¿Qué es la realidad?

Según Aristóteles, la filosofía no es más que la ciencia de la verdad, que definía como aquel concepto que no tiene contradicción. Sin embargo, Sócrates postuló que no existe verdad alguna, todo tiene su contradicción y, por tanto, la única certidumbre a la que puede llegar el hombre es a la de la incertidumbre. Efectivamente, posteriores filósofos y científicos, ha sistematizado aún más la idea socrática: Descartes, apoyándose en la indemostrable idea de Dios, concluyó que la única certeza incontrovertible era la de Pienso, luego existo.

Luego llegó Kant, unificando las corrientes racionalistas y empiristas anteriores. Declaró que la mente humana elabora una concepción de la realidad a partir de dos mecanismos: el entendimiento y la percepción (los sentidos). Las percepciones, sin conceptos, son ciegas; los conceptos, sin intuiciones, son vacíos. Efectivamente, la estructura mental humana influye en la concepción de la realidad, siendo imposible conseguir la objetividad. Sin embargo, aceptaba la idea de que el objeto en sí -al que llamó noúmeno– existía, aunque la posibilidad de conocerlo como tal no existía. Al conjunto de mecanismos de la mente humana que influyen en la realidad, Kant los llamó a priori, y entre ellos se encuentran los conceptos de espacio y tiempo. Sin el concepto espacio es imposible ubicar los objetos, sin embargo el «espacio» no existe en sí mismo; igual con el tiempo.

Un ejemplo de todo esto lo podemos tomar de nuestra simple vida cotidiana. Toda persona sana es capaz de observar y distinguir los distintos colores de la naturaleza. Sin embargo, los colores no son más que un producto de nuestra mente; el color en sí mismo no está en el mundo externo: la diferencia entre las ondas que emiten los materiales hace que nuestro cerebro perciba un color u otro.

Pues dado que estamos seguros de que la realidad o la verdad no existe, o al menos no podemos acceder a ella, ¿cómo elaborar un conjunto de conceptos para desarrollar una ciencia que nos permita evolucionar en el conocimiento? Pues, aunque no pueda alcanzarse la verdad en sí, sí que podemos alejarnos de la ignorancia, de la equivocación o la mentira.

Según Stephen Hawkins, entre otros, defiende que aceptemos nuestra visión de la realidad como especie como la única posible (evidentemente, no cabe concebir otra). Imaginemos que somos unos peces metidos en una pecera, a través de cuyo cristal vemos la luz distorsionada, los objetos más anchos, etc. Nosotros, peces, no podemos concebir otra realidad que esa. Y creeremos que las objetos son así de anchos. Por tanto, tendremos que estudiar la realidad a través del cristal de la pecera, pues no nos queda otra. La alegoría de la caverna de Platón es otro ejemplo similar.

Por tanto, el único modo de avanzar en el conocimiento es: 1) Aceptar que nuestra realidad no es la realidad; 2) Trabajar sobre nuestro punto de referencia y sobre nuestro a priori.

No obstante, todavía habría aspectos que se escaparían de este análisis, como el relativismo o el perspectivismo, en el que cada persona tiene una aportación positiva a la certeza. Y en casos en los que la verdad sea subjetiva: dos personas están en lo cierto, aún pensando en conceptos antitéticos. Así que podríamos concluir con la siguiente pregunta, que resume muchas disertaciones filosóficas a lo largo de la historia: ¿Es algo verdad porque lo piensa todo el mundo o lo piensa todo el mundo porque es verdad? ¿Ustedes que piensan?

Marx y el valor-trabajo.

Marx, otro filósofo de la sospecha, otro pensador obsesionado por dotar de carácter ciéntifico a sus opiniones puramente personales y, como veremos, erróneas.

La ufanía de Marx le llevó a proclamar una ley sobre el valor que la sociedad debe otorgar a todos los productos. Cualquiera diría que está ejerciendo de Dios. ¡Ya sé por qué los marxistas no son cristianos! ¡Veneran a Marx!

Bromas aparte, Marx declaró en la primera parte de su magnus opus, El Capital, que el valor de la mercancía debe estar estipulado en función del trabajo dedicado a su producción. Si en la producción de un libro se ha consumido 3 veces más de trabajo que en la producción de un automóvil, el libro debe valer 3 veces más que el automóvil.

No obstante, el trabajo no es lo único que hay en el universo. El ser humano, de forma innata, otorga el valor a los productos en función de la utilidad que le reporte (demanda) y la abundacia o escasez de los mismos (oferta). Así, si un libro, aunque se hayan dedicado muchas horas en su culminación, es despreciado por la gente (léase Main Kampf) el libro no valdrá nada. Claro, que después habrá algunos indignados (entre ellos el propio Hitler) que estén en desacuerdo con la sociedad e intenten imponer su valor propio como único al resto de la humanidad (igual que quería Marx, pero con el trabajo).

Es una mala noticia para el trabajador que el mundo no gire en torno a él; sin embargo, es una buena noticia para el mundo. Así que los obreros deben oferecer un trabajo que sea demandado por la gente. Por ejemplo, los contertulios del diario Sálvame en Telecinco cobran mucho más que cualquier persona normal, que esté trabajando todos los días en trabajos insoportables, como el de trabajador de una fábrica. ¿Dónde está la clave? En que, para la sociedad, conocer los entresijos de Belén Esteban le reporta más beneficio que el pan que haya podido hacer el panadero.

Y no culpen al capitalismo de ello, culpen a los valores de la sociedad; el capitalismo sólo se encarga de ponerlos de manifiesto y coordinarlos. ¿El comunismo? De imponer otros por la fuerza, destruyendo la libertad y la subjetividad.

En defensa de la propiedad privada

El concepto de propiedad es inherente al ser humano desde el momento en que éste  es consciente de sí mismo, no ya como objeto, sino como sujeto, como elemento que necesita de otros para su subsistencia. Cuando el ser humano percibe los objetos de la realidad como medios para alcanzar sus objetivos, podemos hablar del inicio de la propiedad. Uno de los instrumentos que nos permite certificar esta realidad es el hecho de que todas las lenguas contienen la idea de propiedad y el pronombre posesivo. Como ven, hay algo que no se puede cuestionar y esto es el concepto de propiedad. El ser va unido estrechamente al tener, ya que, como expresión paralela a «Él es», podríamos utilizar «Él tiene el ser». La adjetivización en la lengua indica que los objetos tienen propiedades, por lo tanto, resulta inútil contradecir la evidencia ontológica de la propiedad.

Si bien es cierto que todos los pueblos han tenido cierto concepto de propiedad, éste se ha manifestado en múltiples formas:

Por ejemplo, en algunas tribus amerindias se compartían ciertos bienes entre toda la tribu de forma comunal, pero aun en estos casos existía el concepto de propiedad privada si consideramos a las tribus como individuos. Esos bienes pertenecían a una tribu en concreto y se la repartían entre ellos. Lo mismo ocurría con la tierra. Las diferentes tribus se repartían las tierras para organizar la caza adecuadamente. Por lo tanto, existía la propiedad como objeto exclusivo de un grupo.

En la edad contemporánea, el comunismo basó su idea principal en que la propiedad era común y el Estado se encargaba de velar por este orden. Aunque también podemos remontarnos a tiempos de Platón, donde el susodicho planteó en su obra La República un comunismo parecido al de Karl Marx. En ambos casos, al igual que en el amerindio, la propiedad pertenecía a algo, aunque fuera a un conjunto.

El tercer concepto es el que mantiene que pertenece a un solo individuo, a un particular y es la propiedad privada. Podríamos considerar la propiedad privada como la piedra angular de la sociedad occidental contemporánea. Desde muchos lugares se la ha cuestionado duramente porque se argumenta que el goce de una propiedad privada priva a los demás de tener acceso a ella. Pero la realidad es que la inteligencia y el conocimiento pueden lograr que todo el mundo disponga de los recursos básicos y la competencia entre las empresas hace que si por nuestra renta no podemos acceder a los productos más preciados, podamos acceder a unos de más baja calidad.

La propiedad privada, con todas sus luces y sus sombras, ha hecho funcionar de forma más eficiente a las sociedades que lo han aplicado y constituye el pilar de la civilización.

¿Cuál es la función que desempeña la propiedad privada en una sociedad libre? La propiedad privada es el principio de libertad individual, pues la libertad de elegir es la libertad de organizar nuestra propia vida y nadie negará que la mejor forma de organización social es aquella que parte  con mayor número de datos; la posesión o no de algo es un dato fundamental. Por ejemplo, si yo tengo dos vacas y un ternero para las próximas dos semanas, puedo organizar mi vida y mis decisiones en torno a esa realidad, mientras que si tengo que esperar a que los burócratas me informen de cuándo estará disponible mi ganado, no tendré una capacidad de maniobra fiable. La propiedad común es, pues, incertidumbre y desorganización. Para demostrar esto basta con mirar las listas de espera de la Seguridad Social o las largas colas para obtener comida en los países comunistas.

Además, la propiedad privada suele representar los logros individuales, tanto positivos, esto es, el trabajo, el esfuerzo, como los negativos, es decir, el latrocinio, la corrupción etc. Estos méritos no tienen por qué estar representados por el dinero, ya que los bienes materiales también son riqueza.

La envidia y el odio hacia el dinero nos han ofuscado la vista. En una buena proporción, el dinero y los bienes materiales que poseemos representan nuestro mérito personal, pues simbolizan el valor material que la sociedad ha ofrecido por nosotros. También los ladrones ven representadas en su riqueza sus malas obras.

Algunas cosas sobre la especulación

En sus inicios la filosofía se trataba de una especie de especulación científica para explicar el mundo. Los babilonios pensaban que la Tierra flotaba sobre el agua. Muchos griegos formulaban diversas teorías para explicar el mundo. Anaximandro dice que el principio de los entes es la «Physis», que no se explica fácilmente. Heráclito hablaba en cambio de un ser desconocido, «porque la naturaleza ama ocultarse». Sólo por citar algunos ejemplos. Desde hace algún tiempo la ciencia y  filosofía se han parecido un poco. Desde Aristóteles y su lógica, que después se usó y se transformó para ocuparse en la creación de computadores (lógica simbólica). El caso de Stephen Hawking es ejemplar porque el ya especuló sobre ciertas cosas que pasarían en el futuro por ejemplo en el supuesto de una nave con mucha velocidad viajara de vuelta a la Tierra (viajaría al futuro). Las distintas teorías de la física especulan por ejemplo sobre distintas dimensiones, en cierta forma no han probado nada porque desde el punto de vista empírico nadie la

s puede observar. Es la tecnología la que debería llegar a demostrar que existan mediante el método experimental. Finalmente quiero decir que algunas teorías matemáticas nisiquiera tienen aplicación en la realidad… y a como no tienen error en lo absoluto se sabe que estas teorías podrían tener aplicación en el futuro (así como la lógica deA.). Si bien es cierto que algunas de estas teorías no tienen aplicación en ningún campo humano, y tampoco se sabe bien como se relacionan estas con la realidad (independiente que sean ciertas) se dice que entran en el terreno de la especulación.

Lo imposible y lo posible

Para entender mejor ciertas ideas que tengo sobre este asunto presento una comparación entre mis ideas y dos postulados básicos de la lógica aristotélica.
1er postulado de la lógica de Aristóteles: cualquier cosa que es pensada puede ser
2do postulado de la lógica de Aristóteles: cualquier cosa que es puede ser pensada

El primer axioma que presento en esta entrada es cualquier cosa puede ser cierta, dentro de lo posible. Para poder entender esto solo hace falta estudiar física contemporánea, y ya que las probabilidades de que ocurra un evento nunca son 0%  y el espacio es «infinito» siempre existe la posibilidad de que ocurra un evento siempre y cuando no vaya en contra de las leyes de la física imperantes en este universo. También es cierto que existen ciertas excepciones a las reglas, pero se desconoce si existen leyes sin excepciones, y por otra parte las excepciones solo se aplican a un número determinado de eventos u objetos.

El segundo axioma que presento es cualquier cosa puede ser pensada pero no siempre entendida. En este punto quisiera hacer una especulación y decir que es posible que quizás en algún momento de la evolución el ser humano conozca casi todo el universo, pero antes de eso, en el presente, el ser humano no comprende bien todas las leyes que rigen el universo, además el conocimiento del ser humano casi siempre se ha visto limitado y hay cosas que quizás la ciencia nunca explique. Sin embargo lo mas probable es que se puede especular sobre eso.

Y el tercer axioma es la palabra imposible tiene significado, pero solo dentro de un determinado campo referencial. La palabra «imposible» como contrario de «posible» significa para mí que algo tiene 0% de probabilidades de ocurrir, sencillamente porque las relaciones entre los objetos y las leyes que los regulan, impiden necesariamente que tengan un comportamiento distinto dentro de un marco referencial. Pero yendo mas lejos existe la posibilidad de que los objetos en un marco distinto se comporten de manera distinta. Por ejemplo el sentido común dice que «las cosas no se caen hacia arriba» pero un una nave interestelar existe la posibilidad de que un objeto salga disparado, por falta de gravedad.

No obstante, alguien me podría decir: ¿suena posible que 2+2 sea 3? Evidentemente que si: existe la posibilidad de que en un mundo paralelo le digan “3″ al “4″ y “4″ al “3″. Esto puede ser verdad. Sin embargo si se refiere al concepto yo podría decir que el referente en este caso es la verdad lógica que radica en su propia mente. Por tanto, el nombre o apariencia del concepto es superfluo, mientras que el concepto en sí o esencia es lo verdaderamente importante, y a lo que yo he hecho referencia en ese post.

El ser humano y el concepto de perfección

La mente humana a lo largo de la historia ha concebido una serie de seres superiores a nosotros, a saber: dioses, extraterrestres, ídolos, etc. Estos dioses no tienen que corresponderse obligatoriamente con la concepcion del Dios cristiano que predomina por estos lares.

En otros artículos he argumentado por qué creo que existe la tendencia a la religión en el hombre y que esta religión no se asemeja exactamente a la visión tradicional que tenemos de ella. No se trata de creer en un dios creador, ni en una vida ultraterrena, sino simplemente mostrar fe en algo que no existe y entronizar a este ente inexistente.

Reflexionando sobre este aspecto, llegué a la conclusión de que existe un impulso inherente al ser humano para concebir un ser superior, aunque físicamente no se dé en ese preciso instante. Por ejemplo, yo podría imaginar un Daniel futuro con un coche y una mansión y sin duda este ser me parecería más perfecto.

La creencia en un ser superior tiene su base en la mentalidad de progreso que poseemos los seres humanos. Una vez consumada la concepción del «yo», inmediatamente buscamos un ser que nos supere para convertirlo en un objetivo vital; es el ser en el que aspiramos a convertirnos en el futuro. Es aquí donde encontramos la raíz del progreso y la confianza en nosotros mismos para mejorar. Esta tendencia se ha dado a través de toda la evolución, pero es ahora cuando, con ayuda de la filosofía y la neurología, hemos empezado a considerar los motivos del avance biológico.

Este ser abstraído es simplemente una meta mental, que cuando se alcanza pierde su propiedad de perfecta y es reemplazada por un nuevo ser, de nuevo perfecto. Estoy seguro de que si Dios bajara a La Tierra y se viniese a tomar unas cañas con nosotros, los creyentes se olvidarían de su perfección y buscaríamos otro ser aún mejor.

Es por esto que se dice que la perfección no existe, porque es un mero concepto humano. Por tanto, existe en nuestra mente, pero cuando se aparece en el mundo físico pierde su propiedad de perfección.

La perfección, además, está ligada a la imagen que tengamos de lo bueno y lo malo, que son dos conceptos que implican un alto grado de moralidad, es decir, de subjetividad, y varían dependiendo del individuo, de los valores en los que se halle inserto y de las experiencias por las que haya pasado en el transcurso de su vida.

La frase «no se echa de menos algo hasta que se pierde» resumiría el contenido de este artículo. Cuando perdemos algo, lo idealizamos de nuevo, como si no lo tuviéramos, y se revaloriza, volviendo a tener la cualidad de perfecto; si lo recuperamos, volverá a convertirse en una realidad física, con sus defectos consecuentes.

La realidad que subyace bajo esta teoría no es más que el mundo de las Ideas de Platón, que eran perfectas pues se encontraban exclusivamente en la mente humana.

Mi conclusión, por lo tanto, es que Dios existe, como concepto que es, en la mente de los seres humanos y de algunos otros animales por la sencilla razón de que no lo pueden ver ni tocar, pues en el mundo físico Dios no encuentra concreción alguna.

Para ser feliz hay que ser efímero e infinito

Estoy seguro de que todo el mundo tiene muy en cuenta el nivel de felicidad. A pesar de que algunos dicen que buscar la felicidad es sumergirse en una búsqueda sin fin, que buscar la felicidad es no encontrarla, me atrevo a asegurar que también la buscan indefectiblemente. En definitiva, es la única fuerza en el ser humano, lo único que adquiere sentido, lo único a lo que aspiramos: queremos ser felices.

En contraposición, aunque todos quieren serlo, el concepto, a pesar de ser una abstracción, es muy subjetivo, ya que depende de la persona en cuestión. Hay de todo. Unos piensan que la felicidad es el carpe diem, otros el placer continuo, otros el amor, otros la autorrealización; tenemos incluso científicos que creen haber encontrado la fórmula de la felicidad. Eduardo Punset asegura que la felicidad es la ausencia del miedo y que la «sala de espera de la felicidad» es preferible a la felicidad en sí. Nos ejemplifica esta idea, con una simple analogía: un niño disfruta más abriendo el regalo de Navidad, que jugando con él; libera más dopamina.

Yo, como todos, tengo una idea de la felicidad y quiero compartirla con vosotros. Reconozco que me costó encontrar lo que, de verdad, significaba para mí ser feliz; no lograba entender claramente en qué consistía. Obviamente, sabía cuándo era feliz y cuándo no, pero no tenía una norma general para ser feliz. A día de hoy, creo haber mejorado en esto un poco.

Y considero que tiene que ver bastante con el tiempo (pasado y futuro) y con la consciencia de uno mismo (autoestima). Todos -religiosos o no- sabemos que algún día vamos a morir y el miedo nos corroe con la idea de dejar de existir, de dejarnos proyectos sin acabar. Aunque pensemos que viviremos en otra vida, no la conocemos y dudamos bastante de la idea, porque no hay fundamentos sobre ello. Principalmente, esta es la fuerza más negativa de nuestra vida y, en mi opinión, cuanto más feliz eres, menos presente está la susodicha idea.

Solo existe una forma de contrarrestar el miedo, el verdadero miedo, el miedo a dejar de ser: sentirse infinito y eterno. Cuando una pareja hace el amor, se siente infinita. Cuando saboreamos con fruición la comida, perdemos la noción del tiempo. Cuando nos reproducimos y formamos una familia, parte de nosotros seguirá ahí, infinita, cuando dejemos de existir. Muchos escritores, lo son, porque su forma de ser feliz, de alcanzar el infinito es convertirse en eternos, dejando a la posteridad sus palabras. Los científicos buscan encontrar leyes naturales, que permanezcan invariables en el tiempo. ¿Por qué, si no, Stephen Hawking tiene ese buen sentido del humor?

Por tanto, la felicidad no es más que la unión entre alegría y tristeza; es decir, solamente se puede ser plenamente feliz, verdaderamente feliz, si, cuando disfruta, es consciente de la tristeza. Por eso, ser feliz es ser efímero y sentirse infinito.

Así que la mejor recomendación que podría dar a alguien que se sintiese mal es que intentase tener una pasión, algo que le enfrasque tanto que olvide el tiempo, un proyecto infinito.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (VIII)

Libertad, motor del progreso (III): propiedad privada, privatización y mano invisible.

Otro de los principios en los que se basa el sistema capitalista es en la confianza de la libertad individual, por encima del paternalismo. El individualismo será más eficiente, tanto económicamente como socialmente, que cualquier decisión adoptada por una oligarquía.

Si dividimos los recursos mundiales entre el número de personas que pueblan la Tierra y le otorgamos a cada uno su proporción correspondiente para su usufructo, el mundo funcionará mejor que si todos los recursos en su totalidad pertenecen, comunalmente, a todos los individuos.

En primer lugar, estamos programados para ser únicos, lo que significa que unos trabajarán más que otros, se esforzarán más; en consecuencia, los que trabajen más, los que más beneficien al mundo, deberán ser recompensados en la proporción exacta a su contribución, ya que, de lo contrario, nadie tendría incentivos para perfeccionar el mundo. Se trata de identificar enrriquecimiento personal con el enrriquecimiento social: si una persona aumenta el bienestar o la potencialidad vital de la sociedad, ésta debe enrriquecerse, precisamente, por enrriquecer a la sociedad.  Sin entrar en el debate de quién enrriquece más o menos, lo que es taxativo es que el trabajo intelectual aporta unos beneficios inconmensurables, pues las buenas ideas son eternas y muy escasas (requieren mayor esfuerzo y mérito).

Así como un estudiante que se despreocupa por sus exámenes y recibe una nota baja y el que se preocupa y obtiene una nota alta, el trabajador (o persona) que más trabaje y más beneficie al mundo deberá ser compensado en la misma proporción. Esto es indudable.

Empresa, corazón del organismo social.

Esto es lo que ocurre actualmente con las empresas. Sin embargo, muchos no lo ven así. Los más extremistas llegan incluso a afirmar que «las grandes empresas se convierten en organizaciones criminales, las organizaciones criminales en grandes empresas y la economía en la imposibilidad de distinguirlas». Pero, nada más lejos de la realidad. Las organizaciones criminales ejercen el poder coactivo (por ejemplo, el terror o la violencia) para conseguir sus objetivos, mientras que cualquier empresa intenta aumentar el valor añadido de la sociedad, satisfacer necesidades latentes (¡ojo!, no crearlas), que la demanda se sienta atraída por el output de la empresa. En este sentido empresarial, en el capitalismo, se producen relaciones de intercambio (entre empresarios y consumidores) que benefician a ambas partes; los consumidores se ven beneficiados por la creación de valor (por ejemplo, de simples recursos naturales, se obtiene un teléfono móvil para podernos comunicar a distancia) y los empresarios se ven también beneficiados directamente por los ingresos e indirectamente por su capacidad de crear riqueza.

Este es el resultado de la propiedad privada, de repartir el mundo entre individuos en lugar de compartirlo todo comunalmente. Es, además, coherente, pues sabemos que el ser humano es autoconsciente, lo que implica finalmente en la necesidad de propiedad privada. ¿Por qué, si no, las moras de los parques públicos se arrancan antes que en la propiedad privada? ¿Por qué, si no, la calle está más descuidada que la propia casa? ¿Por qué, si no, un batido compartido se acaba antes que si cada uno se bebiera su parte por separado?

Por ejemplo, las empresas públicas (RENFE, Correos, Aena, etc.) no son eficientes: pertenecen a todos, es decir, a nadie. Mientras Inditex intenta, por todos los motivos, aumentar el bienestar del cliente para que acuda a su tienda (y, así, obtener los consiguientes beneficios), RENFE no tendrá estos incentivos (los de mejorar a la sociedad, para obtener beneficios) porque, en primer lugar, las empresas públicas están cercanas al monopolio y, en segundo lugar, las pérdidas de estas empresas son sufragadas por el propio Estado. En definitiva, la función empresarial, de competencia, de obtener beneficios, de crear y entregar valor al cliente, no será prioritaria. Por este motivo, a todos los individuos les conviene la privatización.

En definitiva, este sistema funciona por la libertad que existe, la cual, permite intercambios libres entre dos partes, que se benefician mútuamente. En un sistema capitalista, el cliente y el dependiente, en la transacción, se darán mútuamente las gracias (literalmente), mientras que en otros sistemas se debe aceptar lo impuesto a veces a regañadientes.

Óptima eficiencia cognitiva: estrés

Como hemos afirmado en otras ocasiones, en el hombre confluyen los contrarios (bien y mal, alegría y tristeza, frío y calor, etc.), concepto formalizado por Anaximandro, hace varios miles de años, en su concepto del ápeiron: los contrarios fluyen para dar sentido a la vida. Además, como esgrimió ya Aristóteles, la virtud se halla en el término medio entre dos vicios extremos, uno por defecto y otro por exceso. Estas dos ideas filosóficas predijeron lo que los neurólogos y psicológos han demostrado dos milenios más tarde.

Para ejemplificar esta idea, hablaremos del estrés y su relación con la eficiencia cognitiva. A día de hoy, podemos mensurar el estrés: a más cortisol (hormona que se libera en condiciones de estrés), más estrés y ansiedad. Tras exhaustivas mediciones, se concluyó que un estrés muy reducido aburre al cerebro, desmotivándolo y desfocalizando la atención; por el contrario, un estrés intenso generaría una cierta ansiedad, reduciendo la «productividad» neuronal (por ejemplo, todos sabemos las consecuencias negativas de los «nervios» anteriores a un examen).

Función estrés-eficiencia

De nuevo, la virtud está situada entre dos contrapuestos (¡ojo!, no contradicciones, cosa harto distinta). Lo mismo -recordemos- sucedía con la libertad (enmarcada entre libertinaje y represión).

El estrés, en su proporción adecuada, motiva para realizar tareas que, de otra suerte, no se realizarían. Ahora bien: todos nosotros vivimos -en algún momento de nuestra existencia- una situación desmesuradamente estresante. En este caso, debemos utilizar la inteligencia intrapersonal e intentar reducir el cortisol, volviendo a la normalidad. En otras palabras: hay que entrenar la resiliencia (capacidad de evadir situaciones extenuantes, con rapidez), ya que, al igual que la exposición al Sol, el estrés excesivo funciona como un tóxico y, cuanto más tiempo permanezca en el organismo, más estragos irrogará.

Libertad, libertinaje y liberticidios.

La libertad es un concepto profundo, filosófico, interdisciplinar y muy difícil de formalizar y entender. No obstante, se trata de un valor intempestivo: la humanidad, si se caracteriza por una sola cosa, ésa es por el deseo de libertad. En rigor, lo que diferencia la sociedad actual de la de antaño es el grado de libertad, ni más ni menos.

Al ser éste un valor tan intrincado, plantea serias dicotomías dialécticas: para unos, los conservadores, la libertad, que implica reforzar al individuo de autonomía, desembocará en el caos, ya que cada uno actuará desde su propia perspectiva, de ahí que su sistema ideal sea el actual; su lema es el de “lo que bien funciona, no lo toques”. Para otros, los progresistas, la libertad, que otorga más poder al sujeto, causará una cierta y enriquecedora diversidad, que aumentará paulatinamente el bienestar, tanto individual como general.

Pero conviene que no adelantemos acontecimientos, antes de definir claramente los conceptos, hasta el punto de discernir claramente el ámbito de la libertad. El concepto de libertad, por definición, está unido al concepto de justicia y, a su vez, estos dos conceptos son genéricos; es decir, no estamos hablando de la libertad de una persona o de un colectivo en particular, sino de la libertad de la especie humana. Todo esto significa que libertad no es si no hacer todo lo que se quiera, siempre y cuando no se perjudique, se dañe, o se inmiscuya en la libertad del prójimo. Es decir, libertad es poder hacer todo lo que a uno le plazca, sin que ello ocasione externalidades o consecuencias hacia los demás.

Dicho esto, la libertad –podemos concluir- es la virtud que se halla entre dos vicios extremos: el autoritarismo, por defecto, y el libertinaje, por exceso; ambos iguales de perniciosos.

Estatua de la libertad, símbolo de la Constitución americana

La libertad, al dejar abiertas todas las posibilidades del ser humano sin que éstas perjudiquen a sus iguales, aumenta el bienestar del hombre, pues todos podrán hacer lo que quieren, sin verse perjudicados por otra persona. Ahora bien, ¿la libertad magnifica el progreso, acelera nuestro recorrido hacia el porvenir? Depende, de las decisiones que tomen los sujetos, pues si es posible, en condiciones de libertad, fabricar la vacuna contra el SIDA, también es posible no hacer nada, no trabajar y no aumentar el crecimiento económico del país. Si nos dejan con el yugo, el tiempo permanecerá invariable, igual que siempre; empero, si nos lo quitan, la sociedad podrá caminar hacia el progreso o, por el contrario, hacia la involución.

La libertad es un arma de doble filo, sí, pero es la única arma. No se podrá jamás evolucionar sin libertad . Además, la tendencia histórica del hombre se inclina hacia el progreso y, por ello, hacia la libertad. Puede que un individuo en un caso aislado, con su libertad, no contribuya a la construcción de la humanidad, sino al contrario; pero lo habitual y lo normal no es. La tendencia del hombre, cuando bien vive, es la de hacer el bien y la de aportar su perspectiva, única, para hacer un mundo mejor. ¿Por qué, si no, entonces, en épocas dictatoriales las ciencias, artes y letras sufren un deterioro y, en épocas libertarias, ocurre lo contrario? Ni que decir tiene que el deterioro de las mismas sería idéntico en condiciones de libertinaje, como por ejemplo, en anarquía, donde poder hacer lo que se quiere –incluyendo la molestia al prójimo- es válido incurriría en la activación de las pasiones más bajas del hombre y que la historia nos muestra (matanzas, desarticulación del tejido cultural y social, etc.).

Por ejemplo, podría pensarse que la reciente ley antitabaco es un atentado contra la libertad cuando, ontológicamente, no es así, ya que la libertad es general, por lo que sería una falacia lógica hablar de libertad de los fumadores, pues de este concepto se excluye la libertad de los no-fumadores, engendrando injusticia. Además, en todo caso, se trataría de un atropello contra el libertinaje, ya que el tabaco afecta a los demás (de cada cien muertes totales, una es por ser fumador pasivo).

Con lo expuesto hasta ahora no se quiere afirmar que el libre albedrio o la voluntad individual sea perfecta o ilimitada, pues sabemos que la libertad (de nuevo, poder hacer todo excepto perjudicar al prójimo) no es absoluta. Pero la voluntad de varios millones de personas originaría un beneficio ostensiblemente mayor que el libre albedrio privilegiado de un grupúsculo. Sobre todo porque las decisiones se valorarían desde multitud de puntos de vista y no oligárquicamente, desencadenando tangibles beneficios, porque, por mucha superdotación que pueda tenerse, dos mentes hacen más que una.