La tragedia del BCE (I): La burbuja mediterránea

Cuando el economista alemán Philip Bagus escribió su formidable ensayo “The Tragedy of the Euro”, el español Jesús Huerta de Soto apostilló que tal libro, lleno de argumentos, demostraciones y ejemplos históricos que explican por qué el euro está condenado al fracaso, debía haberse titulado más felizmente “The Tragedy of ECB”, pues todos los errores citados en el libro tienen su origen en el Banco Central Europeo, y no en la moneda del euro como tal.

Para empezar, la actual situación sombría de los países mediterráneos, periféricos o los PIIGS, tienen un causante muy claro: el Banco Central Europeo. Para comprender esta afirmación hay que entender la Teoría Austríaca del Ciclo Económico, que es la única capaz de explicar los períodos de auge y crisis que experimentan todas las economías. Gracias a esta teoría, gran número de economistas han sido capaces de predecir y explicar un gran número de crisis económicas.

I

Teoría del ciclo

Para ello hay que explicar algunos conceptos básicos de economía, para aquellos lectores que no sean expertos: tipo de interés, ahorro, inversión, etc.

El tipo de interés es el precio del crédito (es decir, lo que cuesta una hipoteca; lo que cuesta un préstamo; lo que cuesta la deuda pública, etc.).

La renta que se percibe sólo se puede ahorrar, para consumir en el futuro; o gastar, para consumir ahora. Lo que ya se ha gastado nunca puede invertirse, pues ya se ha gastado. Por tanto, sólo podrá invertirse, como máximo, aquello que se ha ahorrado, que es lo que podrá consumirse en el futuro. Este es uno de los principios básicos de economía: hay que equilibrar inversión y ahorro; si se quiere invertir más, tendrá igualmente que ahorrarse más.

Si se sobreinvierte, es decir, se invierte más de lo que se ahorra, una parte de los proyectos de inversión no serán rentables (malinvesment), pues no habrá recursos para consumirlos por la gente.

Si en una sociedad el ahorro es muy abundante, lógicamente el tipo de interés será bajo, pues habrá muchos recursos para prestar; en este caso, el tipo de interés bajo atraerá a numerosos inversores a invertir, con la esperanza de lograr altas rentabilidades en el futuro. Y al contrario: si en una sociedad el ahorro es escaso, habrá pocos recursos para prestar, y el precio del crédito en esta sociedad (tipo de interés), será elevado. En este caso, el tipo de interés alto, atraerá a pocos inversores, que sólo invertirán en proyectos de inversión de altas rentabilidades, pues tendrán que devolver el crédito a un alto interés.

El tipo de interés, por tanto, es el precio que regula el ahorro y la inversión. Y la función de los bancos es precisamente la de canalizar todo el ahorro y prestarlo a un tipo de interés.

El problema es que los bancos centrales manipulan estas relaciones económicas, que acabamos de explicar. Cuando se invierte poco en una sociedad, porque se ha ahorrado poco, el Banco Central establece un tipo de interés artificialmente bajo, con el fin de incentivar la inversión. Para ello, el Banco Central imprimirá dinero (lo que provocará cierta inflación) y se lo dará a los bancos para que lo presten a los inversores. Se pedirán más créditos a un tipo de interés bajo, se abrirán más empresas, se contratarán a más trabajadores, aumentará el PIB y habrá crecimiento económico.

Pero lo que también ocurrirá es que, a un tipo de interés artificialmente bajo, habrá menos incentivos al  ahorro, y existirá un desajuste cada vez mayor entre ahorro e inversión. El ahorro cada vez será más escaso, al mismo tiempo que se invierten y se prestan grandes cantidades, emitidas por el BCE.

Como el ahorro también puede definirse como el consumo futuro; si el ahorro es escaso, el consumo futuro también lo será. Si se ha invertido mucho más de lo que se ha ahorrado, tales proyectos de inversión no podrán ser consumidos por insuficiencia de ahorro: la gente no podrá pagar por ello porque sus ahorros no alcanzan.

Es el momento en el que explota la burbuja, las empresas cierran al no encontrar consumidores, se despiden a los trabajadores anteriormente contratados, los bancos se encuentran al borde de la quiebra, pues gran parte del dinero prestado no se le es devuelto al quebrar un gran número de empresas, etc. La sociedad, tras años de exuberancia irracional, se percata que lo único que ha conseguido es perder el tiempo, pues su economía ha sido ilusoria y especulativa, nada productiva. El Banco Central manipuló las leyes de la economía.

II

El caso europeo

En el caso de Europa, el BCE empezó a bajar los tipos de interés del 4,75% a finales del año 2001 hasta dejarlos en el 2% a finales de 2003, situación que continuó hasta el año 2006. Lo que el BCE perseguía con esta política era impedir la explosión de la burbuja tecnológica del año 2001, también llamada burbuja de las puntocom. Seguramente, esta burbuja fue creada antaño por tipos de interés artificialmente bajos, en EE.UU, por parte de la Reserva Federal.

Lo único que consiguió el BCE fue aplazar la tormenta financiera hasta el año 2008, eso sí, con el coste de haberla convertido en un huracán financiero, alimentado de nuevas dosis de bajos tipos de interés, durante seis años.

Las naciones que más se vieron afectadas por la política del BCE de borrachera crediticia fueron, naturalmente, aquellas naciones menos ahorradoras, que suelen ser normalmente las menos productivas, ya que disponen de menor renta, lo que les reduce sus posibilidades de ahorro.

Estas naciones, que más desajuste sufrieron entre ahorro e inversión, ya sea porque no ahorraron lo suficiente o porque el tipo de interés del BCE no era el adecuado para su nivel de ahorro, fueron los países mediterráneos, los de la periferia. Grecia vivió su burbuja del sector público: las prestaciones sociales no paraban de crecer hasta el mismo año 2009, los empleados públicos, las pensiones, la edad de jubilación permanecía irrisoriamente baja, etc. Irlanda vivió una perfecta burbuja bancaria, que ya todos conocemos, de la que se va recuperando poco a poco. España vivió una fuerte burbuja inmobiliaria de la que todos los españoles hemos sido perfectos testigos durante bastantes años.

Hasta el propio Zapatero, adalid del keynesianismo con sus famosos planes de estímulo, hizo un giño a la teoría económica y afirmó que España no estaría en este atolladero actual si hubiésemos ahorrado más.

Y es que no se puede unificar  la política financiera de países tan dispares en productividad y ahorro, como Alemania, Holanda, Bélgica, por un lado, y Grecia, España, Portugal e Irlanda, por otro.

Aquí observamos en el siguiente mapa las naciones más ahorradoras en el año 2008, las sombreadas en azul, con una tasa de ahorro superior al 40% de su renta; y las naciones menos ahorradoras, con una tasa de ahorro inferior al 40% de su renta, y en especial España, con una tasa de ahorro de tan sólo el 27%.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (V)

Respuesta a las objeciones: Ciclos económicos (II)

En el fascículo anterior  explicamos que las crisis económicas son tan incompatibles con el capitalismo laissez-faire como lo son el agua y el aceite. Además, que éstas se deben al intervencionismo que se inmiscuye en el mercado y que, mientras siga vigente el socialismo, las crisis serán periódicas.

Hace menos de una semana que, en el parlamento de Inglaterra, loa conservadores han presentado una propuesta para que la economía se atenga a los principios generales del derecho: un coeficiente de reserva fraccionaria del 100%, es decir, que los propietarios del dinero tengan a su disposición la totalidad del dinero, sin ningún tipo de condición. De aceptarse esta propuesta –como sabrán– los ciclos económicos cesarían y la función de crecimiento de la economía sería creciente hasta el infinito. Se trata, pues, de una medida anticíclica.

Esta ley no es nueva. En 1844, los economistas se percataron del mismo problema y se intentó eliminar la reserva fraccionaria. Sin embargo, esta ley, conocida como ley de Peel, conminó a los bancos guardaran (y no prestaran) el dinero de sus clientes. Sin embargo, se produjo un lapsus, a saber: el sistema bancario seguía disfrutando de la posibilidad de crear dinero ficticio en las cuentas corrientes. En la época se pensaba que las cuentas corrientes no provocarían problema alguno, pero no fue así. El despiste permitió que los bancos continuasen ocasionando el problema y, tal despiste, inició dos siglos de un sistema bancario indecente, que permanece incólume, al presentarse como víctima cuando, en verdad, se trata del causante.

Si, finalmente, se ratificara esta ley en el Reino Unido, su economía dejará de presentar ciclos y, en consecuencia, no habrá auges, ni burbujas, ni crisis. Evidentemente, el crecimiento económico será muy pobre; pero, a medio y largo plazo, la sociedad inglesa llegará a un nivel cada vez más alto, pues se ahorrará la destrucción que provoca una crisis. Por consiguiente, la ley cobrará fama internacional, extendiéndose al resto de países que, con toda probabilidad, no tardarían en percatarse de los beneficios ocasionados. La abolición de la esclavitud fue un gran paso que la humanidad inició hacia la justicia; éste paso que está a punto de iniciarse, supondrá un gran avance por la senda hacia la justicia, hacia el fin del socialismo.

Claramente, el que achaca los problemas ocasionados por los ciclos económicos al sistema económico capitalista, se da de bruces con la realidad. Y el sociata que critique esta cuestión, se criticará a sí mismo. Aunque, hay que decirlo, ningún político critica los ciclos económicos y se jactan de sus medidas procíclicas: el baluarte de los políticos, en lo que a economía respecta, suele ser el señor Keynes.

En el presente fascículo terminaré de desgranar la fisonomía de los ciclos económicos: las consecuencias que se desencadenarían al abolir el coeficiente de reserva fraccionaria. Si bien en la entrada anterior traté, principalmente, de los ciclos económicos, en esta hablaremos del papel que protagonizan los bancos centrales en el panorama económico mundial y, como no podía ser de otra manera, del patrón oro.

Los bancos centrales

Ante todo, hay que decir que el sistema bancario es el más intervenido del planeta. La banca, a día de hoy, es la fusión de política y economía, estableciendo una aleación ciertamente inestable. Esta es una de las razones que explican la confusión entre sistema político y económico. Como ejemplo, en España tenemos el mejor de ellos: el esperpento de las cajas de ahorros. Un escándalo de tal magnitud que la dirección de las cajas se reparte entre los políticos, como si de caramelos se tratase.

Dejando a España a un lado, actualmente, la economía se rige principalmente por los bancos centrales. En Europa, por ejemplo, la política monetaria es controlada por el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC). Con anterioridad era controlado por el gobierno de cada país y, ahora, por el SEBC; en términos teóricos el mismo perro con distinto collar, pues el nivel de intervencionismo es el mismo.

Y es que los bancos centrales son las instituciones de control económico por antonomasia. Como dicen los teóricos, se dedican a atacar los síntomas de las crisis, pero no la enfermedad, a saber, las políticas procíclicas. Por ejemplo, varían, principalmente, la oferta monetaria, los tipos de interés y la inflacción. Esta es la tarea fundamental del Banco Europeo, la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el de Japón. Este control repercute en nuestra vida diaria constantemente, por ejemplo, el paradigma de las hipotecas.

Además, existe un contubernio entre los bancos centrales y los políticos, al compartir intereses: las dos instituciones animan las burbujas, engendrando las simientes de una crisis futura. A los Estados les conviene que la inflacción se mantenga a unos niveles altos, ya que grava el ahorro y favorece el gasto, dogma keynesiano. Con altas tasas de inflacción, el dinero pierde valor: lo que hoy vale 20 €, mañana valdrá 40€. De este modo, el valor de la deuda pública estatal se reduce con el tiempo, por arte de magia. Así, los Estados no les importa el despilfarro y la emisión de deuda pública -como hemos visto en España, hasta hace unos meses-, mientras el aumento de los precios se mantenga constante. Las economías cíclicas -como las de ahora- son adictas a la inflacción.

Los bancos centrales también asumen otro papel: el de salvavidas. Cuando se desencadena una catástrofe económica, los bancos centrales acuden, para ayudar a todo el sistema bancario a resistir la tempestad. Adquieren dinero, para, luego, en un momento crítico, inundar el mercado de recursos pecuniarios. Pero lo curioso es la manera de recaudar el dinero: lo fabrican. O sea, que no solamente el sistema bancario crea dinero ficticio, provocando una crisis crediticia, sino que los bancos centrales, para salir de la crisis, crean dinero de la nada, enciendiendo la máquina de hacer billetes. Así funciona la macroeconomía del siglo XXI.  Los bancos centrales en un momento de depresión elevan la oferta monetaria, aumentando la inflacción y repartiendo injusticia por doquier.

Inyección del dinero

La inyección de dinero en el mercado por parte de los bancos centrales desentraña, como veremos, una tremenda injusticia, como la mayoría de las acciones intervencionismas, que no favorecen el libre mercado. Este proceso no se produce como el grueso de la población cree: la intuición nos dice que, cuando un determinado organismo decide aumentar el dinero que hay en circulación, producirá más billetes y los repartirá por el mercado; ya está. Pero, tras esta visión intuitiva, se esconde la verdadera injusticia.

Si el nuevo dinero fabricado se reparte equitativamente a todos los agentes del mercado, los efectos de la inyección son nulos. Si a todos los individuos se les entrega un millón de euros, su capacidad aquisitiva será exactamente la misma, el único efecto producido serña la caída del valor del dinero (interés) o variación el los precios (casi siempre, inflacción). Por esto, para que en la inyección se produzcan los efectos perseguidos, necesariamente se tiene que producir una situación injusta: el dinero nuevo se reparte a unos pocos, que están en una situación de ventaja con respecto a los demás. Con el nuevo dinero en mano, éstos invierten y, así, el dinero producido se expande, paulatinamente, por la sociedad, al tiempo que, poco a poco, la divisa va disminuyendo su valor.

La oferta monetaria está relacionada con la inflacción y el consumo. Lo que los bancos centrales quieren es, conjungando las distintas variables, modificar, a su modo de ver, los comportamientos de los consumidores.

Patrón oro

Cámaras de oro

El culmen del conjunto de reformas para acabar con los ciclos económicos, se poducirá al instaurar el patrón oro en la economía. El patrón oro, el respaldo de los billetes en determinada cantidad de oro, lo que pretende es regular la oferta monetaria, impidiendo procesos dinerarios tan perniciosos para el capitalismo como la inyección de dinero o la creación de dinero bancario.

Al estar todo el dinero respaldado por oro, en las cámaras acorazadas de los bancos, los procesos injustos, desestabilizadores y perniciosos, tanto para el mercado como para la sociedad, serán irralizables. Es decir, para aumentar el dinero en circulación, debe aumentar el oro en las cámaras acorazadas. Como todos sabemos, el oro es un producto muy estable, que crece entorno al 1% al año. Y, como vimos en anteriores fascículos, las crisis económicas se producían por la mezcolanza entre liberalismo e intervencionismo. El patón oro imposibilitaría  el intervencionismo, dejando un capitalismo puro, sin crisis económicas, sin injusticias.

Esta medida pondrá el broche de oro, nunca mejor dicho, al capitalismo, haciendo una sociedad más justa y menos irracional. Al menos, en el Reino Unido, se ha dado el primer paso.

Para más información: 100% + patrón oro; http://www.libertaddigital.com/opinion/autores-invitados/ayer-fue-un-dia-historico-56262/

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (IV)

Respuesta a las objeciones: Ciclos económicos (I)

Lo más importante a la hora de entender el sistema capitalista, como ya añadí en otra ocasión, es diferenciar sistema económico y sistema político. Como veremos, el liberalismo económico es contrario al sistema político imperante, pues la mezcla de política y economía genera profundas injusticias o, lo que es lo mismo, liberticidios.

Como dijo Ortega, primero hay que definir los conceptos y, luego, debatirlos. Capitalismo es un sistema basado en factores de producción (trabajo, inmuebles, tecnología) para generar riqueza. Los pilares del capitalismo son la libertad y la justicia. Por ejemplo, si un trabajador no posee la capacidad de aportar riqueza a la sociedad, recibirá exactamente lo que se merece. Por eso, aquellas prácticas que no favorezcan la justicia o el merecimiento no son atribuibles al sistema capitalista, sino al sistema político. Mas las críticas al capitalismo atribuyen los errores del sistema político al sistema económico. En el caso de los ciclos económicos, esto es los auges y las crisis, esto se verá con suma claridad.

Todos podemos observar que el sistema económico vigente, la mezcla de capitalismo e intervencionismo, ha sufrido frecuentes crisis: podríamos hablar hasta de dos crisis petrolíferas con una tercera en el horizonte, la Gran Depresión de 1929 y la crisis actual, iniciada en el 2007. Esto obviando otras crisis menos importantes.

Los críticos pinchan en hueso cuando afirman que el responsable de tales desequilibrios es el sistema capitalista o, lo que es lo mismo, neoliberalismo, individualismo. Como veremos más tarde, las crisis económicas, características de la modernidad, son totalmente evitables y, en su mayoría, el intervencionismo es el causante.

Considerando que no hay diferencia entre unas crisis y otras, que todas son iguales o que tienen los mismo efectos, podemos tomar dos posturas:

  1. La que defiende que las crisis son perjudiciales para el planeta, pues genera unas altas tasas de desempleo, dejando así a muchas familias desfavorecidas. Considera pernicioso que la economía marche mal, que las empresas cierren y el flujo circular de la renta se ralentice.
  2. La otra postura es la defendida por el que va camino de convertirse en el padre de la economía del S.XXI, Joseph Schumpeter. Defiende que las crisis económicas, lejos de ser un problema, ayudan al progreso de la humanidad, pues las empresas menos fuertes y peor preparadas terminarán desplomándose, dejando paso a otras empresas más pétreas. Igual que ocurre con las empresas, sucede con los países: las tradicionales primeras potencias dejan paso a otros países. Por ejemplo, en el caso de la crisis actual, EE. UU. está perdiendo paulatinamente el liderazgo económico, mientras que países como Inglaterra, Alemania y los emergentes BRIC’s aumentan puestos en el ranking económico a un ritmo vertiginoso. Schumpeter se refería a las crisis económicas con la expresión destrucción creativa. En pocas palabras: para esta postura, los ciclos económicos constituyen el darwinismo económico.

Sean perjudiciales o beneficiosas, los desequilibrios son característicos de la naturaleza humana. Es normal que, tras un período bonancible, aparezca la relajación, unida a la creencia de que todo seguirá yendo bien. En un lapso de auge, las personas suelen creer que pertenecen a la era de las expectativas ilimitadas, entonces surgen las burbujas y la euforia colectiva. Luego, como es lógico, todo cae por su propio peso y la era de las expectativas ilimitadas se convierte en la era de las expectativas desbordadas. La historia nos enseña que la humanidad ha pendido del auge a la crisis, no sólo en el sentido económico. En la biología humana, se encuentran los biorritmos: los ciclos emocionales, físicos e intelectuales que presentan momentos de auge, seguidos por momentos de crisis que, a su vez, precede a un nuevo auge.

En todo caso, cuando una economía entra en recesión, desvela que algo no funciona; devuelve el mercado a la realidad y hace que se tomen medidas para que no vuelvan a repetirse. En este sentido, la crisis en sí misma será preferible a mantenerse en un estado de incertidumbre. Por tanto, el problema no son las crisis, sino las causas de la misma.

Llegados a este punto, es importante hacer una distinción entre las distintas clases de recesiones económicas, pues sería una visión demasiado reduccionista considerar que todas las crisis son idénticas. Existen dos tipos naturaleza crítica. Las crisis crediticias, que se repiten periódicamente, componen los ciclos económicos, característicos del antitético binomio capitalismo-intervencionismo. Por otra parte, tenemos el segundo tipo de crisis, que no son características de ningín tipo de sistema en concreto, sino que pueden producirse en cualesquiera condiciones. Por ejemplo, a este tipo pertenecen las crisis que se producen de forma impredecible, como los desastres naturales o las crisis del petróleo. Es decir, no están derivadas de la estructura económica.

Ahora bien, el desarrollo de la economía, la nueva creación favorecida por la destrucción en un momento de crisis, es quizá el aspecto más injusto de la economía. La gran mayoría de la población ni se dedica a la inversión, ni posee un banco, ni especula. No forma parte ni de Wall Street, ni del la Bolsa de Madrid. Sin embargo, las consecuencias que estas instituciones desencadenan a toda la sociedad son desastrosas. Los principales afectados por la crisis suelen ser, injustamente, los que no han tomado parte en su creación. Así, aunque las crisis ayuden a la evolución de la sociedad, lo hacen a costa de los desfavorecidos, de forma injusta. En este sentido, las crisis económicas evitables deben evitarse.

Obviamente las crisis espontáneas o «naturales» son inevitables, aunque generalmente estas se producen con muy poca frecuencia y, cuando lo hacen, suelen afectar a todos por igual: cuando se acabe el petróleo, por ejemplo, tanto los consumidores como los oferentes entrarán crisis. Además, no son atribuibles al sistema capitalista, pues da igual el sistema económico vigente que tales crisis seguirán siendo ineluctables: cuando se produce una guerra, afecta a todo y a todos. El otro tipo de crisis, las características del actual sistema, las periódicas, suelen denominarse crisis crediticias, pues el origen de estas recesiones radica, por una causa u otra, en el sistema bancario. Las burbujas, la euforia colectiva y la irracionalidad del mercado provienen únicamente del sistema bancario. Para entender esto con minuciosidad es necesario que profundicemos un poco.

Crisis crediticias

Crisis

El sistema bancario mundial característico de los países desarrollados, está compuesto por el sistema de reserva fraccionaria. Esto significa que, cuando una persona acude a su banco a depositar, por ejemplo, 1000 €; el banco, de media, guardará un 3%; en este caso, 30€. El resto del dinero se destina, principalmente, a conceder crédito a los empresarios. Este procedimiento se conoce como creación de dinero bancario. Realmente, así, hay más dinero «pensado» que dinero real. Cuando esta persona ve en su cuenta corriente un ahorro de 1000 €, está pensando que posee 1000 €; pero, en realidad, el banco solo puede devolverle 30€; el resto está en manos de los empresarios. Esto produce una descompensación entre ahorro e inversión. Los empresarios tienen todo el crédito que desean y esto desencadena una serie de inversiones innecesarias, iniciando, así, una burbuja de cualquier tipo. Cuando el mercado se da cuenta de que hay menos dinero real del que se piensa, es cuando se inicia una crisis crediticia. En consecuencia, los bancos van disminuyendo progresivamente sus activos y se produce el riesgo bancario, el miedo de que la gente acuda en masa a retirar su dinero. Si esto ocurriese, la economía actual caería por su propio peso. Este tipo de crisis, las más famosas, son las únicas que generan injusticia, ya que los bancos prestan el dinero de sus clientes y, en último término, el dinero es de los trabajadores que han ingresado su dinero. No es muy descabellado pensar que al grueso de la población se le roba el dinero.

Este injusto proceso es totalmente evitable. Solamente basta con aplicar los principios generales del derecho al sistema bancario; es decir, que, en lugar de que los bancos tengan una reserva fraccionaria del 3%, apliquen una reserva del 100%. En otras palabras, el dinero es exclusivamente del cliente; el banco solo tiene la potestad de vigilarlo, nunca de prestarlo. Consiguientemente, esto eliminaría de raíz las burbujas inmobiliarias, la irracionalidad del mercado, las crisis crediticias y los innecesarios y caprichosos proyectos empresariales, realizados por la cegadora luz del dinero pensado. Para ilustrar esto, en España hemos sufrido una burbuja inmobiliaria sin precedentes. Los inversores obtenían crédito a borbotones, que utilizaban para invertir comprando casas y más casas. Un empresario podía llegar a tener casi una urbanización entera esperando a que subiera el precio para venderla. Como vemos, tanto el volumen de inversión como los precios de la vivienda, irrisorios, estaban apoyados en el sistema bancario de reserva fraccionaria.

¿Cómo pueden producirse en el S.XXI semejantes aberraciones? Es evidente que todo este sistema bancario está orquestado por el intervencionismo: los políticos y los bancos centrales. Además, ellos son los que imponen a los bancos las cifras del reserva fraccionaria, los tipos de interés y la inflación.

Al contrario de lo que puede parecer, esto no es compatible con un puro capitalismo, pues la esencia misma del capitalismo es la defensa de la libertad, la propiedad privada y la justicia por encima de todo. Y lo que este modelo bancario provoca es el asalto a la propiedad privada (el dinero se presta sin el consentimiento del propietario), el liberticidio (libertinaje: la libertad de unos ensombrece a la libertad de otros) e injusticia por doquier.

En conclusión: las crisis económicas son necesarias para que se produzca una evolución, siempre y cuando no se sobrepasen los derechos de la libertad individual. Las únicas crisis que favorecen esto son las crisis naturales. Por el contrario, los políticos y los bancos centrales, enemigos de la civilización, provocan las burbujas, generando una profunda injusticia. Gracias al mercado, se produce una recesión y devuelve la sociedad, poco a poco, a la normalidad. Aunque, los políticos contumaces, como se está viendo, persisten en el sistema de reserva fraccionaria engendrando las simientes de una nueva crisis. Por eso este tipo de crisis es el resultado de la convivencia de dos sistemas contrapuestos: liberalismo e intervencionismo.

 

Giliprogreces

España está viviendo uno de los momentos más difíciles de los últimos años. Tenemos uno de los déficits más altos de Europa, la cifra de parados supera los cuatro millones y medio y, además, el gobierno se ha visto obligado por la presión internacional a aprobar un recorte del gasto público que debería haber realizado al iniciarse la crisis. Los sectores más perjudicados del recorte han sido los de funcionarios y pensionistas. En medio de este desconcierto económico y político, el Senado se atrevió ayer a realizar uno de los gastos públicos más patéticos e incomprensibles después de aquellos 30000 euros para los gays y lesbianas de Zimbabwe: 6000 euros en el espectáculo dantesco que protagonizó el Presidente de la Generalidad de Cataluña José Montilla en el Senado.

Este sujeto nacionalista catalán nacido en Iznájar tuvo la idea progre de hablar cuatro lenguas durante su discurso, para lo cual se necesitaron varios traductores, con el fin de armonizar la diversidad lingüística de nuestro florido y rosado país. Cuatro lenguas que se podrían haber reducido a una: el castellano. Porque es muy simple, en un Senado compuesto por miembros provenientes de toda España sólo hay una lengua común y que todos entienden, que es el español, la lengua oficial en todo el territorio. Pienso que es una absoluta desfachatez tener el descaro de afirmar en este claro ejercicio de totalitarismo que se está oprimiendo a Cataluña y discriminando a su lengua. Ellos, los que han hecho desaparecer el castellano de la Administración pública catalana. Ellos, los que multan a los comerciantes por rotular sus negocios en español, pero que no se atreven a multar a Mcdonald’s o a los restaurantes chinos. Ellos, que están intentando hacer legal un estatut anticonstitucional a través de la presión al TC por medio de la manipulación mediática que supone el hecho de que doce periódicos catalanes amanezcan con un mismo editorial. Ellos, y no otros, son los que acusan de catalanofobia a todo aquel que no baila al son que dicta la Generalitat.

Todo esto con el consentimiento de un gobierno que no es capaz de plantarle cara a los intereses de partidos nacionalistas que salen beneficiados por un sistema electoral imperfecto. Me dio vergüenza y pavor ver el otro día a Leire Pajín en el mismo Senado, ese que debería ser eliminado por inutilidad, afirmando, también en cuatro lenguas, muy mal habladas por cierto, que este gasto tan banal e inservible ayudaba a fomentar la cohesión y la diversidad de España.

Señores altos cargos. No nos podemos permitir estas estupideces con el grave problema de gasto público que acarreamos, cuando hay sectores de la sociedad que están viviendo momentos terribles porque están ahogados por el desempleo. Tengo la firme convicción de que si eliminásemos el gasto infructuoso que suponen los sindicatos, la Iglesia, los artistas subvencionados que no comprenden que el arte no necesita dinero para serlo, el Senado, y un elevado número de funcionarios, el déficit disminuiría considerablemente.