Cuentos chinos

El gobierno chino, con su fuerte intervención en la economía china, a través de su Banco Central, está perjudicando lentamente a una de las economías más emergentes del mundo.

China, al igual que numerosos países asiáticos, como Japón, Singapur, India, Tailandia, Taiwán, Corea del Sur, decidió, a partir de 1980, abrirse al exterior y olvidar el sueño utópico del comunismo. Si bien, lo hizo más lentamente, y con más reticencias, que el resto de países: la transición de China al capitalismo, aunque fue rápida, se hizo de forma más lenta que la de sus vecinos.

Países sumamente pobres, comparables a los actuales africanos, se decidieron por la libertad económica. Muchos están hoy entre los países más ricos del mundo, como Corea del Sur. Los inversores extranjeros, deseosos de obtener rentabilidades, vieron enormes posibilidades en países tan necesitados como los asiáticos, con tantas necesidades por satisfacer, donde la competencia es mucho menor que en sus países de origen, ya desarrollados. Y así es cómo los inversores extranjeros se enriquecieron enriqueciendo.

El caso de China presentaba además un aliciente adicional, igual que India. Era un país de enorme población, pues una de las políticas de la China imperial era incentivar la natalidad, para tener efecticos militares con los que luchar. En China, donde existe un gran mercado interno, y por tanto las primeras empresas obtendrían grandes volúmenes de ventas, era bastante atractiva para la inversión.

Igual que si Corea del Norte decide mañana romper sus barreras económicas y comerciales, y dar vía libre a los inversores, se originará una avalancha de inversión en el país, que empezarán a abrir hoteles, comercios, negocios, etc. Sería una oportunidad de ganancia sin parangón.

A pesar de todo, lamentablemente China todavía no ha abrazado la plena libertad económica. Hoy día el gobierno chino sigue haciendo “ingeniería social” e interviniendo de manera sutil, pero fuerte, en la economía.

Hoy todavía existen controles de capitales. Hoy todavía se controla y se maneja artificialmente el valor del yuan. Hoy todavía se maneja arbitrariamente el tipo de interés, y el coeficiente de reservas. Hoy todavía existe control sobre la natalidad, para expandir el PIB per cápita de forma artificial. Hoy todavía se impide la salida del país a numerosos funcionarios chinos. Y todo ello con efectos muy perniciosos para la economía, y por tanto para el ciudadano medio.

El “take-off” que experimentan necesariamente todos los países al industrializarse y al abrazar el capitalismo, donde se crece a ritmos vertiginosos, y la calidad de vida crece exponencialmente, está siendo aprovechado por el gobierno chino, para obtener poder, aun afectando a los ciudadanos chinos, y con el peligro de desacelerar el bonancible crecimiento chino, y la calidad de vida.

Veamos con detenimiento varias de las más funestas intervenciones, para la población, del gobierno chino.

I

Yuan: el billete rojo

El gobierno chino mantiene una política de tipo de cambios fijos sobre su moneda, el yuan. Eso no es otra cosa que mantener el valor del yuan fijo, inamovible, sin depreciaciones ni apreciaciones, en el mercado de divisas. Esto tiene enormes implicaciones macroeconómicas, que darían para otro artículo, mucho más largo, explicarlas todas.

Para conseguir que el valor del yuan en el mercado de divisas quede fijo, el gobierno chino hace lo siguiente.

Cuando en el mercado de divisas el valor del yuan está por debajo del valor fijado, o existen presiones a la baja en el valor, el gobierno chino vende los dólares que tiene acumulados, para comprar sus propios yuanes. Esto provoca una subida de la demanda de yuanes y una subida de la oferta de dólares, haciendo subir (de forma artificial porque se debe a la intervención del gobierno, y no de las transacciones entre particulares) el valor del yuan, o el tipo de cambio yuan-dólar.

Cuando el yuan está por encima del valor fijado por el gobierno chino, o existe presiones al alza sobre el valor, se hace lo contrario: el gobierno chino imprime yuanes, y acude con ellos al mercado de divisas a comprar dólares. Esto hace subir la oferta de yuanes, y subir la demanda de dólares, haciendo bajar (de forma artificial) el valor del yuan, o el tipo de cambio yuan-dólar.

El gobierno chino lo que quiere es mantener artificialmente muy bajo el valor del yuan: a unos 6-7 yuanes por dólar. Mientras que el PIB chino, al mismo tiempo, podría superar al estadounidense en poco tiempo.

¿Con qué objetivo? En primer lugar, el gobierno, quiere lograr un abaratamiento generalizado y artificial (más barato de lo que se produciría en un mercado no intervenido) de china, de todos los precios chinos: bienes, servicios, salarios, inversiones, etc. Esto haría aún más atractiva China hacia los inversores extranjeros. Así es como los productos chinos son tan baratos, la mano de obra y las exportaciones son tan enormes.

De modo que “el modelo asiático”, que no es sino chino, de salarios bajísimos, del que tanto se habla en la prensa, no es producto del mercado ni mucho menos (de hecho el mercado presiona para lo contrario), ni de la globalización, sino de la intervención deliberada del gobierno chino. Lo contrario es un “cuento chino”.

De hecho, corre el peligro de que el gobierno chino no pueda con el mercado, y no pueda mantener tan bajo el valor del yuan. Al comprar tantos dólares, sus reservas de dólares son mastodónticas, que están ociosas y no se sabe lo que hacer con ellas. Los propios chinos no se fían del yuan, y están empezando a cambiarlo por moneda extranjera y a ahorrar en otras divisas. Este efecto, provocó el pasado mes de julio que saliese más dinero de China del que entra, por primera vez en mucho tiempo.

Por esto, el gobierno chino ha ido subiendo su objetivo, a regañadientes y renqueando, el objetivo del valor fijo del yuan, del 9 yuanes por dólar en 2002 al objetivo actual de 6,3 yuanes por dólar.

Lo normal en una economía como la china es que su moneda fuese mucho más valiosa y que se apreciara progresivamente, al tiempo que sus habitantes vayan adquiriendo rápidamente un buen nivel de vida, por la mayor capacidad adquisitiva del yuan. Como así ha sucedido en la mayoría de países sin tipo de cambio fijos.

Además, por otra parte, el gobierno chino imprime yuanes a mansalva. La impresora china echa humo. La oferta monetaria del yuan crece a tasas cercanas al 20%, mientras que, por ejemplo, la del euro está entre el 3% y el 5%.

Hay una relación contable en economía que siempre se produce. La cantidad de dinero que hay, dividido entre el número de productos que hay, da lugar al precio medio de un prodcto en esa economía. Si sube el número de productos, baja el precio; si sube la cantidad de dinero, sube el precio. O, dicho de otra forma, si la producción crece al 3% y el dinero al 8%, se produce una inflación del 5%.

En el caso de china la producción (PIB) crece al 10% aproximadamente, mientras que la masa monetaria lo hace al 15%. El resultado es una inflación del 5%. La que tienen actualmente. El gobierno no resta sólo capacidad adquisitiva devaluando el yuan en el mercado de divisas: también lo hace creando inflación.

Esta “política de impresora” también está relacionada con la política del tipo de cambio del yuan, que vimos anteriormente. Veamos por qué.

Existe otra relación contable en economía, que siempre se produce, para el tipo de cambio.  A igualdad de PIB entre dos economías, la economía que tenga una moneda más fuerte será la que tenga menor masa monetaria. Y a igualdad de masa monetaria, la economía que tenga una moneda más fuerte será la que tenga un PIB mayor.

 

Bueno, pues con PIB similares, como los de China y EE.UU., el valor del yuan el mucho más bajo que el del dólar: mayor ritmo de impresora en China que en EE.UU.

II

Simientes de una burbuja

Al igual que en los países occidentales, China padece otra enfermedad derivada de la intervención del gobierno en el sistema financiero: los ciclos económicos.

Los tipos de interés son fijados por el Banco Central Chino, sin tener (porque es imposible) la información necesaria para fijarlos correctamente. Los coeficientes de reservas de los bancos son bajados progresivamente por el gobierno, “para expandir el crédito”, en una economía ya recalentada, donde la inversión supera el 48% del PIB. Y cuando la experiencia demuestra que una inversión más allá del 20% del PIB es peligrosa.

Y cada año hay menos distancia entre el ahorro bruto y la inversión bruta, corriendo el riesgo, cada vez más probable, de que la inversión supere al ahorro, provocando inexorablemente una burbuja.

Y numerosas ciudades fantasma en china, construidas, pero sin habitantes, ponen de manifiesto una problemática e inminente burbuja inmobiliaria. Eso y la desaceleración del crecimiento chino, deja en evidencia a un gobierno chino que “hecha más leña al fuego” iniciado por él mismo, engendrando las simientes de una futura burbuja, en pro de acelerar el crecimiento. Espero que, cuando explote la burbuja, no intente apagarla, porque lo hará con un lanzallamas.

En definitiva, China, a pesar de todo, continúa y continuará siendo una economía emergente, desarrollándose, gracias a los millones de chinos disciplinados en su trabajo, a la sociedad civil, que invierte, que trabaja, que produce. Seguirá aumentando su calidad de vida, pese a sus gobernantes. El problema de China es su gobierno, y lo demás son cuentos chinos.

La tragedia del BCE (I): La burbuja mediterránea

Cuando el economista alemán Philip Bagus escribió su formidable ensayo “The Tragedy of the Euro”, el español Jesús Huerta de Soto apostilló que tal libro, lleno de argumentos, demostraciones y ejemplos históricos que explican por qué el euro está condenado al fracaso, debía haberse titulado más felizmente “The Tragedy of ECB”, pues todos los errores citados en el libro tienen su origen en el Banco Central Europeo, y no en la moneda del euro como tal.

Para empezar, la actual situación sombría de los países mediterráneos, periféricos o los PIIGS, tienen un causante muy claro: el Banco Central Europeo. Para comprender esta afirmación hay que entender la Teoría Austríaca del Ciclo Económico, que es la única capaz de explicar los períodos de auge y crisis que experimentan todas las economías. Gracias a esta teoría, gran número de economistas han sido capaces de predecir y explicar un gran número de crisis económicas.

I

Teoría del ciclo

Para ello hay que explicar algunos conceptos básicos de economía, para aquellos lectores que no sean expertos: tipo de interés, ahorro, inversión, etc.

El tipo de interés es el precio del crédito (es decir, lo que cuesta una hipoteca; lo que cuesta un préstamo; lo que cuesta la deuda pública, etc.).

La renta que se percibe sólo se puede ahorrar, para consumir en el futuro; o gastar, para consumir ahora. Lo que ya se ha gastado nunca puede invertirse, pues ya se ha gastado. Por tanto, sólo podrá invertirse, como máximo, aquello que se ha ahorrado, que es lo que podrá consumirse en el futuro. Este es uno de los principios básicos de economía: hay que equilibrar inversión y ahorro; si se quiere invertir más, tendrá igualmente que ahorrarse más.

Si se sobreinvierte, es decir, se invierte más de lo que se ahorra, una parte de los proyectos de inversión no serán rentables (malinvesment), pues no habrá recursos para consumirlos por la gente.

Si en una sociedad el ahorro es muy abundante, lógicamente el tipo de interés será bajo, pues habrá muchos recursos para prestar; en este caso, el tipo de interés bajo atraerá a numerosos inversores a invertir, con la esperanza de lograr altas rentabilidades en el futuro. Y al contrario: si en una sociedad el ahorro es escaso, habrá pocos recursos para prestar, y el precio del crédito en esta sociedad (tipo de interés), será elevado. En este caso, el tipo de interés alto, atraerá a pocos inversores, que sólo invertirán en proyectos de inversión de altas rentabilidades, pues tendrán que devolver el crédito a un alto interés.

El tipo de interés, por tanto, es el precio que regula el ahorro y la inversión. Y la función de los bancos es precisamente la de canalizar todo el ahorro y prestarlo a un tipo de interés.

El problema es que los bancos centrales manipulan estas relaciones económicas, que acabamos de explicar. Cuando se invierte poco en una sociedad, porque se ha ahorrado poco, el Banco Central establece un tipo de interés artificialmente bajo, con el fin de incentivar la inversión. Para ello, el Banco Central imprimirá dinero (lo que provocará cierta inflación) y se lo dará a los bancos para que lo presten a los inversores. Se pedirán más créditos a un tipo de interés bajo, se abrirán más empresas, se contratarán a más trabajadores, aumentará el PIB y habrá crecimiento económico.

Pero lo que también ocurrirá es que, a un tipo de interés artificialmente bajo, habrá menos incentivos al  ahorro, y existirá un desajuste cada vez mayor entre ahorro e inversión. El ahorro cada vez será más escaso, al mismo tiempo que se invierten y se prestan grandes cantidades, emitidas por el BCE.

Como el ahorro también puede definirse como el consumo futuro; si el ahorro es escaso, el consumo futuro también lo será. Si se ha invertido mucho más de lo que se ha ahorrado, tales proyectos de inversión no podrán ser consumidos por insuficiencia de ahorro: la gente no podrá pagar por ello porque sus ahorros no alcanzan.

Es el momento en el que explota la burbuja, las empresas cierran al no encontrar consumidores, se despiden a los trabajadores anteriormente contratados, los bancos se encuentran al borde de la quiebra, pues gran parte del dinero prestado no se le es devuelto al quebrar un gran número de empresas, etc. La sociedad, tras años de exuberancia irracional, se percata que lo único que ha conseguido es perder el tiempo, pues su economía ha sido ilusoria y especulativa, nada productiva. El Banco Central manipuló las leyes de la economía.

II

El caso europeo

En el caso de Europa, el BCE empezó a bajar los tipos de interés del 4,75% a finales del año 2001 hasta dejarlos en el 2% a finales de 2003, situación que continuó hasta el año 2006. Lo que el BCE perseguía con esta política era impedir la explosión de la burbuja tecnológica del año 2001, también llamada burbuja de las puntocom. Seguramente, esta burbuja fue creada antaño por tipos de interés artificialmente bajos, en EE.UU, por parte de la Reserva Federal.

Lo único que consiguió el BCE fue aplazar la tormenta financiera hasta el año 2008, eso sí, con el coste de haberla convertido en un huracán financiero, alimentado de nuevas dosis de bajos tipos de interés, durante seis años.

Las naciones que más se vieron afectadas por la política del BCE de borrachera crediticia fueron, naturalmente, aquellas naciones menos ahorradoras, que suelen ser normalmente las menos productivas, ya que disponen de menor renta, lo que les reduce sus posibilidades de ahorro.

Estas naciones, que más desajuste sufrieron entre ahorro e inversión, ya sea porque no ahorraron lo suficiente o porque el tipo de interés del BCE no era el adecuado para su nivel de ahorro, fueron los países mediterráneos, los de la periferia. Grecia vivió su burbuja del sector público: las prestaciones sociales no paraban de crecer hasta el mismo año 2009, los empleados públicos, las pensiones, la edad de jubilación permanecía irrisoriamente baja, etc. Irlanda vivió una perfecta burbuja bancaria, que ya todos conocemos, de la que se va recuperando poco a poco. España vivió una fuerte burbuja inmobiliaria de la que todos los españoles hemos sido perfectos testigos durante bastantes años.

Hasta el propio Zapatero, adalid del keynesianismo con sus famosos planes de estímulo, hizo un giño a la teoría económica y afirmó que España no estaría en este atolladero actual si hubiésemos ahorrado más.

Y es que no se puede unificar  la política financiera de países tan dispares en productividad y ahorro, como Alemania, Holanda, Bélgica, por un lado, y Grecia, España, Portugal e Irlanda, por otro.

Aquí observamos en el siguiente mapa las naciones más ahorradoras en el año 2008, las sombreadas en azul, con una tasa de ahorro superior al 40% de su renta; y las naciones menos ahorradoras, con una tasa de ahorro inferior al 40% de su renta, y en especial España, con una tasa de ahorro de tan sólo el 27%.