Libertad, libertinaje y liberticidios.

La libertad es un concepto profundo, filosófico, interdisciplinar y muy difícil de formalizar y entender. No obstante, se trata de un valor intempestivo: la humanidad, si se caracteriza por una sola cosa, ésa es por el deseo de libertad. En rigor, lo que diferencia la sociedad actual de la de antaño es el grado de libertad, ni más ni menos.

Al ser éste un valor tan intrincado, plantea serias dicotomías dialécticas: para unos, los conservadores, la libertad, que implica reforzar al individuo de autonomía, desembocará en el caos, ya que cada uno actuará desde su propia perspectiva, de ahí que su sistema ideal sea el actual; su lema es el de “lo que bien funciona, no lo toques”. Para otros, los progresistas, la libertad, que otorga más poder al sujeto, causará una cierta y enriquecedora diversidad, que aumentará paulatinamente el bienestar, tanto individual como general.

Pero conviene que no adelantemos acontecimientos, antes de definir claramente los conceptos, hasta el punto de discernir claramente el ámbito de la libertad. El concepto de libertad, por definición, está unido al concepto de justicia y, a su vez, estos dos conceptos son genéricos; es decir, no estamos hablando de la libertad de una persona o de un colectivo en particular, sino de la libertad de la especie humana. Todo esto significa que libertad no es si no hacer todo lo que se quiera, siempre y cuando no se perjudique, se dañe, o se inmiscuya en la libertad del prójimo. Es decir, libertad es poder hacer todo lo que a uno le plazca, sin que ello ocasione externalidades o consecuencias hacia los demás.

Dicho esto, la libertad –podemos concluir- es la virtud que se halla entre dos vicios extremos: el autoritarismo, por defecto, y el libertinaje, por exceso; ambos iguales de perniciosos.

Estatua de la libertad, símbolo de la Constitución americana

La libertad, al dejar abiertas todas las posibilidades del ser humano sin que éstas perjudiquen a sus iguales, aumenta el bienestar del hombre, pues todos podrán hacer lo que quieren, sin verse perjudicados por otra persona. Ahora bien, ¿la libertad magnifica el progreso, acelera nuestro recorrido hacia el porvenir? Depende, de las decisiones que tomen los sujetos, pues si es posible, en condiciones de libertad, fabricar la vacuna contra el SIDA, también es posible no hacer nada, no trabajar y no aumentar el crecimiento económico del país. Si nos dejan con el yugo, el tiempo permanecerá invariable, igual que siempre; empero, si nos lo quitan, la sociedad podrá caminar hacia el progreso o, por el contrario, hacia la involución.

La libertad es un arma de doble filo, sí, pero es la única arma. No se podrá jamás evolucionar sin libertad . Además, la tendencia histórica del hombre se inclina hacia el progreso y, por ello, hacia la libertad. Puede que un individuo en un caso aislado, con su libertad, no contribuya a la construcción de la humanidad, sino al contrario; pero lo habitual y lo normal no es. La tendencia del hombre, cuando bien vive, es la de hacer el bien y la de aportar su perspectiva, única, para hacer un mundo mejor. ¿Por qué, si no, entonces, en épocas dictatoriales las ciencias, artes y letras sufren un deterioro y, en épocas libertarias, ocurre lo contrario? Ni que decir tiene que el deterioro de las mismas sería idéntico en condiciones de libertinaje, como por ejemplo, en anarquía, donde poder hacer lo que se quiere –incluyendo la molestia al prójimo- es válido incurriría en la activación de las pasiones más bajas del hombre y que la historia nos muestra (matanzas, desarticulación del tejido cultural y social, etc.).

Por ejemplo, podría pensarse que la reciente ley antitabaco es un atentado contra la libertad cuando, ontológicamente, no es así, ya que la libertad es general, por lo que sería una falacia lógica hablar de libertad de los fumadores, pues de este concepto se excluye la libertad de los no-fumadores, engendrando injusticia. Además, en todo caso, se trataría de un atropello contra el libertinaje, ya que el tabaco afecta a los demás (de cada cien muertes totales, una es por ser fumador pasivo).

Con lo expuesto hasta ahora no se quiere afirmar que el libre albedrio o la voluntad individual sea perfecta o ilimitada, pues sabemos que la libertad (de nuevo, poder hacer todo excepto perjudicar al prójimo) no es absoluta. Pero la voluntad de varios millones de personas originaría un beneficio ostensiblemente mayor que el libre albedrio privilegiado de un grupúsculo. Sobre todo porque las decisiones se valorarían desde multitud de puntos de vista y no oligárquicamente, desencadenando tangibles beneficios, porque, por mucha superdotación que pueda tenerse, dos mentes hacen más que una.

La rebelión de las masas

A pesar de que «La rebelión de las masas» fue escrito en 1929, su autor, José Ortega y Gasset, estuvo editándolo prácticamente hasta 1950. Además, es un libro que siempre perdurará en el tiempo puesto que el fenómeno de masas es lo más característico de nuestra sociedad contemporánea. No obstante, para una plena comprensión de la obra, hay que entender y conocer su contexto histórico.

Ortega lo deja bien claro, «este libro no es político», sino que, según él, la labor del intelectual debe ser la de modificar las bases sobre las que se substenta la política. Por ejemplo, Ortega trata el concepto de Estado y el de poder público; dos conceptos para él totalmente diferentes. Siempre habrá un poder público, pero no siempre un Estado. También trata el tema del lenguaje al que concibe como un elemento distorsionador del pensamiento. En cuanto al tema de Europa, concibe a la cultura Europea como homogénea y por ende, debe crearse los Estados Unidos de Europa lo que ayudará a nivelarnos aún más a América del norte.

El tema primordial del libro es la masa social. Establece un elemento novedoso y es que la masa siempre ha estado en un segundo plano, siempre se ha tenido por mediocre. Sin embargo, hoy día la masa ha tomado el poder y ha tomado los hábitos y gustos de la minoría. Esto ha provocado un aumento del nivel de la cultura equiparándonos a América, pero esto también acarrea unas consecuencias desfavorables, ya que aumenta la botaratería, el snobismo y la chabacanería.

Respecto al estilo, Ortega utiliza un lenguaje sencillo en comparación a la profundidad de su pensamiento. Incluye citas tanto en latín como en francés y con un léxico difícil de encontrar en otro libro.

En definitiva, un libro muy humano y que, a pesar de eso, el tiempo no lo erosiona demasiado. Recomendable a todo aquel que se interese por las humanidades.

Educación parental

Todos estaremos de acuerdo en que el pilar básico de cualquier sociedad es la educación. Yo, y supongo que la mayoría de todos ustedes, distingo entre dos tipos de educación: la educación escolar y la educación parental.

Sobre la educación escolar ya he hablado en diversas ocasiones y seguiré haciendo mis propuestas sobre ella. Hoy me gustaría centrarme en la educación que recibimos en nuestras casas, la educación de nuestros padres, la única que, salvo desgracia, es universal y ha existido durante toda la historia de la humanidad.

Me gustaría desarrollar la función que cumple la educación parental ya que me parece esencial, porque ésta comprende la edad en la que absorbemos más conocimientos de nuestra vida y la que va a marcar nuestra forma de ser.

En el mundo occidental encuentro al menos dos vertientes dentro de la educación parental. Por un lado tenemos la educación proteccionista, muy común en los países latinos y, sobre todo, aquí en Andalucía. Por otro, la educación anglosajona y germánica que otorga a los niños una independencia mucho mayor que la primera.

Para educar a una serie de individuos competentes se debe enseñarles a aprender de sus errores y  a desarrollar una autonomía que haga de ellos seres realmente fuertes con la capacidad de enfrentarse a la sociedad. Esto, en mi opinión, no se puede alcanzar con la educación proteccionista, ya que parte del grave error de no enseñar a los hijos a levantarse, sino de evitar que se caigan. Esto provoca que el individuo no aprenda por sí mismo y crea una dependencia, con lo cual, dejando a un lado el precio de la vivienda, se incrementa el número de jóvenes que se quedan a vivir en casa de sus padres durante un tiempo prolongado. Sin embargo, la educación de algunos de nuestros vecinos europeos es mucho más eficiente. Ésta es una de las razones que explica porque allí reina el optimismo en tiempos de crisis. Donde un británico dice: No importa, saldremos de la crisis, un latino dice: Mamá, que no tengo dinero. La independencia de estas sociedades crea un gran número de personas emprendedoras, y por lo tanto, empresas fuertes y bien formadas.

Como habréis podido comprobar, yo estoy a favor de la segunda. Considero que a un hijo se le debe enseñar la verdad, y ésta abarca tanto a las cosas buenas como a las malas. Si se trata de proteger al hijo en todo momento enseñándole las cosas buenas, tarde o temprano se encontrará con las malas y será incapaz de discernir lo bueno de lo malo. Esto lo llevará a la confusión y a obrar mal por ignorancia.

Yo creo que lo adecuado es que en sus primeros años de vida se proteja al niño, pero enseñándole lo bueno y lo malo, y a partir de los cinco o seis años ir dejándole independencia poco a poco para que ponga en práctica lo aprendido, hasta que consiga una autonomía considerable al llegar a los dieciocho años.

Esta educación, combinada con un sistema educativo competente es la artífice del progreso humano.