Si no supiera economía, estaría en contra de los recortes.

Así es. Seguramente, si no hubiese estudiado muchas de las leyes que se dan en la interrelación entre individuos, si no supiera cómo funcionan muchos de los procesos de mercado más sencillos que se pueden dar, seguramente en este momento estaría manifestándome por las plazas españolas enfurecidamente contra los recortes presupuestarios, no sólo de gobierno de Zapatero y Rajoy, sino de prácticamente todos los gobiernos del mundo.

¿Cómo podría en ese caso aceptar una bajada del 5% del salario de mi madre en el año 2011, otro 5% en este año 2012, una subida del IRPF, dos subidas del IVA (la de Zapatero y la que probablemente vendrá este verano)? ¿Cómo voy a estar a favor de que me suban las tasas universitarias y me aumenten los niveles académicos para que me den beca? ¿Cómo voy a aceptar, tan defensor de la ciencia como yo soy, un recorte en la inversión en I+D+i del 25% en plena recesión? ¿Estoy tonto o qué!

La respuesta es muy sencilla. Empecemos por los orígenes. El sector público español ha sido el principal beneficiario de la burbuja inmobiliaria, de la exuberancia irracional, que se produjo desde el año 2001 hacia el año 2008, donde la recaudación crecía anualmente por encima del 10%. Esta exuberancia irracional permitió que el sector público se expandiese de forma inusitada, incrementando y creando nuevos derechos sociales, aumentando las becas, reduciendo tasas, bajando impuestos, aumentando subvenciones, etc. Y todo ello no porque el político fuese un buenazo, sino porque con ello captaría votos y accedería al poder.

Actualmente, la economía esta recobrando la racionalidad y estamos volviendo a tener los pies en la tierra. ¿Qué era eso de poderse comprar varias casas sin tener trabajo, ni ingresos, ni avales? Incluso he conocido casos extremísimos en los que una familia, al no tener dinero para comprarse una vivienda, optó por comprarse dos a crédito, vender la segunda casa a un precio mayor en el futuro, y con ese beneficio pagar la primera casa. Eso se acabó: el precio de la vivienda está bajando poco a poco a su valor real. El millón de casas que hay ociosas refleja que no es posible crecer construyendo más casas, pues es algo que no está demandado, y, por tanto, sobran trabajadores y empresas de la construcción y aledaños.

Por este motivo, el sector público ha experimentado una caída en los ingresos de enormes proporciones (las mismas proporciones a los que crecían durante la burbuja). Por ello, de la misma manera que el sector público se hipertrofió en la época de la abundancia, ahora debe de ajustarse a la realidad y atrofiarse: reducir y eliminar derechos sociales, reducir subvenciones, recortar en las partidas que antes crecían, etc.

Si no supiera nada de la burbuja, de la crisis, de los ingresos y gastos, ahora, en lugar de escribir esto, estaría manifestándome, enfudado en una camiseta verde.

Pero, además, ¿qué ocurriría si el sector público decide mantener el nivel que tenía durante la burbuja y decide no recortar y no ajustarse a la realidad de la actividad económica? Pues que ese Estado tendrá déficit, es decir, gastará más de lo que ingresa. Y eso es lo que muestran muchos Estados: no se han ajustado todavía a la realidad económica, presentando abultados déficits.

“Bueno, ¿y qué?” –podría preguntarme, si no supiera el efecto que tiene esto sobre las propias cuentas públicas.

Lo que ocurre es que, como es lógico, nadie puede gastar algo que no tiene. Si quiere gastar más de lo que ingresa, tendrá que pedirlo prestado. En el momento que alguien se convierte en deudor, pasa a estar sometido a su acreedor. El acreedor puede, en cualquier momento, decidir no prestar más dinero, si no le interesa, pues el dinero es suyo. Además, nadie es tan tonto de dar mil euros a un desconocido para que se los devuelva dentro de diez años. Obviamente, dentro de diez años quiere que le de, unos 1.300€, es decir, con un interés al no disponer del dinero durante todo ese tiempo. Y si, además, existe el riesgo de que no se devuelva el dinero que prestó, el interés subirá.

Y, en este sentido, no es extraño encontrar en las leyes, artículos como el siguiente, para evitar que el ahorrador deje de prestarle dinero al Estado:

El pago de los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones Públicas gozará de prioridad absoluta frente a cualquier otro gasto.

Artículo 14 de la Ley Orgánica 2/2012, de 27 de abril, de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera.

¿Qué pretendo decir con esto? Pues que no ajustarse a la realidad, no reducir el tamaño del sector público, tiene un precio: dedicar en el futuro más fondos a pagar la deuda y sus intereses, quedando cada vez menos dinero para prestaciones sociales y otros conceptos. Es decir, no recortar es comprar tiempo presente, pagándolo con nuestro futuro. Dicho de otro modo: es mantener nuestro nivel de gasto actual, a costa de reducirlo mucho más en el futuro. En definitiva: no recortar es recortar mucho más en el futuro.

Pero, además, sabemos que los recursos que van al Estado, dejan de ir a otros lugares. Si el estado requiere más fondos para su funcionamiento, el resto de la sociedad los perderá en incremento del sector público. Por este motivo, recortar en el Estado, también equivale a canalizar más recursos hacia el sector privado.

Por ejemplo, el gasto en I+D+i estatal no presenta una clara correlación con los resultados en investigación. Por mucho que el Estado gaste, esto no va a asegurar que se obtengan mejores resultados. Además, ¿qué sabe un político en qué y en qué no debe de destinar el dinero en un país? Es imposible que su decisión sea acertada, pues no conoce las circunstancias particulares de cada necesidad de desarrollo tecnológico, ni de cada investigador, ni de cada laboratorio, etc.

Todos los estudios sobre el tema demuestran que la mejor innovación es la que se produce en el seno empresarial, en la parte privada de la economía, donde se inicia una investigación tras el descubrimiento de un problema o una necesidad latente y no al revés como ocurre en el Estado: buscar necesidades latentes para justificar una innovación previa.

Por tanto, que el Estado recorte en I+D+i supone abrir paso al sector privado, más eficiente en este capo, en el desarrollo.

¿Qué producto revolucionario conocen que se haya desarrollado en un Estado? A mí no me viene a la mente ninguno. ¿Y en el sector privado? Tengo la mente llena de ejemplos: el automóvil, el ordenador, el libro electrónico, etc.

En definitiva, estoy seguro que si no hubiese estudiado economía, si no viera todo lo que existe en el mercado más allá de la provisión pública, desearía justamente lo contrario de lo que deseo actualmente: aumentar el gasto en todas las partidas, las subvenciones, dar más becas, aumentar el número de funcionarios para absorber parados, incrementar el salario mínimo, etc.

Como sentenció Mario Vargas Llosa en su último artículo:

Intentar lo imposible sólo da excelentes resultados en el mundo del arte y de la literatura; en el de la economía y la política sólo trae desastres. Y la prueba es la crisis que ahora vive Europa, y, en ella, principalmente, los países que gastaron más de lo que tenían, que construyeron Estados benefactores ejemplarmente generosos pero incapaces de financiar, que se endeudaron más allá de sus posibilidades sin imaginar que también la prosperidad tiene límites, que inflaron sus burocracias a extremos delirantes y ocultaron la verdad de la deudas y la inminencia de la crisis hasta el borde mismo del abismo por temor a la impopularidad. Todo eso tarde o temprano se paga y no hay manera de evitarlo.

Mario Vargas Llosa

El desafío político y económico del euro.

La constitución Unión Monetaria Europea (UME)  es uno de los acontecimientos históricos más importantes de los últimos tiempos, y que podrá significar un antes y un después en la historia de la política mundial, tanto si el proyecto fracasa como si termina teniendo éxito.

La cuestión es paradójica. Prácticamente, el mundo desarrollado (América, Europa, Asia y Australia) se debate por dos modelos de política financiera: la austeridad o el gasto público. El país que teóricamente es el que más libertades individuales debería tener, se ha decantado por la política del gasto público, incrementando el poder gubernamental sobre el ciudadano. Y, sin embargo, el continente que históricamente se ha mostrado más intervencionista, se ha decantado por la política de austeridad, desincentivando el poder estatal sobre la moneda y la emisión de déficits.

Aunque cabe señalar que la Unión Europea es una amalgama de dos visiones distintas de Europa: la socialista y la liberal. En el Tratado de Roma (1957) se estableció la libre circulación de personas y de todo tipo de mercancías, mostrando la vertiente liberal de Europa. La Política Agraria Común (PAC) es tremendamente proteccionista, gravando los productos de fuera de Europa ostensiblemente (condenando a muchos países al subdesarrollo) y protegiendo a los agricultores de forma irracional (todos aquellos productos que no fuesen vendidos en el mercado por los agricultores, la UE se los compraría y los almacenaría, y posteriormente serían eliminados).

  • La introducción del euro

Richard von Weizsäcker, que fue presidente de Alemania desde 1984 hasta 1994, afirmó en 1997: “El euro es el precio de la reunificación”. Y no le falta razón. Las épocas anteriores demostraron que el nacionalismo económico desencadenaría graves conflictos en Europa, perjudicando al conjunto. Cuando una nación se hacía fuerte económicamente, las otras la miraban con recelo. A Alemania lo último que le interesaba eran los conflictos internacionales, pues, hacía muy poco, su país había sido ocupado por cuatro naciones diferentes: Norteamérica, la URRS, Inglaterra y Francia. Por tanto, era muy probable que si llegase a convertirse en una gran potencia económica, los conflictos volviesen a repetirse.

A Margaret Tatcher no le entusiasmaba incluso la idea del euro, por el miedo a que se convirtiera en una gran potencia unificada. Propuso en 1989 un modelo de unión monetaria donde diversas monedas compitiesen entre sí a la vez. Esto hubiera sido muy positivo para el ciudano, pues si el Banco Central deprecia una moneda, la gente cambiaría de moneda simplemente. Hubiera sido una forma de encorsetar el yugo que los gobernantes tienen sobre la ciudadanía. Este modelo que fue aceptado por el Bundesbank, fue denegado por el gobierno alemán.

El euro por tanto fue una forma de ceder al resto de países su fortaleza económica (el deutschmark) a cambio de estabilidad política. A los fraceses les interesaba especialmente esa fortaleza monetaria, y a Alemania, por los momentos que estaba pasando, le interesaba la estabilidad política internacional.

De ahí la rapidez con la que se implantó el euro. El Tratado de Maastrich, que fijaba los requerimientos para entrar en el euro, no lo cumplía ningún país, excepto Luxemburgo. Alemania y Francia excedían el 3% de déficit. Italia el 60% de la deuda pública.

Además, el Banco Central Europeo (BCE) disminuyó significativamente los tipos de interés para favorecer a las naciones «problemáticas» la adhesión al club de la moneda única. E incluso se conoció en el 2010 que Grecia pactó con Goldman Sachs para que ésta, mediante mecanismos contables enrevesados y derivados, pudiese hacer cumplir al país con Maastrich.

Quizá si el euro se hubiese introducido cinco o diez años después, los países que realmente tenían gran interés en entrar en el euro hubiesen hecho las reformas estructurales necesarias para cumplir con los requisitos. Y no hubiese tampoco hecho falta la bajada de los tipos de interés del BCE, que, por otra parte, incentivó las burbujas que actualmente estamos viviendo en el sur de Europa.

  • El Banco Central Europeo

Como se demostró históricamente con la crisis de 1929 (donde cayeron de la noche a la mañana varios miles de bancos) y con la crisis del “corralito” argentino en el 2001, un sistema financiero con reserva fraccionaria caería como un castillo de naipes tras la explosión de una burbuja, de no ser por la existencia de un “prestamista de última instancia” o Banco Central.

Los bancos crean dinero de la nada prestando los depósitos de sus clientes, generando inversiones sin sentido, que terminarán en una crisis económica, dejando a los bancos sin activos. Los depositantes se asustarían y acudirían a recoger su dinero, llevándose la sorpresa de que no está allí. El banco quiebra y se sucede una oleada de “pánicos bancarios”. Para evitar esto, el Banco Central imprime dinero, que se lo da a los bancos de una u otra forma, “recapitalizándolos” e impidiendo la quiebra del sistema. Obviamente, esto se trata de una redistribución de riqueza de la población (pérdida de capacidad de poder adquisitivo por la inflación generada por el Banco Central) hacia los bancos (ganancia al obtener nuevos fondos emitidos por el Banco Central).

El Banco Central también se ha convertido en un instrumento para financiar los déficits de los diferentes países. En el caso de EE.UU. la Reserva Federal compra directamente el 40% de los bonos emitidos por el gobierno federal, reduciendo el interés de los mismos por debajo del 2%. Esta política, a su vez, y como hemos comentado anteriormente, genera inflación, reduciendo el valor real de la deuda pública. Es lo que se denomina «impuesto inflacionario».

Asimismo, se exige por ley que los bancos contengan en su balance un determinado porcentaje de activos de alta calidad (como la deuda pública). Y, por otro lado, el BCE acepta como colateral para dar fondos a los bancos el que tengan deuda pública en sus balances. En definitiva, el BCE evita los pánicos bancarios y financia los déficits de los Estados, a costa de reducir la capacidad adquisitiva de la población.

En un principio, Europa era menos alocada que EE.UU. en la forma de utilizar el Banco Central. Por ejemplo, no se permitía que el BC comprara directamente los bonos de los países. Aunque con la crisis de deuda soberana, el BC cedió a regañadientes a comprar bonos estatales. En algunos casos se compraron casi la totalidad de los bonos emitidos por el Estado, como Portugal (19 billions de 21 billions emitidos).

Y, para evitar que todos los países aumentaran sus déficits con la seguridad de que el BCE se los financiaría, se establecieron en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento límites en los déficits públicos (concretamente tendrían que mantenerse en el 3%).

Esta es la razón por la que los países más disciplinados en política financiera rechacen la idea de los Eurobonos, pues reduciría los incentivos a reducir el déficit y se crearía una especie de “tragedia de los bienes comunes”, donde todo el mundo buscaría beneficiarse lo más posible de la financiación de los déficits públicos por parte del BCE, dañando a toda la eurozona.

  • La competitividad de la Eurozona

A pesar de que Europa mantiene un fuerte proteccionismo frente al exterior (que se va reduciendo poco a poco), lo cierto es que el libre comercio en el interior de Europa genera una fuerte competencia positiva, que incentiva el progreso.

Se sabe que para que exista un déficit comercial, otro país tiene que tener un superávit comercial, pues lo que uno importa de más, otro lo exporta y viceversa. Es decir, para que un país sea competitivo, tiene que haber otros que no lo sean, porque la competitividad se mide en relación al resto de países. Concretamente la competitividad sería lo caro o lo baratos que son los productos de un determinado país (varía en función de los precios nacionales y del tipo de cambio). Por ejemplo, China es altamente competitiva, mientras que Suiza no lo es tanto.

En el caso europeo, Alemania es especialmente competitiva con respecto a los países del sur de Europa. En Alemania hay más capital, lo que permite a sus trabajadores hacer más trabajo, con menos esfuerzo. Además los salarios se han ido incrementando moderadamente, al mismo tiempo de que Alemania es un país bastante ahorrador, lo que genera inversiones productivas (el ahorro está relacionado con el crecimiento económico a largo plazo).

Los países del sur presentan altos niveles de salarios, ya que tienen un fuerte poder sindical y mercados laborales muy rígidos, que restringen el número de empleados a cambio de incrementar los salarios. Asimismo, y al contrario que Alemania, son menos competitivos.

Esto origina que todos los países con déficit comercial intenten incrementar su competitividad y terminar logrando superávit (España está a punto de conseguirlo en estos momentos). Esto originará que los países que peor lo hagan tengan incentivos para imitar a los que mejor lo hacen, originándose un efecto feed-back positivo, que incentiva el progreso.

En el caso de Grecia, al adoptar el euro desde una moneda tan devaluada, la competitividad de Grecia era muchísimo más reducida que países como Alemania, lo que le originaría unos déficits comerciales enormes. Esto tendría tres soluciones rápidas: bajar los salarios, aumentar los subsidios a los trabajadores o incrementar el empleo público. Y Grecia optó por las dos segundas soluciones.

A fin de reducir los graves desequilibrios entre los países de la eurozona que se pudieran establecer, la canciller alemana Angela Merkel abogó por un Pacto por la Competitividad, que incluyera la armonización de los impuestos de todos los países, que la edad de jubilación en todos los países fuese la misma (70 años), que los salarios se ligasen a la productividad y no a la inflación, frenos a la deuda pública, control de los presupuestos antes de ser aprobados y sanciones a los países incumplidores.

  • El euro como corsé para los políticos

Como defiende el economista Jesús Huerta de Soto en uno de sus últimos artículos, mientras no sean abolidos los Bancos Centrales, la reserva fraccionaria y el establecimiento del patrón oro, habría que encorsetar las acciones de los políticos y los gobernantes, para que no incrementen los déficits desmesuradamente, ni hagan políticas inflacionistas o cualquier otra que sea negativa a largo plazo (aunque tenga ciertos efectos positivos a corto plazo, que al político le vienen bien para ganar las elecciones).

En este sentido, el euro elimina el recurso a la devaluación y a la inflación que los gobernantes tenían anteriormente para aplazar las reformas, posponer los problemas a largo plazo, hacer demagogia y financiar sus déficits. Y este es el aspecto más positivo del euro aunque, como hemos comentado anteriormente, el BCE sigue financiando, aunque a regañadientes, el déficit público, ya sea de forma directa o indirecta.

 

  • Dificultad para dejar el euro

En cierto sentido, el euro se asemeja a una secta secreta: es muy fácil entrar, pero prácticamente imposible salir de la unión monetaria.

En primer lugar, si se saliese del euro, habría que establecer una moneda local, de valor mucho más bajo y desconocido. En segundo lugar, los Tratados de la UE no contemplan ningún mecanismo para que algún país sea expulsado del euro.

En tercer lugar, la salida del euro plantearía efectos muy perniciosos, para la economía del país saliente: aunque volver a una moneda más devaluada incentivaría las exportaciones a corto plazo; encarecería desorbitadamente las importaciones (perjudicando al consumidor); encarecería también el consumo interno (aumento fuerte de la inflación); el ahorro privado huiría hacia monedas más estables (pudiéndose producir un “corralito” como el de Argentina); se multiplicaría el valor de la deuda a pagar (esto provocaría impagos de la deuda, lo que perjudicaría al resto de naciones europeas, pues están enormemente expuestas a la deuda de los países mediterráneos); aumentaría el riesgo cambiario y los costes de transacción; y, por último, se originaría una revolución en la estructura de precios relativos, provocando desconfianza e inestabilidad entre los agentes de la economía (proveedores, empresarios, consumidores, acreedores, deudores, etc.).

En definitiva, mientras que en Europa actualmente se han puesto de manifiesto los problemas, intentando solucionarse con reformas estructurales a largo plazo que no se prestan a la demagogia, otros países posponen las reformas y establecen políticas cortoplacistas perniciosas a largo plazo. EE.UU. se endeuda cada vez más, lo que le hace depender el pago de los intereses de la deuda de la Reserva Federal y China, que compra gran parte de la deuda americana.

Esta es la razón por la que el euro, poco a poco, se irá convirtiendo en una moneda más fuerte frente al dólar. Mientras en Europa se hacen frente a los problemas con reformas en la economía real, allí se recurre a imprimir más dinero, al «impuesto inflacionario». A largo plazo, el dólar se habrá depreciado ostensiblemente, entre otras cosas, porque le es necesario para reducir el valor real de la deuda pública (como ha hecho el país a lo largo de su historia). Además -pongamos el caso-, si en China explota la burbuja inmobiliaria y se desencadena una fuerte crisis y el gobierno chino decide parar la compra de deuda estadounidense, EE.UU. lo va a pasar mal. La historia demuestra que las naciones que han dependido de la deuda, al final han terminado siendo dominadas por sus acreedores.

Y, como vemos en el siguiente gráfico, que refleja el decremento del déficit desde el año 2009 al 2011, todos los países de la Eurozona, incluyendo Grecia, están reduciendo con éxito todos sus déficits. Y destaca el ejemplo de Estonia y Lituania, que han reducido su déficit más de un 150%, y las tres presentan un crecimiento económico en 2011 bastante elevado: Lituania un 5,9% y Estonia con un 7,6%.

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Sobre el déficit, la utilidad de la política y la servidumbre voluntaria

Suelen inundarnos nuestros gobernantes  en época electoral de promesas y proyectos futuros financiados con el dinero de todos como quien habla de repartir caramelos. El canto de sirena con el que nos atrae el gasto público se conjuga con el afán de los políticos de crear una buena imagen de campaña para ganar las elecciones. ¿saben con quiénes los comparo yo? Con los malos padres. Al igual que es erróneo pensar que el mejor padre es aquel que da más regalos a sus hijos o que mejor profesor es aquel que exige menos para aprobar, es un ataque a la indepencencia del ser humano el considerar que podemos desarrollar nuestra vida con lo que a la fuerza se le arrebata a nuestros conciudadanos. Dormir con la conciencia tranquila a sabiendas de este hecho es un comportamiento sospechoso de cleptomanía. Y si encima es usted el político que se encarga de robar y repartirlo, el delito se agrava sobremanera. Los políticos tratan de hacernos creer, y lo consiguen, que son necesarios para nuestra vida cotidiana, que de sus acciones depende nuestro futuro y que las cuestiones que ponen sobre la mesa para que la sociedad discuta poseen una existencia vital. Nos dan a elegir entre A,B y C, pero no nos cuentan que las tres propuestas diferentes están montadas sobre una plataforma que ni es necesaria, ni legítima y que adolece de una dudosa utilidad.

Para ilustrar el párrafo anterior voy a sacar a la palestra un tema que sigue siendo objeto de debate si bien no tanto en España como en otros países europeos. Se trata del matrimonio homosexual. Tanto partidarios como detractores nos hacen creer que éste es un verdadero problema y que el Estado tiene el deber de aprobarlo o prohibirlo. Pero la realidad es que ambas opciones parten de una necesidad inventada. Esta necesidad es la de que el Estado debe regular el matrimonio, que debe decir quién puede casarse y quién no. Los matrimonios son un asunto religioso y el Estado no tiene derecho alguno a regular la situación entre dos personas a no ser que una persona esté coartando la libertad de la otra. Mientras tanto cada uno puede casarse con su novio, su novia, su peluche o su almohada si así lo desea. Además, tiene el derecho de llamarlo como quiera. Este es sólo un ejemplo de todas las trampas que nos ponen los políticos para que creamos que tienen alguna utilidad.

Asimismo, la ciencia económica nos ha demostrado que la labor que teóricamente desempeñan los políticos la pueden realizar los empresarios, de manera más eficiente y beneficiándose por ello las dos partes. Los empresarios detectan las carencias de las sociedad y las eliminan ofreciendo un producto que la sociedad reclama, beneficiándose ellos mismos, arriesgando su dinero y no el de los demás, como hacen los políticos. No hay nada en el terreno económico que el Estado pueda hacer y cada vez que se interrumpe el curso natural de la libertad humana, se generan los problemas que nos encierran en un discurso limitado a lo que se oferte en el mundo político.

El intervencionismo, sobre todo el económico, trata de controlar la vida de los ciudadanos a larga distancia. Esto hace que no se conozcan con precisión las carencias y apetencias de la sociedad. Es por esto que a mayor intervencionismo estatal, mayor falta de previsión y más posibilidades de caer en el déficit. Los keynesianistas a menudo le han quitado hierro al asunto, pero a continuación les voy a explicar por qué el déficit y la consecuente deuda lleva a la esclavización de la sociedad.

En primer lugar, porque a las familias se les exige que no gasten más de lo que reciben y el Estado debe estar sujeto a los mismos criterios. Cuando los estados se endeudan, lo que potencialmente estamos haciendo es vender nuestra soberanía a los países compradores de deuda y en el futuro nos preguntaremos por qué tal o cual país nos domina desde el punto de vista financiero. Este es el caso de los EE.UU. Durante finales del siglo XIX y el siglo XX los países europeos se embarcaron en decenas de guerras, provocando un enorme déficit. Los Estados Unidos se convirtieron en el banco de todos estos países ofreciendo préstamos y comprando deuda. Es habitual encontrar ciudadanos indignados porque nuestra política económica la dictan los presidentes de Estados Unidos. Ahí tenemos la respuesta. En el siglo XXI la situación ha dado un vuelco y ahora es China quien se está haciendo con nuestra deuda, mientras los EE.UU entran en guerras que están minando las arcas públicas del Estado. Cuando dentro de varias décadas, China dicte nuestra política económica, tendremos que oír las lamentaciones por la invasión extranjera. Espero que entonces, si no ya, hagamos una importante reflexión sobre lo que significa gastar más de lo ingresado.

Por último lugar, tenemos un problema de egoísmo moral cuando ya no sólo pedimos, sino que además exigimos que las próximas generaciones paguen los platos rotos de las primeras. Al igual que los ecologistas afirman apuntándonos con el dedo que no le podemos dejar un mundo tan sucio y contaminado a nuestros hijos, ¿por qué no se alzan también voces en contra del déficit, de la esclavitud económica y del latrocinio estatal? Creo que no podemos separar la libertad social de la libertad económica, pues ambas forman parte de un todo, esto es, el libre albedrío.

Estado versus ciudadano: Déficit

El Estado es el único garante (al menos hasta hoy) de los derechos del individuo. Ahora bien, ésta no es una buena razón para convertirnos en estatólatras. De hecho, en lo que concierne a economía, la función del Estado es prácticamente innecesaria, ya que esas necesidades están cubiertas casi en su totalidad por el libre mercado competitivo. Además, en numerosas ocasiones ocurre la paradoja de que los intereses del individuo -que en teoría deben ser favorecidos por el Estado- son contrapuestos a los del Estado. Veamos hoy un caso particular: el Déficit.

La actividad económica del Estado consiste básicamente en recaudar unos ingresos públicos y financiar con ellos un gasto público que debería utilizarse para asegurar el «bien común». No obstante, los gastos siempre tienden a ser mayores que los ingresos (rara vez se verá un superávit público); así, año tras año, el déficit aumenta produciéndose un efecto «bola de nieve».

Es natural que tal cosa suceda en la mayoría de los países, pues los Estados tienen un gran acicate para agrandar sus volúmenes deficitarios, en un sistema monetario como el actual. Veamos porqué.

El sistema monetario actual está diseñado de forma que siempre haya una inflación subyacente; de hecho, el objetivo del BCE es situar la inflación en torno al 2% (actualmente España está en el 3,6%). Y la inflación, al reducir la capacidad adquisitiva del dinero, reduce el valor tanto de las deudas como de los ahorros. Por eso se dice que la inflación crea desigualdad: beneficia a deudores, perjudicando a ahorradores.

Así las cosas, el Estado, que es el mayor deudor y el que asimismo prorroga por más tiempo su deuda, se convierte así en el gran beneficiado por la inflación: el valor de su deuda generalmente se hará cada vez más pequeño; dicho de otro modo, la inflación irá contrarrestando el efecto «bola de nieve» del déficit. Entretanto, los ahorradores (generalmente las economías domésticas) reducen su riqueza por la inicua inflación.

Además, el aumento del gasto público provoca, a su vez, un crecimiento de la inflación (feed-back), pues al aumentar la demanda los precios tiran al alza.

En resumidas cuentas, en esta situación se produce un conflicto de intereses entre el Estado (que quiere más inflación para reducir el valor de su deuda) y el ciudadano (que detesta la subida general de los precios, pues pierde inicuamente nivel de vida).

Esto, en conjunto, perjudica gravemente al mercado. En primer lugar: dado que existen incentivos a la deuda y al consumo, el ahorro se estanca, lo que a su vez hace que el desarrollo tecnológico y la innovación se desacelere (porque las empresas más alejadas del consumo -desarrollo, investigación, industria, minería, etc.- tendrán menores beneficios relativos que las más próximas al consumo -tiendas, mayoristas, almacenes, etc.-).

España: Camino de servidumbre

En un contexto de profunda depresión económica en España, los precios que más desgastan el esmirriado bolsillo de los españoles aumentan ostensiblemente. Hace ya unos meses que asistimos a una inicua subida del IVA, que al afectar al nivel de vida, al consumo e incluso a la recaudación, la agonía española aumentaba sin límite.

¿Quiebra de España? Sí, gracias.

A partir de Enero de 2011, sufriremos aún más: la energía en España se encarece enormente. Concretamente, la luz eléctrica subirá un 10% y el gas un 3%. ¿Recuerdan la Política Energética del gobierno actual? Sí, la de energía nuclear cero; pero, sin embargo, comprarla a otros países como Francia y Alemania. Increíble: ni se planteó un debate sobre un asunto de primera importancia. Pues aquí está la consecuencia: como cuesta más obtener la energía, ésta se encarece y, en consecuencia, los españoles tienen que pagar más. ¿Por qué no pudiendo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, abaratando la energía, apostando por la nuclear, no se hace?

Esto, sumado a los recortes en las prestaciones sociales (eliminación de subvenciones a los parados, congelación de pensiones, recorte de salarios a los funcionarios, etc.) y al aumento de impuestos, implica que el nivel de vida en España cae en picado. Me atrevo a predecir que, en poco tiempo, vengan fuertes recortes sociales (¿próximamente hacia los universitarios?) que marquen la diferencia entre una época y otra.

La población tiene menos dinero, por ende, el Estado recauda menos y, sin embargo, se ve obligado a gastar más. El déficit en la mayor parte del mundo se dispara por segundos. Ya lo vimos en España hace unas semanas, cuando la prima de riesgo llegó a su máximo histórico (276 puntos sobre el bono alemán). Esto es importante y no se refleja en los datos del PIB, de modo que, aunque parezca paradójico, puede crecer la economía mientras el Estado quiebra. Llegará un momento (¿en 2 meses, quizá 3?) en el que no se pueda hacer frente a la deuda ni con los ingresos futuros y el FMI tenga que intervenir en España, concediéndole préstamos (como Grecia e Irlanda). Puede que tras España vayan cayendo más países hasta que el FMI no tenga más fondos. En este caso, ¿que pasará? Nadie lo sabe, pero es muy posible que lleguemos pronto a este extremo.

«No doy crédito»

Con esta frase iniciaba el presidente del gobierno de España, José Luis Rodriguez Zapatero, la respuesta a la pregunta de si España acabará igual que Grecia. Calificó esta pregunta de «despropósito descomunal», y de «rumores intolerables».

En el momento en el que escuché que «no daba crédito» no lograba discernir la realidad de la fantasía. Pensé, por un momento, que se refería a las empresas españolas a las cuales tampoco da crédito.

Lo que sí es cierto es que, como puede observarse en el vídeo, culpó a estos rumores de ser los culpables de la caída de la bolsa española. Sr. Zapatero: ¿Cómo un «despropósito» de tal magnitud puede hacer caer la bolsa española a los 9.600 puntos? ¿Cómo se puede tachar de «absoluta locura» algo que ha sido expresado por altos responsables económicos?

Dejo para lo último lo más humillante para mí. El presidente de mi país ha afirmado que: «España presenta unos índices de solvencia fuerte». Mire usted, que lo diga alguien que no tenga responsabilidad ni tenga conocimientos puede ocurrir; pero que el presidente de un país afirme que España es solvente con 80.000 millones de euros de déficit me parece un dislate tan tremendo como de esperpéntica es la acción del gobierno. Aquel presidente que dijere que un país es solvente con una deuda per cápita superior a dos mil euros debería ser denunciado por infamia. No solamente miente y engaña, sino que incrementa el daño a su propio país al que no le cuenta la verdad, derrenga la credibilidad de España en la Comunidad Internacional y, por último, acerca a España a la situación de Grecia.

Por lo menos me queda un atisbo de tranquilidad sabiendo que el presidente no se cree lo que está diciendo, ya que al afirmar la susodicha frase irrisoria, él mismo no puede evitar escapársele una ligera sonrrisa.

Señor Presidente, yo tampoco le doy crédito y espero que los españoles tampoco se lo den.

Estadísticas de España III: Demografía

Hace pocos días, el Gobierno de España planteó la subida de la edad de jubilación de los 65 años hasta los 67 años. Es este motivo, y no otros como los casi 5 millones de parados o los más de 71.000.000.000 € de déficit que sufre España, fueron los que llevaron a los sindicatos a realizar una manifestación calificada por muchos como minifestación.

Para comprender el problema de la subida de la edad de jubilación y sus causas es necesario profundizar en datos estadísticos y demográficos. Por eso, hoy les traigo el gráfico de la pirámide de población española actual.

Como se puede observar en la pirámide de población de 2009, las personas que están en el rango de edad medio (50-30 años) abundan.  La natalidad se ha reducido gravemente y las personas fe rango de edad medio deberán ser mantenidas por los que nacen. En consecuencia, España se convertirá en un país envejecido con la consiguiente desaceleración económica. Esto unido a los graves problemas de España en el sector servicios ocasionará un grave problema económico que se convertirá endémico se no solucionarse pronto. La solución no es subir la edad de jubilación sino fomentar la economía ayudando a mejorar el poder adquisitivo de los ciudadanos ya que los periodos de crecimiento económico coinciden con el aumento de la tasa de natalidad. Esto se puede explicar porque los hijos representan un gasto económico.  Muchas personas, ven aquí otra razón más para argumentar que la Ley del Aborto solo ocasiona perjuicios para los ciudadanos.

2010: El año del déficit y medidas contra la crisis.

Voz masculina:

Voz femenina:

Buenas señor@ lector@ en estas líneas relato lo que va a ser, esencialmente, el año 2010 en lo que a economía se refiere. Voy a limitarme si y solo si a economía y no a política. También voy a plantear algunas medidas que yo hubiera puesto en marcha.

Como usted debe de saber, el déficit del Estado Español se quintuplica en un año y alcanza los 71.524 millones de euros o lo que es lo mismo cada ciudadano español debe 12.000 €. Evidentemente esta situación es superlativamente insostenible y por ello el Gobierno de España ha instaurado una serie de medidas para 2010.

En primer lugar, el Gobierno de España va a incentivar el ahorro en el sector público recortando todo tipo de gastos. Esta medida solo afecta al sector público o Estado, es decir, el Estado va a gastar menos dinero para sí mismo, siendo más austero, reduciendo altos cargos innecesarios, reduciendo coches oficiales, congelando el sueldo de los gobernantes e integrantes del Estado, etcétera. Esta medida me parece buena pero debería de ser permanente e inmutable y que no solo se haga porque haya un déficit para llorar.

En segundo lugar, suben todos o casi todos los impuestos. El IVA sube, en general, al 18 %. Esto quiere decir que todo lo que compremos va a costar un 2 % más, esto conlleva a una reducción de la demanda y el consumo y por tanto, alargará mucho más la crisis en España. Los impuestos de sociedades suben, lo que traerá como consecuencia más proble- mas para las PYMES y ,a su vez, ocasionará el cierre de mas empresas y más paro. Cuan- do haya más paro, habrá más gente sin dinero y por tanto, bajará la recaudación y aumentará el déficit. Como ven esta medida es un círculo vicioso que agranda el déficit.

En tercer y último lugar, se suprimen ayudas como las destinadas a vivienda y también se suprime la deducción de los 400 €

Estas medidas tomadas por el Gobierno de España alargan la crisis económica y , en mi opinión, las medidas se tenían que haber hecho mucho antes, en 2007.

Ahora voy a exponer todas aquellas medidas que yo hubiera puesto en marcha:

La economía es un intercambio, ya sean bienes, servicios o dinero. Así que para incentivar la economía y salir de la crisis hay que promover ese intercambio de dinero, bienes y servicios. Para ello en vez de subir el IVA en todos los productos yo hubiera subido el IVA pero solo a los bienes inelásticos. Los bienes inelásticos son aquellos que por mucho que suba el precio no disminuye la demanda, ejemplos de estos bienes pueden ser la electricidad, el agua, el pan, etcétera. Con esto se reduce el déficit sin que disminuya el consumo.

También en vez de invertir tantísimo dinero en el Plan E  hubiera invertido una parte en ayudas para las PYMES y solo PYMES ya que las grandes empresas lo que hacen es aprovecharse de estas ayudas. Además en España 2/3 del empleo se concentra en las PYMES. También hubiera apostado por la energía atómica y/o nuclear ya que, a fin de cuentas, terminamos comprando energía nuclear de otros países y esto lo único que oca- siona es pérdida de poder adquisitivo y alejarnos de Europa. A la vez que se realiza esto, se intenta cambiar el modelo empresarial poco a poco incentivando la industria e invirtiendo en I+D+i (para desarrollar nuevas formas de energía potentes y no contaminantes como el Helio) y no tanto en construcción como se ha hecho con el Plan E. Yo quiero una España donde se diseñen coches, no donde se fabriquen.

En último lugar, hubiera nacionalizado unos cuantos de bancos porque el dinero tiene que estar muy relacionado con el poder, como dijo Quevedo: «poderoso caballero es don dinero», y no puede ser que, en algunos casos, los bancos controlen a su gusto al Estado, o dicho de otro modo, un solo banco puede controlar a la totalidad de la ciudadanía española. Reali- zando esto se hubiera evitado la crisis ya que los culpables de la crisis son los bancos poderosos.

Un saludo, Antonio Vegas.