El espíritu de la cheka

La universidad siempre ha sido un foco de pensamiento crítico con el poder y un impulsor del cambio social.

Sin embargo, en la actualidad se han excedido los límites y un espíritu arrogante y rencoroso se ha apoderado de ese círculo de ideas otrora prestigioso. Se trata del espíritu de la cheka y de la creencia primitiva de que se pueden imponer las ideas a base de boicots liberticidas, insultos y agresiones.

Queramos o no, la universidad española hoy se ha convertido en un núcleo de contaminación marxista que está sacando de nuestras facultades la diversidad de opinión y la libertad, los dos blancos preferidos de la flecha comunista.

Provoca la náusea que se declaren abanderados de la cultura aquellos que imponen el adoctrinamiento en las aulas y han expulsado de las mismas a gritos de «fascista» a grandes conferenciantes como Rosa Díez, Pío Moa o Albert Rivera por el terrible delito de no ajustarse a su ideología enferma.

Lo que realmente resulta preocupante no es el hecho de que las ideas colectivistas hayan arraigado tan profundamente, sino el modo de proceder de estas hordas cegadas por el odio y la ignorancia, cuando generalmente no tienen la menor idea de política, y mucho menos de marxismo.

Y es que el marxismo se ha convertido en la moda de los universitarios porque, como movimiento temporal que es, se encuentra sujeto a la tendencia que se tercie en el momento. La libertad, en cambio, es un valor intempestivo, por lo tanto, no puede ser invadido por el capricho casual que se halla tras esas palestinas, esas camisetas del Che y esas maneras de sindicalistas del siglo XIX.

Otra de las falacias, ésta ya rayando en lo cómico, es el fascismo como telón de fondo en cada una de sus críticas, ya que, al estar obsesionados con él, lo ven por todas partes. Todos sus rivales políticos han de ser necesariamente fascistas pues, aprovechando la repulsión que esta ideología produce en la gente, logran etiquetar a los enemigos y evitar que la gente los oiga y cree su pensamiento en torno a ello. ¿Por qué, entonces, si son fascistas y sus ideas son tan retrógradas, estos marxistas domados se ven en la necesidad de interrumpir sus conferencias a golpe de amenazas? ¿No será que tienen miedo de que la gente los escuche y se dé cuenta de que está de acuerdo con ellos? ¿Quién los ha legitimado para decirnos a quién debemos escuchar y a quién no?

Este carácter es el germen de la coacción política y la dictadura, las mismas acciones que llevaron a cabo en los años 30 y que acabaron con la República que tanto dicen amar.

¿Por qué padecemos una universidad con tan pésima calidad? En primer lugar, porque éste era el sistema que necesariamente había de derivarse de la LOGSE. Cuando se deja de valorar el mérito y el esfuerzo y empezamos a reducir el nivel para que los más adelantados, inteligentes y útiles se adapten a los más desinteresados y atrasados en pro de una estúpida igualdad, la educación se empobrece y entonces podemos pronosticar un fracaso progresivo, que en este caso ha desembocado en la banalización de la institución universitaria.

Otra de las razones fundamentales tiene su raíz en este primer aspecto. La concesión de becas a diestro y siniestro sin tener en cuenta el nivel académico alimenta la proliferación de estas criaturas que, imbuidas por este espíritu de la cheka se creen legitimadas a llamarse estudiantes universitarios. Eso sí, el aprobado mejor pa’l año que viene, que hoy hay manifa y después botellón.

Si persistimos en esta tendencia tan nefasta, en las próximas décadas vamos a ver cómo la educación superior se rebaja en la forma en que lo ha hecho el bachillerato. Porque ya todo el mundo puede entrar en la universidad, tengan faltas de ortografía, ignoren la constitución liberal de 1812 o no sepan quién fue Cánovas del Castillo.

Con semejante nivel de degradación no me parece extraño que la semana pasada fuese agredido el Consejero de Cultura de la Región de Murcia a manos de un fulano de extrema izquierda, con el tácito aplauso de ciertas autoridades políticas. No me sorprende la violencia como instrumento político, porque yo, queridos amigos marxistas, sí conozco la historia de España y la manera de actuar del espíritu de la cheka.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (III)

Respuesta a las objeciones: Desigualdad

El común denominador en todos los críticos al sistema económico capitalista es el argumento que hace referencia a la desigualdad como un aspecto negativo en la sociedad, que se produce en todos los países que están adoptando este sistema económico (y digo están adoptando porque el Capitalismo en sí todavía no ha sido implantado, pues existe un fuerte intervencionismo, a saber: bancos centrales, gobiernos, impuestos, …). Me parece ético hacer una distinción entre los críticos y dividirlos, así, en dos grupos: los que de verdad creen en este argumento y a los demagogos que, aún conociendo la realidad, persisten en la crítica, pues ello les reportará beneficios personales. Además a todos los gobiernos del mundo les conviene no implantar en su totalidad el Capitalismo porque, precisamente así, su facultad de influir en la Economía quedaría anulada. Por este motivo, todos los demagogos, son representantes políticos y, generalmente, pertenecen a países atrasados como Chile, Cuba, Bolivia, China, etc.

Respecto al primer grupo, los teóricos económicos deben tener una cierta conmiseración con ellos, pues todos responden al perfil de una persona no muy ilustrada en la Economía moderna. Además, la Economía es una de las ciencias más complejas que existen, a saber: estudia fenómenos a gran escala en el ser humano, ni más ni menos que la sociedad. Por ejemplo, la Física podría ser considerada como la ciencia menos compleja, pues estudia procesos como el movimiento; trabaja en una escala humana más reducida. Esta ausencia de complejidad permite sistematizar y especializar mucho más el conocimiento. Luego, de menor a mayor complejidad, nos encontramos a la Química, la Biología, la Psicología, la Economía y, por último, la Filosofía. Es esta complejidad la que puede llevar a argumentos equívocos como el de que la desigualdad es perjudicial.

En este fascículo, evidentemente, no voy a negar que la desigualdad existe en los países que avanzan hacia el Capitalismo. Ésta es objetivable y se puede medir gracias a la curva de Lorenz y al coeficiente de Gini, que nos dice cuán igualitario es un país. Ahora bien, igualdad es un concepto bien distinto al de justicia. Por ejemplo, se dice que  un país con más ricos que pobres es desigualitario y que en un país donde todo el mundo tiene la misma cantidad de dinero es igualitario. Sin ser sectario, por esta regla de tres, también debería añadirse que un país con un gran número de presos es desigualitario, ya que existe una brecha: entre presos y libres; en el mismo sentido, hay desigualdad. No obstante, tanto en el país que tiene una desigualdad entre ricos y pobres como en el que la tiene entre libres y presos, existe una profunda libertad y justicia. Como dijo el destacado Nobel de Economía, Milton Friedman: “La sociedad que pone la igualdad por delante de la libertad termina sin ninguna. La sociedad que pone la libertad por delante de la igualdad, termina con una mayor cantidad de ambas.”

Cuando una sociedad se dedica a redistribuir la riqueza para eliminar la desigualdad, desestabiliza la creación de riqueza y, a medio y largo plazo, crea pobreza: «La ayuda a la pobreza genera pobreza». Esto se explica porque ya en el sistema capitalista cada uno tiene lo que se merece. Entonces, un empresario con gran capacidad de creación de riqueza y de producción de bienes y servicios que satisfacen las ilimitadas necesidades humanas, verá reducidos sus ingresos con lo que no podrá seguir creando riqueza en la misma proporción. Esta parte de los ingresos se trasladará a los más necesitados, que no aportan nada al sistema productivo y, por ende, reciben un dinero que no les pertenece. Por decirlo en términos pedestres, el dinero va hacia donde no tiene que ir. Es imposible concebir como justo que a un trabajador, como acaece en España, se le retire el 60 % de su sueldo para cubrir el gasto público: financiar subvenciones, armamento (en algunos países, nuclear), sanidad, educación; mientras que a un parado se le aporte el 100% de sus ingresos sin ningún trabajo. Es decir, a fin de cuentas es más rentable permanecer en el desempleo que trabajar.

Es así como cayó el Imperio Romano, a saber: declarando la ciudadanía, con todos los privilegios, a todos los habitantes del imperio. Además se promovió la política de panem et circenses (pan y circo) lo que originó que los productores de trigo dejaran da producir, ya que era gratuito. Y, al fin, que cayese todo el imperio poco a poco. El socialismo provocó la caída de Roma.

La igualdad económica debida por el intervencionismo del Estado, por un atentado contra la libertad, es profundamente injusta y, a la postre, genera una pobreza. De modo que en teoría económica se plantea la siguiente disyuntiva: o desigualdad o pobreza. La justicia, en Economía, recibe el nombre de equidad y podría definirse como cada uno tiene lo que se merece. Así, en los países desigualitarios, existe una profunda equidad, mientras que en los igualitarios, como los que abogan por la propiedad común, la equidad es prácticamente nula. Llegados a este punto, hay que hacer una clara diferencia entre un sistema económico (capitalismo, comunismo, …) y un sistema político (demarquía, democracia, …), ya que claramente estos dos tipos de sistemas son dicotómicos, aunque, generalmente, sulen irradiarse entre sí, a saber: tras el capitalismo, suele llegar una democracia, por ejemplo. De modo que algunos críticos erran al culpar al sistema capitalista de errores producidos por el sistema político. Por ejemplo, las crisis económicas son producidas por el sistema político que es contrario al sistema capitalista; pero esta cuestión será analizada en el próximo fascículo. Además, el sistema político, para que la economía capitalista funcione plenamente, debería de olvidarse por completo del sistema económico.

Como los lectores habrán podido observar, he utilizado un lenguaje cuasi apodíctico  al afirmar que intentar generar igualdad mediante la violación de la libertad termina provocando pobreza e injusticia. Pero, en este caso, esta afirmación es inconcusa y, por ello, la demostraremos.

Normalmente, en divulgación económica, toda afirmación debe ir acompañada de una demostración. En este caso, dejaré la demostración de la mano del laureado catedrático de Economía Jesús Huerta de Soto de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Demostrará como, en el capitalismo, no existe la plusvalía; que cada individuo será recompensado exactamente con la misma cantidad que ha aportado al proceso productivo: la quintaesencia de la justicia social. Y que por mucho que la empresa se empestiñe en pagar muy poco al trabajador en relación a lo que produce (o mucho, ya que la actividad empresarial se desarrolla en un ámbito de incertidumbre), los precios y los salarios se verán modificados hasta el punto de que el trabajador cobra exactamente lo mismo que aporta. Aunque, luego, de ese salario se le descontará un porcentaje altísimo destinado al Estado.

Demostración de la siguiente ley económica: A cada uno se le paga por lo que aporta en el proceso productivo.