Socialismo, comunismo, nazismo y otros sinónimos

Socialismo, comunismo, nazismo (nacionalsocialismo), fascismo no son más que las distintas fisonomías que pueden percibirse de un único epicentro: el totalitarismo. Efectivamente, todos los movimientos politicoeconómicos supradichos confluyen entre sí y cuya principal característica es el totalitarismo, el control, la coacción.

Obviamente, podremos -como ocurre en los pasatiempos- encontrar las siete diferencias entre estos sistemas factótum, lo que no significa que dejen de ser -en la práctica- iguales, sino idénticos.

Estos sistemas se apoyan en los valores más arrogantes e hipócritas del ser humano para subsistir: sus partidarios, de uno u otro modo, han intentado dirigir vía mandatos (dictar) el Estado. Por ejemplo, en el comunismo, la extinta URSS lo hacía con sus planes quinquenales; en el nazismo, fascismo o franquismo, más de lo mismo: el Estado se sustentaba en los dictados del Gran Pedagogo. En todos los casos, podemos afirmar que el Estado se convertía un propiedad personal del mandatario.

No obstante, los valores libertarios e individualistas de América, en mayor medida, y de Gran Bretaña, en menor medida, reflejados en sus instituciones, no favorecieron, precisamente, semenjantes aberraciones. Si la Libertad, en las dos Grandes Guerras, no hubiese vencido a la Coacción el mundo de ahora sería muy distinto: por ejemplo, peor que la Cuba actual. Parece que el comunismo, el nazismo, el fascismo y el socialismo o, lo que es lo mismo, el totalitarismo había caído por su propio peso, materializado, simbólicamente, en la caída del muro de Berlín.

Ahora bien, parece que el hombre no se ha despojado definitivamente de la Fatal Arrogancia, a veces, se vislumbra una cierta edificación del muro de Berlín. El socialismo (o, insisto, totalitarismo) parece que vuelve: se palpan tintes intervencionistas, no sólo en economía, sino en ámbitos donde, ni si quiera en épocas dictatoriales, hubiesen sido imaginados. En el primer caso (economía), hago referencia a EEUU, cuyos gobernantes han decidido sustituir la mano invisible por la mano negra del Estado.

En el segundo caso, muy seriamente, estoy pensando en España. Si bien en general debemos preguntarnos: ¿por qué socialismo es idéntico a totalitarismo?, en este caso, nos preguntaríamos: ¿por qué Franco y Zapatero presentan características, esencialmente, idénticas? El gobierno totalitarista español ha decidido legislar desde «educar para formar ciudadanos», es decir, fabricar personas a su criterio, hasta la memoria. Nunca antes, ni siquiera Francisco Franco -se dice pronto-, decidió dictar sobre la memoria de todos y cada uno de nosotros, de controlar la historia. Por lo que respecta a economía, no merece la pena siquiera hablar de ello. Baste con este ejemplo epitómico: Zapatero ha dejado patente que está dispuesto a mantener, en esencia, el mercado laboral español. ¿A qué no adivinan quién ideó las características del mercado laboral? Otro dictador: Francisco Franco Bahamonde.

¿Qué definición podemos aplicar a este tipo de acciones, totalitarias, las cuales, modelan a toda una sociedad a criterio de un decisor en acto? Evidentemente, y al igual que el nazismo o fascismo, se trata de un puro totalitarismo, de Dios encarnizado en el gobernante.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (VI)

Libertad, motor del progreso (I): Las fuerzas del mercado

Haciendo una breve recapitulación de todo lo que hemos visto hasta el momento, podemos afirmar que, en síntesis, el capitalismo laissez-faire es el que mejor se adapta a la naturaleza humana: no debemos olvidar que el hombre es egoísta por naturaleza (y, como puede demostrarse, es imposible despojarse del egoísmo). Adam Smith axiomatizó que ese egoísmo es bueno, muy bueno (muy superior al altruismo calcutiano). Analizamos, asimismo, que la mayoría de los problemas que se le atribuyen al sistema económico capitalista (contaminación, desigualdad, crisis económicas, …) son el resultado de un actual sistema mixto (un antitético binomio liberalismo-intervencionismo), en el que, en algunos países, la actividad estatal puede sobrepasar el 40% del PIB. En resumidas cuentas, los problemas los crea el sistema mixto, no el mercado. Y pusimos como ejemplo el sistema financiero -uno de los más intervenidos del mundo- que es el causante de las crisis periódicas que, volvemos a insistir, afloran en una economía mixta y nunca en una economía pura de mercado.

Dicho esto, la sección respuesta a las críticas puede darse por finiquitada, al menos, de momento. Por consiguiente, pasaremos a explicar por qué este sistema tiene la increíble capacidad de organizar los quehaceres de la humanidad de forma absolutamente eficiente. ¿Por qué este sistema ha generado un nivel de vida tan superior al de la Edad Media? En términos filosóficos, podemos -nuevamente- responder que es el sistema que mejor se adapta al hombre. Empero vayamos a los términos económicos.

Dirijámonos ahora mentalmente hacia una de las ciudades más desarrolladas y pobladas del mundo: Nueva York. Pensemos ahora en el mercado de comida: toda la población tiene cubiertas todo tipo de necesidades alimenticias, en función de todas las variables (modas, gustos, …). Para una población tremendamente enorme, todo está perfectamente coordinado: en ningún mercado alimenticio hay escasez de alimentos ni excedentes de los mismos. La comida llega de las fábricas mediante millares de camiones que descargan en los establecimientos. Todos contentos: los consumidores neuyorkinos satisfechos y los tenderos con su dinero en el bolsillo, que les sirve, a su vez, para satisfacer la necesidad que puedan surgirle, eso sí, en función de su aportación a la sociedad.

¿No da un poco de vértigo que todo se maneje «solo»?  ¿Cómo es posible que, sin que nadie tome una decisión a modo de factótum funcione tan bien el susodicho mercado? Porque cada persona elige lo que le conviene a ella, se dirige al comercio (que, al mismo tiempo, vende lo que le conviene y al precio que le conviene; igual que el cliente) y, si las conveniencias de los dos son compatibles, se produce una transacción, tras la cual, las dos partes se benefician. Y lo que es aún más importante: en estos intercambios también circula una abudante información que ayuda a regular el mercado mas eficazmente, a saber: el vendedor analiza su demanda para adecuar su oferta y el comprador, haciendo lo propio, analiza el establecimiento para satisfacer de la mejor forma posible sus necesidades. Un oferente (fábrica, tienda, vendedor ambulante, …) que no tenga en cuenta las necesidades del consumidor cae por su propio peso.

La oferta y la demanda se equilibran al igual que esta balanza, en representación a la justicia capitalista.

 

Si estas dos personas viviesen en un sistema comunista, donde el mercado de los alimentos está regulado por el Estado, tendría que vender y comprar, no lo que ellos desean, sino lo que el mercado cree que desean, lo que el gobierno dicta. Y como, naturalmente, es imposible conocer todas y cada una de las características personales de todos y cada uno de los habitantes, el comunismo, lejos ya de ser hasta una utopía, es una distopía: de poder llevarse acabo (cosa imposible, como demostramos en la primera entrada), se producirían situaciones enormemente indeseables por cualquier ser humano, pues las necesidades de todo un país no pueden cubrirse desde una perspectiva.

Bien. En las economías mixtas, el sistema de bienes alimenticios es libre, pero ¿qué ocurre con el mercado de alquileres? ¿y con el de recursos financieros (los bancos)? ¿y con el mercado de trabajo, especialmente en España, cuyos principales puntos fueron creados por el dictador Francisco Franco? Todos estos mercados presentan un elevado grado de intervención, agravando el nivel de vida de los ciudadanos que no pueden satisfacer sus necesidades, en función de sus deseos o circunstancias. En una economía mixta se establecen límites (máximos o mínimos) a los precios, mientras que en un comunismo se establece directamente el precio. Intervencionismo en todo caso.

Y como, a más población, más dificultosa es la intervención; a más población, en un sistema intervencionista (comunista o mixto), más dificultosa será la gobernanza y, en consecuencia, peor nivel de vida. Justo al contrario de lo que ocurriría en un mercado puramente libre. Es por esta razón por la que el estado del bienestar queda obsoleto cuando la población aumenta y, por esta misma razón también, por la que el comunismo se hace más factible a medida que la población disminuye; en el Capitalismo es a la inversa: más personas, más libertad.

Comunismo: la gran mentira

   El comunismo es doctrina que defiende la idea de que todos los bienes son de propiedad común, es decir, que todo lo que hay en un país es de todos. Que nadie, absolutamente nadie por mucho que trabaje, se esfuerze, estudie será compensada exactamente igual que aquella que no trabaja, no se esfuerza y no estudia y, en general, la que no aporta nada a la comunidad. Es decir, todo es para todos pero podrás aportar o no beneficios a la comunidad. Todo para el pueblo, es decir, nada. Dado que todos reciben muy poco y aunque me esfuerze más que mi compañero de trabajo recibiré lo mismo: casi nada, entonces, es preferible no trabajar ni estudiar. De este modo, no se crea de riqueza y los ciudadanos no perciben la compensación que podrían percibir. El comunismo, en lo que respecta a economía, se podría decir que es prácticamente nulo ya que crea una espiral de pobreza, es decir, cada día que pasa bajo un comunismo aumenta la pobreza.

   Pero, por si fuera poco, esto no es todo: la historia nos ha enseñado, aunque algunos no quieran mirar a la verdad a la cara, que el comunismo es irrealizable y no ha existido jamás un comunismo real. Además, ese comunismo irreal se ha contaminado de los mismos defensores del comunismo, sus dictadores. Personas hipócritas que dicen ser comunistas hasta la médula y que luego llegan al poder y se apropian con todos los bienes estatales: todos sus defensores, con alguna excepción que confirma la regla. El comunismo, en lo que respecta a realidad, es prácticamente nulo ya que solo ha existido un comunismo real en los libros. Pero, en lo que respecta a idealismo, se queda todavía más atrás ya que parte desde lo absurdo.

   Pero, todavía hay más: la economía actual nos está abofeteando en la cara con una realidad. Esta realidad es que el comunismo no sirve para nada, el comunismo no se puede construir sin control, el comunismo es imposible con libertad. Prueba constatable de ello es que todas las empresas están controladas por los gobernantes. Las consecuencias económicas y sociales del comunismo son tan injustas como desgarradoras. No hay nada más que abrir un periódico para llegar a una conclusión evidente. Torturas en Cuba, explotación infantil en la China comunista, la riqueza nacional es prácticamente nula y las personas, todas pobres, desfavorecidas y desmotivadas. O si no que le pregunten a sus ciudadanos, los más capacitados para opinar si están de acuerdo o no con el comunismo. Aún habiendo una crisis en el sistema capitalista que no es perfecto, este supera con creces a los penosos sistemas comunistas. Por todo esto, es por lo que ahora se ha pasado de defender un comunismo a un «tímido» socialismo.

   La gran mentira, la farsa, es decir, el abominable comunismo parte de una barbaridad: todas las personas serán compesadas en igual proporción independientemente de todo lo demás. Además también parten de una idea, esta idea si podría someterse a discusión, que consiste en que todas las personas somos iguales. Es decir, es lo mismo una persona que ha tenido la oportunidad de estudiar Medicina pero prefirió estar en su casa descansando a una persona que ha decidido «partirse los cuernos» estudiando.