Toma el dinero y corre

Recuerdo cuando en 2003 el gobierno de Aznar aprobó el envío de tropas españolas a Irak. La decisión del ejecutivo encontró una gran oposición en el mundo dizque intelectual. Músicos, cineastas, actores y escritores mostraron su amplio rechazo a la medida. Con todo su derecho a la libertad de expresión declararon a través de la prensa, de los premios Goya y demás que la única intención de la guerra era llevarse el petróleo, sin importar la vida de la población. Todos tenemos en nuestra mente las imágenes de esas grandes manifestaciones del «NO a la guerra» y de las acusaciones de fascista y terrorista a Aznar. Hasta aquí todo bien. Un grupo social se posiciona en contra de las políticas de un gobierno y utiliza su libertad para hacerse sentir.

Sin embargo, con el paso del tiempo cambian los gobiernos y actualmente nos dirige un partido de distinto signo. Ahora practiquemos la analogía que tanto le gusta hacer a los españoles. El presente gobierno, aparte de mantenernos en la guerra de Afganistán, acaba de mostrar su apoyo a la intervención militar en Libia, es decir, a la guerra. En cambio ya no vemos, ni veremos, las grandes manifestaciones contra la guerra. Esos grandes intelectuales comprometidos con la paz y la libertad del pueblo ahora se muestran taciturnos respecto a una guerra ataviada con eufemismos baratos de televisión pública.

Cuando uno observa el doble rasero y la caradura ostensible en el mundo público sólo puede reaccionar con asco y vergüenza. Pero cuando además lo hacen con el dinero de todos, cuando se venden por unas cuantas subvenciones y una imagen para los borregos, es cuando el asunto llega ya a lo moral y, a mi modo de ver, a lo criminal, esto es, al robo.

Todos los que me conocen saben que no me gusta dividir nunca las sociedades en izquierda y derecha, pues creo que el ser humano es libre y no tiene porque atarse a la obcecación y obsesión de algunos, que ven fachas o rojos por todas partes. No obstante, este país me obliga a ello, porque el español medio no es capaz de crear sus ideas en base a lo racional, sino en base a etiquetas sociales y a convenios colectivos. El origen de que la izquierda española tenga la sartén por el mango y presente tal superioridad moral se debe básicamente a que siempre está organizando manifestaciones, saliendo a la calle, haciendo ruido, con razón o no. En cambio, en España tenemos una derecha tonta, acomplejada y displicente, que es incapaz de defenderse y que así le va, venciendo por mayoría absoluta en las encuestas y manteniendo la patética estrategia electoral del centro y el complejo. Si la derecha española aprendiese de la británica o la americana, en primer lugar aprendería a deshacerse de la mano regresiva de la Iglesia Católica y, en segundo lugar, denunciaría estos hechos para que estas cigalas dejaran de aprovecharse de las hormigas, es decir, los ciudadanos. De este modo, sería voz pública que tanto en la izquierda como en la derecha se cocina corrupción e hipocresía.

Mucha gente trata de justificar las subvenciones a la cultura porque las consideran vitales para crear una sociedad culta e instruida. En primer lugar huelga decir que con Belén Esteban en prime time se demuestra que esto no se ha logrado. En segundo lugar, todo tipo de subvención origina monopolios. Me explico. En una sociedad intervenida, inexorablemente la subvención va a recaer sobre unos pocos, los cuales parten con ventaja respecto al resto, es decir, en pro de la igualdad se fomenta la desigualdad. ¿Qué hace que Almodóvar reciba subvenciones para hacer una película y yo no? Está claro, la pertenencia a la secta de la Zeja. Un buen cineasta se ha de hacer respetar por sus buenas películas y por tener un público que vaya a ver sus películas. Ocurre lo mismo con las empresas al fin y al cabo. Si una empresa no es lo suficientemente buena como para atraer al público quiebra, a menos que el Estado la subvencione, lo que estará postergando la vida de una empresa inútil. Luego no es de extrañar que nuestra mayor joya cinematográfica sea Torrente.

Por último y para dejar las cosas claras, habrá gente que alegue que la guerra de Irak se hizo sin consentimiento de la ONU y la de Libia sí lo tiene. Pero yo pregunto ¿qué autoridad moral le puede otorgar la ONU a una guerra? Es un organismo que con el derecho a veto de unos pocos países privilegiados elimina cualquier resquicio de democracia que pueda haber en él. Otro dato es que Libia, al igual que Irak, es un país con grandes reservas de petróleo. ¿Por qué si lo hacemos por el pueblo entonces no atacamos a otros líderes que también atacan a sus pueblos?

Sobre la situación en Libia

Desde que comenzaron las revueltas árabes se ha abierto un debate sobre si los países extranjeros deberían intervenir o no en el conflicto. Los partidarios de la intervención alegan que la masacre que está produciendo Gadaffi merece ser castigada y que el pueblo libio debe ser liberado por fuerzas militares como la OTAN; desde el otro bando, países como Venezuela, concretamente Hugo Chávez, han manifestado su intención de apoyar al régimen de Gadaffi de los ataques rebeldes.

Yo, como liberal, trato de mantener coherencia en mis ideas. Creo que actualmente tenemos un estado demasiado grande y su tamaño es inversamente proporcional a la libertad de los ciudadanos que viven bajo su influencia. Asimismo, opino que la política exterior de un país debe basarse en la diplomacia, el establecimiento de intereses comerciales y el respeto hacia la libertad y soberanía de los demás pueblos. La intervención del gobierno en el exterior únicamente está legitimada por razones defensivas, y nunca debe estar regida por la arrogancia respecto a la forma de actuar de otros países, ni mucho menos por petróleo o armas.

Esto no quiere decir que yo apoye a Gadaffi. Pienso que es un tirano y representa la quintaesencia del totalitarismo, que coarta la libertad a un nivel exacerbado y sin  duda si gobernara mi país, sería el primero en echarme a la calle a protestar, pero un país jamás podrá entender los conflictos internos de otro.

Además, es bien sabido que quien ataca a un país suele recibir venganza; esta es la razón que comenzó el conflicto con los terroristas islamistas. Nosotros los atacamos y ellos responden con el 11-s, con el secuestro de turistas de nuestros países, etc. Nuestro objetivo tiene que basarse en mantener la libertad en nuestro país y así ser respetados por los demás.

Una buena parte de nuestros problemas económicos corresponden al intervencionismo en el exterior. Gastamos millones de euros en atacar a otros países con la excusa de la «paz» y encima nos cuesta la vida de nuestros nacionales; es completamente absurdo.

Los países son como los individuos. Tienen sus conflictos internos, sus maneras de pensar, se encuentran sumergidos en otro contexto y el país vecino no es quién para imponerles un modo de vida concreto, simplemente porque no están acostumbrados a él y acabarán repudiándolo. Si el pueblo de Libia alcanza lo que llamamos civilización, ellos mismos se darán cuenta de que la libertad es el único medio para alcanzar la paz; si por el contrario un ejército extranjero les ataca, se unirán para hacerle frente al invasor, es decir, habrá más guerra.

Huelga decir que en mi país, España, hubo una terrible guerra civil en los años 30 y una posterior dictadura sangrienta y ninguna democracia intervino para salvarnos. Durante la guerra civil sólo las dictaduras mandaron soldados y equipamiento y lo único queprovocó fue el alargamiento del conflicto. Así que, ¿qué clase de país liberal violaría la libertad de las demás naciones de gobernarse bajo su propia voluntad? Algunos libios se están levantando contra un tirano y éste está respondiendo con violencia bruta y una masacre espantosa, pero todo es parte del destino del pueblo libio, y ni la OTAN, ni Hugo Chávez, ni nuestra habitual empatía tiene el derecho de cambiarlo.