenguaje a partir de analogías con el mundo que percibimos; nuestro conocimiento de la realidad se amplía y modifica constantemente y con él la variedad de metáforas y acepciones de cada palabra. Un ratón era hasta hace pocos años un roedor; desde la llegada de los ordenadores, se incorporó la acepción del aparato que mueve el cursor por la pantalla.

El matrimonio homosexual es una realidad jurídica en cada vez más estados y la flexibilidad semántica del término «matrimonio» ha extendido su significado a una nueva realidad social. Un concepto harto conocido en la lingüística es el de la motivación. Los hablantes creamos palabras porque nuestro entorno nos crea necesidades constantes. De esta forma, los esquimales tienen más de 20 palabras para designar a la nieve porque su entorno se lo exige. O, si no inventamos una nueva palabra, añadimos un nuevo sentido a una palabra ya existente.  El matrimonio homosexual es una nueva realidad y, como tal, ha encontrado su designación en una palabra que ya existía previamente. Nada nuevo bajo el sol.

El movimiento psicodélico: la década de la paz y el amor (II)

La música psicodélica

Probablemente la mayor manifestación cultural del movimiento psicodélico la encontremos en la música. Fue en conciertos donde se dieron las congregaciones más numerosas de gente y en conciertos donde se exhibió con mayor claridad la estética y los valores del movimiento. Es de justicia, pues, analizar las momentos musicales más importantes del movimiento psicodélico.

La música psicodélica encontró en EE.UU y Gran Bretaña sus dos bastiones principales. Prácticamente la mayoría de grupos de renombre provienen de estos dos países. Como el resto del movimiento, introdujo algunas innovaciones que rompían con la tradición musical del momento, si bien conservaba algunos de sus elementos. Las características fundamentales son:

– Introducción de instrumentos orientales como el sitar y la tabla.

– Incorporación de la guitarra eléctrica, nacida en los años 50.

– Letras esotéricas y surrealistas.

– Referencias a drogas en las letras.

– Uso de sintetizadores e instrumentos con teclado.

– Énfasis en solos instrumentales e improvisaciones.

El ambiente artístico de la San Francisco de los años 60 atrajo a librepensadores y artistas de todo el país, que se iniciaron en el consumo del peyote, LSD y marihuana, ya fuera por curiosidad o para llamar a las musas. Ellos no fueron los primeros músicos en consumir drogas para inspirarse. Ya antes era habitual el consumo de droga en los ambientes del blues y el jazz. La música psicodélica trataba de llevar a la melodía las experiencias alteradores de la conciencia que producían estas drogas.

El sitar, instrumento originario de la India.

Las primeras manifestaciones de música psicodélica corrieron a cargo de Bob Dylan con Mr. tambourine man y Subterranean homesick blues en 1965, canciones en las que se hacía referencias a drogas. Justo en este mismo año, los Beatles se iniciaron en el consumo de LSD y fruto de ello surgieron temas como Day tripper. Un año antes, grabaron I feel fine, donde introducen el acople de guitarra, que tendría una gran influencia en los posteriores grupos psicodélicos. Con Norwegian wood en 1965 introdujeron también el uso del sitar indio. Sin ninguna duda, los Beatles fueron quienes más  contribuyeron a la popularidad de este género. Sin embargo, el primer grupo en autodenominarse como psicodélico fueron los tejanos de 13th Floor Elevators con su album de 1966 The Psychedelic Sounds of the 13th Floor Elevators. También es importante mencionar a los Grateful Dead, grupo fundado en 1965 y que participó en los primeros conciertos psicodélicos californianos.

En los meses sucesivos el movimiento comenzó a expandirse y surgieron bandas de gran envergadura como The Doors, H.P. Lovecraft, Country Joe and the Fish, The Jimi Hendrix Experience y, en Reino Unido, los Cream, Pink Floyd y un largo etcétera.

Los años de apogeo de esta música se suceden entre 1967 y 1969. En el verano del 67 tuvo lugar lo que acabó llamándose The summer of love, cuando más de 100 mil personas se dieron cita en el barrio de  Haight-Ashbury, en San Francisco. Más tarde tendremos tiempo de hablar de él. La música psicodélica llegaría a su cénit en 1969 con el festival de Woodstock, en el estado de Nueva York. Allí, durante tres días, se dieron cita más de medio millón de personas, con conciertos de artistas como Santana, Grateful Dead, The Who, Jimi Hendrix, entre otros.

A principios de los años 70, el movimiento psicodélico fue decayendo, debido, en parte, a las muertes de iconos como Jimi Hendrix.

Jimi Hendrix durante su actuación en Woodstock

El movimiento hippie

Hasta ahora hemos visto el desarrollo musical y literario que tomó el movimiento, pero sin duda la psicodelia fue algo más que producción  artística. Fue también un estilo de vida, una estética, una forma de pensar y es esto lo que voy a tratar de exponer a continuación, haciendo referencia a lugares comunes mostrados anteriormente.

Podemos buscar el origen del movimiento hippie en los años 40. Es cuando nace el término hipster, que denominaba a una tribu urbana aficionada al jazz y que imitaba algunos  comportamientos de las grandes estrellas, como el consumo de marihuana, flexibilidad ante la sexualidad y una pobreza autoimpuesta. También manifestaban una moral apartada de la predominante.

Durante los años 50, como hemos indicado, aparece la Generación Beat, que recoge parte de esta tradición de vida alternativa, si bien no todos patrocinaban drogas psicodélicas. Kerouac era entusiasta del alcohol, Burroughs, de los opiáceos y Ginsberg, de la LSD.

Imagen estereotipada del beatnik.

A finales de los 50, Timothy Leary y Aldous Huxley colaboran junto a otros investigadores en el Psylocibin Project. El éxito de este proyecto atrajo a un buen número de artistas e interesados en el tema. Ante tal aluvión de demanda, hubo algunas posturas encontradas entre Leary y Huxley. El primero defendía democratizar el uso de LSD y peyote; era algo que todo el mundo debía probar para conseguir liberarse. Huxley, en cambio, se mostraba prudente. Había observado la cautela y preparación con la que los pueblos indígenas tomaban las drogas visionarias y creía que había tratar la droga con respeto; debía ser tomada en su contexto para evitar problemas mayores. Aun así tampoco se mostraba elitista al respecto, únicamente defendía un uso responsable.

En 1964 surgieron en California los Merry Pranksters, comandados por el escritor Ken Kesey, que llevaron la psicodelia por todo el país en su bus escolar decorado con colores llamativos. En sus sucesivos viajes por todo el país, realizaron lo que se llamaron Acid tests, fiestas en las que se consumían drogas psicodélicas y se escuchaba música de los Grateful Dead. Kesey quería expandir el uso de LSD para lograr un cambio de mentalidad en la sociedad.

Obra del periodista Tom Wolfe que recogió las experiencias de los Merry Pranksters

Importante fue también el papel que el movimiento hippie jugó en las protestas contra el Vietnam. Acompañados del lema Peace and Love, los hippies protestaban contra una guerra que consideraban de agresión e iba en contra de su lucha por un mundo de fraternidad y amor. Muchos de los sindicatos estudiantiles que participaron en estas manifestaciones afirmaban haber consumido LSD y defendían unos valores similares a los profesados por los hippies. Son conocidos los episodios de quema de tarjetas de reclutamiento para el ejército, que tuvieron lugar en las principales ciudades del país. A pesar del papel de un sector del movimiento en las protestas contra la guerra y la defensa de los derechos civiles, una gran mayoría de hippies permaneció ajena a la política.

Episodio de quema de tarjetas de reclutamiento.

Como se dijo antes, durante el Summer of love, se dieron cita más de 100 mil hippies en Haight-Ashbury. Durante este tiempo se exhibió el estilo de vida alternativo que aportaron: Música, libertad sexual, consumo de drogas, vida en comunidad. Todos estos lugares comunes del movimiento hippie tuvieron lugar en un ambiente de lo más heterodoxo; los había de sesgo más político, otros que preferían la vida comunal y que el gobierno no interviniese en sus vidas, etc.

La cumbre del movimiento llegó en Woodstock en 1969, que marcaría el principio del fin de la psicodelia. Bajo el lema «3 días de música y paz» el paisaje se tiñó de una realidad policromática, tiendas de campaña, hombres barbudos y de pelo largo, mujeres desnudas y música psicodélica.

Influencias

Si bien el movimiento supuso un soplo original e innovador, algunas de las ideas centrales hunden sus raíces en el siglo XIX y principios del XX. Es notable la influencia del filósofo de Massachusetts Henry Thoreau, que vivía en una cabaña fabricada por él mismo apartado de la gran ciudad. En su obra Walden defendía la autosuficiencia del ser humano y criticaba a aquellos que vivían con más allá de lo estrictamente necesario, ideas que más tarde tendrían eco en la crítica al consumismo lanzada por los hippies.

Cabaña del filósofo Henry Thoreau.

También de notable importancia es la influencia de Walt Whitman, poeta considerado el padre del verso libre y que expresó en sus obras una sexualidad abierta, a veces calificada de obscena, y amor por la naturaleza. Allen Ginsberg lo tenía como su mayor referencia y no faltan las menciones a su figura a lo largo de toda su obra.

No podemos olvidar en este punto al movimiento alemán Wandervogel. Este fue un movimiento de estudiantes de clase media que surgió en Berlín en 1896. En un momento de fuerte industrialización, influidos por el romanticismo alemán, defendían volver a formas de vida más cercanas a la naturaleza. Tras la Gran guerra, terminaría transformándose en el movimiento boy scout.

Símbolo de los Wandervogel.

Por último, otro alemán, Hermann Hesse, comenzó a introducir la filosofía oriental en obras como Siddharta, en las que se defendía el abandono de las ciudades y el regreso a la naturaleza.

Es verdad que el movimiento hippie desapareció prácticamente a principios de los 70, pero no puede decirse que su existencia resultara vana. El rock psicodélico supuso el puente entre el blues rock y el hard rock y el heavy metal. El legado musical y literario ha influido notablemente en la cultura de las décadas posteriores. Aunque ya apenas hay hippies en el sentido original, algo de ellos ha pervivido en nuestras actitudes contemporáneas, canalizadas politico-socialmente a través del movimiento ecologista.

El movimiento psicodélico: la década de la paz y el amor (I)

Los años 60 nos dejaron momentos de enorme relevancia: la crisis de los misiles, las muertes de Kennedy y Marilyn Monroe, el movimiento por los derechos civiles, etc. Sin embargo, desde el punto de vista cultural es difícil discutir el protagonismo del festival de Woodstock en 1969: 500 mil personas disfrutando de la música, bajo los efectos de las drogas, hablando de paz y amor y sin producir un solo altercado por violencia. Fue el culmen de una década de rebeldía, resistencia pasiva, LSD, rock psicodélico y literatura original e innovadora. Por supuesto, lo que ocurrió en Woodstock no fue algo espontáneo, sino curtido a través de dos décadas de contestación.

El telón de fondo

Es necesario hacer un esbozo de la situación político-económica que existía en EE.UU desde mediados de los años 40 hasta finales de los 60.

Tras el crack del 29, que llevó a millones de estadounidenses al paro, y la Segunda Guerra Mundial, que supuso el racionamiento de comida y pérdida de calidad de vida, la economía comenzaba a estabilizarse. Poco a poco, los millones de soldados que regresaban del frente se iban recolocando en otros puestos de trabajo. El PIB volvía a crecer con fuerza y la sociedad estadounidense vivía un momento de opulencia y progreso tecnológico. Por poner un ejemplo, durante los años 50 se vendieron en EE.UU más de seis millones y medio de coches. La mayoría de estadounidenses tenía ahora las necesidades básicas cubiertas, por lo que ahora reorientaban su interés hacia productos más prescindibles. Es el comienzo de la era del consumismo y la abundancia.

En cuanto a la política exterior, EE.UU se había consolidado como superpotencia mundial junto a la URSS. De este choque de titanes nació la Guerra Fría, que mantuvo en conflicto político y cultural a ambos países hasta principios de los años 90. En EE.UU, la Guerra Fría llevó a una persecución del comunismo en casa que desató cazas de brujas y restricción de algunas libertades, así como una política exterior decididamente expansiva.

El fantasma de la esclavitud todavía se posaba sobre los EE.UU: había colegios públicos donde se segregaba a niños blancos y negros, en algunos estados no se permitía votar a los negros y se seguían sucediendo episodios de linchamiento contra estos. En respuesta a esta realidad surge el movimiento por los derechos civiles, que durante los años 50 y 60 buscan eliminar las barreras raciales a través de la influencia política y la resistencia pasiva. Poco a poco, el racismo fue cediendo. En 1954, el Tribunal Supremo declaraba inconstitucional la segregación en los colegios públicos, pero la mayor victoria del movimiento llegó en 1964 con la Civil Rights Act, que ponía fin a la segregación en las escuelas públicas y hacía cumplir el derecho al voto de todos los ciudadanos, sin importar su color de piel.

En muchos estados, había fuentes públicas para blancos y fuentes para negros.

Tras la Guerra de Corea (1950-53) , que daba el pistoletazo de salida al imperialismo de la Guerra Fría, EE.UU se embarcó en 1959 en la Guerra del Vietnam, larga guerra que se prolongó hasta 1975 y dejó en las filas estadounidenses más de 50 mil muertos y 300 mil heridos. Durante los años 60 provocó un movimiento de protesta de origen claramente psicodélico.

Durante los años 60, más de 70 millones de niños nacidos tras la Segunda Guerra Mundial se estaban haciendo adolescentes o adultos jóvenes. Eran los llamados baby-boomers. EE.UU era un país joven, con las energías renovadas y un  buen número de estos jóvenes tenían ganas de cambio, de dejar a un lado la América tradicional y reinventar la música, la literatura y el arte. Es aquí donde cobra fuerza el movimiento psicodélico.

La LSD, fundamento de la psicodelia:

En el año 1938, el químico suizo Albert Hofmann sintetizó la dietilamida del ácido lisérgico (LSD) en los laboratorios de Sandoz mientras estudiaba los derivados del ácido lisérgico para tratar los dolores del parto. La droga permaneció en los cajones de su laboratorio hasta 1943, cuando volvió a trabajar con ella y accidentalmente absorbió una pequeña cantidad a través de los dedos de las manos y su estado de percepción comenzó a cambiar a la media hora. Hofmann señaló que sintió inquietud y un ligero mareo y experimentó un aumento de la capacidad sensorial, con una imaginación fuertemente estimulada. La LSD, como se fue descubriendo con su experimentación, sumerge al tripper en un estado alterado de la conciencia, en el que los colores ganan intensidad, las formas cambian y y el exceso de información funde al ego con el ambiente, logrando un nivel pleno de empatía.

Albert Hoffman

Una droga de tales características no tardó en llamar la atención de científicos, literatos, artistas y hasta de la CIA. En el terreno de la psiquiatría, muchos profesionales emplearon la droga para mejorar sus técnicas terapéuticas. La capacidad de la LSD para hacer aflorar el subconsciente se presentaba como una oportunidad de oro y distintas escuelas de psicología trataron de adaptarla a sus métodos. En psicoterapia  general, el uso de la LSD, en dosis medias y bajas, buscaba mejorar la comunicación entre el paciente y el terapeuta ya que, en el caso de las psicosis, por ejemplo, se prefería que ambos estuviesen al mismo nivel de percepción. La terapia psicodélica, que utilizaba dosis más altas, trataba de producir un cambio brusco en la personalidad para estimular un cambio en el mismo.

En 1959, el psicólogo Timothy Leary inició en Harvard el Harvard Psylocibin Project, una serie de experimentos con psilocibina, mescalina y LSD que trataba de demostrar la utilidad de este tipo de drogas . El éxito de estas prácticas le creó fama en un mundillo alternativo que no paraba de crecer y pronto se convertiría en el mesías de un sector importante del movimiento psicodélico.

A la CIA le interesó la potencialidad que podría tener la LSD a la hora de anular la voluntad. A través del proyecto MKUltra, iniciado a principios de los 50, la CIA llevó a cabo experimentos con el fin de encontrar una droga útil para los interrogatorios, que obligasen al enemigo a revelar la verdad. Las investigaciones se abandonaron en los años 60 porque no se pudieron lograr los objetivos pretendidos.

La generación Beat

Como consecuencia de lo esbozado anteriormente, desde finales de la Segunda Guerra Mundial reinaba el conformismo en diversas esferas de la sociedad. La literatura no era una excepción. El joven ideal era aquel que iba a la universidad, acababa con un empleo de white collar y los únicos vicios que se permitía eran unas cervezas y unos cigarrillos.

Ante tal ambiente nace una nueva generación de escritores que busca romper el orden establecido. Entre sus características podemos destacar el rechazo del materialismo y los valores predominantes unido a la influencia de la filosofía oriental, de corte budista o hindú, la sexualidad alternativa y la experimentación con drogas visionarias como el LSD, el peyote o la marihuana. En el terreno formal, destaca la introducción de nuevos estilos, como, por ejemplo, la técnica cut-up, popularizada en los años 50 por William Burroughs. Ésta consistía en cortar segmentos de un texto y crear a partir de este uno nuevo.

De entre los autores más importantes podemos destacar al poeta Allen Ginsberg, que publicó Howl (Aullido) en 1956, un poema escrito en verso libre y que narra las experiencias de esta generación. El acercamiento que hace a la homosexualidad le valió posteriormente varios juicios por obscenidad. Jack Kerouac editó On the road (En el camino) en 1957, libro que se convertiría en la hoja de ruta del movimiento hippie. Describe viajes con sus amigos recorriendo los Estados Unidos hasta llegar a California, todo con el jazz como telón de fondo. El último de los grandes de la Generación Beat fue William Burroughs y su Naked Lunch (El almuerzo desnudo) de 1959. Con marcada obscenidad, narra la miserable vida de los yonkies enganchados al opio y la heroína. Burroughs, que fue también adicto a los opiáceos, tuvo que enfrentarse con la censura por esta novela, pero tras su victoria consiguió acabar de una vez por todas con la censura en los EE.UU.

Edición inglesa del On the road de Kerouac

Estos tres escritores se dieron cita en Nueva York y más tarde se trasladaron a San Francisco, excepto Burroughs. El nombre de Beat Generation surge en 1948 en una conversación entre Jack Kerouac y el escritor John Clellon Holmes. La palabra beat significaba entre la comunidad negra de los años 40 «cansado, desanimado». Años más tarde, en 1952, John Clellon Holmes escribe en un artículo:

«The origins of the word ‘beat’ are obscure, but the meaning is only too clear to most Americans. More than mere weariness, it implies the feeling of having been used, of being raw. It involves a sort of nakedness of mind, and, ultimately, of soul; a feeling of being reduced to the bedrock of consciousness. In short, it means being undramatically pushed up against the wall of oneself. A man is beat whenever he goes for broke and wagers the sum of his resources on a single number; and the young generation has done that continually from early youth.»

«El origen de la palabra beat es oscuro, pero su significado está muy claro para la mayoría de estadounidenses. Más que mero agotamiento, implica la sensación de haber sido utilizado, de estar resentido. Supone una especie de desnudez de la mente, y,  en última instancia, del alma; una sensación de ser reducido a la base de la conciencia. En pocas palabras, significa ser empujado de forma no drástica contra la pared de uno mismo. Un hombre es beat cuando elige arriesgarse y jugarse todos sus recursos a una sola carta; y esta joven generación ha hecho eso continuamente desde su juventud temprana.»

Pero Kerouac más tarde quiso añadirle el matiz de upbeat (animado) y beatific (beatífico). El influjo de este movimiento generó el cliché periodístico beatnik, que reunía los elementos más superficiales de la Generación beat. La escritora estadounidense Joyce Johnson describiría así la imagen estereotipada que de este movimiento absorbió la cultura popular:

«Beat Generation’ sold books, sold black turtleneck sweaters and bongos, berets and dark glasses, sold a way of life that seemed like dangerous fun—thus to be either condemned or imitated. Suburban couples could have beatnik parties on Saturday nights and drink too much and fondle each other’s wives.»

«La Generación beat vendió libros, vendió jerseys negros de cuello alto y bongos, boinas y gafas negras, vendió un estilo de vida que parecía un entretenimiento peligroso – que debía ser o condenado o imitado. Las parejas de las afueras podían celebrar fiestas beatnik el sábado por la noche, beber en exceso y sobar a las esposas de otros.»

Por último, y aunque no tan comúnmente asociado a la Generación Beat, es importante nombrar a Ken Kesey, que se consideraba a sí mismo la conexión entre la Generación Beat y el movimiento hippie. Una de sus obras más famosas, One flew over the cockoo’s nest (Alguien voló sobre el nido del cuco) fue escrita, en parte, bajo los efectos del LSD. En 1964 comandó los Merry Pranksters, que vivían en comunas y recorrían EE.UU en un bus escolar e iban repartiendo LSD.

 

Bus escolar de los Merry Pranksters.

Algunas consideraciones sobre las drogas

La idea de droga provoca en nuestra sociedad rechazo y atracción de la misma manera. Las campañas antidroga, la prohibición y el estigma social conviven con la existencia de un importante segmento de la población que la consume.

Pero, ¿Qué entendemos por droga? Los conceptos, al igual que los organismos, están vivos y su dinamismo hace que dar una definición certera en todos los contextos sea una labor muy difícil de llevar a cabo. Por eso me parece correcto hacer un brevísimo repaso histórico del concepto para poder apreciar con más detalle lo que ha sido, única forma de conocer lo que es.

Desde que el hombre se hizo sedentario y creó la agricultura, ha utilizado las drogas con diversos fines, a saber, terapéuticos, recreativos, religiosos, etc. En algunas tablillas sumerias que datan del siglo XXII a.C. se recomendaba la cerveza a mujeres en periodo de lactancia. De los escritos egipcios se han extraído más de 700 nombres de fármacos. Así, por ejemplo, el opio se utilizaba como analgésico. Si algunas drogas se aplicaban de forma irresponsable, podían producirse envenenamientos, y existían penas para los médicos que no hicieran un uso adecuado de las sustancias.

Dicha dualidad queda cristalizada con el término griego φάρμακον, que dio lugar a nuestro «fármaco»  y que albergaba dos significados indisociables: el de veneno y el de cura. El uso terapéutico de las drogas no queda relegado al mundo antiguo, sino que en nuestra sociedad también se utilizan, como vemos en los tratamientos de marihuana para frenar esclerosis múltiple o en el de diazepam para tratar la ansiedad.

El diazepam es una de las drogas legales más vendidas.

No ha faltado el acompañamiento de drogas en las ceremonias religiosas. En la misa católica, el sacerdote bebe vino, que representa la sangre de Cristo. Los mayas empleaban algunos enteógenos para comunicar el mundo físico con el espiritual, y así con un ingente número de religiones.

Los usos recreativos tampoco han hecho caso omiso a la llamada de las drogas y, así, vemos que los griegos acompañaban muchos de sus banquetes con vino y, en épocas más recientes, el movimiento psicodélico creó toda una nueva ola cultural en torno a drogas como el peyote o el LSD.

Todo el mundo psicodélico gira en torno a los efectos del LSD.

Sin embargo, a pesar de su utilidad y sus innegables beneficios, la palabra droga sigue produciendo recelos en nuestra mentalidad y el número de sustancias prohibidas se cuenta ya por miles. ¿Serán los abundantes casos de «sobredosis» que vemos en las noticias? ¿Habrán hecho mella las campañas antidroga?

Lo cierto es que la historia de la crítica a las drogas es muy dilatada. Ya en el siglo XX a.C. el vino recibía reproches en Egipto por convertir a los individuos en bestias que vagaban por las calles sin hacer nada de provecho. Aun así, estas críticas nunca salían de la esfera de la moral.

Los primeros intentos por controlar las drogas los vemos en la China del siglo VIII a.C. donde el gobierno trató  de prohibir el alcohol mediante sucesivas reformas. En la Roma del s. II a.C. los organizadores de las Bacanales, fiestas en las que se bebía de forma desenfrenada, fueron ejecutados por «crímenes contra la salud pública». Pero realmente la prohibición de esta celebración provenía del miedo que tenía el Senado a las posibles conjuras políticas que pudieran salir de esta y el origen extranjero de la misma.

Con la llegada del cristianismo, se da un giro de 180º en la tolerancia hacia las drogas y comienza su persecución, a excepción del alcohol y algunas sustancias de uso médico.  Sin embargo, esta persecución no se debe estrictamente a criterios farmacológicos, sino al interés del cristianismo por barrer de Europa los últimos ritos paganos que existían, los cuales utilizaban en su mayoría distintas drogas enteogénicas, pomadas de opio, cáñamo, etc. Por otro lado, también se perseguía el efecto que obraban en el ánimo de quienes las consumían, pues se atribuye la acción de las plantas a una naturaleza maléfica que busca pervertir el alma de los hombres. Se genera una serie de supersticiones alrededor de vendedores y consumidores, quienes acabarán en la hoguera unos siglos más tarde a manos de la Inquisición. La irrupción del renacimiento y la Ilustración comienzan a disipar muchas de las fobias y prejuicios que recaían sobre algunas drogas y el siglo XIX traerá un ambiente de libertad, experimentación y luz respecto al tema. Es entonces cuando se aíslan alcaloides como la heroína, la morfina, la cocaína, etc.

Muchas pócimas que empleaban las brujas en la Edad Media contenían distintas drogas.

Mientras a Europa llega la Ilustración, en China, por ejemplo, aunque el opio no provocaba ofensas morales (De hecho, era una de las drogas más consumidas en el país), el emperador Yung-Cheng decidió prohibirlo en 1729 como maniobra para frenar las actividades comerciales lusas. El opio servía en China como moneda de cambio y Portugal estaba logrando un fluido comercio con China a cambio de té y especias. Con esta medida, se trataba de frenar el avance económico lusitano.

Hasta ahora hemos visto que ha reinado un clima de tolerancia hacia las drogas y los únicos casos en que se ha prohibido se ha debido a razones políticas, económicas y religiosas. Además, estos fenómenos ocurrían sólo a nivel local. Es a comienzos del siglo XX cuando va a emerger en EE.UU un clima de condena a las sustancias que se extiende después al resto del mundo y que afectará a un buen número de drogas.  Este cambio no ocurre de forma repentina, sino que se va gestando gradualmente.  A principios de siglo se empiezan a aprobar leyes que exigen a las farmacias y herboristerías indicar de qué se componían sus productos, para así evitar el fraude o la adulteración. Es en 1914, con la ley Harrison, cuando se regula y grava la producción, importación y distribución de opiáceos y las hojas de coca. Esta corriente reguladora irá un paso más allá en la ley Volstead de 1920, que pondrá fuera de la ley la venta de alcohol.

Al Capone, símbolo de la venta de alcohol durante la Prohibición.

¿Cuáles fueron los motivos de esta tendencia a la penalización? Antonio Escohotado recoge en su Historia general de las drogas varios aspectos que confluyeron en la prohibición de muchas drogas. Uno de ellos fue la creciente tensión social que se llevaba gestando desde el final de la Guerra de Secesión. Al abolirse la esclavitud, la industria sureña necesitaba mano de obra barata y dispuesta a tener largas jornadas laborales, por lo que el gobierno favoreció la inmigración china, y con ella la entrada de los barrios chinos, con sus fumaderos donde se consumía opio. La entrada de inmigrantes de tal índole produjo un rechazo frontal en los sindicatos hacia la población china, y, en consecuencia, recayó sobre el opio todos los estigmas que se depositaban sobre los chinos. El alcohol, por su parte, se asociaba a irlandeses e italianos, de tradición católica. Entre los negros era muy popular la cocaína y desde la caída de la esclavitud llevaban luchando por los derechos civiles, algo visto con miedo por los protestantes blancos. Por último, durante los felices años 20, la prosperidad económica hizo que el país necesitara mano de obra mejicana. Con el crack del 29, aumentaron las cifras de desempleo y los mejicanos se convirtieron en un problema. A ellos iba aparejado el consumo de marihuana, que quedó igualmente estigmatizada hasta que la Marihuana Tax Act de 1937 introdujo un impuesto sobre la sustancia. Así, cada sustancia fue ligada a un grupo social determinado que era visto como una amenaza por el gran público. Otros factores fueron la desaparición del Estado mínimo y la presión del movimiento prohibicionista.

Historia general de las drogas, de Antonio Escohotado, ayudó a arrojar luz sobre el tema en 1989.

A través del tratado de Versalles y los diversos tratados internacionales que siguieron, EE.UU logró imponer la política antidroga en el resto del mundo, particularmente en Asia y Latinoamérica, donde drogas como el opio y la coca respectivamente tenían un fuerte arraigo en la población. No deja de llamar la atención que es precisamente en estos países donde el tráfico tiene las penas más altas, llegando a castigarse incluso con la muerte.

Aunque en 1932 se legalizó el alcohol y desde 1971 los derivados del cáñamo son legales en Holanda, la guerra contra las drogas ha dejado – y sigue dejando –  una serie de consecuencias que a continuación paso a detallar.

Consecuencias de la prohibición

Cuando un bien exigido por la sociedad es imposible de adquirir por la vía legal, siempre aparecerán grupos que lo suministren por la ilegal. Las drogas no son una excepción. Tras prohibirse el alcohol, surgió un gran número de mafias que proveían tal servicio. Estas mafias son encarnadas en la imagen de Al Capone. En la actualidad se calcula que el volumen económico del narcotráfico equivale al del turismo global.

En segundo lugar, y como consecuencia del narcotráfico, los ambientes en los que se mueven los consumidores de drogas son peligrosos, rodeados de inseguridades y violencia.

La heroína adulterada se cobró numerosas víctimas durante los años 80 y 90 en España.

La ilegalización también hace que adquirir los principios activos sea más difícil y obliga a una adulteración de las sustancias que complica la necesaria medición de las dosis a los consumidores. De hecho, la mayoría de casos que aparecen bajo el rótulo «sobredosis» suelen ser casos de adulteraciones. Durante la Prohibición, por ejemplo, el número de muertes por intoxicación de alcohol metílico se elevó a 30.000.

El aumento de los precios arruina a los consumidores, que viven por y para la dosis, haciendo que su vida gire exclusivamente en torno a la droga.

Por último, el propósito inicial de la prohibición – el de que se reduzcan los consumidores – se ve frustrado por la capacidad de atracción que tiene lo prohibido. En la actualidad se calcula que 4 millones de europeos consumen cocaína habitualmente, por aportar un ejemplo. El de la marihuana llega a los 25 millones. Existe la creencia de que si se legalizase, el número de consumidores se dispararía, pero en Holanda, por ejemplo, su consumo cayó tras la legalización en los 70.

La prohibición genera focos de atracción hacia los diversos estigmas que recaen sobre sus usuarios. Hay muchos individuos que puede tener problemas afrontando sus vidas y deciden refugiarse bajo el victimismo del yonqui para eludir responsabilidades.

El caso de la adicción

Uno de los mayores argumentos que se suelen esgrimir a favor de la ilegalización es la adicción que generan muchas drogas. En efecto, existen sustancias ilegales, como los opiáceos o la cocaína, que provocan adicción, pero también lo hacen algunas de las drogas legales  como el tabaco o la cafeína e incluso el alcohol. Pero más allá de este doble rasero sobre ciertas drogas, en muchas ocasiones no se esclarecen algunos asuntos ligados a la adicción. Por ejemplo, que los estudios actuales ignoran que la cantidad de heroína o cocaína que contienen las dosis vendidas en la calle es muy reducida. Sería como evaluar los efectos del alcohol considerando sustancias con el equivalente a lo que cabe en un dedal.

Asimismo, se suele ignorar que mucha gente acude a las drogas como vía de escape a situaciones de desgracia y, mientras no cambie esta situación, seguirán acudiendo a ellas. En cambio, si se produjera un cambio en sus vidas, podría echarle la voluntad suficiente para aguantar el síndrome abstinencial, que puede ser terrible en el caso del alcohol o la heroína.

Por último, el ser humano es un animal de costumbres. Nos sentimos cómodos con la rutina, lo que alimenta determinados hábitos. Al igual que cogemos siempre el mismo camino para ir al trabajo, algunas personas deciden generar hábitos de café, opio o marihuana. Además, hay ocasiones en las que el síndrome abstinencial es más perjudicial que el consumo de dicha droga a largo plazo. En la antigua China, se conocen casos de ancianos que fumaban opio hasta el final de sus vidas sin grandes problemas de salud y librándose de los debilitadores catarros que el opio evita.

Las drogas y el desprecio por el contexto

Una de las maldades de los conceptos vacíos es encerrar imágenes mentales que apenas si tocan la superficie del asunto, pero que al mismo tiempo están profundamente arraigados en nuestra mente. Es lo que llamamos prejuicios. Sobre la droga se posan unos prejuicios negativos que me gustaría abordar para concluir este artículo. Se suele obviar que la vida es un juego de contextos y variables y que las verdades absolutas son muy escasas. Se ignora que no todas las drogas producen el mismo efecto en todos las personalidades; existen drogas estimulantes, como la coca o el café, drogas relajantes, como los opiáceos o el diazepam, y drogas visionarias, como el LSD o la marihuana. Ni todas son altamente tóxicas, ni todas generan dependencia, ni todas tienen rápida tolerancia. Hay personas de temperamento activo, otras de carácter apático y las que tienden a la neurosis o la paranoia. En determinadas personalidades, el uso de ciertas drogas equivocadas para ellos puede llegar a destruir sus vidas o sumirlos en terribles desgracias. En otros, puede provocar placer, alivio, descubrimiento de nuevos estados de percepción o aumentar la creatividad. El factor humano es una variable de tremenda relevancia. La dosificación es también muy importante, pues ayuda a equilibrar la cantidad necesaria para hallar placer, sin poner la vida en peligro. Y para terminar, el contexto social también es determinante. Si se consume una droga que potencia los sentidos en un contexto de estrés y desconfianza, es muy probable que el resultado sea paranoia o incluso psicosis. Si se toma con gente de confianza y experta, la situación cambiará notablemente.

Es un tema muy extenso el de las drogas y lo que se ha expresado en este artículo es sólo la punta del iceberg. La droga es, como internet o el amor, una de esas armas de doble filo que, atendiendo a los contextos, puede a la vez y de forma indisociable sumir al ser humano en la más oscura de las penurias o iluminarlo con la luz de la más brillante satisfacción.

Las drogas son esencialmente neutras. Su uso es el que decanta la balanza.