La tragedia del BCE (II): Financiación estatal

Además del problema que comporta que un gran número de países muy diversos compartan idéntico tipo de interés, cuando sus tasas de ahorro son muy dispares, como vimos en el artículo previo, existe otro gran problema en el euro, que radica también en el BCE.

La Eurozona es una región de 17 países y un Banco Central. Y, como suele ocurrir, los estados, además de recurrir a los impuestos para financiarse, también recurren a la deuda pública. Mientras esta deuda pública no supera el 30-40% del PIB, exista un cierto superávit, y el país sea macroeconómicamente estable, en teoría no debe existir ningún problema.

En otro caso, el coste de la deuda pública para el Estado, en condiciones de plena libertad económica, el coste de la deuda tenderá a crecer en espiral. Por tanto, es condición sine qua non, para que un estado gaste mucho, la existencia de un Banco Central que manipule, reduciendo artificialmente el coste de la deuda para el Estado.

I

Financiación del BCE a los Estados

Salvo contadas excepciones (Luxemburgo, Suiza, Estonia, etc.) este no es el caso de los países europeos; por ello, el BCE utiliza ciertos mecanismos para hacer sostenible, de forma artificial, la deuda pública, de países como Alemania, Francia, España, Italia, Grecia, etc.

El Banco de Inglaterra lo hace comprando bonos de deuda pública de forma directa en el mercado, la Reserva Federal también, el Banco de Japón igual; el BCE, sin embargo, interviene de forma más subrepticia. Veamos en qué consiste.

El BCE ofrece enormes cantidades de dinero al sistema bancario europeo, como cualquier otro Banco Central en su condición de prestamista de última instancia, función necesaria en un sistema financiero de reserva fraccionaria.

Esto lo realiza: o bien para contrarrestar las fugas de capitales (inyectando en los bancos el dinero retirado); o bien expandir el crédito más allá del ahorro (como vimos en el primer artículo de la serie); o bien evitar la caída de los bancos (inyectando las cantidades que le sean necesarias).

Ahora bien, ofrece este dinero a los bancos, a cambio de activos financieros como colateral en sus balances, entre los que se encuentran, y tienen alta prioridad, los bonos estatales. Dicho de otra forma, si un banco compra deuda pública, tendrá altas probabilidades de que el BCE le ofrezca el dinero que ha pedido.

En un principio, sólo se aceptaría como colateral los bonos de deuda pública de los países calificados crediticiamente más allá de la A+; pero, tras la crisis griega, y la calificación de la deuda griega como bono basura, esta política cambió, y se aceptaba como colateral cualquier bono.

Esto no es más que incitar a los bancos a que compren más deuda pública de lo que en un primer momento estaban dispuestos a hacer. De modo que son falaces todas las afirmaciones, que proliferan en estos momentos por todos los periódicos, de que el BCE no interviene y no ayuda a los países a financiarse.

Si lo hace, en grandes proporciones, si bien, no de forma tan descarada, y en tanta proporción, como los países ya citados, donde el Estado se autocompra su deuda, a través del Banco Central, disminuyendo su precio de forma artificiosa, repercutiendo la diferencia al resto de los ciudadanos en forma de inflación.

Algunos economistas y no economistas denunciaban, con cierta indignación, que el BCE diese grandes cantidades de dinero al sistema bancario a un interés del 1% (y ahora del 0,75%, y en el futuro a tipos incluso más bajos), mientras que estados como España lo hacían al 5% (y ahora al 6%, y en al futuro quizá más allá del 7%).

Pero lo que no sabían es que la inyección de dinero en los bancos es una forma de “matar dos pájaros de un tiro”: inyectaban dinero al 1%, mientras que los bancos compraban deuda pública a un 5%, con lo que se aseguraban un 4% de beneficio, recapitalizando a los bancos de forma subrepticia, al tiempo que esta compra por parte de los bancos lograba mantener más bajos los tipos de interés de la deuda.

Como afirma de forma taxativa Philipp Bagus: «La manipulación de la cantidad de dinero sólo tiene un objetivo: financiar las políticas gubernamentales».

II

Cambios de política

Tras la grave crisis de deuda soberana, el BCE cambió de política y decidió comprar bonos estatales en el mercado secundario –en el primario lo tiene prohibido en sus propios estatutos– en grandes proporciones, sobre todo de Italia y España, a fin de reducir aún más artificialmente la presión sobre sus bonos, permitiendo así a los Estados que pudieran seguir gastando, como si las condiciones en sus economías siguieran siendo las mismas. Eliminándose los fuertes incentivos que había hacia los estados de reducir el gasto.

Esto consiguió aliviar un poco la situación de algunos países mediterrános, dándole un poco de tregua, comprando tiempo, y aplazando las reformas y el recorte de gasto de los mismos países. Después de sucesivas semanas de compra de bonos, se abandonó esta política novedosa iniciada por Trichet, hasta el día de hoy. Mañana quizá Draghi vuelva a anunciar la vuelta a esa política.

Pero “el BCE no está para resolver los problemas de financiación de los países”, en palabras del propio Draghi, por lo que la compra de bonos en el mercado secundario, si es, será temporal, limitada y bajo la estricta supervisión de Alemania. Como dice el semanario The Economist: “But that would only buy time. Perhaps not very much”.

Recordemos que Alemania tuvo que cambiar su propia Constitución para poder traspasar la soberanía del Bundesbank al BCE, y para ello se aseguró que el BCE actuará igual que el Bundesbank; los alemanes nunca estarán dispuestos a aceptar una inflación elevada, ni a que el BCE no actúe de forma ortodoxa.

III

BCE: Tragedia de los bienes comunes

Todas las formas que tiene el BCE de financiar a los Estados, de reducir artificialmente el coste de su financiación, comparten un esquema perverso, que está abocado a la destrucción lenta del euro. Los estados más manirrotos, y menos ortodoxos en sus finanzas públicas, requerirán mayor ayuda del BCE; pero, sin embargo, el coste de tal ayuda quedará diseminado por el resto de la Eurozona.

De esta forma habrá fuertes incentivos para que un país sea financiado por el BCE, pues la inflación que este pueda generar recaerá sobre todo el euro. Así, a medida que el BCE vaya tomando más poder y ayudando cada vez más a los estados, los estados tendrán menos incentivos para emprender reformas estructurales que mejoren la economía a largo plazo, y el euro irá perdiendo fortaleza.

De ahí que José Luis Rodriguez Zapatero afirmase el otro día: “Pues bien, ese anuncio debería consistir, en mi opinión, en un programa de compra de deuda soberana en el mercado secundario para estabilizar las primas de riesgo de España e Italia en una horquilla en torno a los 200-300 puntos básicos, así como en una reducción del tipo oficial del dinero. Si esto sucede así, o algo similar, todo podría empezar a cambiar, para ver, al fin, algo de luz al final de este largo túnel. Lo deseo de todo corazón”.

Este diseño que tiene graves errores de definición y defensa de los derechos de propiedad, ya que, en particular, los países pueden aprovecharse del BCE a costa de perjudicar al resto de la comunidad.

Como si un pastizal pública se tratase: los pastores no se contentarán en llevar una oveja a que paste, sino que llevará todas las posibles, porque con ello tendrá grandes beneficios, y esto lo harán todos los pastores, con el tiempo el pasto se habrá acabado y ya ninguna oveja podrá pastar en él. Esto es precisamente lo que ocurre con el BCE y los países menos ortodoxos en sus finanzas, los mediterráneos.

Nivel de endeudamiendo público. A mayor endeudamiento, más oscuro.

Si gran parte de los países europeos tienen esa deuda pública tan abultada es por algo.

La tragedia del BCE (I): La burbuja mediterránea

Cuando el economista alemán Philip Bagus escribió su formidable ensayo “The Tragedy of the Euro”, el español Jesús Huerta de Soto apostilló que tal libro, lleno de argumentos, demostraciones y ejemplos históricos que explican por qué el euro está condenado al fracaso, debía haberse titulado más felizmente “The Tragedy of ECB”, pues todos los errores citados en el libro tienen su origen en el Banco Central Europeo, y no en la moneda del euro como tal.

Para empezar, la actual situación sombría de los países mediterráneos, periféricos o los PIIGS, tienen un causante muy claro: el Banco Central Europeo. Para comprender esta afirmación hay que entender la Teoría Austríaca del Ciclo Económico, que es la única capaz de explicar los períodos de auge y crisis que experimentan todas las economías. Gracias a esta teoría, gran número de economistas han sido capaces de predecir y explicar un gran número de crisis económicas.

I

Teoría del ciclo

Para ello hay que explicar algunos conceptos básicos de economía, para aquellos lectores que no sean expertos: tipo de interés, ahorro, inversión, etc.

El tipo de interés es el precio del crédito (es decir, lo que cuesta una hipoteca; lo que cuesta un préstamo; lo que cuesta la deuda pública, etc.).

La renta que se percibe sólo se puede ahorrar, para consumir en el futuro; o gastar, para consumir ahora. Lo que ya se ha gastado nunca puede invertirse, pues ya se ha gastado. Por tanto, sólo podrá invertirse, como máximo, aquello que se ha ahorrado, que es lo que podrá consumirse en el futuro. Este es uno de los principios básicos de economía: hay que equilibrar inversión y ahorro; si se quiere invertir más, tendrá igualmente que ahorrarse más.

Si se sobreinvierte, es decir, se invierte más de lo que se ahorra, una parte de los proyectos de inversión no serán rentables (malinvesment), pues no habrá recursos para consumirlos por la gente.

Si en una sociedad el ahorro es muy abundante, lógicamente el tipo de interés será bajo, pues habrá muchos recursos para prestar; en este caso, el tipo de interés bajo atraerá a numerosos inversores a invertir, con la esperanza de lograr altas rentabilidades en el futuro. Y al contrario: si en una sociedad el ahorro es escaso, habrá pocos recursos para prestar, y el precio del crédito en esta sociedad (tipo de interés), será elevado. En este caso, el tipo de interés alto, atraerá a pocos inversores, que sólo invertirán en proyectos de inversión de altas rentabilidades, pues tendrán que devolver el crédito a un alto interés.

El tipo de interés, por tanto, es el precio que regula el ahorro y la inversión. Y la función de los bancos es precisamente la de canalizar todo el ahorro y prestarlo a un tipo de interés.

El problema es que los bancos centrales manipulan estas relaciones económicas, que acabamos de explicar. Cuando se invierte poco en una sociedad, porque se ha ahorrado poco, el Banco Central establece un tipo de interés artificialmente bajo, con el fin de incentivar la inversión. Para ello, el Banco Central imprimirá dinero (lo que provocará cierta inflación) y se lo dará a los bancos para que lo presten a los inversores. Se pedirán más créditos a un tipo de interés bajo, se abrirán más empresas, se contratarán a más trabajadores, aumentará el PIB y habrá crecimiento económico.

Pero lo que también ocurrirá es que, a un tipo de interés artificialmente bajo, habrá menos incentivos al  ahorro, y existirá un desajuste cada vez mayor entre ahorro e inversión. El ahorro cada vez será más escaso, al mismo tiempo que se invierten y se prestan grandes cantidades, emitidas por el BCE.

Como el ahorro también puede definirse como el consumo futuro; si el ahorro es escaso, el consumo futuro también lo será. Si se ha invertido mucho más de lo que se ha ahorrado, tales proyectos de inversión no podrán ser consumidos por insuficiencia de ahorro: la gente no podrá pagar por ello porque sus ahorros no alcanzan.

Es el momento en el que explota la burbuja, las empresas cierran al no encontrar consumidores, se despiden a los trabajadores anteriormente contratados, los bancos se encuentran al borde de la quiebra, pues gran parte del dinero prestado no se le es devuelto al quebrar un gran número de empresas, etc. La sociedad, tras años de exuberancia irracional, se percata que lo único que ha conseguido es perder el tiempo, pues su economía ha sido ilusoria y especulativa, nada productiva. El Banco Central manipuló las leyes de la economía.

II

El caso europeo

En el caso de Europa, el BCE empezó a bajar los tipos de interés del 4,75% a finales del año 2001 hasta dejarlos en el 2% a finales de 2003, situación que continuó hasta el año 2006. Lo que el BCE perseguía con esta política era impedir la explosión de la burbuja tecnológica del año 2001, también llamada burbuja de las puntocom. Seguramente, esta burbuja fue creada antaño por tipos de interés artificialmente bajos, en EE.UU, por parte de la Reserva Federal.

Lo único que consiguió el BCE fue aplazar la tormenta financiera hasta el año 2008, eso sí, con el coste de haberla convertido en un huracán financiero, alimentado de nuevas dosis de bajos tipos de interés, durante seis años.

Las naciones que más se vieron afectadas por la política del BCE de borrachera crediticia fueron, naturalmente, aquellas naciones menos ahorradoras, que suelen ser normalmente las menos productivas, ya que disponen de menor renta, lo que les reduce sus posibilidades de ahorro.

Estas naciones, que más desajuste sufrieron entre ahorro e inversión, ya sea porque no ahorraron lo suficiente o porque el tipo de interés del BCE no era el adecuado para su nivel de ahorro, fueron los países mediterráneos, los de la periferia. Grecia vivió su burbuja del sector público: las prestaciones sociales no paraban de crecer hasta el mismo año 2009, los empleados públicos, las pensiones, la edad de jubilación permanecía irrisoriamente baja, etc. Irlanda vivió una perfecta burbuja bancaria, que ya todos conocemos, de la que se va recuperando poco a poco. España vivió una fuerte burbuja inmobiliaria de la que todos los españoles hemos sido perfectos testigos durante bastantes años.

Hasta el propio Zapatero, adalid del keynesianismo con sus famosos planes de estímulo, hizo un giño a la teoría económica y afirmó que España no estaría en este atolladero actual si hubiésemos ahorrado más.

Y es que no se puede unificar  la política financiera de países tan dispares en productividad y ahorro, como Alemania, Holanda, Bélgica, por un lado, y Grecia, España, Portugal e Irlanda, por otro.

Aquí observamos en el siguiente mapa las naciones más ahorradoras en el año 2008, las sombreadas en azul, con una tasa de ahorro superior al 40% de su renta; y las naciones menos ahorradoras, con una tasa de ahorro inferior al 40% de su renta, y en especial España, con una tasa de ahorro de tan sólo el 27%.

Lo último de Krugman

El Premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, que ganó con su aportación teórica a las teorías del Comercio Internacional, vuelve a las andadas. Acaba de publicar un nuevo libro (hace tan sólo unos días) titulado «Acabad ya con esta crisis» en el que plantea las posibles soluciones rápidas a la crisis económica que sigue asolando al mundo desarrollado.

El País publicó en su último dominical un capítulo completo del libro, «Eurodämmerung: el crepúsculo del euro«, que está orientado concretamente a la crisis del euro. Tal escrito sostiene (y se cae por) los siguientes argumentos:

  • Fue un «error fatídico» la creación del euro, porque elimina la posibilidad de que los gobiernos manejen la moneda. Además, aunque reconoce beneficios de tener una moneda única (como reducción del coste de transacción, convergencia, etc.), afirma que la diferencia idiomática entre las regiones europeas hacen de la UE una región «no óptima» para tener un mercado común.
  • Ahora ya es imposible volver a las monedas nacionales, por lo que habrá que conformarse con el euro.
  • Añora para Europa los tipos de cambio flexibles entre las monedas nacionales, porque, como también pensaba Milton Friedman, la devaluación resolvería todos los problemas de un «plumazo».
  • La mayor seguridad financiera al adoptar una moneda única redujo los tipos de interés, creando una burbuja inmobiliaria.
  • La caída en la actividad económica posterior al 2008 aumentó los déficits públicos de forma extraordinaria.
  • Por tanto, la crisis en Europa no se debió a la deuda, ya que anteriormente al 2008 presentaba una deuda muy reducida. En consecuencia, la solución no es reducir la deuda, la austeridad, sino incrementar el gasto público y la cantidad de dinero en circulación (lo que crearía inflación), para reducir el paro.
  • Los alemanes tienen animadversión injustificada hacia la inflación.

Desde mi punto de vista, y desde un enfoque desde la Escuela Austríaca de Economía, este análisis adolece de errores importantes, que vamos a tratar de explicar a continuación.

Tal y como reconoce el propio Krugman, efectivamente la adopción de una moneda única reduce la posibilidad de que los gobiernos intervengan en la economía. Así el euro actuaría como una especie de corsé para la política económica, tal y como lo fue el patrón oro adoptado en EE.UU desde 1944 hasta 1971, pero con una salvedad: del patrón oro puede uno salirse fácilmente, de una moneda única como el euro es casi imposible. A diferencia de Krugman, esta característica es una ventaja más añadida al euro, pues obliga a los políticos a adoptar medidas serias y no a postergar el ajuste (vía inflación, vía devaluación, etc.) que crea una nueva burbuja aún mayor en el futuro. Por primera vez en España se ha hecho frente a una crisis económica sin devaluar la moneda.

¿Qué provoca una devaluación de la moneda? Reduce de sopetón los precios de todos los productos de toda la economía con respecto al exterior, de forma que el PIB puede caer un 20-30% (dependiendo de lo que se devalúe la moneda) de la noche a la mañana, empobreciéndonos ipso facto. No obstante, los efectos de esta repentina caída de la riqueza no los notaremos, las cosas seguirán costando lo mismo mañana; es sólo la peseta la que vale menos. Pero, poco a poco, los precios empezarán a subir muy fuerte, generando una inflación desorbitada, en torno a un 20-30% (dependiendo de lo que se devalúe la moneda). Como contrapartida, justo tras devaluar la peseta, los otros países comprarán muchos productos españoles (aumentarán las exportaciones) al abaratarse tanto. En definitiva, se «abarata» todo lo que sea español (sin que los españoles nos demos cuenta, empobreciéndonos poco a poco) para que todo el mundo nos compre.

Ahora, ese mecanismo es imposible y debemos sentirnos aliviados. Ahora nos toca hacer frente a la crisis aumentando la productividad: reduciendo el coste, innovando, produciendo bienes de mayor calidad, formando mejor a los trabajadores, aumentando la eficiencia del sector público, liberalizando los mercados.

En segundo lugar, no es cierto lo que dice Krugman de que la burbuja inmobiliaria fuese producto de la seguridad de los inversiones. Como toda burbuja financiera, ésta tiene su origen en el Banco Central en cuestión, sea el BCE o la Fed. Los bancos centrales establecen un tipo de interés absurdo (negativo en términos reales, lo que implica que se prefieren 100€ en un año a 100€ hoy), incentivando el despilfarro y no el ahorro, llevando al mercado a un desequilibrio.

En tercer lugar, es verdad que Europa no se ha endeudado mucho durante la etapa de bonanza, a diferencia de Japón, UK y EE.UU. Esto indica cuán sana está la Eurozona, con respecto a estos países, por mucho que Krugman se empeñe en mostrar lo contrario. Si el BCE decidiera comprar el 40% de los bonos europeos, como hace la Fed, nuestro interés a pagar por la deuda sería irrisorio. Pero es que resulta que Europa no pretende incentivar el endeudamiento ni la inflación.

Por último, me veo obligado a hacer una defensa de los alemanes, que tan denostados están últimamente por los países mediterráneos. No es que ellos tengan un miedo irracional a la inflación, es que conocen las consecuencias de esa inflación, pues la vivieron durante el período de entreguerras. La inflación, sea reducida o elevada, es muy perniciosa pues reduce el valor de los ahorros y el valor de las deudas, de modo que, con inflación, el ahorro está penalizado, mientras se incentiva el endeudamiento. Y la única forma de aumentar la riqueza es mediante el ahorro, pues ello lleva a la inversión.

Pongamos por ejemplo una inflación del 2% al año, que es el objetivo de la UE. Supongamos que el pan cuesta 0,5€ en enero de este año. Supongamos que ganamos al mes 700€. Veamos como nos afecta la inflación:

Con una inflación del 2%, que es baja, la capacidad de compra de nuestros ahorros descenderá exponencialmente. ¿Por qué? Si aumenta un 2% la barra de pan que costaba 50 céntimos, pasará a costar 51 céntimos. Es un aumento de 1 céntimos. Pero si aumenta otro 2% costará 52,02 céntimos, lo que supone un aumento de 1,02 céntimos (0,2 más que el aumento anterior), y así exponencialmente. Como podemos comprobar con el gráfico, mientras que en el año actual podemos comprar 1400 barras, dentro de 20 años tan sólo podremos adquirir 942 (más de cuatrocientas menos). ¿No es un robo? Efectivamente, y se trata de un robo subrepticio del que no nos damos cuenta, pero que es enorme.

Además, si, de hecho, no se controlase el dinero en circulación los precios tenderían a bajar en torno al 3% anual, debido al progreso tecnológico (mayor eficiencia en la producción, etc.), por lo que el coste de la vida cada vez sería más bajo. Es decir, podríamos comprar con el mismo dinero cada vez más barras de pan, nuestros ahorros ganarían poder y todo el mundo estaría incentivado a ahorrar, lo que haría aumentar el crecimiento económico, al disponer de mayor dinero para invertir e innovar.

¿Es o no es peligroso controlar el dinero?

De ahí que Krugman saliera enfadado de su debate con Ron Paul, defensor de la Escuela Austríaca, afirmando en uno de sus últimos artículos que los debates son inútiles y que sólo debatió con él para promocionar su nuevo libro.

El ecléctico devenir de la UE.

Actualmente, estamos asistiendo a un controvertido fenómeno histórico, que puede cambiar el devenir de la historia, y que divide a los analistas: la evolución de la Unión Europea. Antes de que afloraran todos los problemas económicos para la eurozona, ya existían muchos euroescépticos que no veían con buenos ojos la idea de integrar países con culturas tan dispares como pueden ser la griega y la alemana. Algunos especialistas en derecho argüían que, dado que las normas jurídicas se sustentan en la forma de ser de los pueblos, no puede crearse un derecho europeo común para países tan diferentes. Es decir, desde esta perspectiva, más que una unión sería un conglomerado, donde cada país velaría más por su interés propio que por el común.

Sin embargo, en teoría, una unión política no es lo que se pretende actualmente, sino que esa sería la culminación de la integración económica. Y en esas estamos.

A pesar de toda la literatura que surge anunciando la debilidad del euro, el fracaso de la unión monetaria, la descoordinación entre los países miembros, la verdad es que, hasta ahora, el proyecto europeo ha funcionado: se consiguió una zona de libre comercio, más tarde un mercado común, que daría paso a una armonización de políticas públicas y desembocando en la moneda única. Eso sí, el libre comercio se produce dentro de Europa, ya que Europa mantiene niveles relativamente altos de aranceles con respecto al exterior, perjudicando así a países menos desarrollados (para los que luego crea fondos de ayuda) y reduciendo la eficiencia de la economía mundial.

En este artículo, por tanto, pretendo analizar la viabilidad de las distintas políticas que se han estado estableciendo últimamente para el futuro de la UE.

Unión fiscal

El problema radica –todos lo reconocen– en que, mientras la política monetaria (oferta monetaria y tipos de cambio) de la UE era única, la política fiscal dependía de cada país en cuestión; algo bastante erróneo, que ahora está intentando cambiarse. Esta fue la razón que los ingleses dieron a la UE para no ingresar en el euro: una política monetaria no puede separarse de la fiscal.

En efecto. La política económica, ya sea fiscal o monetaria, persigue los mismos objetivos: reducción de la inflación, reducción del desempleo, aumento del crecimiento económico, mejora de la competitividad, etc. Además, tanto sus efectos como aplicaciones están inextricablemente unidos. Imaginemos que el BCE decide reducir la inflación imprimiendo menos dinero que antes. Pero, ¿y si España decide realizar una fuerte inversión de gasto público, para reactivar la economía? Mientras que la primera medida reduce la inflación, la segunda la aumenta, haciendo que el efecto de ambas políticas se contrarresten entre sí, siendo el efecto de ambas nulo.

Por tanto, de nuevo, Europa va camino de solucionar los problemas con más unión. Además, una vuelta a las monedas nacionales es impensable, porque conllevaría unos costes inasumibles.

Aunque no lleguen a constituirse los eurobonos, las políticas fiscales están armonizándose y ya se está obligando a poner en la constitución de los países miembros límites a los déficits presupuestarios. Personalmente, creo que, una vez que pase el vendaval de la crisis de la deuda soberana, y los déficits estén vigilados con lupa, la idea de los eurobonos será mucho más factible, porque emitir deuda pública respaldada por todos los países de la eurozona daría más confianza que los bonos de cada país por separado, y, por tanto, el interés a pagar sería menor.

Crisis de deuda soberana; austeridad pública

Veamos en primer lugar los graves problemas que puede acarrear un endeudamiento:

En primer lugar, el aumento de deuda pública hace que el país tenga que destinar una cantidad importante a pagar sólo el interés de la deuda.

En segundo lugar, crea una enorme incertidumbre e inseguridad, pues el interés que el país tenga que pagar por la emisión de un bono de deuda pública dependerá de la mayor o menor demanda del mercado. Así, si los inversores descubren otra mejor forma de rentabilizar su dinero y dejan de comprar deuda pública española, España pagará mucho más por su interés, llevando al Estado a una situación funesta.

En tercer lugar, y el efecto más perverso, la deuda crea un efecto “bola de nieve”, es decir, que a mayor deuda emitida ahora, mayor deuda deberá emitirse en el futuro para pagar los intereses y así sucesivamente, hasta que llegue un momento en el que la emisión de deuda sea imposible y el país tenga que declarar la suspensión de pagos. Esta situación es la que se vivió en América Latina durante la década de 1980 y, hace no poco, Estados Unidos estuvo al borde de declararse en bancarrota. Se ha calculado que, para 2030, más del 30% del presupuesto de los Estados Unidos se destinará únicamente para cubrir los intereses de la deuda.

En definitiva, el endeudamiento tiene el efecto contrario al del ahorro, mientras que el primero empobrece lentamente, el segundo enriquece también lentamente.

Personalmente, no creo que la UE esté tan en peligro como se cree. De hecho, me atrevería a decir que la UE es una de las regiones que mejores condiciones tiene en su haber. Europa ha sido una de las primeras regiones en poner remedio al problema del endeudamiento público, de ahí que tanto se hable de austeridad, recortes, contención del gasto, reducción del déficit, regla de oro, etc. No se habla tanto de esto porque nos encontremos en mala situación, sino que en Europa se han puesto de manifiesto los problemas, tratándose de evitar posibles situaciones futuras desastrosas, mientras que en otros lugares los problemas permanecen más o menos «ocultos».

Como demuestro en los siguientes gráficos, Europa no es una de las regiones con más déficit ni con más deuda pública. Pero, sin embargo, es la región que más intereses paga por su deuda. En teoría, debería ser al contrario: los países que más déficits tienen y deuda so los que más posibilidades tienen de quebrar, y por tanto,  donde más riesgo existe en sus inversiones. ¿Por qué no ocurre? Sencillamente, porque, en Europa, no existe la costumbre de que el Banco Central compre deuda pública a mansalva; de hecho, tiene prohibido el BCE adquirirla en el mercado primario. Es decir, el BCE tiene esperar a que un inversor revenda el bono de deuda pública para comprarla. Eso no lo hace la Reserva Federal o el Banco de Japón, entre otros.

Observamos que el déficit de la UE llegó a un máximo en el año 2010 del 6% del PIB, corrigiéndose rápidamente para el año siguiente al 4%, con una perspectiva de dejarlo en el 2013 en el 2%. Entretanto, Japón hace lo contrario: lo empeora con el tiempo; y EE.UU. tiene un déficit muy superior a la UE. Como contrapunto, vemos que  Suiza ha mantenido siempre superávit, que es lo que la UE quiere lograr en un futuro.

De nuevo observamos lo mismo, la deuda de la UE no es de las más altas y, de hecho, está previsto que para 2013-2014 empiece a reducirse. Al contrario, lo hace Japón.

Fuente: Bloomberg. Aquí vemos que el interés que paga la media de la eurozona actualmente (7,57%) es notablemente superior al del resto de regiones: Suiza 0,8%; EEUU 2%; Japón 1%. Y todo ello es porque los bancos centrales de los países no europeos compran deuda pública (generando consiguientemente inflación), inflando artificialmente la demanda, y, por ende, reduciendo artificialmente el tipo de interés. 

En definitiva, lo que estoy diciendo es que Europa va mucho mejor encaminada que países como Japón o Estados Unidos. Nada de titulares como los de “Europa al borde del precipicio”

Por otra parte, la Escuela Austriaca de Economía, afirma que cuanto menos dinero haya en manos del Estado, mucho mejor para el bienestar de los ciudadanos, pues el Estado no tiene tantos conocimientos del mercado como el resto de los habitantes, pues, como dice el señor Huerta de Soto, “no poseen el conocimiento suficiente para dar contenido coordinador a sus decisiones”.  Por ejemplo, un agricultor dará mejor uso a su terreno que la UE, que tiene millones de decisiones que tomar y millones de datos por recabar.  Por ello, la política económica de austeridad preconizada por Angela Merkel en Europa es un acierto.

Además, los tratados de la unión contienen el denominado principio de subsidiariedad, es decir, que prevalecerá la política del nivel más cercano a la economía real. Por ejemplo, si un país toma una decisión sobre sus agricultores, ésta política será prioritaria con respecto a la europea, pues el país está más cercano a los ciudadanos.

Reino Unido y sus discrepancias con la UE

Sin embargo, Reino Unido, parece no estar muy conforme con la política seguida por la UE, durante mucho tiempo. Y hace bien. No entrar en el euro fue un gran acierto, pues una política monetaria común con una política fiscal nacional era disparatado. Ahora tampoco se suma a la reforma de los tratados, porque no está de acuerdo con aplicar un impuesto a las transacciones financieras, la denominada tasa tobin.

La tasa tobin es también un disparate, y contradice la política austera basada en el principio de que el dinero se gestiona mejor en manos de los particulares que en manos de unos pocos gobernantes. Aplicar la tasa tobin implicaría que las entidades financieras les interese menos realizar su actividad en Europa y, por tanto, se reduzca la inversión en la UE. Además, las entidades financieras que se establezcan en la UE, de aplicarse dicha tasa, encarecerán sus servicios, para contrarrestar el efecto del impuesto, perjudicando a las familias y empresas, reduciendo tanto el ahorro como el consumo. Lo cual, hará más difícil la creación y/o mantenimiento de empresas, perjudicando a los niveles de crecimiento del PIB y a la tasa de desempleo.

Y es que una de las grandes falacias que se han extendido a raíz de la crisis crediticia de 2008 es que la causa de la crisis es la desregulación del mercado financiero, cuando, en realidad, es justamente todo lo contrario. El mercado financiero es el que más regulado está de todos. Para empezar, el dinero es creado por el Estado: papel-moneda de curso legal. Además, hay una serie de entidades Estatales como los Bancos Centrales que manejan a su antojo a las entidades crediticias, los tipos de interés, el dinero que debe imprimirse, etc. Y, para colmo, el número de bancos que puede haber en un país está limitado por ley. Y eso sin tener en cuenta que, en el momento en que una entidad corre el riesgo de quebrar, rápidamente el Estado inyecta cantidades masivas de dinero para sostenerla. Y aún nos queda lo mejor: el BCE decide el porcentaje de dinero de los depositantes que se queda guardado en los bancos (actualmente es el 2%).

Si el sistema financiero estuviese sometido a las leyes del libremercado realmente desregulado, la crisis no se hubiera producido. Si existiese libertad plena para crear cuántos bancos se deseen, la competencia entre los bancos crecería enormemente, y los bancos verían reducir su tamaño, solo los que mejores servicios ofrezcan podrán estar en el podio. Como cualquier comercio convencional. Además, si un banco, por la actividad que ha realizado, se ve abocado a una quiebra, dado que está en un régimen de libertad de empresa, nadie puede rescatarlo y el banco desaparece: al final, quedan los que mejor lo han hecho. En un sistema así, ningún banco se atrevería a jugar con el dinero, sino a ofrecer valor a los clientes, para sobresalir por encima de la competencia.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (IV)

Respuesta a las objeciones: Ciclos económicos (I)

Lo más importante a la hora de entender el sistema capitalista, como ya añadí en otra ocasión, es diferenciar sistema económico y sistema político. Como veremos, el liberalismo económico es contrario al sistema político imperante, pues la mezcla de política y economía genera profundas injusticias o, lo que es lo mismo, liberticidios.

Como dijo Ortega, primero hay que definir los conceptos y, luego, debatirlos. Capitalismo es un sistema basado en factores de producción (trabajo, inmuebles, tecnología) para generar riqueza. Los pilares del capitalismo son la libertad y la justicia. Por ejemplo, si un trabajador no posee la capacidad de aportar riqueza a la sociedad, recibirá exactamente lo que se merece. Por eso, aquellas prácticas que no favorezcan la justicia o el merecimiento no son atribuibles al sistema capitalista, sino al sistema político. Mas las críticas al capitalismo atribuyen los errores del sistema político al sistema económico. En el caso de los ciclos económicos, esto es los auges y las crisis, esto se verá con suma claridad.

Todos podemos observar que el sistema económico vigente, la mezcla de capitalismo e intervencionismo, ha sufrido frecuentes crisis: podríamos hablar hasta de dos crisis petrolíferas con una tercera en el horizonte, la Gran Depresión de 1929 y la crisis actual, iniciada en el 2007. Esto obviando otras crisis menos importantes.

Los críticos pinchan en hueso cuando afirman que el responsable de tales desequilibrios es el sistema capitalista o, lo que es lo mismo, neoliberalismo, individualismo. Como veremos más tarde, las crisis económicas, características de la modernidad, son totalmente evitables y, en su mayoría, el intervencionismo es el causante.

Considerando que no hay diferencia entre unas crisis y otras, que todas son iguales o que tienen los mismo efectos, podemos tomar dos posturas:

  1. La que defiende que las crisis son perjudiciales para el planeta, pues genera unas altas tasas de desempleo, dejando así a muchas familias desfavorecidas. Considera pernicioso que la economía marche mal, que las empresas cierren y el flujo circular de la renta se ralentice.
  2. La otra postura es la defendida por el que va camino de convertirse en el padre de la economía del S.XXI, Joseph Schumpeter. Defiende que las crisis económicas, lejos de ser un problema, ayudan al progreso de la humanidad, pues las empresas menos fuertes y peor preparadas terminarán desplomándose, dejando paso a otras empresas más pétreas. Igual que ocurre con las empresas, sucede con los países: las tradicionales primeras potencias dejan paso a otros países. Por ejemplo, en el caso de la crisis actual, EE. UU. está perdiendo paulatinamente el liderazgo económico, mientras que países como Inglaterra, Alemania y los emergentes BRIC’s aumentan puestos en el ranking económico a un ritmo vertiginoso. Schumpeter se refería a las crisis económicas con la expresión destrucción creativa. En pocas palabras: para esta postura, los ciclos económicos constituyen el darwinismo económico.

Sean perjudiciales o beneficiosas, los desequilibrios son característicos de la naturaleza humana. Es normal que, tras un período bonancible, aparezca la relajación, unida a la creencia de que todo seguirá yendo bien. En un lapso de auge, las personas suelen creer que pertenecen a la era de las expectativas ilimitadas, entonces surgen las burbujas y la euforia colectiva. Luego, como es lógico, todo cae por su propio peso y la era de las expectativas ilimitadas se convierte en la era de las expectativas desbordadas. La historia nos enseña que la humanidad ha pendido del auge a la crisis, no sólo en el sentido económico. En la biología humana, se encuentran los biorritmos: los ciclos emocionales, físicos e intelectuales que presentan momentos de auge, seguidos por momentos de crisis que, a su vez, precede a un nuevo auge.

En todo caso, cuando una economía entra en recesión, desvela que algo no funciona; devuelve el mercado a la realidad y hace que se tomen medidas para que no vuelvan a repetirse. En este sentido, la crisis en sí misma será preferible a mantenerse en un estado de incertidumbre. Por tanto, el problema no son las crisis, sino las causas de la misma.

Llegados a este punto, es importante hacer una distinción entre las distintas clases de recesiones económicas, pues sería una visión demasiado reduccionista considerar que todas las crisis son idénticas. Existen dos tipos naturaleza crítica. Las crisis crediticias, que se repiten periódicamente, componen los ciclos económicos, característicos del antitético binomio capitalismo-intervencionismo. Por otra parte, tenemos el segundo tipo de crisis, que no son características de ningín tipo de sistema en concreto, sino que pueden producirse en cualesquiera condiciones. Por ejemplo, a este tipo pertenecen las crisis que se producen de forma impredecible, como los desastres naturales o las crisis del petróleo. Es decir, no están derivadas de la estructura económica.

Ahora bien, el desarrollo de la economía, la nueva creación favorecida por la destrucción en un momento de crisis, es quizá el aspecto más injusto de la economía. La gran mayoría de la población ni se dedica a la inversión, ni posee un banco, ni especula. No forma parte ni de Wall Street, ni del la Bolsa de Madrid. Sin embargo, las consecuencias que estas instituciones desencadenan a toda la sociedad son desastrosas. Los principales afectados por la crisis suelen ser, injustamente, los que no han tomado parte en su creación. Así, aunque las crisis ayuden a la evolución de la sociedad, lo hacen a costa de los desfavorecidos, de forma injusta. En este sentido, las crisis económicas evitables deben evitarse.

Obviamente las crisis espontáneas o «naturales» son inevitables, aunque generalmente estas se producen con muy poca frecuencia y, cuando lo hacen, suelen afectar a todos por igual: cuando se acabe el petróleo, por ejemplo, tanto los consumidores como los oferentes entrarán crisis. Además, no son atribuibles al sistema capitalista, pues da igual el sistema económico vigente que tales crisis seguirán siendo ineluctables: cuando se produce una guerra, afecta a todo y a todos. El otro tipo de crisis, las características del actual sistema, las periódicas, suelen denominarse crisis crediticias, pues el origen de estas recesiones radica, por una causa u otra, en el sistema bancario. Las burbujas, la euforia colectiva y la irracionalidad del mercado provienen únicamente del sistema bancario. Para entender esto con minuciosidad es necesario que profundicemos un poco.

Crisis crediticias

Crisis

El sistema bancario mundial característico de los países desarrollados, está compuesto por el sistema de reserva fraccionaria. Esto significa que, cuando una persona acude a su banco a depositar, por ejemplo, 1000 €; el banco, de media, guardará un 3%; en este caso, 30€. El resto del dinero se destina, principalmente, a conceder crédito a los empresarios. Este procedimiento se conoce como creación de dinero bancario. Realmente, así, hay más dinero «pensado» que dinero real. Cuando esta persona ve en su cuenta corriente un ahorro de 1000 €, está pensando que posee 1000 €; pero, en realidad, el banco solo puede devolverle 30€; el resto está en manos de los empresarios. Esto produce una descompensación entre ahorro e inversión. Los empresarios tienen todo el crédito que desean y esto desencadena una serie de inversiones innecesarias, iniciando, así, una burbuja de cualquier tipo. Cuando el mercado se da cuenta de que hay menos dinero real del que se piensa, es cuando se inicia una crisis crediticia. En consecuencia, los bancos van disminuyendo progresivamente sus activos y se produce el riesgo bancario, el miedo de que la gente acuda en masa a retirar su dinero. Si esto ocurriese, la economía actual caería por su propio peso. Este tipo de crisis, las más famosas, son las únicas que generan injusticia, ya que los bancos prestan el dinero de sus clientes y, en último término, el dinero es de los trabajadores que han ingresado su dinero. No es muy descabellado pensar que al grueso de la población se le roba el dinero.

Este injusto proceso es totalmente evitable. Solamente basta con aplicar los principios generales del derecho al sistema bancario; es decir, que, en lugar de que los bancos tengan una reserva fraccionaria del 3%, apliquen una reserva del 100%. En otras palabras, el dinero es exclusivamente del cliente; el banco solo tiene la potestad de vigilarlo, nunca de prestarlo. Consiguientemente, esto eliminaría de raíz las burbujas inmobiliarias, la irracionalidad del mercado, las crisis crediticias y los innecesarios y caprichosos proyectos empresariales, realizados por la cegadora luz del dinero pensado. Para ilustrar esto, en España hemos sufrido una burbuja inmobiliaria sin precedentes. Los inversores obtenían crédito a borbotones, que utilizaban para invertir comprando casas y más casas. Un empresario podía llegar a tener casi una urbanización entera esperando a que subiera el precio para venderla. Como vemos, tanto el volumen de inversión como los precios de la vivienda, irrisorios, estaban apoyados en el sistema bancario de reserva fraccionaria.

¿Cómo pueden producirse en el S.XXI semejantes aberraciones? Es evidente que todo este sistema bancario está orquestado por el intervencionismo: los políticos y los bancos centrales. Además, ellos son los que imponen a los bancos las cifras del reserva fraccionaria, los tipos de interés y la inflación.

Al contrario de lo que puede parecer, esto no es compatible con un puro capitalismo, pues la esencia misma del capitalismo es la defensa de la libertad, la propiedad privada y la justicia por encima de todo. Y lo que este modelo bancario provoca es el asalto a la propiedad privada (el dinero se presta sin el consentimiento del propietario), el liberticidio (libertinaje: la libertad de unos ensombrece a la libertad de otros) e injusticia por doquier.

En conclusión: las crisis económicas son necesarias para que se produzca una evolución, siempre y cuando no se sobrepasen los derechos de la libertad individual. Las únicas crisis que favorecen esto son las crisis naturales. Por el contrario, los políticos y los bancos centrales, enemigos de la civilización, provocan las burbujas, generando una profunda injusticia. Gracias al mercado, se produce una recesión y devuelve la sociedad, poco a poco, a la normalidad. Aunque, los políticos contumaces, como se está viendo, persisten en el sistema de reserva fraccionaria engendrando las simientes de una nueva crisis. Por eso este tipo de crisis es el resultado de la convivencia de dos sistemas contrapuestos: liberalismo e intervencionismo.