El porvenir de China

Actualmente, la economía China está en el período más próspero de toda su historia: en este año se convirtió en la Segunda Potencia Mundial (creciendo casi al 10%), un poco por delante de Japón. Y los pronósticos más reputados vaticinan que se convertirá en la Primera Potencia Mundial allá por 2015, superando a los EE.UU.

La industrialización se abrió paso en Asia hacia el año 1973, del mismo modo que en el 1700 se inició en Gran Bretaña. La globalización propició la relocalización de la actividad productiva: los empresarios trasladaron sus fábricas a Asia con el fin de reducir costes, pues allí la mano de obra era muy barata (igual que en el S.XVIII en Gran Bretaña).

Esto hizo que muchos países dejaran de un lado la servidumbre y aflorase así la libertad política y económica: Taiwán, Singapur, Hong Kong (núcleo polarizador de China y bastión del capitalismo), Japón. China también se industrializó, pero (obviando Hong Kong) la libertad no ha llegado aún. Hay que recordar que el pueblo chino ha sido tradicionalmente uno de los que más tenacidad ha presentado: no hay más que ver construcciones como la Gran Muralla China para percatarse.

A partir de 1973, el sector primario perdió peso y la industria ganó una gran importancia, al mismo tiempo que el sector servicios iba aumentando paulatinamente. Sin embargo, el gobierno chino todavía sigue, manu militari, manejando la economía, provocando gran desigualdad. Tuve, hace unos meses, la ocasión de hablar un buen rato con una mujer china, que me afirmó rotundamente: «No. Allí el gobierno está muy bien. Somos nosotros los que estamos mal. Pero la situación cambiará: cada cosa necesita su tiempo».

Los responsables de la economía se han percatado de que está produciéndose una elevada expansión del crédito (señal inequívoca de una futura recesión), por lo que han optado elevar el encaje (coeficiente de reservas) hasta el 25% aproximadamente. Además, la inflación sigue en aumento castigando a su economía (5,4% alcanzó en Marzo). Estos indicios dan razones para pensar que China, probablemente, esté recalentándose y que, en unos años, sufra una severa crisis.

Huelga decir que el aumento ostensible en el presupuesto militar chino puede suponer un serio problema en el futuro, pues mientras que la mayoría de los países occidentales hacen grandes esfuerzos por no aumentar el armamento (e incluso por reducirlo), China lo aumenta en gran proporción. Siendo pesimista, la política del Partido Comunista Chino me recuerda sobremanera a la que su homólogo hacía en la URSS.

Aunque el pueblo chino sea tan trabajador y tan enemigo de las insurrecciones, lo cierto es que ya empiezan a surgir algunos núcleos (si bien, dispersos) «contrarrevolucionarios». Tenemos muy presente el paradigmático caso del actual Premio Nobel de la Paz: Gao Xingjian. Además, hace unos pocos días, se detectaron las primeras revueltas: unos trabajadores que estaban en contra de la política de fijar los precios por ley (política que, por otra parte, es de las peores que pueden tomarse), pues eso no les permitía obtener los beneficios suficientes para vivir dignamente.

Y es que, por mucha paciencia que pueda tener un pueblo o por mucho tiempo que continúe incomunicado, en el fondo la verdad termina por revelarse. ¿Por qué el gobierno chino censura permanentemente internet? ¿Por qué borró el rastro de Gao Xingjian? ¿Por qué Google se fue de China? ¿Por qué impide el gobierno que los funcionarios emigren?

Porque China se ha industrializado y sólo falta que -como en Inglaterra en el 1700- la prosperidad económica se traslade a la prosperidad política y social, que el gobierno sucumba ante la evidencia y que deje libres a los subyugados chinos.

Toma el dinero y corre

Recuerdo cuando en 2003 el gobierno de Aznar aprobó el envío de tropas españolas a Irak. La decisión del ejecutivo encontró una gran oposición en el mundo dizque intelectual. Músicos, cineastas, actores y escritores mostraron su amplio rechazo a la medida. Con todo su derecho a la libertad de expresión declararon a través de la prensa, de los premios Goya y demás que la única intención de la guerra era llevarse el petróleo, sin importar la vida de la población. Todos tenemos en nuestra mente las imágenes de esas grandes manifestaciones del «NO a la guerra» y de las acusaciones de fascista y terrorista a Aznar. Hasta aquí todo bien. Un grupo social se posiciona en contra de las políticas de un gobierno y utiliza su libertad para hacerse sentir.

Sin embargo, con el paso del tiempo cambian los gobiernos y actualmente nos dirige un partido de distinto signo. Ahora practiquemos la analogía que tanto le gusta hacer a los españoles. El presente gobierno, aparte de mantenernos en la guerra de Afganistán, acaba de mostrar su apoyo a la intervención militar en Libia, es decir, a la guerra. En cambio ya no vemos, ni veremos, las grandes manifestaciones contra la guerra. Esos grandes intelectuales comprometidos con la paz y la libertad del pueblo ahora se muestran taciturnos respecto a una guerra ataviada con eufemismos baratos de televisión pública.

Cuando uno observa el doble rasero y la caradura ostensible en el mundo público sólo puede reaccionar con asco y vergüenza. Pero cuando además lo hacen con el dinero de todos, cuando se venden por unas cuantas subvenciones y una imagen para los borregos, es cuando el asunto llega ya a lo moral y, a mi modo de ver, a lo criminal, esto es, al robo.

Todos los que me conocen saben que no me gusta dividir nunca las sociedades en izquierda y derecha, pues creo que el ser humano es libre y no tiene porque atarse a la obcecación y obsesión de algunos, que ven fachas o rojos por todas partes. No obstante, este país me obliga a ello, porque el español medio no es capaz de crear sus ideas en base a lo racional, sino en base a etiquetas sociales y a convenios colectivos. El origen de que la izquierda española tenga la sartén por el mango y presente tal superioridad moral se debe básicamente a que siempre está organizando manifestaciones, saliendo a la calle, haciendo ruido, con razón o no. En cambio, en España tenemos una derecha tonta, acomplejada y displicente, que es incapaz de defenderse y que así le va, venciendo por mayoría absoluta en las encuestas y manteniendo la patética estrategia electoral del centro y el complejo. Si la derecha española aprendiese de la británica o la americana, en primer lugar aprendería a deshacerse de la mano regresiva de la Iglesia Católica y, en segundo lugar, denunciaría estos hechos para que estas cigalas dejaran de aprovecharse de las hormigas, es decir, los ciudadanos. De este modo, sería voz pública que tanto en la izquierda como en la derecha se cocina corrupción e hipocresía.

Mucha gente trata de justificar las subvenciones a la cultura porque las consideran vitales para crear una sociedad culta e instruida. En primer lugar huelga decir que con Belén Esteban en prime time se demuestra que esto no se ha logrado. En segundo lugar, todo tipo de subvención origina monopolios. Me explico. En una sociedad intervenida, inexorablemente la subvención va a recaer sobre unos pocos, los cuales parten con ventaja respecto al resto, es decir, en pro de la igualdad se fomenta la desigualdad. ¿Qué hace que Almodóvar reciba subvenciones para hacer una película y yo no? Está claro, la pertenencia a la secta de la Zeja. Un buen cineasta se ha de hacer respetar por sus buenas películas y por tener un público que vaya a ver sus películas. Ocurre lo mismo con las empresas al fin y al cabo. Si una empresa no es lo suficientemente buena como para atraer al público quiebra, a menos que el Estado la subvencione, lo que estará postergando la vida de una empresa inútil. Luego no es de extrañar que nuestra mayor joya cinematográfica sea Torrente.

Por último y para dejar las cosas claras, habrá gente que alegue que la guerra de Irak se hizo sin consentimiento de la ONU y la de Libia sí lo tiene. Pero yo pregunto ¿qué autoridad moral le puede otorgar la ONU a una guerra? Es un organismo que con el derecho a veto de unos pocos países privilegiados elimina cualquier resquicio de democracia que pueda haber en él. Otro dato es que Libia, al igual que Irak, es un país con grandes reservas de petróleo. ¿Por qué si lo hacemos por el pueblo entonces no atacamos a otros líderes que también atacan a sus pueblos?

Sobre la situación en Libia

Desde que comenzaron las revueltas árabes se ha abierto un debate sobre si los países extranjeros deberían intervenir o no en el conflicto. Los partidarios de la intervención alegan que la masacre que está produciendo Gadaffi merece ser castigada y que el pueblo libio debe ser liberado por fuerzas militares como la OTAN; desde el otro bando, países como Venezuela, concretamente Hugo Chávez, han manifestado su intención de apoyar al régimen de Gadaffi de los ataques rebeldes.

Yo, como liberal, trato de mantener coherencia en mis ideas. Creo que actualmente tenemos un estado demasiado grande y su tamaño es inversamente proporcional a la libertad de los ciudadanos que viven bajo su influencia. Asimismo, opino que la política exterior de un país debe basarse en la diplomacia, el establecimiento de intereses comerciales y el respeto hacia la libertad y soberanía de los demás pueblos. La intervención del gobierno en el exterior únicamente está legitimada por razones defensivas, y nunca debe estar regida por la arrogancia respecto a la forma de actuar de otros países, ni mucho menos por petróleo o armas.

Esto no quiere decir que yo apoye a Gadaffi. Pienso que es un tirano y representa la quintaesencia del totalitarismo, que coarta la libertad a un nivel exacerbado y sin  duda si gobernara mi país, sería el primero en echarme a la calle a protestar, pero un país jamás podrá entender los conflictos internos de otro.

Además, es bien sabido que quien ataca a un país suele recibir venganza; esta es la razón que comenzó el conflicto con los terroristas islamistas. Nosotros los atacamos y ellos responden con el 11-s, con el secuestro de turistas de nuestros países, etc. Nuestro objetivo tiene que basarse en mantener la libertad en nuestro país y así ser respetados por los demás.

Una buena parte de nuestros problemas económicos corresponden al intervencionismo en el exterior. Gastamos millones de euros en atacar a otros países con la excusa de la «paz» y encima nos cuesta la vida de nuestros nacionales; es completamente absurdo.

Los países son como los individuos. Tienen sus conflictos internos, sus maneras de pensar, se encuentran sumergidos en otro contexto y el país vecino no es quién para imponerles un modo de vida concreto, simplemente porque no están acostumbrados a él y acabarán repudiándolo. Si el pueblo de Libia alcanza lo que llamamos civilización, ellos mismos se darán cuenta de que la libertad es el único medio para alcanzar la paz; si por el contrario un ejército extranjero les ataca, se unirán para hacerle frente al invasor, es decir, habrá más guerra.

Huelga decir que en mi país, España, hubo una terrible guerra civil en los años 30 y una posterior dictadura sangrienta y ninguna democracia intervino para salvarnos. Durante la guerra civil sólo las dictaduras mandaron soldados y equipamiento y lo único queprovocó fue el alargamiento del conflicto. Así que, ¿qué clase de país liberal violaría la libertad de las demás naciones de gobernarse bajo su propia voluntad? Algunos libios se están levantando contra un tirano y éste está respondiendo con violencia bruta y una masacre espantosa, pero todo es parte del destino del pueblo libio, y ni la OTAN, ni Hugo Chávez, ni nuestra habitual empatía tiene el derecho de cambiarlo.

 

El mundo en guerra

Después de 65 años desde la Segunda Guerra Mundial, se ha instalado en el subconsciente colectivo de la sociedad occidental una sensación de paz eterna que nos hace pensar en la imposibilidad de una Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, actualmente son muchos los conflictos que amenazan con destruir el sistema vigente y conducirnos a una posible guerra final, consecuencia del uso de armas nucleares por parte de los contendientes. Sobre todo en los últimos días se ha acentuado la tensión en tres zonas muy conflictivas por los intereses internacionales que en ellas hay dispuestos.

En primer lugar, el conflicto entre Colombia y Venezuela, provocado por la charlatanería y tiranía de Hugo Chávez. Creo que es importante hacer un breve recorrido por la historia de su régimen dizque democrático para argüir que lo que se está produciendo en Latinoamérica es un constante ataque a la libertad y un aherrojamiento marxista secundado por Hugo Chávez y la dictadura castrista. Los comienzos dictatoriales de Hugo Chávez comenzaron en febrero de 1992 con su golpe de estado contra el gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez. Al fracasar, siguió el modelo de Hitler después de su frustrado Putsch en la cervecería de Múnich, utilizar la vía democrática para llegar al poder. Venció en las elecciones de 1998 y se inició entonces lo que los marxistas se empeñan en llamar revolución, pero yo llamo golpe de estado, la revolución bolivariana. Tras la victoria de Chávez en 1998, comenzó un período autoritario de cierre de medios, amenazas internacionales y agresión contra Colombia a través de la colaboración con las guerrillas comunistas de las FARC, por lo tanto, es Hugo Chávez quien ha atacado primero. El socialismo del siglo XXI se está expandiendo peligrosamente por Latinoamérica, y ya ha plantado sus primeras semillas en Bolivia, con Evo Morales o Nicaragua con Daniel Ortega. Desde los sectores más afines a Chávez se ha tratado de definir a Colombia como una nación violadora de los derechos humanos, pero a continuación voy a exponer varios argumentos para demostrar las diferencias entre un gobierno legítimo y democrático como el de Colombia y una tiranía como la de Chávez:

Primeramente, Uribe no ejerce el poder de forma autoritaria. Prueba de ello es que el Tribunal Supremo de Colombia le denegó  la reelección como presidente de acuerdo con la constitución. Me pregunto qué órgano venezolano sería capaz de hacer lo mismo con Chávez.

Además, a las elecciones colombianas se presenta una amplia gama de ideologías políticas, en cambio en Venezuela los partidos denominados «burgueses» no tienen ese derecho electoral. A todo esto se suma el cierre de medios que no son obedientes o la prohibición de la entrada a tierras venezolanas a algunos diputados extranjeros, véase el caso de Luis Herrero. Recordemos también cuando Chávez amenazó con sacar los tanques a la calle si perdía las elecciones. En Colombia, incluso algunos partidos comunistas sospechosos de trabajar con las FARC pueden presentarse a las elecciones.

Con todas estas características, no es de extrañar escuchar amenazas de Chávez a Colombia, eso sí, haciendo gala de su habitual demagogia hacia el pueblo colombiano.

Otro de los grandes conflictos mundiales tiene también su raigambre en el fanatismo marxista, en este caso en su vertiente estalinista. Es el caso de Corea del Norte, país que vive en una paranoia continua y, como fruto de esta enfermedad, realiza ensayos nucleares provocando a la comunidad internacional cual enamorado no correspondido. Éste es uno de los conflictos más incandescentes, ya que Estados Unidos está realizando entrenamientos militares con la ayuda de Corea del Sur con el fin de amedrentar a un estado psicópata. No debemos olvidar que Corea del Norte cuenta con el apoyo de la creciente China, cuyo capitalismo floreciente está enriqueciendo sus arcas públicas y, en consecuencia, su armamento militar.

Y por último, el ya tradicional conflicto arabe-israelí y la guerra contra los infieles occidentales impulsada por el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, que ha vuelto a amenazar a EEUU y Europa si continúan imponiéndole sanciones por su enriquecimiento de Uranio.

Estos tres conflictos dividen el mundo actual en dos bloques parecidos a los de la Guerra Fría: por un lado el bloque occidental, capitalista y cristiano o laico, y por otro lado el socialista e islamista. En mi opinión, EEUU necesita un líder fuerte para aplacar las provocaciones de estos países totalitarios. Por eso, el discurso de Obama es demasiado blando para mitigar las voces de odio contra occidente, tampoco fue adecuada la política de Bush, que sólo ayudó a enfurecer más a los radicales y a darle razones a su odio. Yo hubiera preferido a Hilary Clinton, pues ofrecía unas políticas de mano dura contra los totalitarios que pretenden imponer sus regímenes de terror.

El camino a la libertad

África es un continente golpeado por epidemias, pobreza y falta de derechos humanos. Este hecho es de sobra conocido en el mundo occidental, por eso montones de ONG’s deciden instalarse allí. Para analizar la situación en África tenemos que hacer un breve recorrido por su historia moderna. Así, podremos comprender los errores que se hayan en la base y abordar el problema desde su raíz.

Antes de la colonización europea, el norte se encontraba habitado fundamentalmente por árabes, como en la actualidad. Sin embargo, en el África subsahariana había un gran número de tribus. Durante la Edad Media y la Edad Moderna varios países europeos dirigieron al continente a algunos navegantes para que exploraran el territorio. De esta manera comenzó la explotación de las minas africanas, lo que reportó grandes beneficios a los imperios europeos.

Siglos más tarde, mientras se desarrollaba la revolución industrial, el capitalismo empezaba a necesitar de otros campos donde expandir la actividad comercial. Entonces fue cuando se inició el principal problema que sufren los africanos en la actualidad. Los europeos, sin conocer el terreno, se repartieron África ignorando que la división que hacían de los estados dividía a su vez a las tribus. Esto ha provocado numerosas guerras civiles en países africanos ya que, después de su independencia, en muchos países había varias tribus en un mismo estado que se intentaban aplastar entre sí. Además, personas de una misma tribu quedaron repartidas en diferentes estados.

Actualmente parece que en Occidente somos conscientes del problema y una parte considerable del PIB se destina a estos países. Si fueran países con gobiernos que están por la labor, estas medidas serían las apropiadas. Sin embargo, la mayor parte de África está gobernada por tiranos que concentran bajo su poder el dinero que se debería invertir en hospitales y escuelas. Frente a este obstáculo algunos podrían optar por invasiones, pero esto sólo haría empeorar la situación. Tenemos que mirar a Europa y fijarnos en qué nos ha hecho avanzar: la democracia y la confianza en los autóctonos para hacer frente a las dificultades. Debemos recordar que Europa consiguió la democracia debido a un proceso evolutivo que ocupó varios siglos. Ya que el cambio que sufrieron durante el siglo XIX es irreversible, tendrán que acabar adaptándose a la democracia liberal europea con el transcurso de los años. Entonces, podremos comenzar a comerciar y entablar negociaciones. Esto generaría riqueza en África ya que se les permitiría vender sus productos y obtener beneficios, todo lo contrario de lo que ocurre ahora.

Tras siglos de libertad, se podrá decir que África vive de manera decente, pero no antes. Tenemos que acostumbrarnos a dejar de intervenir y a pensar que nuestros militares donde mejor están es en casa o defendiéndonos en el caso de que nos atacaran.