Anatomía del optimismo

Como bien saben los psicólogos, psiquiatras y neurólogos, todo tiene un fundamento físico en el cerebro. Por ejemplo, el mal humor, que básicamente consiste en una carestía de un conglomerado de los siguientes neurotransmisores: dopamina, oxitocina y endorfina.

¿Significa esto el fin de la psicología? No, pues, aunque sabemos fehacientemente que todo tiene un fundamento físico, éste, en numerosas ocasiones, es imperceptible, pues estamos hablado de escalas microscópicas. Y, aunque fuera perceptible, muchas veces es imposible solucionarlo con las técnicas actuales. En estos casos, funciona la psicología: utilizar los propios instrumentos intracerebrales (con terapias de grupo, modificación de la conducta, cambio de ambientes, etc.) para que ese daño físico se repare, sin necesidad de intervención.

Ahora bien, esto no quita que la neurología, poco a poco, vaya ganando terreno. Por ejemplo, hoy sabemos que el optimismo y el pesimismo tienen su fundamento físico. A saber: el cortex prefrontal podemos dividirlo en izquierdo y derecho; del izquierdo emana el pensamiento positivo (optimismo) y del derecho el negativo (pesimismo).

Corteza prefrontal

Esto quiere decir que todos alternamos el pensamiento positivo y el negativo a lo largo de nuestra vida, lo cual es una buena noticia. Pues si tenemos una perspectiva pesimista y otra optimista, la síntesis a la que llegamos es realista, es decir, más objetiva. No obstante, como el cerebro de una persona no es idéntico al de otra, también podemos concluir que, dependiendo de la estructura del cortex prefrontal (izquierdo y derecho), una persona tendrá tendencia al optimismo o al pesimismo.

Para más inri, también se ha descubierto una correlación entre la actividad del cortex prefrontal izquierdo (optimismo) con la probabilidad de contraer un resfriado. O sea, que si eres más optimista, a la larga, tus defensas serán mayores y, en consecuencia, te resfriarás menos.

Otro golpe más, no sólo a la psicología, sino a la voluntad (libre albedrío) humana, pues esto demuestra que somos una marioneta a manos de nuestro cerebro: no somos optimistas (o pesimistas) a voluntad, sino dependiendo de nuestra estructura cerebral.

Sinsentido

La vida para mí no tiene explicación, es una pura contradicción. Muchas veces paso largos ratos reflexionando profundamente sobre algunos conceptos como pueden ser la justicia, el amor, la felicidad, … Da casualidad de que siempre llego a una conclusión negativa, además muchas veces me da la sensación de que es mucho más terrorífica de lo que pienso. Sigo dándole vueltas a la conclusión y llego a otra, así durante un tiempo. En el momento de encontrar otra, me digo a mí mismo: «Antonio, para, que el que busca la verdad tiene el castigo de encontrarla».

La vida no tiene sentido, somos un puñado de átomos organizados. Científicamente nuestro ADN está menos avanzado que el maíz. Nada tiene sentido ni siquiera esta entrada. Probablemente cuando haya muerto, esta entrada, estas palabras, estas letras seguirán ahí por internet mientras que yo ya no exista. Luego, el idioma avanzará y estas grafías no se corresponderán con el idioma existente. ¿Para qué tener o no tener faltas ortográficas? También existe la posibilidad de la extinción del ser humano. Ah, no; mejor dicho, el ser humano se extinguirá tarde o temprano. Toda nuestra cultura quedará olvidada y el Universo volverá a concentrarse en un único punto. Está claro que ser consciente de todas estas verdades es negativo para el hombre, todo lo que hemos hecho, hacemos y harémos no servirá para nada; absolutamente para nada.

Está claro que indagar por el camino de la verdad es muy malo para el hombre. Conocer todo esto nos autodestruye, nos llena de abulia y de ataraxia.  Por ello es por lo que he decidido olvidarme de las antedichas conclusiones y reflexionar hasta un cierto límite. Pensaré a partir de ahora en que la eternidad no existe y que todo lo que haga será efímero. Para ser feliz debo conformarme con que todo tiene un límite.

Por otro lado, en occidente nos están vendiendo contínuamente la comparación, la productividad, la competitividad, en ser el mejor, en tener más, en ser más guapo o guapa, en tener la mejor reputación, en ser el más sabio, … Relojes, horarios, teléfonos que suenan diciendo: «cógeme».

Por tanto, tengo que luchar también en contra de todo eso, tampoco existe la perfección y no debo ni tengo que amargarme por no serlo. Necesito una libertad máxima, necesito no saber la hora, no tener en mente una idea que me amargue, no autocoaccionarme por presiones externas. Tengo que olvidar de mi mente la idea de infinitud, sustituirla por la idea de lo efímero.

Mi conlusión definitiva es la siguiente. Hay que aumentar los niveles en las hormonas cerebrales que proporcionan la felicidad. Hay que encontar la mejor manera de sentirse bien en la vida, descubrir qué es lo que nos hace ser felices y repetirlo a menudo. Por ejemplo, aunque esta entrada no tenga sentido a mí me desahoga y por ende, soy un poquito más feliz.

¿Realmente importa?

Vuelvo tras esta pausa en el camino y vuelvo con esta pregunta ¿ realmente importa?

¿Importa realmente todo lo que estos días se sucede de tensión política y pesimismo mundial?  La respuesta es clara y evidente, NO.

No importa la economía, no importa la política, no importan los paises, solo importan las personas. Mientras Haití está en ruinas por una catástrofe natural nosotros nos preocupamos de nuestra «crisis», que sabremos nosotros de crisis. Crisis es la crisis humanitaria que esta sufriendo este país donde los muertos se cuentan por miles, donde el hambre abunda por todos los rincones y nosotros pensando en adelantar elecciones (de chiste).

Pero no tenemos nosotros la culpa de todo esto, no. El culpable es el sistema de sociedad de mierda que tenemos, una sociedad donde tener dinero es lo más importante del mundo y las personas valemos cuanto tenemos no cuanto somos. No se equivoquen señores, las personas no somos dinero, somos personas que es mucho mas (aunque no lo crean) Tenemos sentimientos somos capaces de amar, de disfrutar, de crear, de emocionarnos somos capaces de mucho mas de lo que creemos que desde luego es mejor que el dinero.