Escuela de servidumbre

Es vox pópuli que el actual sistema educativo español se encuentra desfasado, que no se corresponde con la educación que un país desarrollado debería tener, que no da los resultados que deberían esperarse de un mundo medianamente avanzado. Así lo muestran todos los índices internacionales de educación, que dejan a España en los últimos puestos, tanto en lengua como en ciencias y matemáticas.

Coloquialmente, las generaciones más antiguas reconocen que la educación española está viviendo una terrible decadencia, pues tanto la cantidad y calidad de contenidos se han reducido notablemente. Incluso entre las generaciones actuales es muy conocido que el esfuerzo que hay que realizar para superar las asignaturas y niveles académicos es muy laxo.

Como los expertos en educación y en psicología afirman, es imposible que una persona mejore su nivel si previamente no ha realizado un duro esfuerzo. Los deportistas saben que si no realizan un esfuerzo duro y agotador, no pueden mejorar su fuerza física. Es una tontería entrenar con la expectativa de no cansarse. Las agujetas provocan músculo. Se puede expresar de multitud de formas.

Así pues, la consecuencia inmediata de una reducción en el nivel de exigencia educativo es la reducción del esfuerzo del alumnado y, por tanto, la reducción de la formación del país, y el menoscabo del capital humano.

Repasemos ahora los puntos más importantes de la Ley Orgánica de Educación (LOE), actualmente vigente en nuestro país. En el primer artículo se dice que el segundo principio inspirador del sistema educativo es: “La equidad, que garantice la igualdad de oportunidades, la inclusión educativa y la no discriminación y actúa como elemento compensador de las desigualdades personales, culturales, económicas y sociales, con especial atención a las que deriven de discapacidad”

Por otra parte, como se puede leer a lo largo de todo el texto legal, uno de los objetivos más importantes en todos los niveles académicos (educación primaria, secundaria, bachillerato y formación profesional) es el de lograr la igualdad efectiva entre ambos sexos, rechazar los estereotipos relacionados con las mujeres y los comportamientos sexistas. Incluso el Título II de la ley se dedica enteramente a tratar la equidad en la educación. Por ejemplo, el artículo 80 dice: “Las políticas de educación compensatoria reforzarán la acción del sistema educativo de forma que se eviten desigualdades derivadas de factores sociales, económicos, culturales, geográficos, étnicos o de otra índole.”

Como acabamos de comprobar el sistema educativo español vigente tiene como objetivo y fin principal la “igualdad efectiva”, es decir, suplir las descompensaciones que se puedan dar entre alumnos, con el objetivo de que todos tengan las mismas oportunidades de acceder a los puestos de trabajo.

Este principio que inspira la citada ley se basa en la idea de que las personas somos iguales o, en su defecto, podemos llegar a ser iguales; es decir, que con esfuerzo institucional se pueda lograr la igualdad de rendimiento académico. Además dicho principio coincide milimétricamente con el principio socialdemócrata de que hay que conseguir la igualdad por encima de todo, pues la desigualdad provocaría enormes problemas sociales como, por ejemplo, la desconfianza entre los conciudadanos, la violencia, la segregación, etc. Es decir, que la igualdad es un principio al que se debe aspirar pues la desigualdad crearía un círculo vicioso profundamente negativo y autodestructivo.

Sin embargo, tal principio es erróneo, por la sencilla razón de que las personas por naturaleza somos distintas. Y la naturaleza no puede ni cambiarse ni obviarse. Bien es cierto que todos somos personas y tenemos muchísimos aspectos genéricos en común, que nos igualan: todas las personas hablan un lenguaje determinado, tienen emociones y sentimientos, las mismas necesidades básicas, las mismas estructuras físicas y psíquicas. Por este motivo, la justicia, que debe ser ciega, trata a todos los sujetos de idéntica forma: como personas. No obstante, a niveles más específicos y concretos, las personas son muy diferentes entre sí y no hay nadie igual a otro. Aunque todos tengamos ojos, boca y nariz, nadie los tiene iguales a otro. Aunque todos tengamos sentimientos, no todos sentimos lo mismo. Aunque todos tenemos gustos, a no todos les gusta lo mismo. Aunque todos podemos actuar de una forma, todo el mundo tiene una forma de actuar que le define. Aunque todos tengamos unas habilidades y capacidades, las habilidades y capacidades difieren de unos individuos a otros. Y no aceptar esta realidad es ir contra la propia naturaleza.

Por este motivo, educar de la misma forma o exigir el mismo rendimiento o esfuerzo académico a todas las personas es un principio que va contra la propia naturaleza, que impide, dicho sea de paso, otro de los fines a los que va destinada la LOE: “Lograr el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos”. No tratar -por ejemplo- a una persona de reducidas capacidades como una persona infradotada va contra la propia persona, de igual modo que tratar a una persona superdotada como una persona media va también contra la naturaleza. Por eso, la mejor educación, es aquella que más se amolde a la individualidad de cada uno.

La LOE lo que está provocando es que se baje el listón en las aulas para que todos puedan superar los niveles, haciendo que sólo una porción muy pequeña de alumnos tengan que esforzarse para superar los exámenes.

Por el contrario, tenemos el sistema educativo de Singapur, donde el gobierno ha hecho una enorme apuesta por la educación, que está basada en la individualidad, para aprovechar al máximo las capacidades de cada persona, en busca de la diversidad en lugar de la igualdad. Allí, «la tarea de la escuela es ayudar a cada niño y joven a descubrir su propio talento. Así podrán insertarse en el mundo laboral con gran confianza en sus competencias y habilidades. El prerrequisito para ello fue el establecimiento de un sistema educativo flexible y diverso que proporcionó a los estudiantes posibilidades de elección de formas de aprendizaje para satisfacer sus intereses, que les otorga el poder de elegir qué y cómo estudiar. Esto ha logrado una instrucción diferenciada para atender a las necesidades de los estudiantes de variados orígenes, lenguas y habilidades».

Vemos incluso que en el reverso de los billetes de Singapur hay dibujos que evocan a la educación, indicado hasta qué punto es importante la educación para el sistema educativo de allí.

Los resultados están a la vista. Hace pocos años Singapur era una de las regiones más pobres del planeta y hoy es una de las zonas donde hay más crecimiento económico y las riqueza por habitante del mundo, con una tasa de paro actual (que se va reduciendo con el paso del tiempo) del 2%.

Observamos las grandes diferencias que existen entre la cantidad de empleo en España y en Singapur: mientras que allí el 65% de la población tiene trabajo, aquí sólo lo tiene el 37%.

Y es que la variable que más afecta al empleo a largo plazo en un país es la educación y el nivel formativo. Por lo que me temo que, si España no modifica rápidamente su política educativa, estará abocada a unos niveles de desempleo (y, por lo tanto, de malestar social) mastodónticos. Y los españoles que pretendan prosperar profesionalmente no tendrán más remedio que formarse por otros mecanismos que no sean los suministrados por los servicios públicos y emigrar a otros países.
 

Los días y las noches

Recuerdo que hace unos años, durante mi último curso de la ESO, asistí a una conferencia feminista que versaba sobre las diferencias que la cultura impone a ambos sexos. Aunque el tema central pertenecía al ámbito de la sociología, se abordaron diversas cuestiones relacionadas con la lingüística. Por aquel entonces no reunía el conocimiento necesario para rebatir las teorías que allí se defendían, si bien es cierto que recibí la charla con un elevado grado de escepticismo. Sólo con el paso del tiempo y, tras estudiar a algunos de los principales lingüistas, logré comprender los mecanismos de la lengua y darme cuenta de que mi instinto escéptico se hallaba en lo cierto. En el presente artículo me gustaría poner de relieve algunas de las cuestiones tratadas allí para señalar sus principales defectos teóricos. Toda la conferencia giró en torno a la idea de cómo, a pesar de los avances alcanzados en materia de igualdad, nuestra sociedad continúa siendo profundamente machista. Como ya he apuntado anteriormente, este es un tema que pertenece a la sociología y, por tanto, no forma parte del objetivo de este artículo.
En lo relativo a la lingüística, las ponentes sostenían que:
–    La lengua española, debido a su uso del masculino genérico, discrimina a la mujer y la invisibiliza a los ojos del hablante.
–    La lengua perpetúa esta concepción machista de la realidad dado que es la propia estructura de la lengua la que obliga a los hablantes a tener esa concepción de la realidad.

A continuación trataré de explicar por qué son falsas estas posturas. En primer lugar, cuando se les pide a los defensores de la primera afirmación una solución al problema del masculino genérico, la respuesta con la que nos solemos encontrar es la de utilizar los dos géneros (ciudadanos y ciudadanas, diputados y diputadas, etc.). Sin embargo, esta solución viola una de las características fundamentales de la lengua, que es la economía.
Existe una tendencia en los hablantes a reducir el número de palabras de una oración con el fin de conseguir expresar el máximo de contenido en el menor tiempo posible. Ejemplos de esta tendencia los encontramos frecuentemente en la lengua: las abreviaturas, las siglas, etc. Por tanto, cualquier mecanismo que no respete el principio de economía será rechazado rápidamente por los hablantes. Prueba de ello es que nadie utiliza estas fórmulas, salvo cuando se siente obligado por la presión social. (No es de extrañar que este uso haya quedado relegado al lenguaje político y periodístico)
La segunda razón que me gustaría argüir parte de una explicación del uso del masculino genérico. Si atendemos a las teorías estructuralistas,  el lenguaje se concibe como un sistema con cuatro principios fundamentales: principio de funcionalidad, principio de oposición, principio de sistematicidad y principio de neutralidad. El que nos interesa aquí, el de oposición, afirma que el sistema de la lengua se sustenta en base a una serie de oposiciones. Inicialmente, esta idea se aplicó en el ámbito de la fonología. Se analizan los diferentes componentes de varios fonemas y, dependiendo del número de rasgos que compartan, se parecerán en mayor o menor grado. Por ejemplo, elijamos los fonemas /b/ y /p/. Ambos son bilabiales, pero lo que los hace ser diferentes es la sonoridad; /b/ es un fonema sonoro, mientras que /p/ es sordo. Sin embargo, existen casos en los que las diferencias de estos fonemas son irrelevantes y se produce lo que en fonología se conoce como “neutralización”, es decir, los rasgos distintivos se neutralizan. Por ejemplo, en la palabra “apto”, la posición de la “p” neutraliza el rasgo de sonoridad, surgiendo así un “archifonema”, esto es, la neutralización de esos rasgos distintivos.
Más tarde, estos mismos conceptos se aplicaron en el ámbito de la semántica. En lugar de analizar fonemas, se analizaban palabras. De ellas se extraían unos rasgos distintivos, pero, de nuevo, en algunos casos ese uso se neutralizaba. Por ejemplo, está claro que existen rasgos distintivos entre las palabras “día” y “noche”. Sin embargo, en determinados contextos, se puede utilizar una de esas dos palabras de forma que abarque también el significado de la otra, verbigracia, “Estuve estudiando todo el día”; la palabra “día” en este contexto bien puede abarcar el significado de “noche”. En este caso, se dice que “día” es un archilexema.
Después de este recorrido por las teorías estructuralistas, llegamos al punto clave del argumento que quería esgrimir. Si aplicamos esta misma teoría a la morfología, llegamos a los morfemas “o” y “a” que, por lo general, se utilizan en español para marcar el masculino y el femenino. Así, llamamos “ciudadanos” a los varones y “ciudadanas” a las féminas. En cambio, existen casos en los que este uso se neutraliza, por ejemplo, cuando nos dirigimos a una audiencia en la que hay representantes de ambos sexos. El español resuelve esta cuestión con el masculino genérico, es decir, un masculino que, desprovisto de sus rasgos de masculinidad, sirve tanto para referirse a hombres como a mujeres. A esto se le llama “archimorfema”. Por lo tanto, se podría decir que el uso de “ciudadanos y ciudadanas” tendría el mismo sentido lingüístico que decir “Estuve estudiando todo el día y toda la noche”. Para los ojos de muchos, entre los que me incluyo, el empleo de cualquiera de estas fórmulas resulta cuanto menos ridículo, pues no es más que una repetición de lo que la lengua ya se ha encargado de matizar.
El segundo punto de este artículo es una contra-argumentación a la teoría que sostiene que la estructura de las lenguas perpetúa las diferencias entre hombres y mujeres. Dicha tesis pertenece a un movimiento antropológico llamado “relativismo lingüístico”. Este afirma que la estructura de las lenguas moldea el pensamiento de los hablantes de modo que dos individuos que hablan dos lenguas distintas se hallan en dos mundos diferentes. De lo cual, las ponentes dedujeron que si una sociedad es machista se debe al uso machista de la lengua.
Esta idea es radicalmente falsa, pues se ha comprobado que en ciertas lenguas indígenas se emplea el “femenino genérico” y, sin embargo, la estructura de la sociedad es completamente patriarcal.
Uno de los razonamientos que empleaban las feministas era el hecho de que existieran tantos términos para un mismo referente: prostituta (meretriz, puta, furcia, zorra, etc.). Esta realidad, según ellas, les proporcionaba a los hablantes esa visión de las mujeres. Un buen argumento que hace cojear esta tesis del relativismo lingüístico es la noción de “fosilización lingüística”. Esta asegura que no existe una correlación directa entre el vocabulario de una lengua y la concepción cultural de las palabras. En cualquier caso, esta motivación únicamente existiría en el mismo momento en que se crea la palabra, pero no necesariamente después. Pongamos varios ejemplos: la palabra “histérico” proviene del griego ὑστερικός, que significa “relativo al útero”. Se le dio este nombre porque se pensaba que la histeria era algo exclusivamente femenino. Con el paso del tiempo, a finales del siglo XIX, el Dr. Freud descubrió que también se daban casos de histeria entre varones, sin embargo, se mantuvo el mismo término que hacía referencia únicamente a la mujer. En la actualidad, pocas personas conservan el prejuicio de que sólo las mujeres pueden sufrir de histeria. Si las tesis del relativismo lingüístico fuesen ciertas, todos los hablantes seguirían manteniendo ese cliché.
Otra palabra que podemos utilizar como ejemplo es “átomo”, que significa “que no se puede dividir”. Este término se acuñó en un tiempo en el que se creía que el átomo no podía dividirse en partes más pequeñas, con lo cual, podemos afirmar que sí había motivación entre el significado y el significante. Más tarde, se descubrió que el átomo sí podía dividirse, sin embargo, el término siguió siendo utilizado por los expertos, los cuales “fosilizaron” ese significado original.
Finalmente, me gustaría añadir la conclusión de que la lengua es un ser vivo que se halla en constante cambio y que los prejuicios, los clichés y la discriminación pertenecen a la sociedad y la cultura y sólo se pueden modificar a través de estos, por lo tanto, de su estudio han de encargarse la sociología y la antropología. La lengua es sólo el instrumento que utilizamos para la comunicación de esas ideas que la cultura nos ha metido en la cabeza. Nada más.

Marx y el valor-trabajo.

Marx, otro filósofo de la sospecha, otro pensador obsesionado por dotar de carácter ciéntifico a sus opiniones puramente personales y, como veremos, erróneas.

La ufanía de Marx le llevó a proclamar una ley sobre el valor que la sociedad debe otorgar a todos los productos. Cualquiera diría que está ejerciendo de Dios. ¡Ya sé por qué los marxistas no son cristianos! ¡Veneran a Marx!

Bromas aparte, Marx declaró en la primera parte de su magnus opus, El Capital, que el valor de la mercancía debe estar estipulado en función del trabajo dedicado a su producción. Si en la producción de un libro se ha consumido 3 veces más de trabajo que en la producción de un automóvil, el libro debe valer 3 veces más que el automóvil.

No obstante, el trabajo no es lo único que hay en el universo. El ser humano, de forma innata, otorga el valor a los productos en función de la utilidad que le reporte (demanda) y la abundacia o escasez de los mismos (oferta). Así, si un libro, aunque se hayan dedicado muchas horas en su culminación, es despreciado por la gente (léase Main Kampf) el libro no valdrá nada. Claro, que después habrá algunos indignados (entre ellos el propio Hitler) que estén en desacuerdo con la sociedad e intenten imponer su valor propio como único al resto de la humanidad (igual que quería Marx, pero con el trabajo).

Es una mala noticia para el trabajador que el mundo no gire en torno a él; sin embargo, es una buena noticia para el mundo. Así que los obreros deben oferecer un trabajo que sea demandado por la gente. Por ejemplo, los contertulios del diario Sálvame en Telecinco cobran mucho más que cualquier persona normal, que esté trabajando todos los días en trabajos insoportables, como el de trabajador de una fábrica. ¿Dónde está la clave? En que, para la sociedad, conocer los entresijos de Belén Esteban le reporta más beneficio que el pan que haya podido hacer el panadero.

Y no culpen al capitalismo de ello, culpen a los valores de la sociedad; el capitalismo sólo se encarga de ponerlos de manifiesto y coordinarlos. ¿El comunismo? De imponer otros por la fuerza, destruyendo la libertad y la subjetividad.

La pobreza paradójica

«Una sociedad que priorice la igualdad sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas»  Milton Friedman, Premio Nobel de Economía 1976

En tiempos de crisis, la pobreza suele aflorar más que nunca. Se hace más palpable. Y nos hace recapacitar sobre ella y todo lo que le concierne. Es terrible observar que, en un país supuestamente desarrollado, más de cinco millones de personas (el 10 % de la población total) busquen trabajo y no lo encuentren. Lapidario es saber que algunos de tus conocidos tienen que vender su vivienda por no poder pagarla e irse a vivir a la calle.

Minimizar al máximo la pobreza debe ser uno de los objetivos fundamentales de todo país. Evitar la penuria debe ser el primer paso. Por ello, uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) es erradicar, de una vez por todas, la pobreza en el mundo. El objetivo de este artículo es, pues, una revisión al concepto de pobreza y propuesta de solución a la misma.

Ante todo, hay que tener en mente que la pobreza no es algo nuevo, traído por la modernidad, fruto de la globalización o el capitalismo. Por ejemplo, en la Edad Media, casi toda la población europea vivía en condiciones de pobreza extrema y continuada. Además, se sucedían épocas de hambruna y epidemias repetitivas que segaban a gran parte de la población en poco tiempo; en definitiva, nunca antes la población mundial ha estado tan rica. Los movimientos antiglobalización, por ejemplo, pinchan en hueso al oponerse a ella con el objeto de reducir la pobreza, puesto que es la globalización la única que lo ha logrado.

Como vemos en este gráfico, en el año 1959, casi el 22% de la población mundial vivía con menos de un dólar y medio al día. Ni que decir tiene que en épocas anteriores las condiciones eran aún más penosas. A medida que el mundo se fue globalizando e industrializando la situación iba mejorando: actualmente, un 10% de la población mundial, a lo sumo, vive en condiciones de pobreza.

De ese 10% de pobreza mundial, África participa en un 50%; es decir, la pobreza de los países industrializados representa, a duras penas, el 2% mundial. Además, podemos observar que los países recientemente industrializados (los asiáticos: Taiwán, Hong Kong, China, Corea del Sur, Japón, etc.) han reducido -también recientemente- sus índices de pobreza. Existe una gran correlación entre industrialización y mínimos índices de pobreza. La historia económica así lo demuestra, y como dice Jacque Fresco: «sin tecnología, recaeríamos en el esclavismo».

En este sentido, África se encuentra actualmente en una encrucijada. Es uno de los escasos territorios que continúan aún en el pauperismo (pobreza persistente), y todavía no se ha industrializado. Las actuales revueltas en países africanos como Libia o Egipto buscan derrocar a sus tiranos (los cuales se apropiaban de la mayoría de la riqueza del país), para lograr la libertad política y económica, un camino firme hacia la industrialización.  Podemos admitir, en consecuencia, que el camino más factible para erradicar el hambre es abrir paso al libre mercado y a la globalización.

Ahora bien, si la industrialización llega, manu militari, del Estado, el resultado es bien distinto. En primer lugar, ninguna persona humana está capacitada para saber qué empresas abrir, en qué lugares, cómo hacerlo o en qué proporción. Al no poder hacerse con la información del mercado (o la sociedad), se abrirán empresas que no serán viables (que la gente no demandará) y, así, lo único que se conseguirá es desperdiciar recursos. En segundo lugar, la fuerza que generan las acciones individuales de la sociedad supera por mucho las decisiones de un gobernante. Por este motivo, el proceso de industrialización de la extinta Unión Soviética, preconizado por Stalin, no fue precisamente gallardo: mientras se lanzó el Sputnik, casi toda la población vivía en condiciones de penuria. El Gosplan u el organismo de planificación central no reduce tampoco la pobreza. Así las cosas, la industrialización, cuánto más libre de estatismo, más efecto surtirá en la pobreza.

La riqueza de las naciones se explica por la libertad económica, la tecnología y, por extensión, en la productividad. No obstante, los continuados esfuerzos estatistas para generar igualdad desembocan en el crecimiento de la pobreza. Por ejemplo, para aumentar el subsidio de desempleo hay que aumentar los impuestos; o sea, que los trabajadores, al menos en parte, mantienen a los desempleados. Se trata de un desincentivo al trabajo. Si bien en el mismo instante en el que se ofrecen subsidios los desfavorecidos aumentan su bienestar, la economía se va resintiendo poco a poco, pues el desempleo va creciendo, y cada vez son más los subsidios demandados, mientras que la recaudación del Estado disminuye. Así cayó el Imperio Romano. Cuando los emperadores romanos pensaron que su rico y vasto imperio era ilimitado, decidieron ofrecer la ciudadanía romana a todo habitante del imperio, con los privilegios que ello conllevaba. Panem et circences (pan y circo, gratis) era el lema del antigüo Estado del bienestar romano. Los productores de trigo decidieron cerrar sus fábricas, pues el pan era ofrecido gratuitamente. Y la población no paraba de crecer, pues los inmigrantes entraban a borbotones a beneficiarse de tal caridad. Las arcas del imperio romano quedaron exhaustas en muy poco tiempo y se inició el declive del imperio.

Según las cifras del Banco Mundial y la ONU, podemos hallar una correlación muy reducida entre libertad económica e igualdad, como puede observarse en los índices de arriba. Sin embargo, la población vive mejor, en lo que respecta a bienestar económico, con libertad económica.

Por ello, insisto, el único remedio contra la pobreza es libertad económica e industrialización. Las ayudas sociales adolecen de miopía, pues, tras los beneficios instantáneos, engendran las simientes del paro, quiebra y penuria. Dicho de otra forma: las consecuencias del Estado del bienestar son las contrarias a las buscadas por el Estado; es decir, la ayuda a la pobreza genera pobreza. Como ejemplo más actual podemos ver a España que tiene una de las protecciones al desempleo más altas (y unos índices de paro atronómicos) o EE.UU. cuya administración ha preconizado el susodicho modelo del bienestar (con el consiguiente desempleo alto y constante).

Así las cosas, el promover políticas de igualdad produce desincentivos, contrayendo la economía e igualando a todos sus miembros en la penuria; por la otra parte, favorecer la libertad implica desigualdad económica, pero al generarse incentivos, la economía crece y todos sus miembros terminan saliendo de la pobreza. No obstante, a muy largo plazo, la economía libre tiende a la equidad, como pueden observar en el siguiente gráfico.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (VIII)

Libertad, motor del progreso (III): propiedad privada, privatización y mano invisible.

Otro de los principios en los que se basa el sistema capitalista es en la confianza de la libertad individual, por encima del paternalismo. El individualismo será más eficiente, tanto económicamente como socialmente, que cualquier decisión adoptada por una oligarquía.

Si dividimos los recursos mundiales entre el número de personas que pueblan la Tierra y le otorgamos a cada uno su proporción correspondiente para su usufructo, el mundo funcionará mejor que si todos los recursos en su totalidad pertenecen, comunalmente, a todos los individuos.

En primer lugar, estamos programados para ser únicos, lo que significa que unos trabajarán más que otros, se esforzarán más; en consecuencia, los que trabajen más, los que más beneficien al mundo, deberán ser recompensados en la proporción exacta a su contribución, ya que, de lo contrario, nadie tendría incentivos para perfeccionar el mundo. Se trata de identificar enrriquecimiento personal con el enrriquecimiento social: si una persona aumenta el bienestar o la potencialidad vital de la sociedad, ésta debe enrriquecerse, precisamente, por enrriquecer a la sociedad.  Sin entrar en el debate de quién enrriquece más o menos, lo que es taxativo es que el trabajo intelectual aporta unos beneficios inconmensurables, pues las buenas ideas son eternas y muy escasas (requieren mayor esfuerzo y mérito).

Así como un estudiante que se despreocupa por sus exámenes y recibe una nota baja y el que se preocupa y obtiene una nota alta, el trabajador (o persona) que más trabaje y más beneficie al mundo deberá ser compensado en la misma proporción. Esto es indudable.

Empresa, corazón del organismo social.

Esto es lo que ocurre actualmente con las empresas. Sin embargo, muchos no lo ven así. Los más extremistas llegan incluso a afirmar que «las grandes empresas se convierten en organizaciones criminales, las organizaciones criminales en grandes empresas y la economía en la imposibilidad de distinguirlas». Pero, nada más lejos de la realidad. Las organizaciones criminales ejercen el poder coactivo (por ejemplo, el terror o la violencia) para conseguir sus objetivos, mientras que cualquier empresa intenta aumentar el valor añadido de la sociedad, satisfacer necesidades latentes (¡ojo!, no crearlas), que la demanda se sienta atraída por el output de la empresa. En este sentido empresarial, en el capitalismo, se producen relaciones de intercambio (entre empresarios y consumidores) que benefician a ambas partes; los consumidores se ven beneficiados por la creación de valor (por ejemplo, de simples recursos naturales, se obtiene un teléfono móvil para podernos comunicar a distancia) y los empresarios se ven también beneficiados directamente por los ingresos e indirectamente por su capacidad de crear riqueza.

Este es el resultado de la propiedad privada, de repartir el mundo entre individuos en lugar de compartirlo todo comunalmente. Es, además, coherente, pues sabemos que el ser humano es autoconsciente, lo que implica finalmente en la necesidad de propiedad privada. ¿Por qué, si no, las moras de los parques públicos se arrancan antes que en la propiedad privada? ¿Por qué, si no, la calle está más descuidada que la propia casa? ¿Por qué, si no, un batido compartido se acaba antes que si cada uno se bebiera su parte por separado?

Por ejemplo, las empresas públicas (RENFE, Correos, Aena, etc.) no son eficientes: pertenecen a todos, es decir, a nadie. Mientras Inditex intenta, por todos los motivos, aumentar el bienestar del cliente para que acuda a su tienda (y, así, obtener los consiguientes beneficios), RENFE no tendrá estos incentivos (los de mejorar a la sociedad, para obtener beneficios) porque, en primer lugar, las empresas públicas están cercanas al monopolio y, en segundo lugar, las pérdidas de estas empresas son sufragadas por el propio Estado. En definitiva, la función empresarial, de competencia, de obtener beneficios, de crear y entregar valor al cliente, no será prioritaria. Por este motivo, a todos los individuos les conviene la privatización.

En definitiva, este sistema funciona por la libertad que existe, la cual, permite intercambios libres entre dos partes, que se benefician mútuamente. En un sistema capitalista, el cliente y el dependiente, en la transacción, se darán mútuamente las gracias (literalmente), mientras que en otros sistemas se debe aceptar lo impuesto a veces a regañadientes.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (V)

Respuesta a las objeciones: Ciclos económicos (II)

En el fascículo anterior  explicamos que las crisis económicas son tan incompatibles con el capitalismo laissez-faire como lo son el agua y el aceite. Además, que éstas se deben al intervencionismo que se inmiscuye en el mercado y que, mientras siga vigente el socialismo, las crisis serán periódicas.

Hace menos de una semana que, en el parlamento de Inglaterra, loa conservadores han presentado una propuesta para que la economía se atenga a los principios generales del derecho: un coeficiente de reserva fraccionaria del 100%, es decir, que los propietarios del dinero tengan a su disposición la totalidad del dinero, sin ningún tipo de condición. De aceptarse esta propuesta –como sabrán– los ciclos económicos cesarían y la función de crecimiento de la economía sería creciente hasta el infinito. Se trata, pues, de una medida anticíclica.

Esta ley no es nueva. En 1844, los economistas se percataron del mismo problema y se intentó eliminar la reserva fraccionaria. Sin embargo, esta ley, conocida como ley de Peel, conminó a los bancos guardaran (y no prestaran) el dinero de sus clientes. Sin embargo, se produjo un lapsus, a saber: el sistema bancario seguía disfrutando de la posibilidad de crear dinero ficticio en las cuentas corrientes. En la época se pensaba que las cuentas corrientes no provocarían problema alguno, pero no fue así. El despiste permitió que los bancos continuasen ocasionando el problema y, tal despiste, inició dos siglos de un sistema bancario indecente, que permanece incólume, al presentarse como víctima cuando, en verdad, se trata del causante.

Si, finalmente, se ratificara esta ley en el Reino Unido, su economía dejará de presentar ciclos y, en consecuencia, no habrá auges, ni burbujas, ni crisis. Evidentemente, el crecimiento económico será muy pobre; pero, a medio y largo plazo, la sociedad inglesa llegará a un nivel cada vez más alto, pues se ahorrará la destrucción que provoca una crisis. Por consiguiente, la ley cobrará fama internacional, extendiéndose al resto de países que, con toda probabilidad, no tardarían en percatarse de los beneficios ocasionados. La abolición de la esclavitud fue un gran paso que la humanidad inició hacia la justicia; éste paso que está a punto de iniciarse, supondrá un gran avance por la senda hacia la justicia, hacia el fin del socialismo.

Claramente, el que achaca los problemas ocasionados por los ciclos económicos al sistema económico capitalista, se da de bruces con la realidad. Y el sociata que critique esta cuestión, se criticará a sí mismo. Aunque, hay que decirlo, ningún político critica los ciclos económicos y se jactan de sus medidas procíclicas: el baluarte de los políticos, en lo que a economía respecta, suele ser el señor Keynes.

En el presente fascículo terminaré de desgranar la fisonomía de los ciclos económicos: las consecuencias que se desencadenarían al abolir el coeficiente de reserva fraccionaria. Si bien en la entrada anterior traté, principalmente, de los ciclos económicos, en esta hablaremos del papel que protagonizan los bancos centrales en el panorama económico mundial y, como no podía ser de otra manera, del patrón oro.

Los bancos centrales

Ante todo, hay que decir que el sistema bancario es el más intervenido del planeta. La banca, a día de hoy, es la fusión de política y economía, estableciendo una aleación ciertamente inestable. Esta es una de las razones que explican la confusión entre sistema político y económico. Como ejemplo, en España tenemos el mejor de ellos: el esperpento de las cajas de ahorros. Un escándalo de tal magnitud que la dirección de las cajas se reparte entre los políticos, como si de caramelos se tratase.

Dejando a España a un lado, actualmente, la economía se rige principalmente por los bancos centrales. En Europa, por ejemplo, la política monetaria es controlada por el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC). Con anterioridad era controlado por el gobierno de cada país y, ahora, por el SEBC; en términos teóricos el mismo perro con distinto collar, pues el nivel de intervencionismo es el mismo.

Y es que los bancos centrales son las instituciones de control económico por antonomasia. Como dicen los teóricos, se dedican a atacar los síntomas de las crisis, pero no la enfermedad, a saber, las políticas procíclicas. Por ejemplo, varían, principalmente, la oferta monetaria, los tipos de interés y la inflacción. Esta es la tarea fundamental del Banco Europeo, la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el de Japón. Este control repercute en nuestra vida diaria constantemente, por ejemplo, el paradigma de las hipotecas.

Además, existe un contubernio entre los bancos centrales y los políticos, al compartir intereses: las dos instituciones animan las burbujas, engendrando las simientes de una crisis futura. A los Estados les conviene que la inflacción se mantenga a unos niveles altos, ya que grava el ahorro y favorece el gasto, dogma keynesiano. Con altas tasas de inflacción, el dinero pierde valor: lo que hoy vale 20 €, mañana valdrá 40€. De este modo, el valor de la deuda pública estatal se reduce con el tiempo, por arte de magia. Así, los Estados no les importa el despilfarro y la emisión de deuda pública -como hemos visto en España, hasta hace unos meses-, mientras el aumento de los precios se mantenga constante. Las economías cíclicas -como las de ahora- son adictas a la inflacción.

Los bancos centrales también asumen otro papel: el de salvavidas. Cuando se desencadena una catástrofe económica, los bancos centrales acuden, para ayudar a todo el sistema bancario a resistir la tempestad. Adquieren dinero, para, luego, en un momento crítico, inundar el mercado de recursos pecuniarios. Pero lo curioso es la manera de recaudar el dinero: lo fabrican. O sea, que no solamente el sistema bancario crea dinero ficticio, provocando una crisis crediticia, sino que los bancos centrales, para salir de la crisis, crean dinero de la nada, enciendiendo la máquina de hacer billetes. Así funciona la macroeconomía del siglo XXI.  Los bancos centrales en un momento de depresión elevan la oferta monetaria, aumentando la inflacción y repartiendo injusticia por doquier.

Inyección del dinero

La inyección de dinero en el mercado por parte de los bancos centrales desentraña, como veremos, una tremenda injusticia, como la mayoría de las acciones intervencionismas, que no favorecen el libre mercado. Este proceso no se produce como el grueso de la población cree: la intuición nos dice que, cuando un determinado organismo decide aumentar el dinero que hay en circulación, producirá más billetes y los repartirá por el mercado; ya está. Pero, tras esta visión intuitiva, se esconde la verdadera injusticia.

Si el nuevo dinero fabricado se reparte equitativamente a todos los agentes del mercado, los efectos de la inyección son nulos. Si a todos los individuos se les entrega un millón de euros, su capacidad aquisitiva será exactamente la misma, el único efecto producido serña la caída del valor del dinero (interés) o variación el los precios (casi siempre, inflacción). Por esto, para que en la inyección se produzcan los efectos perseguidos, necesariamente se tiene que producir una situación injusta: el dinero nuevo se reparte a unos pocos, que están en una situación de ventaja con respecto a los demás. Con el nuevo dinero en mano, éstos invierten y, así, el dinero producido se expande, paulatinamente, por la sociedad, al tiempo que, poco a poco, la divisa va disminuyendo su valor.

La oferta monetaria está relacionada con la inflacción y el consumo. Lo que los bancos centrales quieren es, conjungando las distintas variables, modificar, a su modo de ver, los comportamientos de los consumidores.

Patrón oro

Cámaras de oro

El culmen del conjunto de reformas para acabar con los ciclos económicos, se poducirá al instaurar el patrón oro en la economía. El patrón oro, el respaldo de los billetes en determinada cantidad de oro, lo que pretende es regular la oferta monetaria, impidiendo procesos dinerarios tan perniciosos para el capitalismo como la inyección de dinero o la creación de dinero bancario.

Al estar todo el dinero respaldado por oro, en las cámaras acorazadas de los bancos, los procesos injustos, desestabilizadores y perniciosos, tanto para el mercado como para la sociedad, serán irralizables. Es decir, para aumentar el dinero en circulación, debe aumentar el oro en las cámaras acorazadas. Como todos sabemos, el oro es un producto muy estable, que crece entorno al 1% al año. Y, como vimos en anteriores fascículos, las crisis económicas se producían por la mezcolanza entre liberalismo e intervencionismo. El patón oro imposibilitaría  el intervencionismo, dejando un capitalismo puro, sin crisis económicas, sin injusticias.

Esta medida pondrá el broche de oro, nunca mejor dicho, al capitalismo, haciendo una sociedad más justa y menos irracional. Al menos, en el Reino Unido, se ha dado el primer paso.

Para más información: 100% + patrón oro; http://www.libertaddigital.com/opinion/autores-invitados/ayer-fue-un-dia-historico-56262/

Biopolítica

La política, por suerte o por desgracia, tiene la facultad de inmiscuirse en todos y cada uno de los intersticios de la sociedad. A decir verdad, la política no es más que la sociedad; la relación entre individuos.

El problema radica cuando la política se convierte en medio hacia el poder, cuando la democracia ya no es directa; cuando los representantes solo se representan a sí mismos. Entonces la política pasa a estar controlada por los políticos, y como el poder corrompe a todo hombre, la política queda convertida en un ámbito de obstentación, poder, control, corrupción. Así, algo a priori tan maravilloso como el estudio de las relaciones humanas, se transforma en la horrendidad de los políticos, enemigos de la sociedad. Tan enemigos pueden resultar que trocan el curso del progreso y la Naturaleza, cambiando, por ejemplo, las leyes educativas para convertir la enseñanza en la pedagogía del político de turno.

Si Platón reencarnase en un país como España, con toda seguridad saldría aún más asqueado de la política de lo que lo hizo en Atenas. Y es que en Occidente la situación es aún peor: mayores injusticias (incomparables a la sufrida por Sócrates), reinado de la vulgaridad y un dualismo, seguramente alimentado por el filósofo, que ha terminado resultando gravemente pernicioso.

Sabrán ustedes que en el Occidente actual (ni en otro espacio, ni en otro tiempo) existe un afán por los dualismos (alma-cerebro, bueno-malo, etéreo-terrenal, etc.), que no son otra cosa que un exagerado simplismo, reduccionismo, con grandes dosis de tergiversación. Todo ello orquestado por los políticos.

La política, o más bien, la política de los políticos suele caracterizarse, entre otras muchas, por el sectarismo, la irracionalidad, la inseriedad, la inelegancia y, por último, la incoherencia. No lo digo solamente yo: «Ideología significa idea lógica y, en política, no hay ideas lógicas, hay ideas sujetas a debate, pero nunca por la evidencia de una deducción lógica» José Luis Rodriguez Zapatero. ¿Cuántas veces oiremos las sórdidas disquisiciones entre polítiquillos? ¿Cuantas veces veremos a los políticos echarse flores y atentar contra sus adversarios? ¿Y a los periódicos -por supuesto, politizados- bailándole el agua a cada cual? Señores, no me digan que esto no es sectarismo.

Por el contrario, tenemos a la ciencia que se caracteriza por todo lo contrario: humildad, racionalidad y, en consecuencia, posibles cambios de opinión. Probablemente, Platón en esta coyuntura se hubiera decidido por las ciencias. Pero claro, la política, el poder, reina por encima de todo y somete, mancilla y usa a la ciencia. Esto no es más que un claro reflejo de la sociedad de hoy, pues la inferioridad cualitativa se antepone a la superioridad cualitativa, a saber: se confunde cantidad con cualidad y esencia con apariencia. Esta es la cuestión de que hoy nos ocupa.

La biopolítica no es más que el uso que hace la política de los aspectos biológicos, expresión usada por la filósofa Beatriz Preciado. Tiene que ver bastante con los supradichos dualismos: el dualismo hombre-mujer. No es más que la teoría del conocimiento nietzscheana, aplicada al susodicho dualismo. A los políticos les conviene sobremanera mantener intacto este dualismo. Así tienen recursos para entretener, dominar y manejar: violencia de género, matrimonios homosexuales, transexualidad, etc. Y lo vemos claramente en los espectáculos que nos brinda la señora Bibiana Aido. Algo tan diversificado como el ser humano; sin embargo, queda dualizado y disecado en dos palabras: masculino y femenino. ¡Hay más que eso! Mire usted, eso es superfluo, no conocemos nuestros genes. La importancia reside en la personalidad y no en el sexo, que somos individuos únicos e irrepetibles; lo que de verdad importa es nuestro deseo, nuestras elecciones, la subjetividad, lo que hacemos, nuestra fuerza de voluntad; para nada lo que nos viene dado. ¡Qué más da si se es hombre o mujer! Tal distinción refleja la quintaesencia de la sociedad actual: la apariencia. La esencia (ideas, gustos, personalidad) es lo que nos distingue. ¿Será tal cosa más importante que al sexo al que pertenecemos o las etiquetas que la sociedad nos cuelga!

En realidad, todo este artículo puede resumirse en la siguiente frase: no es más importante la diferencia entre hombre y mujer, sino las semejanzas: ambos son seres humanos.

Balanzas inclinadas.

Cuando hace apenas dos meses, mi amigo Paco, me regaló un estuche de escritura y me dijo «p’a que te hartes de escribir» , ni en sus peores pesadillas hubiera imaginado que hoy lo tuviese que utilizar para salir en su acérrima defensa.

Si por finales del mes de mayo me reservé de denunciar desde este espacio a algún que otro miembro del profesorado del IES Pedro Espinosa, fue porque creía que los hechos acontecidos serían pura anécdota transcurrido el verano. Al no ser así me veo moralmente obligado a dar a conocer una injusticia que, como tantas otras, no debería pasar desapercibida.

 Todo comienza con las evaluaciones finales del mes de mayo, decenas de alumnos del IES Pedro Espinosa de segundo de bachillerato con el corazón en un puño esperando resultados. Mientras tanto, es de dominio público que, suspendiendo una asignatura, el profesorado concede el título al alumno; sin intención de joder. Y en la mayoría de los casos así sucede, numerosos alumnos admiten haber sido aprobados sin merecerlo en tal o cual asignatura que tenían suspensa. Pero claro, siempre existe la excepción que confirma la regla, y en este caso la suerte le da la espalda a Paco. Por aquel entonces no había porqué dramatizar, si no es porque las noticias vuelan y enseguida llegan a sus oídos rumores sobre fulanito y menganito que han aprobado en su mismo contexto. Molesto, como es lógico, pide cita para informarse de las causas que justifican su no-aprobado y la respuesta ya la imaginan ustedes, media hora de palabrería vacía.

 Nada hubiese pasado si tras un arduo verano de estudio tanto para la asignatura suspensa como para el resto de exámenes de selectividad, el resultado de la asignatura suspensa hubiese sido positivo.

Primeros días de septiembre, buenas sensaciones, repleto de ilusiones, es la hora de acabar con el punto negro que todo el verano ha fastidiado tanto. Y como en mayo, llega la hora de las calificaciones. De nuevo deficiente. Si cuatro meses antes, mi amigo, se dirigió al profesor molesto por las informaciones que llegaban de otros lares, ahora, no era molestia, sino cólera. De nuevo la misma palabrería inútil y vacía de un docente que perdió los estribos cuando ni corto ni perezoso y con dos pares de cojones, Paco, le hizo saber que conocía a personas con nombres y apellidos que habían aprobado su asignatura, sin superarla durante todo el curso.

Y digo yo ¿Ante una falacia pierde un profesional los estribos? ¿No da que pensar, aunque sea solo un poco? ¿Todos moros o todos cristianos? A mí, personalmente, se me caería la cara de vergüenza de aprobar a fulanito por caerme mejor, tener compromiso o tener un par de tetas y hacer perder un año a menganito porque simplemente me ha caído gordo desde el primer día que lo vi.

Después ponemos el grito en el cielo cuando año tras año lideramos la lista de países en fracaso escolar, y claro, la culpa siempre para los alumnos que ya no son lo que eran. Una demostración en toda regla de lo que es la igualdad en este país donde incluso tenemos un ministerio para ello.

 Qué lástima que los números… tengan tan mala fama.

*Nota: Al tratarse de un blog personal se reserva el derecho a publicar los comentarios que se crean oportunos. Quedando excluidos aquellos que por valoración interna se crean desviados del tema principal, inoportunos o faltos de respeto.

Políticamente correcto, gramáticalmente bárbaro

A lo largo de la última década, y sobre todo desde la era Zapatero, se ha venido haciendo un mal uso del castellano en los medios de comunicación. Varios son los motivos que han impulsado esta catástrofe lingüística:

El primero de ellos es la consecuencia del sistema educativo más deficiente del mundo desarrollado, que ha hecho de los estudiantes una panda de borregos, por supuesto con sus excepciones. En las últimas leyes educativas los gobernantes se han olvidado de que cuanto más dura es la educación, se produce una mayor mejora. Esto está empíricamente demostrado. Los colegios más prestigiosos son los de más difícil acceso, y no aquellos que ostentan el mayor número de aprobados. Si se endureciera la educación, es verdad que al principio aumentaría el fracaso escolar, pero a la larga lograríamos reforzar la base de una sociedad futura que tendrá que enfrentarse a los avances próximos del siglo XXI.

Otro de ellos surgió del teatrillo progre para crear nuevas bolsas de electores, me refiero a la ley de «miembros y miembras» que lleva ya varios años contaminando nuestro idioma. Somos supervivientes de la LOGSE, por lo tanto, partamos desde el principio. Según estos individuos, cuando utilizan el plural, usan también el femenino, supuestamente con el fin de que las mujeres no se sientan discriminadas. Bien, hasta aquí estaría de acuerdo, pero es que están totalmente equivocados. El español viene del latín y el griego, y en estas lenguas podemos encontrar palabras masculinas, femeninas y neutras. Por influencia de estas lenguas clásicas, el masculino español abarca tanto al masculino como al femenino, así que no hay necesidad de gastar saliva y recurrir también al femenino, básicamente porque ya está incluido, es más, y creo que toda la gente medianamente culta se habrá dado cuenta, esto resulta ridículo y estúpido. El problema es que a nadie le han explicado estos detalles y podemos ver a políticos ignorantes con la típica frase recurrente de «ciudadanos y ciudadanas, españoles y españolas», quizás desconozca que este hecho le resta credibilidad.

Generalmente, se suele criticar al latín y al griego desde sectores feminazis y de políticos calzonazos y demagogos. Según cuentan estas activistas de pacotilla, que no hacen más que perjudicar a la mujer, el latín es una lengua muerta y machista, y debemos renunciar a ella. Esta actitud es merecedora de destierro tanto del país como de la lengua. Piden la introducción en la RAE de ciertas palabras que sólo utilizan ellos, ignorando que la RAE recoge lo que se habla, y no lo que se impone, aunque preveo que tarde o temprano se apoderarán de la RAE las hordas ignorantes.

Yo, por mi parte, seguiré hablando esta gran lengua defendiendo sus raíces latinas.