Mitos sobre el capitalismo – Vivimos en un sistema capitalista

Una de las mentiras más difundidas en los últimos años sobre el capitalismo es la de que realmente vivimos en él, hasta tal punto que algunos incluso lo llaman salvaje. Con la llegada de la crisis financiera muchas han sido las voces que no han dudado en señalar al libre mercado como principal causante de esta. Desde ciertos sectores se ha matizado esta afirmación y se ha defendido que fue a partir de los años 80, con los mandatos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, cuando se reanudó la era del capitalismo descontrolado bajo la doctrina del neoliberalismo. En el presente artículo trataré de explicar por qué no vivimos en un sistema capitalista, cuáles han sido las causas de la crisis y por qué Reagan y Thatcher no supusieron un regreso a la libre empresa.

La definición más general de capitalismo que se maneja es la de un sistema económico en el que los medios de producción se encuentran en manos de particulares, en contraposición al intervencionismo, en el que los medios de producción están controlados parcial o totalmente por el estado. Ciertamente, no se puede negar que nuestro sistema económico contenga grandes elementos capitalistas, pero eso no implica que la intervención del estado no anule una buena parte de estos.

Los problemas a la hora de clasificar una determinada realidad dentro de un concepto no son nuevos. La semántica se topó con este obstáculo desde su nacimiento como disciplina. A finales del siglo XX la semántica cognitiva nos enseñó, a grandes rasgos, que clasificamos los conceptos en función de su grado de semejanza con un prototipo ideal, es decir, que los significados son desplegados en una escala según su parecido con una idea que se encuentra en nuestra mente. Así, un gorrión se acerca más a nuestra concepción de ave que, por ejemplo, un pingüino, a pesar de que los dos se encuentran bajo el mismo paraguas léxico. De igual manera, nuestro sistema económico actual guarda un buen número de semejanzas con el prototipo ideal de capitalismo que definí antes, pero también comparte una serie de características con el ideal de intervencionismo.

Ahora bien, ¿qué aspectos de nuestro sistema económico demuestran que nos encontramos muy alejados del ideal de capitalismo? Son varios los factores que contribuyen a esta realidad. Para empezar, muchos de los servicios que se ofrecen en las naciones llamadas capitalistas (Europa, Norteamérica, Japón…) corren a cargo del Estado, es decir, algunos medios de producción se encuentran en manos públicas, como es el caso de la sanidad, la educación, parcialmente la vivienda, prestaciones por desempleo, pensiones etc. Para poder financiar todos estos servicios el Estado se ve en la necesidad de cobrar impuestos que oscilan entre el 35 y el 50 por ciento de la renta de cada ciudadano. Es cierto que muchas de estos servicios incluyen la participación privada en algunos casos, pero el margen de maniobra que tienen los particulares es muy reducido. ¿Qué aspectos acercan nuestro sistema económico al ideal de capitalismo? Como decía antes, nuestra sociedad incluye grandes elementos del capitalismo, a saber, la comida, le tecnología, la ropa, televisión, y un largo etcétera. También es verdad que, salvo excepciones, en todos estos países el sector privado es, en general, mayor que el público. Según se incline la balanza entre lo público y lo privado, podremos decir que un país está más cerca o más lejos del capitalismo.

¿Qué ocurre con el sector financiero? La mayoría de los bancos son privados, lo que lleva a mucha gente a engañarse respecto a la naturaleza de su funcionamiento. Según las tesis intervencionistas la crisis financiera se ha debido a la falta de regulación de los bancos y por lo tanto la solución es establecer más controles. El problema de este argumento es que ignora que los bancos ya estaban regulados antes de la crisis y que, además, son precisamente estas regulaciones las que han generado la creación y explosión de la burbuja inmobiliaria. Dichas regulaciones consisten básicamente en que los tipos de interés, que dieron lugar a la expansión crediticia y a la burbuja, son fijados por decreto por los Bancos Centrales, que además tienen el monopolio de la emisión de papel-moneda. ¿Si hubiera una empresa que tuviese un monopolio legal para producir patatas, diríamos que el sector de la patata es capitalista? ¿O lo llamaríamos intervencionista ya que se sustenta sobre la coacción estatal que, a través de la legislación, le asegura el monopolio a un sector?

Otra de las regulaciones que ayudaron a generar esta crisis económica fue la Community Reinvestment Act, aprobada en 1977 y que básicamente obligaba a los bancos a ofrecer préstamos a personas que no pudieran permitírselo. Esta ley se fundamentaba en el principio socialista de que todo el mundo debería tener acceso a los créditos bancarios, pudiera devolverlos o no.

Como se ha demostrado, los bancos no sólo estaban regulados antes de la crisis, sino que son estas regulaciones las que nos han llevado al desastre económico.

Por último, los detractores del libre mercado nos han vendido la idea de que, con los gobiernos de Reagan y Thatcher se produjo un retorno al capitalismo desregulado, dando lugar a la crisis actual. Es cierto que estos dos gobernantes lucharon encarnizadamente contra el comunismo y durante sus mandatos se privatizaron cientos de empresas, pero no es menos cierto que ambos subieron los impuestos y, en el caso de Reagan, el gasto público se disparó. Asimismo, los impuestos que paga el contribuyente medio no han parado de aumentar en los últimos 50 años.

El ecléctico devenir de la UE.

Actualmente, estamos asistiendo a un controvertido fenómeno histórico, que puede cambiar el devenir de la historia, y que divide a los analistas: la evolución de la Unión Europea. Antes de que afloraran todos los problemas económicos para la eurozona, ya existían muchos euroescépticos que no veían con buenos ojos la idea de integrar países con culturas tan dispares como pueden ser la griega y la alemana. Algunos especialistas en derecho argüían que, dado que las normas jurídicas se sustentan en la forma de ser de los pueblos, no puede crearse un derecho europeo común para países tan diferentes. Es decir, desde esta perspectiva, más que una unión sería un conglomerado, donde cada país velaría más por su interés propio que por el común.

Sin embargo, en teoría, una unión política no es lo que se pretende actualmente, sino que esa sería la culminación de la integración económica. Y en esas estamos.

A pesar de toda la literatura que surge anunciando la debilidad del euro, el fracaso de la unión monetaria, la descoordinación entre los países miembros, la verdad es que, hasta ahora, el proyecto europeo ha funcionado: se consiguió una zona de libre comercio, más tarde un mercado común, que daría paso a una armonización de políticas públicas y desembocando en la moneda única. Eso sí, el libre comercio se produce dentro de Europa, ya que Europa mantiene niveles relativamente altos de aranceles con respecto al exterior, perjudicando así a países menos desarrollados (para los que luego crea fondos de ayuda) y reduciendo la eficiencia de la economía mundial.

En este artículo, por tanto, pretendo analizar la viabilidad de las distintas políticas que se han estado estableciendo últimamente para el futuro de la UE.

Unión fiscal

El problema radica –todos lo reconocen– en que, mientras la política monetaria (oferta monetaria y tipos de cambio) de la UE era única, la política fiscal dependía de cada país en cuestión; algo bastante erróneo, que ahora está intentando cambiarse. Esta fue la razón que los ingleses dieron a la UE para no ingresar en el euro: una política monetaria no puede separarse de la fiscal.

En efecto. La política económica, ya sea fiscal o monetaria, persigue los mismos objetivos: reducción de la inflación, reducción del desempleo, aumento del crecimiento económico, mejora de la competitividad, etc. Además, tanto sus efectos como aplicaciones están inextricablemente unidos. Imaginemos que el BCE decide reducir la inflación imprimiendo menos dinero que antes. Pero, ¿y si España decide realizar una fuerte inversión de gasto público, para reactivar la economía? Mientras que la primera medida reduce la inflación, la segunda la aumenta, haciendo que el efecto de ambas políticas se contrarresten entre sí, siendo el efecto de ambas nulo.

Por tanto, de nuevo, Europa va camino de solucionar los problemas con más unión. Además, una vuelta a las monedas nacionales es impensable, porque conllevaría unos costes inasumibles.

Aunque no lleguen a constituirse los eurobonos, las políticas fiscales están armonizándose y ya se está obligando a poner en la constitución de los países miembros límites a los déficits presupuestarios. Personalmente, creo que, una vez que pase el vendaval de la crisis de la deuda soberana, y los déficits estén vigilados con lupa, la idea de los eurobonos será mucho más factible, porque emitir deuda pública respaldada por todos los países de la eurozona daría más confianza que los bonos de cada país por separado, y, por tanto, el interés a pagar sería menor.

Crisis de deuda soberana; austeridad pública

Veamos en primer lugar los graves problemas que puede acarrear un endeudamiento:

En primer lugar, el aumento de deuda pública hace que el país tenga que destinar una cantidad importante a pagar sólo el interés de la deuda.

En segundo lugar, crea una enorme incertidumbre e inseguridad, pues el interés que el país tenga que pagar por la emisión de un bono de deuda pública dependerá de la mayor o menor demanda del mercado. Así, si los inversores descubren otra mejor forma de rentabilizar su dinero y dejan de comprar deuda pública española, España pagará mucho más por su interés, llevando al Estado a una situación funesta.

En tercer lugar, y el efecto más perverso, la deuda crea un efecto “bola de nieve”, es decir, que a mayor deuda emitida ahora, mayor deuda deberá emitirse en el futuro para pagar los intereses y así sucesivamente, hasta que llegue un momento en el que la emisión de deuda sea imposible y el país tenga que declarar la suspensión de pagos. Esta situación es la que se vivió en América Latina durante la década de 1980 y, hace no poco, Estados Unidos estuvo al borde de declararse en bancarrota. Se ha calculado que, para 2030, más del 30% del presupuesto de los Estados Unidos se destinará únicamente para cubrir los intereses de la deuda.

En definitiva, el endeudamiento tiene el efecto contrario al del ahorro, mientras que el primero empobrece lentamente, el segundo enriquece también lentamente.

Personalmente, no creo que la UE esté tan en peligro como se cree. De hecho, me atrevería a decir que la UE es una de las regiones que mejores condiciones tiene en su haber. Europa ha sido una de las primeras regiones en poner remedio al problema del endeudamiento público, de ahí que tanto se hable de austeridad, recortes, contención del gasto, reducción del déficit, regla de oro, etc. No se habla tanto de esto porque nos encontremos en mala situación, sino que en Europa se han puesto de manifiesto los problemas, tratándose de evitar posibles situaciones futuras desastrosas, mientras que en otros lugares los problemas permanecen más o menos «ocultos».

Como demuestro en los siguientes gráficos, Europa no es una de las regiones con más déficit ni con más deuda pública. Pero, sin embargo, es la región que más intereses paga por su deuda. En teoría, debería ser al contrario: los países que más déficits tienen y deuda so los que más posibilidades tienen de quebrar, y por tanto,  donde más riesgo existe en sus inversiones. ¿Por qué no ocurre? Sencillamente, porque, en Europa, no existe la costumbre de que el Banco Central compre deuda pública a mansalva; de hecho, tiene prohibido el BCE adquirirla en el mercado primario. Es decir, el BCE tiene esperar a que un inversor revenda el bono de deuda pública para comprarla. Eso no lo hace la Reserva Federal o el Banco de Japón, entre otros.

Observamos que el déficit de la UE llegó a un máximo en el año 2010 del 6% del PIB, corrigiéndose rápidamente para el año siguiente al 4%, con una perspectiva de dejarlo en el 2013 en el 2%. Entretanto, Japón hace lo contrario: lo empeora con el tiempo; y EE.UU. tiene un déficit muy superior a la UE. Como contrapunto, vemos que  Suiza ha mantenido siempre superávit, que es lo que la UE quiere lograr en un futuro.

De nuevo observamos lo mismo, la deuda de la UE no es de las más altas y, de hecho, está previsto que para 2013-2014 empiece a reducirse. Al contrario, lo hace Japón.

Fuente: Bloomberg. Aquí vemos que el interés que paga la media de la eurozona actualmente (7,57%) es notablemente superior al del resto de regiones: Suiza 0,8%; EEUU 2%; Japón 1%. Y todo ello es porque los bancos centrales de los países no europeos compran deuda pública (generando consiguientemente inflación), inflando artificialmente la demanda, y, por ende, reduciendo artificialmente el tipo de interés. 

En definitiva, lo que estoy diciendo es que Europa va mucho mejor encaminada que países como Japón o Estados Unidos. Nada de titulares como los de “Europa al borde del precipicio”

Por otra parte, la Escuela Austriaca de Economía, afirma que cuanto menos dinero haya en manos del Estado, mucho mejor para el bienestar de los ciudadanos, pues el Estado no tiene tantos conocimientos del mercado como el resto de los habitantes, pues, como dice el señor Huerta de Soto, “no poseen el conocimiento suficiente para dar contenido coordinador a sus decisiones”.  Por ejemplo, un agricultor dará mejor uso a su terreno que la UE, que tiene millones de decisiones que tomar y millones de datos por recabar.  Por ello, la política económica de austeridad preconizada por Angela Merkel en Europa es un acierto.

Además, los tratados de la unión contienen el denominado principio de subsidiariedad, es decir, que prevalecerá la política del nivel más cercano a la economía real. Por ejemplo, si un país toma una decisión sobre sus agricultores, ésta política será prioritaria con respecto a la europea, pues el país está más cercano a los ciudadanos.

Reino Unido y sus discrepancias con la UE

Sin embargo, Reino Unido, parece no estar muy conforme con la política seguida por la UE, durante mucho tiempo. Y hace bien. No entrar en el euro fue un gran acierto, pues una política monetaria común con una política fiscal nacional era disparatado. Ahora tampoco se suma a la reforma de los tratados, porque no está de acuerdo con aplicar un impuesto a las transacciones financieras, la denominada tasa tobin.

La tasa tobin es también un disparate, y contradice la política austera basada en el principio de que el dinero se gestiona mejor en manos de los particulares que en manos de unos pocos gobernantes. Aplicar la tasa tobin implicaría que las entidades financieras les interese menos realizar su actividad en Europa y, por tanto, se reduzca la inversión en la UE. Además, las entidades financieras que se establezcan en la UE, de aplicarse dicha tasa, encarecerán sus servicios, para contrarrestar el efecto del impuesto, perjudicando a las familias y empresas, reduciendo tanto el ahorro como el consumo. Lo cual, hará más difícil la creación y/o mantenimiento de empresas, perjudicando a los niveles de crecimiento del PIB y a la tasa de desempleo.

Y es que una de las grandes falacias que se han extendido a raíz de la crisis crediticia de 2008 es que la causa de la crisis es la desregulación del mercado financiero, cuando, en realidad, es justamente todo lo contrario. El mercado financiero es el que más regulado está de todos. Para empezar, el dinero es creado por el Estado: papel-moneda de curso legal. Además, hay una serie de entidades Estatales como los Bancos Centrales que manejan a su antojo a las entidades crediticias, los tipos de interés, el dinero que debe imprimirse, etc. Y, para colmo, el número de bancos que puede haber en un país está limitado por ley. Y eso sin tener en cuenta que, en el momento en que una entidad corre el riesgo de quebrar, rápidamente el Estado inyecta cantidades masivas de dinero para sostenerla. Y aún nos queda lo mejor: el BCE decide el porcentaje de dinero de los depositantes que se queda guardado en los bancos (actualmente es el 2%).

Si el sistema financiero estuviese sometido a las leyes del libremercado realmente desregulado, la crisis no se hubiera producido. Si existiese libertad plena para crear cuántos bancos se deseen, la competencia entre los bancos crecería enormemente, y los bancos verían reducir su tamaño, solo los que mejores servicios ofrezcan podrán estar en el podio. Como cualquier comercio convencional. Además, si un banco, por la actividad que ha realizado, se ve abocado a una quiebra, dado que está en un régimen de libertad de empresa, nadie puede rescatarlo y el banco desaparece: al final, quedan los que mejor lo han hecho. En un sistema así, ningún banco se atrevería a jugar con el dinero, sino a ofrecer valor a los clientes, para sobresalir por encima de la competencia.

Restauremos América Ahora

Los Estados Unidos han comenzado el año 2012 en unas condiciones económicas poco esperanzadoras: la tasa de desempleo alcanza ya el 9.1%, se aproxima una nueva recesión y la deuda nacional se ha disparado hasta el 59% del PIB. Mientras tanto, los políticos del Capitolio continúan empeñados en aumentar el techo de deuda.
La situación política no es mucho más halagüeña. Barack Obama ganó las elecciones en 2008 con un discurso que consiguió ilusionar a millones de estadounidenses que anhelaban un cambio político en Washington y una política exterior más pacifista y conciliadora. Sin embargo, tres años después de la toma de posesión de Obama, los cambios en las políticas del gobierno han brillado por su ausencia. El gobierno sigue gastando más de lo que ingresa y rescatando a los grandes bancos, la Reserva Federal imprime dinero sin ningún control y los EE.UU siguen siendo la policía del mundo, ya sea imponiendo sanciones a otros países o manteniendo tropas en el extranjero.
Ante tal desarrollo de los acontecimientos son muchos los políticos que se ofrecen como alternativa al desorden que se está produciendo en Washington. Actualmente, están teniendo lugar las primarias del Partido Republicano. De repente, todos los candidatos prometen poner freno a la Reserva Federal, equilibrar el presupuesto y crear nuevos puestos del trabajo. No obstante, sólo uno de ellos presenta un programa para llevar a cabo todos estos propósitos: Ron Paul. El Dr. Paul ha sido congresista por Texas durante los últimos 30 años, si bien con un intervalo de inactividad. A lo largo de estas tres décadas, Paul ha defendido a capa y espada la libertad individual de las inferencias del gobierno. Siempre ha votado en contra de cualquier aumento de impuestos o de gasto público, se opuso a la guerra de Iraq y la Patriot Act, advirtió en varias ocasiones las consecuencias que acarrearían las malas políticas monetarias de la FED y, en el año 2001, pronosticó el estallido de la burbuja inmobiliaria. Ron Paul tiene un historial considerable en defensa de la libertad personal y la responsabilidad individual.
Hace unos meses, presentó un programa para devolver a Estados Unidos la prosperidad que otrora los caracterizó. Bajo el nombre de “Restore America Now” (Restaurar América Ahora) Ron Paul pretende equilibrar el presupuesto federal recortando 1 billón de dólares, algo que se conseguirá en el tercer año de su mandato. Ahora bien, ¿de dónde se puede recortar semejante cifra? El Dr. Paul es consciente de la importancia que tienen para muchos estadounidenses algunos programas sociales como la Seguridad Social, el Medicaid y el Medicare, por lo tanto, sus primeros recortes provendrán de otros ámbitos, tales como el gasto militar y el gasto superfluo de la administración. En primer lugar, Ron Paul planea traer a casa a todas las tropas estadounidenses y eliminar las bases militares que EE.UU tiene desplegadas por todo el mundo, así como la ayuda externa. Por otro lado, propone suprimir cinco departamentos federales; a saber, Educación, Energía, Vivienda y Desarrollo Urbano, Comercio e Interior. Asimismo, tiene la intención de reducir la financiación de otros departamentos.
Otro de los grandes problemas que enfrenta el país es la elevada tasa de desempleo. El programa de Ron Paul propone reducir el Impuesto sobre las Corporaciones al 15%. La intención de esta medida es que las empresas tengan más incentivos para contratar empleados. Bajo el actual sistema, muchas entidades optan por la deslocalización para reducir costes, haciendo que se pierda un buen número de puestos de trabajo.
Por último, el plan del Dr. Paul propone auditar la FED para conocer el destino de todo el dinero que imprime, además de ponerle fin a la creación de dinero de la nada. La Escuela Austríaca de Economía nos enseña que cada vez que los bancos centrales introducen dinero en la economía, los precios suben, mermando el poder adquisitivo de las clases medias.
Bajo el gobierno de Ron Paul, América será restaurada y con ella los valores de la libertad, la paz y la prosperidad.

Ron Paul o el político que dijo la verdad

Nosotros, los jóvenes que pertenecemos a la generación de la LOGSE, el botellón, la  burbuja, la crisis, las redes sociales y los indignados, podríamos contar con los dedos de una mano los políticos que alguna vez nos han hecho humedecer los ojos. Y no es algo que se deba precisamente a la pérdida de fe.

Estamos enfadados porque hemos visto como los mismos que tiraban nuestra educación por la borda, enviaban a sus hijos a colegios privados, protegiéndolos del sistema que nos querían imponer a los demás. Y estamos enfadados porque nunca hemos oído la verdad en boca de un ministro, ni de un presidente, ni siquiera de un periodista. Estamos enfadados porque nos han tratado como al tipo de imbéciles que creían haber creado. Algunos, los más previsores, estamos también enfadados, pues sabemos que tendremos que pagar la deuda que ha generado el clientelismo de una casta política que nos desprecia.

Internet se constituye como una de las pocas vías de escape ante tanta mediocridad y desdén institucional. Fue allí donde, navegando un buen día, me encontré con el video de un señor de aspecto sereno, que rondaba los 75 años y parecía tener dibujada la humildad en el rostro. Por la forma en que hablaba, pensé que debía ser un economista, un filósofo o un escritor. Hablaba de que los bancos centrales reducían artificialmente los tipos de interés, lo que provocaba que los bancos concedieran préstamos a entidades que no se lo podían permitir, originando de esta forma primero una burbuja y su posterior estallido. Después la recesión. Decía también que los bancos centrales imprimen dinero para financiar las deudas de los gobiernos, aumentando de esta forma la masa monetaria y empobreciendo a la población.

Unas semanas más tarde, me enteré de que se trataba realmente de un político. Se llamaba Ron Paul. Comencé a indagar y a obtener más información sobre él. Me enteré de que es médico y uno de los candidatos republicanos a la presidencia de los Estados Unidos. Continué buscando videos suyos debido al impacto que me había producido el primero y tras meses de intenso rastreo, puedo decir que ha sido el tiempo mejor invertido de toda mi vida.

Las tesis que defiende Ron Paul se sustentan en las teorías de la Escuela Austríaca de Economía. Paul ha sido congresista desde hace 30 años y su voto siempre se ha mantenido consistente en torno a una idea principal: la libertad. Ha votado siempre en contra de elevar los impuestos y el gasto público. Votó en contra del Patriot Act y fue uno de los pocos republicanos que se opuso a la guerra de Irak.

Asimismo, lleva alertando desde principios de los años 80 que las políticas inflacionistas de la FED acabarían desembocando en una crisis económica de enorme calado. En 2001 predijo la burbuja immobiliaria, que estallaría con el tiempo dando lugar a la crisis económica actual.


Lo cierto es que la figura de Ron Paul resulta bastante desconocida en el electorado estadounidense, en parte porque los grandes medios, representantes del mainstream americano, están haciendo todo lo posible por ignorarlo y negar su existencia. Sin embargo, su hegemonía en internet es notoria y basta mirar cualquier encuesta online para comprobar que sale victorioso en la inmensa mayoría por márgenes que suelen rondar los 40 ó 50 puntos.

Los defensores de Ron Paul son esencialmente jóvenes desencantados con la política, de naturaleza entusiasta y dispuestos a ayudar en la medida de lo posible en la causa de la libertad.

Uno de los principales escollos a los que se enfrenta el Dr. Paul es a la dicotomía izquierda-derecha que divide a los votantes, por un lado, en liberales en lo social e intervencionistas en lo económica y, por otro lado, liberales en lo económico e intervencionistas en lo social. Sus posiciones libertarias defienden la elección del individuo, porque lo social y lo económico es, en sus propias palabras, «un sólo paquete».

Ron Paul defiende una política exterior no-intervencionista, es decir, que EE.UU deje de ser la policía del mundo y cese de embarcarse en guerras que sólo hacen disparar su déficit. Paul prefiere una política exterior basada en el libre comercio. Además, está a favor de abolir la FED, esto es, el banco central de EE.UU, apoya el libre comercio, la legalización de las drogas, el matrimonio homosexual y se opone al aborto.

Tanto de un lado como de otro se lanzan alabanzas y críticas al conjunto de sus ideas y parece que conciliar a las dos partes es el mayor reto que tiene ante sí un hombre sincero, instruido y carismático que se ha convertido en el último soplo de aliento para una nación en decadencia. Adelante. ¡La libertad es popular!

«No entiendo mi letra»

A decir verdad, Rajoy siempre me ha tenido intrigado en su escritura. Primero, porque en todos los debates y entrevistas escribe sin parar; segundo, me sorprendió cuándo contestó a una pregunta con un «No entiendo mi letra»; pero, cuándo ya me quedé realmente perplejo fue al descubrir que esta es su escritura (foto de abajo).

¿Será un extraterrestre inflitrado en la tierra? ¿Escribirá en clave para que no conozcamos sus medidas? Quién sabe…

Periodismo radiactivo

Uno de los métodos más eficaces de imbuir a la población -y por ello menos éticos- y coaccionarla sectariamente, con tal de obtener el beneficio deseado, es mediante el sentimiento y, más concretamente, por el miedo. El totalitarismo ha comprendido muy bien esta idea: sin terrorismo, esto es, amedrentar a la población, es inviable la represión. Hitler sin el revanchismo no hubiese accedido al poder, por ejemplo. Le senti-ment -dicen los franceses-, que significa algo así como «el sentimiento miente».

La vía inferior, el sentimiento, ejerce sobremanera influencia sobre el organismo, muy por encima de la razón. Cuando el miedo fluye de la amígdala y la razón permanece impotente, el descontrol y la ignominia afloran por momentos, además de convertirnos en infelices.

El miedo ha sido la herramienta más utilizada por la mayoría de los medios occidentales a la hora de ofrecer información a la población sobre todo lo acontecido en Japón. En este caso, el rigor informativo se ha aparcado para competir, si cabe, en decibelios con el terremoto y ya, de paso, vender más periódicos.

Si intentan contrastar la información aportada por los susodichos medios, caerán en la cuenta de que una buena parte de los informes oficiales han sido silenciados en pro del pánico. Ninguna de las buenas noticias o caras positivas de la noticia se han ofrecido al público. Además la información se ha diseminado de manera sesgada.

Por ejemplo, el peligro nuclear en Fukushima se ha comparado peligrosamente con la hecatombe nuclear de Chernóbil. En primer lugar, la central nuclear de Chernóbil fue destinada a la fabricación de armas nucleares, más que a la producción de energía. En segundo lugar, el núcleo de la central estaba a la intemperie, sin estructuras de contención ni edificios periféricos, porque el gobierno comunista lo consideraba «un lujo innecesario». Por estas dos razones se produjo la catástrofe: cuando se fundió el núcleo, la radiactividad se extendió instantáneamente en todas direcciones e, incluso, el proceso de fisión continuó produciéndose en el aire. Y, como ustedes comprenderán, esto es imposible en una central nuclear actual.

Cuando todos los expertos nucleares afirmaban taxativamente que «no había problema» o que «a lo sumo, se producirá una fusión del núcleo», los medios seguían desinformando, mostrando en sus portadas a japoneses con la mascarilla infundada al título de «Apocalipsis nuclear». Pero lo que no saben es que la mascarilla es común en Japón para evitar la polución y la alergia. Ni tampoco que esas mascarillas no protegen apenas de ninguna radiación. También parecen ignorar que fuera del perímetro de seguridad de la central Fukushima Dai-ichi, la radiación era de 0,0008 mSv/h, es decir, inferior a la radiación que se produciría al ingerir un plátano. Se han exagerado acontecimientos, hablando de importantes explosiones, en lugar de admitir que se trataba de un incendio en un reactor vacío. Lo más gráfico de todo es que, cuando los reactores dañados comenzaron a estabilizarse, la información de Japón emitida por los medios se iba disipando. A día de hoy, todos los reactores han pasado de una temperatura de 80º C aproximadamente a una de 30º C; es decir, el peligro de fuga radiactiva ha cesado. Sin embargo, los medios se han molestado en omitir esta información.

Mientras los medios occidentales se alimentan inicuamente de las negativas noticias en Japón, los operarios de Fukushima, emulando a Bruce Willis en «Armageddon», han conseguido salvar a la población de una posible fuga radiactiva tras un terremoto que ha conseguido desplazar las islas japonesas 2,4 metros y el eje de la tierra más de 10 centímetros. Deshonor por un lado y honor por otro.

Toma el dinero y corre

Recuerdo cuando en 2003 el gobierno de Aznar aprobó el envío de tropas españolas a Irak. La decisión del ejecutivo encontró una gran oposición en el mundo dizque intelectual. Músicos, cineastas, actores y escritores mostraron su amplio rechazo a la medida. Con todo su derecho a la libertad de expresión declararon a través de la prensa, de los premios Goya y demás que la única intención de la guerra era llevarse el petróleo, sin importar la vida de la población. Todos tenemos en nuestra mente las imágenes de esas grandes manifestaciones del «NO a la guerra» y de las acusaciones de fascista y terrorista a Aznar. Hasta aquí todo bien. Un grupo social se posiciona en contra de las políticas de un gobierno y utiliza su libertad para hacerse sentir.

Sin embargo, con el paso del tiempo cambian los gobiernos y actualmente nos dirige un partido de distinto signo. Ahora practiquemos la analogía que tanto le gusta hacer a los españoles. El presente gobierno, aparte de mantenernos en la guerra de Afganistán, acaba de mostrar su apoyo a la intervención militar en Libia, es decir, a la guerra. En cambio ya no vemos, ni veremos, las grandes manifestaciones contra la guerra. Esos grandes intelectuales comprometidos con la paz y la libertad del pueblo ahora se muestran taciturnos respecto a una guerra ataviada con eufemismos baratos de televisión pública.

Cuando uno observa el doble rasero y la caradura ostensible en el mundo público sólo puede reaccionar con asco y vergüenza. Pero cuando además lo hacen con el dinero de todos, cuando se venden por unas cuantas subvenciones y una imagen para los borregos, es cuando el asunto llega ya a lo moral y, a mi modo de ver, a lo criminal, esto es, al robo.

Todos los que me conocen saben que no me gusta dividir nunca las sociedades en izquierda y derecha, pues creo que el ser humano es libre y no tiene porque atarse a la obcecación y obsesión de algunos, que ven fachas o rojos por todas partes. No obstante, este país me obliga a ello, porque el español medio no es capaz de crear sus ideas en base a lo racional, sino en base a etiquetas sociales y a convenios colectivos. El origen de que la izquierda española tenga la sartén por el mango y presente tal superioridad moral se debe básicamente a que siempre está organizando manifestaciones, saliendo a la calle, haciendo ruido, con razón o no. En cambio, en España tenemos una derecha tonta, acomplejada y displicente, que es incapaz de defenderse y que así le va, venciendo por mayoría absoluta en las encuestas y manteniendo la patética estrategia electoral del centro y el complejo. Si la derecha española aprendiese de la británica o la americana, en primer lugar aprendería a deshacerse de la mano regresiva de la Iglesia Católica y, en segundo lugar, denunciaría estos hechos para que estas cigalas dejaran de aprovecharse de las hormigas, es decir, los ciudadanos. De este modo, sería voz pública que tanto en la izquierda como en la derecha se cocina corrupción e hipocresía.

Mucha gente trata de justificar las subvenciones a la cultura porque las consideran vitales para crear una sociedad culta e instruida. En primer lugar huelga decir que con Belén Esteban en prime time se demuestra que esto no se ha logrado. En segundo lugar, todo tipo de subvención origina monopolios. Me explico. En una sociedad intervenida, inexorablemente la subvención va a recaer sobre unos pocos, los cuales parten con ventaja respecto al resto, es decir, en pro de la igualdad se fomenta la desigualdad. ¿Qué hace que Almodóvar reciba subvenciones para hacer una película y yo no? Está claro, la pertenencia a la secta de la Zeja. Un buen cineasta se ha de hacer respetar por sus buenas películas y por tener un público que vaya a ver sus películas. Ocurre lo mismo con las empresas al fin y al cabo. Si una empresa no es lo suficientemente buena como para atraer al público quiebra, a menos que el Estado la subvencione, lo que estará postergando la vida de una empresa inútil. Luego no es de extrañar que nuestra mayor joya cinematográfica sea Torrente.

Por último y para dejar las cosas claras, habrá gente que alegue que la guerra de Irak se hizo sin consentimiento de la ONU y la de Libia sí lo tiene. Pero yo pregunto ¿qué autoridad moral le puede otorgar la ONU a una guerra? Es un organismo que con el derecho a veto de unos pocos países privilegiados elimina cualquier resquicio de democracia que pueda haber en él. Otro dato es que Libia, al igual que Irak, es un país con grandes reservas de petróleo. ¿Por qué si lo hacemos por el pueblo entonces no atacamos a otros líderes que también atacan a sus pueblos?

Sobre la situación en Libia

Desde que comenzaron las revueltas árabes se ha abierto un debate sobre si los países extranjeros deberían intervenir o no en el conflicto. Los partidarios de la intervención alegan que la masacre que está produciendo Gadaffi merece ser castigada y que el pueblo libio debe ser liberado por fuerzas militares como la OTAN; desde el otro bando, países como Venezuela, concretamente Hugo Chávez, han manifestado su intención de apoyar al régimen de Gadaffi de los ataques rebeldes.

Yo, como liberal, trato de mantener coherencia en mis ideas. Creo que actualmente tenemos un estado demasiado grande y su tamaño es inversamente proporcional a la libertad de los ciudadanos que viven bajo su influencia. Asimismo, opino que la política exterior de un país debe basarse en la diplomacia, el establecimiento de intereses comerciales y el respeto hacia la libertad y soberanía de los demás pueblos. La intervención del gobierno en el exterior únicamente está legitimada por razones defensivas, y nunca debe estar regida por la arrogancia respecto a la forma de actuar de otros países, ni mucho menos por petróleo o armas.

Esto no quiere decir que yo apoye a Gadaffi. Pienso que es un tirano y representa la quintaesencia del totalitarismo, que coarta la libertad a un nivel exacerbado y sin  duda si gobernara mi país, sería el primero en echarme a la calle a protestar, pero un país jamás podrá entender los conflictos internos de otro.

Además, es bien sabido que quien ataca a un país suele recibir venganza; esta es la razón que comenzó el conflicto con los terroristas islamistas. Nosotros los atacamos y ellos responden con el 11-s, con el secuestro de turistas de nuestros países, etc. Nuestro objetivo tiene que basarse en mantener la libertad en nuestro país y así ser respetados por los demás.

Una buena parte de nuestros problemas económicos corresponden al intervencionismo en el exterior. Gastamos millones de euros en atacar a otros países con la excusa de la «paz» y encima nos cuesta la vida de nuestros nacionales; es completamente absurdo.

Los países son como los individuos. Tienen sus conflictos internos, sus maneras de pensar, se encuentran sumergidos en otro contexto y el país vecino no es quién para imponerles un modo de vida concreto, simplemente porque no están acostumbrados a él y acabarán repudiándolo. Si el pueblo de Libia alcanza lo que llamamos civilización, ellos mismos se darán cuenta de que la libertad es el único medio para alcanzar la paz; si por el contrario un ejército extranjero les ataca, se unirán para hacerle frente al invasor, es decir, habrá más guerra.

Huelga decir que en mi país, España, hubo una terrible guerra civil en los años 30 y una posterior dictadura sangrienta y ninguna democracia intervino para salvarnos. Durante la guerra civil sólo las dictaduras mandaron soldados y equipamiento y lo único queprovocó fue el alargamiento del conflicto. Así que, ¿qué clase de país liberal violaría la libertad de las demás naciones de gobernarse bajo su propia voluntad? Algunos libios se están levantando contra un tirano y éste está respondiendo con violencia bruta y una masacre espantosa, pero todo es parte del destino del pueblo libio, y ni la OTAN, ni Hugo Chávez, ni nuestra habitual empatía tiene el derecho de cambiarlo.

 

Libertad lingüística en Cataluña, España

Que el nacionalismo, no el patriotismo, de cualquier color conduce al fascismo es algo evidente. Aparte de la cerrazón en el concepto de nación, los nacionalistas confluyen en varios puntos. En primer lugar, la creación de un mito épico en torno a la historia nacional que se quiere exaltar. En segundo lugar, el populismo demagogo para integrar en la militancia a todos los sectores de la población, empezando por los más pequeñajos. Asimismo los deseos de expansión también han caracterizado a los nacionalismos ya que cuando se superpone la nación o el Estado al individuo, ésta funciona como un ente, y como ya dijo Nietzche, todo ser posee voluntad de poder y expansión. Por último, todos los totalitarismos, empezando por la Iglesia Católica y siguiendo por todos los regímenes de tal índole, han buscado una figura que demonizar para mantener la unidad nacional y sumir al pueblo en una paranoia que lo haga necesitar a los estatistas.

Siempre que se oprime a un grupo determinado y más tarde se le concede la libertad, se produce la venganza del ex-oprimido y es cuando los oprimidos pasan a ser opresores. El imperio romano oprimió a los cristianos en sus primeros siglos y estos, en respuesta, han estado subyugando a los individuos hasta hace pocas décadas. Durante los felices años 20, las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial se deleitaban empobreciendo a la población alemana a través del Tratado de Versalles. En consecuencia, un grupo, también nacionalista, eligió una cabeza de turco, un blanco demonizado, el judío, y aherrojaron lo que sólo Stalin pudo igualar.

En España, durante la dictadura de Franco, se atentó contra existencia del catalán, el gallego y el euskera, relegándolos a un papel meramente popular. Con la llegada de la democracia, la Constitución Española de 1978 oficializó todas estas lenguas en sus respectivas comunidades. La respuesta de los anteriormente oprimidos no nos hizo esperar demasiado tiempo.

Los últimos síntomas de intoxicación nacionalista en Cataluña los hemos podido diagnosticar en un colegio de Sitges, donde se ha marcado con una pegatina roja de suspenso el expediente de un chico cuyo único delito era no utilizar «la llengua vehicular del centre«, es decir, por no hablar catalán en el recreo. Cierto es que los niños están sujetos a las reglas del colegio durante el recreo, pero a un niño se le llama la atención por insultar a un compañero, tirar el zumo al suelo u otros comportamientos incívicos, no por hablar su lengua materna que, además, es oficial en toda la región. La pregunta es: ¿sería capaz la policía lingüística de Cataluña de hacer lo propio con un niño chino, árabe o alemán? ¿Así es como aplican ellos en su región la más que repetida consigna de la España plural? Me imagino que si esto sucediera en caso contrario, los acólitos del nacionalismo catalán se estarían rasgando las vestiduras por el inminente resurgimiento del franquismo.

Hechos como éste me hacen cuestionar la libertad política en Cataluña. Cualquiera podría alegar que se trata de un hecho puntual, pero cuando la xenofobia llega a lo oficial y al aspecto legal, podemos hablar de hecho consumado. Porque son ya demasiadas las leyes que están intentando desarraigar lo castellano de tierras catalanas, a saber:

– La ley que prohíbe rotular únicamente en castellano, porque exige al menos el catalán.

– Las horas cada vez más reducidas de castellano en la escuela pública.

– El catalán exigido a todos los profesionales del resto de España que se trasladan a Cataluña para trabajar, a excepción de los futbolistas, claro.

– La prohibición de la tauromaquia ex profeso por razones políticas. Porque a la Generalitat no le importan lo más mínimo los animales, si no también habrían abolido los correbous. Lo que les preocupa es seguir viendo una fiesta característica del demonio español en sus tierras.

Todo esto ante la pasividad de la mayoría de los ciudadanos catalanes, aunque no todos lo aprueben. Si establecemos una analogía con Alemania, veremos cómo un pueblo puede ignorar la opresión de los diferentes mientras sean sustentados por el opio del privilegio y la pertenencia a un ente superior.

También me gustaría hacer una reflexión lingüística de este asunto. Cada vez que muere una lengua, muere una forma de ver el mundo, una forma de pensar. Quien impone la lengua está imponiendo implícitamente el pensamiento. Las lenguas, catalán incluido, por supuesto, son un patrimonio cultural que hay que conservar pues alcanzan la talla de cualquier monumento. Son parte de la historia, de la filosofía, del folclore, y si las tratamos de extinguir, ¿qué nos queda?

A uno todavía le quedaría un atisbo de esperanza, si tuviéramos una clase política nacional que denunciara estos atropellos. Pero el parlamento no brilla precisamente por ser un círculo de ideas, sino por ser una pocilga de ataques ad hominem y acuerdos de interés político. Sin embargo, al no obtener los partidos vencedores la mayoría absoluta, se ven obligados a pactar con los nacionalistas catalanes, vascos, canarios o gallegos, beneficiados todos por una ley electoral injusta. Y para aferrarse al poder, no tendrán el más mínimo escrúpulo en aceptar los continuados ataques a la libertad de los españoles.

La globalización es inevitable

Desde el siglo XIX se ha producido un fenómeno sin precedentes en la humanidad. Por primera vez, gran cantidad de pueblos distintos empiezan a conformar una amalgama social. La causa de este fenómeno es, sin duda, la revolución tecnológica que posibilita una comunicación instantánea y barata con cualquier parte del mundo. Además, las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial preconizaron el abandono del nacionalismo económico que, inevitablemente, inducía hecatombes. Y así nació el multilateralismo. Por eso, no hay método más eficaz contra la guerra que la difusión de la industrialización, el aumento de las libertades y la globalización. Podemos observar que la integración mundial se ha desarrollado, hasta ahora, en cuatro fases.

Se inició hacia el 1700 en Gran Bretaña con la Primera Revolución Industrial, que introdujo como principal innovación el ferrocarril. En ese momento, la floreciente industria logró aumentar la productividad del trabajador que, indefectiblemente, desencadenaba en un aumento de salarios lo que, a su vez, incentivaba la mecanización de la industria (pues despedir a trabajadores con salarios altos e implementar maquinaria aumentaba el beneficio), que, en definitiva, enriquecía el país. La mejora tecnológica erradicó las épocas de crisis de subsistencia. La implicación última de todo este proceso es el aumento de la libertad y del tiempo libre para disfrutarla (ya no hacía falta pasar jornadas inhumanas en el campo cosechando para comer, pues podía comprarse, gracias a la industria, a precios relativamente bajos). Por primera vez, las condiciones de trabajo, tan duras como las del campo, se ablandaron, mientras los salarios ascendían. A partir de este momento, ya no hace falta dedicarse a cubrir necesidades básicas, quedando tiempo libre para ser.

Continuó extendiéndose, en una segunda etapa, al resto de Europa y Norteamérica, produciéndose en la Revolución francesa y la Independencia estadounidense. Parte de la tecnología británica se transfirió gracias al comercio internacional a Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Italia, Suecia y, sobre todo, Estados Unidos. De nuevo, en todos estos países, aumentó la productividad; por consiguiente, los salarios; y, por tanto, se incentivó la mecanización que, en última instancia, lograba abaratar los precios y aumentar el tiempo de ocio. En España, con más dificultades de absorción tecnológica, la Libertad no llegó hasta el 1868 con la revolución conocida como La Gloriosa, iniciando el Sexenio Democrático.

Bolsa de Tokio

Posteriormente, la bonancible época del capitalismo (1950-1973) permitió que la globalización entrase en América Latina y, poco más tarde, en los países asiáticos (Japón, Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur, China, etc.). Se produjo en ese momento una relocalización progresiva con destino asiático, donde las empresas buscaban mano de obra barata. En consecuencia, Asia se industrializó. Y, de nuevo, se produjo el mismo mecanismo que en la Gran Bretaña protoindustrial: mejora de la productividad, mejora de los salarios, sustitución de trabajadores por maquinaria, reducción de precios y aumento del tiempo libre y las libertades.

En China, la libertad todavía está por culminar. Así como fue necesaria en Europa el Año de las Revoluciones (1848) para allanar el terreno a la libertad, la próxima etapa en China deberá consistir en una revolución contra el opresor gobierno chino, que permitirá expandir en China toda la prosperidad económica acumulada, con el consiguiente aumento de las libertades. Esperemos que Gao Xingjian tenga suerte.

Asimismo, podemos admitir una cuarta etapa en la integración mundial, pues, tras las últimas revoluciones vividas en los países árabes es obvio que la globalización ha decidido impregnar uno de los resquicios aún no penetrados por la Libertad: Arabia. Egipto se encuentra en proceso de democratización, mientras Túnez, Yemen, Argelia, Libia y Baherin se encuentra en una dolorosa -pero, esperemos que útil- revolución liberal.

Al igual que la mejora del comercio británico en el S. XVIII extendió la libertad individual a América y Europa, los movimientos de personas y mercancías junto con el poderoso internet están logrando difundir en Arabia los mismos valores democráticos.

Déjeme matizar que, cuando un pueblo pide libertad, ha salido de su minoría de edad. Por ese motivo, no hay ningún peligro, por ejemplo, en la democratización de Egipto. Al contrario: cuando un pueblo acepta el sometimiento de un dictador, revela la mentalidad peligrosa del mismo.