Homo religiosus

Religión deriva de la palabra latina religare, que ha dado lugar a la palabra española religar, cuya definición, proporcionada por la RAE, es la siguiente: «volver a atar; ceñir más estrechamente». Lo cual significa que, desde un punto de vista íntegro, sin anteojeras, la religión no es más que la adscripción de una persona a un determinado sentimiento, modo de proceder, forma de pensar o movimiento, de forma -quizá- no racional.

En este sentido, la religión es indispensable en el ser humano, para que éste se sienta vivo. Es decir, cualquier persona necesita estar «atada» a algo, ya sea al amor, al conocimiento, al consumismo, a la familia o a una combinación de ellos; en definitiva, una forma de generar razones para permanecer. Y es que, desde que el hombre es hombre, han existido los comportamientos religiosos, como no podía ser de otra forma. ¿Se imaginan ustedes, lectores, una vida sin sentido, sin sentirse adscrito a algo?

Lo que sí ha cambiado a lo largo de la historia es la forma en que la religión se ha manifestado. En la prehistoria, eran frecuentes las adoraciones a los muertos, dejando patente el trabazón entre los que perecieron y los que aún respiraban, y el dolor, la pérdida de una parte de sí mismos, la que los unía.

En el apogeo del cristianismo, se extendió la creencia en un Dios con inteligencia infinita que, tras la muerte, recompensaría al hombre según sus hazañas. Ya no hacía falta buscar la felicidad en este mundo, pues la dicha vendrá en el mundo ultraterreno; no merecía la pena reclamar por la justicia de uno mismo, pues pecadores serán castigados y justos serán pagados; no hacía falta intervenir, sino esperar, pues Dios cumplirá nuestros deseos.

Actualmente, el sentimiento religioso se ha trasladado a otros intersticios, donde el más representativo es el materialismo. Se trata de representar los valores espirituales en objetos. Comprar una determinada línea de ropa, para demostrar lo que soy o dejo de ser; utilizar tal o cual producto para satisfacer una necesidad efímera infinitas veces; acudir al médico, aumentando la calidad y cantidad de vida, con el objetivo de postergar la muerte un poco más.

No obstante, dado que podemos modificar la focalización de nuestra tendencia religiosa, lo más inteligente -desde mi punto de vista-, es utilizar la religión para el progreso o para nuestro beneficio. Por ejemplo, una buena forma de dar respuesta a la pregunta «¿por qué vivo?», será la de para ayudar a los demás y para aportar algo a la sociedad, mientras que, al mismo tiempo, cruzo el río de los recuerdos.

Libertad, felicidad, neoliberalismo

La economía es una ciencia que, como tal, es incompatible con la ideología. No obstante, la práctica totalidad de la ciudadanía vincula la ideología a la economía (como podemos comprobar en la última encuesta del CIS), cayendo en una contradicción irresoluble. Ocurre parecido con la historiografía, pues aunque los hechos históricos han sucedido de una forma determinada, es muy complicado llegar a transmitir milimétricamente y objetivamente toda la información, tal y cómo sucedió. Hayek, Premio Nobel de Economía, afirmó que se trata de la ciencia más abstracta y complicada posible.

La economía estudia la forma en la que la población mundial satisface sus necesidades; cómo se gestionan los recursos de la misma, utilizando para ello el estudio antropológico y psicológico del hombre. Se intenta conocer cúal es la forma más idónea en el ser humano de organizar la sociedad, de forma que se satisfagan lo mejor posible las necesidades. Necesidades en el sentido más amplio de la palabra: seguridad, estima, autoestima, autorrealización, integración, etc. A más necesidades satisfechas, más felicidad. Por eso, suele vincularse bienestar económico (no dinerario) con felicidad, fin último del hombre.

Así como existe una forma determinada en la que funciona un átomo (o una forma en la que sucedieron los hechos, en la historia), en economía existe una forma objetiva, determinada por naturaleza humana, de organizar la sociedad, la cual, permite aumentar la felicidad del hombre. Por tanto, la ideología, la subjetividad y los dogmatismos, quedan fuera de lugar en este campo. Sólo existen o teorías ciertas o falsas.

El neoliberalismo es un sinónimo a liberalismo, libertarianismo o minarquismo. El liberalismo, para ser más exactos, defiende, al igual que en la Revolución Francesa en 1789 o en la Independencia estadounidense en 1776 la abolición del autoritarismo. Del mismo modo que un ser maduro deja el hogar de sus padres para independizarse y autoadministrarse, el liberalismo pide la supresión de la coacción institucional del Estado para lograr, por voluntad propia, la felicidad individual. Por tanto, si aplicamos rigurosamente la lógica, todo aquel que no defienda el (neo)liberalismo, como si un síndrome de Estocolmo padeciese, debe estar a favor del paternalismo, de la coacción, de la agresión institucional, de la dictadura y, en definitiva, de la supresión de derechos.

Como todos sabemos, la felicidad es subjetiva, lo que implica que la forma más adecuada para lograr la felicidad (tanto del individuo, como de la sociedad) es la libertad, la inexistencia de coacción. El Estado no me conoce tanto como yo a mí mismo y, por lo tanto, no tiene más derecho que yo a decidir sobre mí. Este es el principio del último movimiento económico con más éxito de la historia de la humanidad. Y no es ideología, ni sospecha en una noche de Luna llena; es ciencia.

El grueso de los críticos al movimiento arguyen que no es más que la ideología (que no puede serlo) del rico, para explotar al pobre. En el libre mercado, las grandes corporaciones, generando plusvalías, se enrriquecen a costa de nosotros, pobres, con los bolsillos esmirriados. Esto no es más que un error ontológico, una falacia lógica. Veamos por qué: en primer lugar, libre mercado no implica capitalismo, sino libertad para que las personas, voluntariamente entre ellas, decidan formar el sistema que prefieran (por ejemplo, en la antigüedad existió un comunismo de libre mercado; u hoy en día en numerosas tribus africanas); en segundo lugar, si el mercado es libre, y se establece el capitalismo, el poder es democrático, pues los ingresos que las empresas generan son acumulados gracias a que todos los individuos, aisladamente, han decidido pagar un determinado precio por sus productos. Si usted está en contra de las grandes corporaciones, no compre en ellas; pero, por favor, deje a los demás que decidan por ellos mismos, que sean felices, no caiga en el socialismo, no se crea usted Dios.

Para lo último, he dejado el mejor argumento de los socialistas (antiliberales, autoritarios, totalitaristas, llámelos como quiera). Ellos afirman que, de no aplicarse una política estatista, serían muchas las personas pobres y maltrechas, que morirían por inanición. En definitiva, en un sistema de libre mercado, y capitalista, aumentaría exponencialmente la desigualdad. Bien. Pero no es que aumente la desigualdad, sino que la desigualdad es, científicamente, inherente al ser humano; además todos queremos destacar, diferenciarnos unos de otros (otro principio, para muchos, de la felicidad) porque tenemos autoconsciencia. Igualdad de oportunidades; no de resultados. En todo caso, en este sistema, lo que aumentaría es la justicia.

Por otra parte, el argumento de la desigualdad con la pobreza se desvanece también por su propio peso (de nuevo, error teórico), pues otro principio básico de la Ciencia Económica establece que, si se reparten los trozos de la «tarta económica» de forma desigual, ésta aumentará su tamaño, de tal forma que el trozo de cada sector será más grande, aunque más desiguales entre sí. Además, como en toda ciencia, podemos comprobarlo empíricamente: un pobre de un país capitalista, es más rico que un ciudadano medio en un país autoritaro, como el cubano.

Para ser feliz hay que ser efímero e infinito

Estoy seguro de que todo el mundo tiene muy en cuenta el nivel de felicidad. A pesar de que algunos dicen que buscar la felicidad es sumergirse en una búsqueda sin fin, que buscar la felicidad es no encontrarla, me atrevo a asegurar que también la buscan indefectiblemente. En definitiva, es la única fuerza en el ser humano, lo único que adquiere sentido, lo único a lo que aspiramos: queremos ser felices.

En contraposición, aunque todos quieren serlo, el concepto, a pesar de ser una abstracción, es muy subjetivo, ya que depende de la persona en cuestión. Hay de todo. Unos piensan que la felicidad es el carpe diem, otros el placer continuo, otros el amor, otros la autorrealización; tenemos incluso científicos que creen haber encontrado la fórmula de la felicidad. Eduardo Punset asegura que la felicidad es la ausencia del miedo y que la «sala de espera de la felicidad» es preferible a la felicidad en sí. Nos ejemplifica esta idea, con una simple analogía: un niño disfruta más abriendo el regalo de Navidad, que jugando con él; libera más dopamina.

Yo, como todos, tengo una idea de la felicidad y quiero compartirla con vosotros. Reconozco que me costó encontrar lo que, de verdad, significaba para mí ser feliz; no lograba entender claramente en qué consistía. Obviamente, sabía cuándo era feliz y cuándo no, pero no tenía una norma general para ser feliz. A día de hoy, creo haber mejorado en esto un poco.

Y considero que tiene que ver bastante con el tiempo (pasado y futuro) y con la consciencia de uno mismo (autoestima). Todos -religiosos o no- sabemos que algún día vamos a morir y el miedo nos corroe con la idea de dejar de existir, de dejarnos proyectos sin acabar. Aunque pensemos que viviremos en otra vida, no la conocemos y dudamos bastante de la idea, porque no hay fundamentos sobre ello. Principalmente, esta es la fuerza más negativa de nuestra vida y, en mi opinión, cuanto más feliz eres, menos presente está la susodicha idea.

Solo existe una forma de contrarrestar el miedo, el verdadero miedo, el miedo a dejar de ser: sentirse infinito y eterno. Cuando una pareja hace el amor, se siente infinita. Cuando saboreamos con fruición la comida, perdemos la noción del tiempo. Cuando nos reproducimos y formamos una familia, parte de nosotros seguirá ahí, infinita, cuando dejemos de existir. Muchos escritores, lo son, porque su forma de ser feliz, de alcanzar el infinito es convertirse en eternos, dejando a la posteridad sus palabras. Los científicos buscan encontrar leyes naturales, que permanezcan invariables en el tiempo. ¿Por qué, si no, Stephen Hawking tiene ese buen sentido del humor?

Por tanto, la felicidad no es más que la unión entre alegría y tristeza; es decir, solamente se puede ser plenamente feliz, verdaderamente feliz, si, cuando disfruta, es consciente de la tristeza. Por eso, ser feliz es ser efímero y sentirse infinito.

Así que la mejor recomendación que podría dar a alguien que se sintiese mal es que intentase tener una pasión, algo que le enfrasque tanto que olvide el tiempo, un proyecto infinito.

El hombre y su gregarismo

Los sentidos, las emociones, nos embargan. Nuestra consciencia se alimenta de inconsciencia. El corazón tiene razones que la razón no entiende. Las primeras impresiones, aunque no lo queramos reconocer, son las únicas.

Queda muy bien formalizar, despojarnos de la subjetividad, de nuestra individualidad. Pero, ¿debemos callar de nosotros,  debemos objetivizar, como Kant quería?

Digo esto, porque en el ser humano las emociones irradian a borbollones  en cualquier ámbito que pueda imaginarse y, póngase como se ponga, somos un animal. Y, como todo animal, somos marionetas a manos de nuestros instintos, de las emociones. Y el instinto de supervivencia es el que subyace tras la dinámica del resto de comportamientos inherentes (amor, rabia, búsqueda de la felicidad, diversión, …).

Por ejemplo, en las disciplinas que se caracterizan por la objetividad, por la búsqueda de la verdad, (historia, filosofía, física, química, economía, etc.)aunque aparentemente estén libres de toda inconsciencia, de toda subjetividad, eso es, sencillamente imposible. Por ejemplo, la física: en física, no sólo se tiene en cuenta el mundo en si (que, dicho sea de paso, es imposible observar), sino el sujeto que recibe las impresiones del mundo; es decir, no estudia los fenómenos tal y como son, sino tal y como los vemos, que es muy diferente. Y, fíjense, que he puesto como ejemplo una de las disciplinas más objetivas que existen actualmente (física): con los demás campos, mucho más de lo mismo.

Pero aquí es donde radica el aspecto fundamental del ser humano, la intersección entre objetividad y subjetividad: el gregarismo. En los sentimientos, el hombre necesita del hombre mismo: he aquí el instinto de relación social, de búsqueda del ser amado, instinto paternal, querer a la familia, etc. Bien, pues en cualquier otro estadio de la historia, momento de la vida, intersticio o ámbito de conocimiento, acontecerá exactamente lo mismo: necesidad de apoyo, complicidad, parecerse a los demás, mimetismo, etc.

Volvamos a las ciencias, al saber objetivo. Un conocimiento científico, no es aceptado hasta que una gran parte de la comunidad (científica y pública) lo acepta. La verdad, por tanto, se sustenta en lo público, jamás en lo privado. Ahora bien, y esta es una de las paradojas más dolorosas, la certeza de una afirmación no implica, necesariamente, el reconocimiento de ésta. ¡Cuántas teorías habrán sido demonizadas, siendo ciertas! Personalmente, éste es el epicentro del ser humano: la dialéctica entre la verdad en sí y la verdad reconocida, la que es pública, pues, además, la verdad que es publicada no implica, necesariamente, que sea cierta. ¡Cuántas afirmaciones se darán por apodícticas (necesariamente ciertas), cuando, en realidad, son falaces!

Por tanto, para que en el conocimiento se produzca justicia se tienen que cumplir dos condiciones (una objetiva y otra subjetiva), independientes entre sí; debe de producirse la susodicha intersección. La primera que la afirmación sea cierta y, la segunda, que la afirmación sea conocida, reconocida y compartida por los demás. Da igual que hayas pasado toda una vida aprendiendo que «dos más dos igual cuatro» y que lo tengas demostrado en inumerables páginas, que si, por desgracia, un gran número de personas se empecina en que «dos más dos igual uno», habrás perdido y la verdad, se convertirá en falacia. Entonces, en caso de que se produzcan disonancias entre verdad en sí y verdad pública ¿hay que defender la verdad o hay que sumarse al incosciente colectivo, cumplir uno de los instintos más arraigados en la especie humana: la intersubjetividad? O, dicho de otro modo ¿hay que someterse a los instintos como animal que somos o, por el contrario, debemos de utilizar nuestra capacidad para inhibirlos y defender nuestra verdad, por muy egregia que resulte?

Sinsentido

La vida para mí no tiene explicación, es una pura contradicción. Muchas veces paso largos ratos reflexionando profundamente sobre algunos conceptos como pueden ser la justicia, el amor, la felicidad, … Da casualidad de que siempre llego a una conclusión negativa, además muchas veces me da la sensación de que es mucho más terrorífica de lo que pienso. Sigo dándole vueltas a la conclusión y llego a otra, así durante un tiempo. En el momento de encontrar otra, me digo a mí mismo: «Antonio, para, que el que busca la verdad tiene el castigo de encontrarla».

La vida no tiene sentido, somos un puñado de átomos organizados. Científicamente nuestro ADN está menos avanzado que el maíz. Nada tiene sentido ni siquiera esta entrada. Probablemente cuando haya muerto, esta entrada, estas palabras, estas letras seguirán ahí por internet mientras que yo ya no exista. Luego, el idioma avanzará y estas grafías no se corresponderán con el idioma existente. ¿Para qué tener o no tener faltas ortográficas? También existe la posibilidad de la extinción del ser humano. Ah, no; mejor dicho, el ser humano se extinguirá tarde o temprano. Toda nuestra cultura quedará olvidada y el Universo volverá a concentrarse en un único punto. Está claro que ser consciente de todas estas verdades es negativo para el hombre, todo lo que hemos hecho, hacemos y harémos no servirá para nada; absolutamente para nada.

Está claro que indagar por el camino de la verdad es muy malo para el hombre. Conocer todo esto nos autodestruye, nos llena de abulia y de ataraxia.  Por ello es por lo que he decidido olvidarme de las antedichas conclusiones y reflexionar hasta un cierto límite. Pensaré a partir de ahora en que la eternidad no existe y que todo lo que haga será efímero. Para ser feliz debo conformarme con que todo tiene un límite.

Por otro lado, en occidente nos están vendiendo contínuamente la comparación, la productividad, la competitividad, en ser el mejor, en tener más, en ser más guapo o guapa, en tener la mejor reputación, en ser el más sabio, … Relojes, horarios, teléfonos que suenan diciendo: «cógeme».

Por tanto, tengo que luchar también en contra de todo eso, tampoco existe la perfección y no debo ni tengo que amargarme por no serlo. Necesito una libertad máxima, necesito no saber la hora, no tener en mente una idea que me amargue, no autocoaccionarme por presiones externas. Tengo que olvidar de mi mente la idea de infinitud, sustituirla por la idea de lo efímero.

Mi conlusión definitiva es la siguiente. Hay que aumentar los niveles en las hormonas cerebrales que proporcionan la felicidad. Hay que encontar la mejor manera de sentirse bien en la vida, descubrir qué es lo que nos hace ser felices y repetirlo a menudo. Por ejemplo, aunque esta entrada no tenga sentido a mí me desahoga y por ende, soy un poquito más feliz.

Enemigos íntimos

Anveger: ¿Existe la felicidad? ¿Qué es?

Psametiko: Desde mi punto de vista la felicidad es una utopía instalada en la mente humana. Pues siempre que tenga el hombre la idea de felicidad presente será infeliz, debido a que la vida está llena de pequeños detalles que pueden mejorarse cada vez más.Puesto que la felicidad suprema es imposible, la felicidad es apreciar cuanto se tiene en un momento determinado, libre de miedo ante el futuro.

Anveger: Entonces me estas diciendo que la felicidad no existe como tal. Y que intentar ser feliz es ser infeliz, ya que intentar ser feliz es alcanzar algo que tú no tienes.

Psametiko: Por supuesto, dado que la búsqueda exacerbada de la felicidad conlleva directamente a la infelicidad. Por ejemplo si persona está en continua búsqueda de la felicidad y tiene un puesto de trabajo, una familia en buen estado de salud… se quejará y dirá que quiere que le toque la lotería para no volver a trabajar, se quejará del horario del trabajo, del ruido que hacen los niños mientras que duerme la siesta…se sentirá infeliz. Por el contrario una persona que es feliz con lo que posee, disfrutará de su trabajo porque sabe que tiene la suerte de tenerlo y más aun si su familia disfruta de un estado óptimo de salud.

Anveger: Entonces estaríamos hablando de dos búsqudas de la felicidad: una directa y otra indirecta. La directa sería buscar la felicidad de un modo superficial, es decir, creer que ser feliz es aumentar en placer. La indirecta es más profunda y consistiría en buscar la felicidad conformándose uno con lo que tiene sin mirar al futuro. ¿Podríamos decir esto?

Psametiko: No precisamete, la búsqueda en sí es la misma. El problema está en que la mayoría de las personas siempre busca más de lo que tiene, consecuencia directa del sistema consumista y materialista en el que nos encontramos el mundo occidental.

Anveger: Pero, hace un momento, estabas diciendo que la búsqueda de la felicidad conlleva a la infelicidad. Si consideramos que si no se es feliz, se es infeliz y si no se es infeliz, se es feliz. Por tanto, uno tiene que ser o feliz o infeliz. Si buscar la felicidad nos conlleva a la infelicidad, entonces para encontrarla debemos no buscarla. En resolución, necesariamente se es feliz o infeliz y, según lo que hemos afirmado, para ser feliz hay que no buscarlo. Esto último es a lo que yo le llamo búsqueda indirecta de la felicidad.

Psametiko: Exacto, pero en ningún momento he dicho que sea necesaria una búsqueda propiamente dicha. ¿Dónde crees que se encuentra la verdadera esencia de la felicidad?

Anveger: Considero que la esencia de la felicidad está en la autosuficiencia, en no necesitar nada más que a tí mismo. Que nada exterior pueda afectarte en ningún sentido, pero eso me temo que es dificilísimo, entre otras cosas, porque las personas nos necesitamos unas de otras…

Psametiko: De ser así ¿podemos creer en sentimientos tales como la amistad o el amor?

Antonio: No puedo aseverar si tales sentimientos son inherentes al ser humano o si, por el contrario, son impuestos por los demás. Pero, en cualquier caso, estos sentimientos mantienen a la sociedad viva, sin la amistad o sin el amor todos los sistemas humanos, económicos desaparecerían. Pero, si nos adentramos en el individuo, ¿el amor y la amistad aporta beneficios al ser humano? ¿aporta también perjuicios como las peleas? ¿es mejor no tener a nadie y no pelearse o es mejor tener a alguien incluyendo las peleas? En mi opinión, hay que diferenciar entre personas, es decir, seleccionar los amigos para intentar tener el menor grado de insatisfación posible. Por tanto, tanto la sociedad como el individuo se ve favorecida por esos sentimientos, pero la clave para tener el máximo grado de beneficios y que no nos perjudiques esos sentimientos está en la misma libertad: en elegir a los amigos, los amores, …

Psametiko: Yo pienso que el problema está en la clase de personas con las que nos rodeamos, dado que podemos considerar que entre dos personas hay una amistad muy grande incluso uno de ellos lo piensa y actúa en consecuencia, mientras el otro ni si quiera es consciente de la situación. En cuanto al tema del amor, si es cierto que puede provocar peleas, pero como tu bien dices en otras ocasiones, mejor tener algo que no tener nada. Por lo tanto ¿Que sentimiento mas grande sentir en el mundo, aunque sea para mal, que el amor?

Anveger: Pues sí. Mi conclusión, relacionando todo lo que hemos hablado, es que la felicidad tiene su esencia en que nada exterior te afecte, es decir, en desarrollar un carácter fuerte que nada te haga daño pero, en cambio, te beneficie. En suma, ser feliz contigo mismo únicamente, pero añadiendo las relaciones humanas.

Psametiko: Efectivamente, me ha encantado debatir este tema contigo. ¡Hasta otra!

La felicidad en la rutina

Suena a perogrullada el decir que la felicidad se encuentra en las cosas pequeñas, sin embargo, me parecería extraño que un conocimiento tan extendido entre la población fuera contínuamente olvidado en su sentido práctico. Por ejemplo, no me parece una cosa pequeña el tener la mansión más lujosa de la ciudad, el coche más rápido o ser el premiado por la lotería. Pongo estos ejemplos porque me consta que son los mayores anhelos del hombre de a pie, el mismo que toma por lógica la afirmación de que las cosas pequeñas son lo más importante.

Para mí, la felicidad se encuentra en los momentos que paso con mis amigos, en la lectura, en una película etc, y a estos momentos creo que tiene acceso todo el mundo, por lo tanto son cosas pequeñas ya que son universales. Es por esto que no hay necesidad de desear tantos lujos, de crear envidias, celos,  en definitiva, de llevar una vida en el mundo irreal. Yo he forjado mi manera de vivir a partir de la austeridad, porque lo material, si no es necesario, carece de importancia alguna. Quien cree encontrar la felicidad en una determinada prenda de ropa, en cosméticos, en sentirse uno más entre la multitud, ya la ha perdido, porque la felicidad es un término opuesto al de falta de identidad, de iniciativa, al de envidia y al de todos los que atormentan la mente humana.

Creo que la sencillez debe ser el punto de partida de una vida tranquila, sin remordimientos ni barreras, de una vida feliz. La mente sólo crea por sí misma las necesidades básicas, el resto proviene de los sentidos y el engaño. Este engaño ha sido aprovechado con astucia por la televisión y la publicidad para captar espectadores. Aquel que es fuerte de carácter y es capaz de resistir a todas las tentaciones engañosas que se nos ofrecen, conseguirá una vida de libertad plena.

Gen(ialidad)

«El saber conduce a la infelicidad pero el genio inventa la felicidad»

El sabio no lo sabe todo, no conoce la felicidad, no sabe ser feliz. Sin embergo, llendo más allá, el genio, el creador, el demiurgo, el artista, no solo sabe ser feliz sino que además se la inventa.

Estoicismo

A más de uno le gustaría ser eterno, no morir.

A todos nos gustaría volar, se omnipresentes y presenciar todo y a todos al mismo tiempo. Añoramos el pasado y deseamos el futuro o al contrario.

Queremos hacer lo que queremos pero no queremos lo que hacemos.

Nos gustaría no estar solos en el mundo. Desearíamos no ser una persona sino dos. El inconformismo es como la droga, cuanto más consumes más necesitas.

Lo mejor que se puede hacer es construir el mundo desde el presente y querer lo que se hace y no hacer lo que uno quiere.

Construir la vida desde el presente

Seguro que a muchos de vosotros, habéis tenido alguna que otra desgracia o habéis vivido una situación que es mejor no recordarla. Cuando se nos presente algo como esto, no hay que mirar al pasado ni al futuro. Hay que ver solamente el presente. Os pongo un ejemplo, en la película Titanic cuando el barco se estaba hundiendo, los músicos se pusieron a tocar con violines en la cubierta. Esta fue la mejor decisión ya que iban a morir sí o sí pero ellos no pensaron ni el futuro ni el presente sino el ahora. Tocaban tranquilos y pasaron sus últimos minutos acompañados de la mejor música.

La clave para vivir feliz es esta, que no te coaccione nada ni nadie. Hay muchas personas que les atormenta el pasado y no viven por ello. Otras temen a la muerte y viven atormentadas. En cambio, otras personas viven solo en el presente y son felices y, a la vez, construyen un buen futuro.

Sabina y sus musas.

«La felicidad es de los miserables. Rimbaud le dijo a un amigo que andaba con una sonrisa de oreja a oreja, cómo has podido caer tan bajo. Y yo caí en la peor faceta de la felicidad, la doméstica. A mí me gustan las canciones desesperadas. Chavela Vargas, José Alfredo Jiménez y Violeta Parra tienen esa urgencia y sus desgracias son también las de mi memoria.

Me gustaba más la vida púbica que la privada. Las musas de verdad que son muy putas y siempre se van con otro.

La selección español juega exquisitamente, con smoking, por lo que no creo que gané el Mundial. ¿El partido con Chile? como estoy aquí y soy un caballero, lo veo igualado”

Joaquín Sabina.

Nuestro flaco sigue de gira y por donde pasa derrocha arte y cultura, muestra de ello son estas palabras que aquí muestro.

La referencia que hace Joaquín a la felicidad me parece impresionante, aludiendo a Rimbaud. No se puede tener mas razón en el mundo, porque no la hay. La felicidad doméstica es la peor que existe, la monotonía, las horas muertas, el ¿qué hacer?… no inspira nada de nada. Y más si las musas son unas putas (como dice Joaquín y lleva razón) si se van con el Nano…

Yo…estoy igual que Joaquín, con las musas en busca y captura.