Lo que los libros contienen.

Antes en piedra, en papiro, luego en papel y ahora electrónicos, han sido los mejores ayudantes del progreso, de la evolución biográfica del hombre. Esos contenedores del lenguaje, y por tanto del pensamiento, de la integridad humana, han logrado transmitir de generaciones a otras, de siglos a otros, los descubrimientos y vivencias de los hombres, permitiendo extender la vida de estos hacia nosotros, convirtiéndolos en inmortales, al tiempo que nuestra vida se agranda. A través de la literatura, la humanidad se perfecciona y se inmortaliza.

Novelas, ensayos, manuales, tratados. Los libros permiten, sin coste alguno, acceder a los pensamientos de otras personas, a otros mundos, incluso fantasías nunca imaginadas. Por así decirlo, a través de ellos, podemos, por un instante, atravesar la puerta intergaláctica, dejando de ser por un momento nosotros mismos, y vivir en primera persona, otras experiencias, lugares, sensaciones, sugeridos por otra.

Siempre de la mano de nuestra imaginación, lo que hace todavía más saciable la lectura. A través de las letras, palabras, frases y párrafos, podemos recrear caras, colores, lugares y sensaciones, en consonancia a nuestra forma de ser, que va cambiando continuamente, como si de un río, por donde corren palabras, se tratase.

A través de los libros otras personas pueden poner en común sus mundos, reales o imaginarios, y enriquecer así al resto. Se acceden a diversos puntos de vista, a diversas formas de observar la realidad y el mundo, y mundos muy diferentes, que van, holísticamente, solidificándose en nuestro ser. Las lecturas nos dan la posibilidad de humanizarnos, de convertirnos en la persona que queremos ser, y que todavía no somos.

Asimismo, permiten ampliar nuestro lenguaje y vocabulario, que no son más que herramientas del pensamiento (lo más importante en el hombre), abriéndonos los ojos e incrementando nuestras posibilidades de “arquitecturar” nuestra vida y la forma de comunicarnos.

Para mí, un rato de lectura es una especie de laboratorio vital, donde pueden ponerse a prueba diversos comportamientos, caracteres, principios, deseos e incluso formas de pensar. Algo así como un sueño, un aprendizaje vital continuo, una “hipertrofiación” de la vida.

Los escritos nos permiten sobreponernos a las circunstancias, superar las fatalidades. Si se ha nacido en un ambiente hostil, y se ha recibido una educación perjudicial, un libro puede hacernos abrir nuestros ojos de forma exponencial, y ver las diferentes alternativas que acontecen a nuestro alrededor. Si se ha nacido en un país pobre y no se es consciente de tal pobreza, porque no se conocen otros mundos, un relato de otras formas de vida, pueden hacernos una idea de dónde se vive.

Cuando uno lee La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, uno ya no es el mismo, al descubrir que el respeto ciego a la autoridad, por parte del teniente Gamboa, puede desencadenar en una de las más indeseables de las tragedias. Tras leer 1984 de Orwell, una persona descubre el gran horror de la privación de la libertad y de la individualidad, por parte de los poderes públicos. Luego de entender las ideas de Nietzsche, uno ya no ve nunca con los mismos ojos al cristianismo, uno ya no ve la “bondad” como algo sumamente positivo. Cuando uno lee ensayos como La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, uno cae en la cuenta de que la historia puede no seguir una evolución constante, que pueden existir altibajos, que incluso podemos involucionar; que el incremento del número de personas puede acarrear una disminución de la calidad humana, y del valor del individuo.

Las buenas obras suelen tener algo en común. Tras su lectura uno tiene la sensación de que ha recibido un buen golpe en la cabeza con el mismo, de haber provocado una revolución en las ideas de la persona, y todo ello a través de nuestra propia imaginación y nuestro propio pensamiento.

Los libros solo inducen pensamientos e ideas. De ahí que los libros, al igual que la libertad, pueden convertirse en un arma de doble filo; siempre depende del lector.

Al igual que los libros, el aprendizaje de un lenguaje enriquece enormemente a la persona. En cuanto alguien comienza a entender poco a poco un lenguaje,  va descubriendo poco a poco que la escala de valores de los hablantes de una determinada lengua es diferente de la de otra. El gran número de palabras de una lengua dedicado a la naturaleza, indica cuán importante es la misma para tal cultura. Una persona, aprendiendo otras lenguas, no hace otra cosa que aprender diversos modos, de los infinitos que pueda haber, de observar, analizar e interrelacionarse con el mundo. Y qué duda cabe, que cuántas más diversas formas se conozcan, más criterio, más íntegra será la persona, y más capacidad de elección tendrá la misma.

Todo, pues, queda en los libros, testigos de la vida y de la historia. Lenguas antiguas ya desaparecidas, siguen ahí impresas. Descubrimientos científicos milenarios siguen ahí sosteniendo el castillo de la humanidad.

Idiomas al alcance de la mano


Suelo comentar con mis amigos que fueron los idiomas los que salvaron mi capacidad intelectual allá por el invierno de 2007. Fue entonces cuando pude entrar en contacto con el inglés, pero no el que nos enseñaban en la famélica LOGSE, sino el inglés  de verdad, el que se aprende con todas sus consecuencias neurológicas, el que predispone la mente para la adquisición fluida de nuevas lenguas.

Por aquellas fechas comencé a interesarme más por la etimología, lo que llegó a su cénit mientras cursaba latín y griego. Quedé encantado por la forma en que se formaban las gramáticas al establecer analogías entre el español, mi lengua materna, y un inglés que poco a poco me recibía en su comunidad de hablantes. Si bien es verdad que mientras daba mis primeros pasos, me encontré con los obstáculos habituales, lo cierto es que a los ojos de los demás mi nivel era imparable lo que, para qué ocultarlo, me cosechó a la postre ciertas envidias en la sombra, pero también unas mucho más nobles y valiosas felicitaciones.

El culmen de esta fase se dio cuando hace unos meses me matriculé en Traducción e Interpretación, carrera con la que me siento realmente cómodo y que tiene la benevolencia de dejarme tiempo para mi amada escritura.

Como sé que existen grandes prejuicios contra las lenguas, especialmente entre mis compatriotas, me he decidido a explicar en este artículo las bases que considero hay que tener en cuenta para no rendirse con los idiomas.

Es vox populi el bajo nivel que tenemos los españoles en idiomas. En mi opinión esto se debe fundamentalmente a dos razones:

En primer lugar, a la falta de tradición. Si le realizamos una radiografía lingüística al pueblo español, podemos detectar una historia prácticamente monolingüe, si exceptuamos Cataluña, Euskadi y Galicia. Esto no quiere decir que en España no hayan existido otros idiomas. Por supuesto que no. Hemos tenido lenguas germánicas, el árabe tuvo una gran importancia. Pero el pueblo español sólo habló una de las lenguas existentes.

Durante siglos los españoles vivimos con escasas conexiones al exterior y se nos cerró el acceso a las ideas europeas y con ellas también a las lenguas que las portaban. Sólo el francés penetró ligeramente la frontera y aun así su influencia se tradujo en meros galicismos.

Y en segundo lugar, el espíritu del «que inventen ellos», que se deriva del aislamiento fruto de cientos de años. Esta vagancia intelectual y este paternalismo nos privan de ser emprendedores y de buscarnos el futuro en tierras lejanas. Tan sólo en los últimos años se está registrando una emigración española de forma voluntaria, lo del franquismo fue, a todas luces, una emigración a la desesperada.

La razón de ser de esta aclaración es la de demostrar que no existen ningún pueblo físicamente incapacitado para los idiomas. El cerebro está preparado para aprender varias lenguas desde que desarrollamos nuestra capacidad lingüística. Para ilustrar esta idea me voy a valer de un sencillo ejemplo. Imaginemos que una mujer alemana y un hombre español tienen un hijo y lo educan en el Reino Unido y los padres le hablan en su respectiva lengua materna. Cuando el niño alcance cierta edad podrá hablar fluidamente alemán, español e inglés. Al principio se dará un periodo en el que mezclará los idiomas, pero una vez transcurrida esta crisis dominará los tres idiomas sin complicación.

A continuación, voy a hablar de los principales obstáculos que encuentra el hablante monolingüe al enfrentar una lengua extranjera.

En primer lugar, me gustaría manifestar mi preocupación por el dominio de la lengua base. En casi la totalidad de las ocasiones, se presupone un control firme de la lengua materna, y es éste el primer obstáculo con el que se encuentra el estudiante. Cuando no se tiene un profundo conocimiento de la lengua base, es decir, del sentido de lo que es una lengua, nuestro cerebro se topa con un buen número de dificultades porque sería como tratar de aprender a hablar a una edad ya tardía y de forma artificial.

El actual sistema de enseñanza de inglés presenta la misma patología que el resto de asignaturas.  Y es que se trata de enseñar a través de un atracón de hechos y fechas que se acaban vomitando en el examen, para después olvidarlo todo. Así no funcionan las lenguas. Al igual que en las matemáticas, en las gramáticas se va partiendo de axiomas para llegar a estructuras cada vez más complejas, de modo que si se olvida la base, no se puede seguir avanzando.

Los siguientes obstáculos guardan estrecha relación con el individuo:

Existe una especie de complejo de inferioridad cuando aprendemos una lengua. Esto se debe a que nos sentimos extranjeros ya que no pronunciamos bien, no entendemos a nuestros interlocutores y las lenguas se convierten en la antípodas de los cigarrillos; unas fáciles de dejar y otros de los que es difícil desprenderse. Sirva, pues, este artículo de nicotina lingüística. A los emprendedores les digo que actualmente hablo tres lenguas y sé lo que es atravesar ese barrizal.

Muchas veces alcanzamos cierto nivel en un idioma y nos estancamos durante un tiempo. Entonces caemos en el grave error de pensar que en esa posición se ha establecido nuestro límite. Pero nada más lejos de la realidad. Estas crisis precisamente nos indican que se ha alcanzado el nivel medio, a partir del cual se avanza por saltos; de repente un día nos levantamos y vemos que hemos mejorado.

El mayor fantasma para los idiomas es la timidez. El miedo a que los demás se rían de nuestro acento. Debemos comprender que el cerebro tiene que acostumbrarse a ciertos movimientos. ¿Acaso no somos torpes la primera vez que practicamos un deporte? Pues el sistema fonador funciona del mismo modo. Los nuevos movimientos tienen que llegar al cerebelo para ser naturalizados. Por eso es de suma importancia exagerar los sonidos al principio, por muy ridículos que nos sintamos.

Mi breve experiencia en este mundillo me ha dado ciertas lecciones que les ofrezco aquí a modo de consejo.

Como las lenguas se estudian desde varios aspectos, voy a dividirlos en tres: Fonética, léxico y gramática.

La fonética: para aprender a pronunciar y entender las palabras la clave está en la repetición. La grabadora se nos revela como una herramienta bastante util para esta tarea ya que nos permite observar los fallos y la mejora. Escuchar música y ver películas en versión original son hasta ahora las mejores ideas para agudizar nuestra audición. Por un lado nos abre la mente a nuevos sonidos; por otro, ¿quién no prefiere escuchar la auténtica voz de Marlon Brando?

La piedra angular de una lengua es su léxico. Su aprendizaje debe partir de aquí, pues el vocabulario es la base de todo. Con conceptos aislados se puede expresar más información de la que creemos. Una de las mejores técnicas de memorización léxica es la que introdujo en España el mentalista Ramón Campayo y se basa en la asociación inverosimil, esto es, observamos una palabra extranjera y rápidamente la relacionamos con una palabra de nuestra lengua materna que suene igual. Nuestra tarea ahora será asociar esas palabras a traves de un pequeño juego de imaginación. Hagamos la prueba. Vamos a elegir la palabra alemana Liebe, que significa amor. Lo primero que tenemos que preguntarnos es: ¿qué palabras españolas me sugiere Liebe? A mí por ejemplo se me ocurren dos: lavar y leve. Podemos imaginar a una pareja en la que el chico se ha hecho unas heridas leves y su novia lo lava para cuidarlo. Et voilà, ya hemos memorizado una palabra más. De este modo no hay palabra que se nos pueda olvidar, ¡por muy alemana que sea!

Por último tenemos la gramática. El método más eficaz que hasta ahora he encontrado ha sido estudiar una teoría y practicarla hasta que el cerebro se acomode a tal estructura. No obstante, cada individuo debe conocer sus técnicas de estudio más eficientes y adaptarlas a la materia estudiada.

Como ven, aprender un idioma no supone una empresa tan pedregosa como la pintan. A partir de la segunda lengua extranjera aprendida, el cerebro se expande, por tanto, la próxima lengua se convertirá en un paseo de lo más sugestivo.

Cultura y personalidad

Hoy, en cualquier momento, podemos tomar un avión y viajar a -prácticamente- cualquier lugar del planeta que deseemos. Se dice que viajar es un privilegio, que enrriquece al viajero, porque se conocen otras culturas, estilos de vida, personalidades, historias. Asimismo, la literatura -y conocer otras lenguas, como ya apuntó Daniel Soler, en otro post- también nos irradia de tolerancia, comprensión, empatía y sensibilidad hacia el otro. Además, nos llena de visión global, alejándonos del ensimismamiento de nuestra cultura, despojándonos del sectarismo local.

Lo que acabo de escribir es perogrullesco, pero es uno de los cambios estructurales más importantes en la especie humana: el desarrollo de las estructuras culturales. Remontémonos hasta la Edad Media. Allí, era extremadamente excéntrico que una persona media pudiese viajar a otros países. Tampoco hace falta que nos vayamos tan lejos: hasta finales del siglo XIX, todavía existían duras restricciones a la emigración. ¿Qué pretendo decir con esto? Pues que hasta hace relativamente poco tiempo, jamás el hombre ha podido, libremente, disfrutar del conocimiento de las otras organizaciones de la sociedad: antaño, no existía tanta diversidad cultural, debido, en parte, por la escasa población mundial; y, cuando afloró la diversidad cultural, como sabemos, la emigración no era posible. El caso es que, hasta ahora, nunca un ser humano ha podido conocer a otro nacido en las antípodas, tanto geográficas como culturales. Podemos, así, decir que el hombre ha ascendido un peldaño más y se ha convertido, no solo en un animal cultural, sino en uno metacultural.

Esto también tiene sus respectivas implicaciones psicológicas. La diversidad purifica la mente humana. Sabemos que la monotonía, la repetición y la costumbre terminan desencadenando una cierta alienación. El cerebro se especializa tanto en una actividad (a base de repetición) que ya no es posible realizar otras. Por este motivo -científico-, este hecho moderno beneficia al ser humano, lo perfecciona aún más.

Basta con experimentarlo. Observemos un sujeto con nulos conocimientos de otras culturas (o lenguas o, en último término, literatura) y observemos su grado de tolerancia y sectarismo. Lo trascendental no es que tolera menos, sino que su personalidad, su dignidad (o validez como individuo de la especie humana) es menos perfecta. El conocimiento de otras culturas permite al sujeto obtener información del ser humano (y, por tanto, de sí mismo, en cierto modo) en multitud de circunstancias y, así, tener una visión histórica y global sobre la especie humana, de lo que es capaz y de lo que no. Por extensión, la adquisición del cultura reduce el riesgo de guerra, porque los individuos se ven como miembros de un único conjunto (la especie) y no como contrincantes irreconciliables.

¿Por qué es tan beneficioso impregnarse de toda cultura? Porque, como atisbamos antes, ofrece un abanico de estilos de vida y permite al individuo saber no sólo su forma de vivir, sino muchas más. En consecuencia, la libertad aumenta exponencialmente: tal individuo puede llevar la vida de la cultura que más le apasione, que más se adapte a su personalidad. Además, se producen mezclas extraordinarias entre distintos elementos culturales produciendo una cultura única para cada individuo, adquirida, sin embargo, por retales de otras culturas. Y, obviamente, los retales que seleccione el individuo serán más perfectos para él que si hubiese adquirido la totalidad de una cultura concreta, sin visión periférica de ninguna otra.

He argumentado que el conocimiento cultural aumenta la libertad y la personalidad. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando un individuo se especializa en una cultura? Como afirmamos antes, el individuo es má perfecto si es versátil, si conoce la multiplicidad humana y no utiliza el exceso de la especialización. Por esto, un sujeto aferrado a su país o región tendrá menos libertad, personalidad y tolerancia. En este sentido, especializarse en un ámbito cultural (sin tener visión periférica) lo denomino descultura, pues no perfecciona la vida de la persona y absorbe la personalidad del individuo. Por ejemplo, alguien que se adentra tanto en las costumbres religiosas como las procesiones que aquéllo es lo único que da sentido a su vida; hasta el punto de denigrar otras costumbres religiosas.

La adquicisión del metacultura (conocer culturas), es el camino hacia el progreso, pues purifica personalidad, libertad, tolerancia y, en definitiva, hace más viable la paz y la concordancia entre seres humanos, por muy distintos que puedan parecer.

Deshonra comercial

En este artículo me gustaría hacer una denuncia pública a una nueva tendencia que se ha instalado en la publicidad emitida en España y supongo que en otros puntos del globo. Se trata de los anuncios de moda, perfume o bebidas alcohólicas en especial. En los últimos años han empezado a humillar públicamente a la lengua española. Por ejemplo, no sé si recuerdan algún anuncio en el que el actor habla un español claramente afrancesado con la sucia intención de llamar la atención de la masa estúpida e ignorante que se deja llevar por lo exótico. Y ya no es un insulto a la lengua española sólo, también imponen otras lenguas como el inglés más comercial sobre el francés y el español. Y algunos teleinvidentes caen en su sucio juego y se dejan llevar por un invento rastrero.

Esto le hace un flaco favor a las lenguas implicadas porque veo que poco a poco están perdiendo su originalidad e identidad.

Con esto no quiero decir que no haya que aprender lenguas extranjeras, todo lo contrario, me parece perfecto porque es una de las vías más fructíferas para alcanzar la cultura. Sólo quiero pedir que unas lenguas no pisen a otras. El español es español y, por supuesto, puede adquirir préstamos de otras lenguas, pero sólo cuando son necesarios o se han impuesto por el uso de los hablantes, no por capricho publicitario. Así, podemos ver palabras horrendas infiltradas en la lengua castellana que desplazan a otras más puras y bellas dentro de nuestra lengua. Y lo peor es que las pronuncian los típicos catetos y hacen el 2×1 en destrucción de lenguas, destrozan el castellano y el inglés, francés o cualquier idioma.