Para ser feliz hay que ser efímero e infinito

Estoy seguro de que todo el mundo tiene muy en cuenta el nivel de felicidad. A pesar de que algunos dicen que buscar la felicidad es sumergirse en una búsqueda sin fin, que buscar la felicidad es no encontrarla, me atrevo a asegurar que también la buscan indefectiblemente. En definitiva, es la única fuerza en el ser humano, lo único que adquiere sentido, lo único a lo que aspiramos: queremos ser felices.

En contraposición, aunque todos quieren serlo, el concepto, a pesar de ser una abstracción, es muy subjetivo, ya que depende de la persona en cuestión. Hay de todo. Unos piensan que la felicidad es el carpe diem, otros el placer continuo, otros el amor, otros la autorrealización; tenemos incluso científicos que creen haber encontrado la fórmula de la felicidad. Eduardo Punset asegura que la felicidad es la ausencia del miedo y que la «sala de espera de la felicidad» es preferible a la felicidad en sí. Nos ejemplifica esta idea, con una simple analogía: un niño disfruta más abriendo el regalo de Navidad, que jugando con él; libera más dopamina.

Yo, como todos, tengo una idea de la felicidad y quiero compartirla con vosotros. Reconozco que me costó encontrar lo que, de verdad, significaba para mí ser feliz; no lograba entender claramente en qué consistía. Obviamente, sabía cuándo era feliz y cuándo no, pero no tenía una norma general para ser feliz. A día de hoy, creo haber mejorado en esto un poco.

Y considero que tiene que ver bastante con el tiempo (pasado y futuro) y con la consciencia de uno mismo (autoestima). Todos -religiosos o no- sabemos que algún día vamos a morir y el miedo nos corroe con la idea de dejar de existir, de dejarnos proyectos sin acabar. Aunque pensemos que viviremos en otra vida, no la conocemos y dudamos bastante de la idea, porque no hay fundamentos sobre ello. Principalmente, esta es la fuerza más negativa de nuestra vida y, en mi opinión, cuanto más feliz eres, menos presente está la susodicha idea.

Solo existe una forma de contrarrestar el miedo, el verdadero miedo, el miedo a dejar de ser: sentirse infinito y eterno. Cuando una pareja hace el amor, se siente infinita. Cuando saboreamos con fruición la comida, perdemos la noción del tiempo. Cuando nos reproducimos y formamos una familia, parte de nosotros seguirá ahí, infinita, cuando dejemos de existir. Muchos escritores, lo son, porque su forma de ser feliz, de alcanzar el infinito es convertirse en eternos, dejando a la posteridad sus palabras. Los científicos buscan encontrar leyes naturales, que permanezcan invariables en el tiempo. ¿Por qué, si no, Stephen Hawking tiene ese buen sentido del humor?

Por tanto, la felicidad no es más que la unión entre alegría y tristeza; es decir, solamente se puede ser plenamente feliz, verdaderamente feliz, si, cuando disfruta, es consciente de la tristeza. Por eso, ser feliz es ser efímero y sentirse infinito.

Así que la mejor recomendación que podría dar a alguien que se sintiese mal es que intentase tener una pasión, algo que le enfrasque tanto que olvide el tiempo, un proyecto infinito.

Cualquier cosa…

Si esta entrada le parece ridícula e incomprensible no se preocupe, es normal. Empezaré a escribir sin orden ni concierto hasta que se me pasen las ganas de eso, escribir, que es de lo que ahora realmente tengo ganas.

Siento un profundo hastío vital, una ataraxia incomprensible, un derrumbe de valores… y lo peor de todo… comprendo las causas; o tal vez sí. Las causas son varias:

-La decadencia moral de la sociedad actual  siendo consciente del mismo síntoma en generaciones anteriores. Sí, puede que generaciones anteriores puediesen tener el mismo síntoma aunque sin llegar al extremo de hoy día. Hoy no quedan fines por los que luchar, sentimientos por los que creer. Solo quedan poderosos que nos indican el camino que hemos de seguir, el dinero y nada más. Existen pocas personas honradas que digan lo que verdaderamente piensan y sienten cuando miran a los ojos, por otra parte existen demasiadas que callan y sufren en silencio el malestar general: occidente.

Solipsismo ante el universo. Incapacidad total de mostar el verdadero potencial del hombre como individuo. Miedo a la exclusión y aficción a la exiquisita academia. Violación de propio geniocreador del hombre mismo y admiración del ingenio ajeno.

-Mundo extraño ante los ojos del sujeto quien lo observa. Percepción incomprensible del paso del tiempo como espacio perdido e irrecuperable. Desidia de las tardes de domingo y sofá. Irritación ante obligaciones antes placenteras.

-Apatía ante estímulos. Ansia insaciable de ganas de y no encefalograma plano. Necesidad de un Carpe die y un muera la muerte.

Por todo esto y mucho más…hasta aquí llegan mis ganas de escribir.