Contradicciones y contrariedades

Una cantidad nada despreciable de autores, entre los que abundan los vitalistas, ha defendido con ahínco cualquier forma de contradicción, asegurando que la vida es puramente contradictoria y que nuestro ser, la conciencia, o el espíritu que nos gobierna son esencialmente contradictorios. Nietzsche, por ejemplo, fue gran defensor de la contradicción e incluso, llegando más allá, de la irracionalidad.

Sin embargo, numerosos autores, frecuentemente los racionalistas, entre otros, niegan categóricamente la existencia de la contradicción. Incluso, seguidores de Aristóteles, llegaron a decir irónicamente que quien defendiese la contradicción se le apalease, por si pensaba que estaba siendo y no siendo apaleado al mismo tiempo.

En mi opinión, sin duda, nos encontramos ante dos conceptos diferentes de contradicción y me temo que el conflicto entre ambas corrientes se estaría produciendo debido a una indefición de los conceptos. Por ello, es necesario discernir entre la contradictio in terminis del aspecto contrapuesto que pueda presentarse en cualquier situación.

La contradictio in terminis se trata de la contradicción meramente lógica, donde un enunciado o concatenación de argumentos incluye premisas o argumentos incompatibles o que se excluyen entre sí. No creo que nadie se atreva a defender la certeza de afirmaciones literales como la siguiente: “Soy un hombre y no soy un hombre”. No es otra cosa que sostener como ciertas simultáneamente dos cosas excluyentes entre sí.

Representación de una "contradictio in terminis"

Por el contrario, la contradicción de opuestos tales como la razón y la emoción, la vida y la muerte, el bien y el mal, la razón y la locura, la alegría y la tristeza, no son más que la lucha de contrarios que se produce en aquella amalgama llamada ser humano, llamada por algunos filósofos antigüos como ápeiron. Esta contraposición de opuestos es real, y no socava en absoluto la afirmación que hacíamos antes sobre la contradictio in terminis. Quizá una buena forma de distinguir entre ambos conceptos, sea llamando a la contradicción de opuestos dialécticos como contrariedad.

Representación de una lucha de opuestos

Que la vida es un cúmulo de experiencias tristes y alegres es una contrariedad perfectamente lógica; sin embargo, si afirmase que estoy triste y alegre simultáneamente, estoy cometiendo una contradictio in terminis, que impide si quiera la comunicación y el conocimiento, pues se emiten mensajes mutuamente excluyentes, y contraría las leyes de la lógica, que no son otras que las que utiliza el cerebro para funcionar.

Óptima eficiencia cognitiva: estrés

Como hemos afirmado en otras ocasiones, en el hombre confluyen los contrarios (bien y mal, alegría y tristeza, frío y calor, etc.), concepto formalizado por Anaximandro, hace varios miles de años, en su concepto del ápeiron: los contrarios fluyen para dar sentido a la vida. Además, como esgrimió ya Aristóteles, la virtud se halla en el término medio entre dos vicios extremos, uno por defecto y otro por exceso. Estas dos ideas filosóficas predijeron lo que los neurólogos y psicológos han demostrado dos milenios más tarde.

Para ejemplificar esta idea, hablaremos del estrés y su relación con la eficiencia cognitiva. A día de hoy, podemos mensurar el estrés: a más cortisol (hormona que se libera en condiciones de estrés), más estrés y ansiedad. Tras exhaustivas mediciones, se concluyó que un estrés muy reducido aburre al cerebro, desmotivándolo y desfocalizando la atención; por el contrario, un estrés intenso generaría una cierta ansiedad, reduciendo la «productividad» neuronal (por ejemplo, todos sabemos las consecuencias negativas de los «nervios» anteriores a un examen).

Función estrés-eficiencia

De nuevo, la virtud está situada entre dos contrapuestos (¡ojo!, no contradicciones, cosa harto distinta). Lo mismo -recordemos- sucedía con la libertad (enmarcada entre libertinaje y represión).

El estrés, en su proporción adecuada, motiva para realizar tareas que, de otra suerte, no se realizarían. Ahora bien: todos nosotros vivimos -en algún momento de nuestra existencia- una situación desmesuradamente estresante. En este caso, debemos utilizar la inteligencia intrapersonal e intentar reducir el cortisol, volviendo a la normalidad. En otras palabras: hay que entrenar la resiliencia (capacidad de evadir situaciones extenuantes, con rapidez), ya que, al igual que la exposición al Sol, el estrés excesivo funciona como un tóxico y, cuanto más tiempo permanezca en el organismo, más estragos irrogará.