El ecléctico devenir de la UE.

Actualmente, estamos asistiendo a un controvertido fenómeno histórico, que puede cambiar el devenir de la historia, y que divide a los analistas: la evolución de la Unión Europea. Antes de que afloraran todos los problemas económicos para la eurozona, ya existían muchos euroescépticos que no veían con buenos ojos la idea de integrar países con culturas tan dispares como pueden ser la griega y la alemana. Algunos especialistas en derecho argüían que, dado que las normas jurídicas se sustentan en la forma de ser de los pueblos, no puede crearse un derecho europeo común para países tan diferentes. Es decir, desde esta perspectiva, más que una unión sería un conglomerado, donde cada país velaría más por su interés propio que por el común.

Sin embargo, en teoría, una unión política no es lo que se pretende actualmente, sino que esa sería la culminación de la integración económica. Y en esas estamos.

A pesar de toda la literatura que surge anunciando la debilidad del euro, el fracaso de la unión monetaria, la descoordinación entre los países miembros, la verdad es que, hasta ahora, el proyecto europeo ha funcionado: se consiguió una zona de libre comercio, más tarde un mercado común, que daría paso a una armonización de políticas públicas y desembocando en la moneda única. Eso sí, el libre comercio se produce dentro de Europa, ya que Europa mantiene niveles relativamente altos de aranceles con respecto al exterior, perjudicando así a países menos desarrollados (para los que luego crea fondos de ayuda) y reduciendo la eficiencia de la economía mundial.

En este artículo, por tanto, pretendo analizar la viabilidad de las distintas políticas que se han estado estableciendo últimamente para el futuro de la UE.

Unión fiscal

El problema radica –todos lo reconocen– en que, mientras la política monetaria (oferta monetaria y tipos de cambio) de la UE era única, la política fiscal dependía de cada país en cuestión; algo bastante erróneo, que ahora está intentando cambiarse. Esta fue la razón que los ingleses dieron a la UE para no ingresar en el euro: una política monetaria no puede separarse de la fiscal.

En efecto. La política económica, ya sea fiscal o monetaria, persigue los mismos objetivos: reducción de la inflación, reducción del desempleo, aumento del crecimiento económico, mejora de la competitividad, etc. Además, tanto sus efectos como aplicaciones están inextricablemente unidos. Imaginemos que el BCE decide reducir la inflación imprimiendo menos dinero que antes. Pero, ¿y si España decide realizar una fuerte inversión de gasto público, para reactivar la economía? Mientras que la primera medida reduce la inflación, la segunda la aumenta, haciendo que el efecto de ambas políticas se contrarresten entre sí, siendo el efecto de ambas nulo.

Por tanto, de nuevo, Europa va camino de solucionar los problemas con más unión. Además, una vuelta a las monedas nacionales es impensable, porque conllevaría unos costes inasumibles.

Aunque no lleguen a constituirse los eurobonos, las políticas fiscales están armonizándose y ya se está obligando a poner en la constitución de los países miembros límites a los déficits presupuestarios. Personalmente, creo que, una vez que pase el vendaval de la crisis de la deuda soberana, y los déficits estén vigilados con lupa, la idea de los eurobonos será mucho más factible, porque emitir deuda pública respaldada por todos los países de la eurozona daría más confianza que los bonos de cada país por separado, y, por tanto, el interés a pagar sería menor.

Crisis de deuda soberana; austeridad pública

Veamos en primer lugar los graves problemas que puede acarrear un endeudamiento:

En primer lugar, el aumento de deuda pública hace que el país tenga que destinar una cantidad importante a pagar sólo el interés de la deuda.

En segundo lugar, crea una enorme incertidumbre e inseguridad, pues el interés que el país tenga que pagar por la emisión de un bono de deuda pública dependerá de la mayor o menor demanda del mercado. Así, si los inversores descubren otra mejor forma de rentabilizar su dinero y dejan de comprar deuda pública española, España pagará mucho más por su interés, llevando al Estado a una situación funesta.

En tercer lugar, y el efecto más perverso, la deuda crea un efecto “bola de nieve”, es decir, que a mayor deuda emitida ahora, mayor deuda deberá emitirse en el futuro para pagar los intereses y así sucesivamente, hasta que llegue un momento en el que la emisión de deuda sea imposible y el país tenga que declarar la suspensión de pagos. Esta situación es la que se vivió en América Latina durante la década de 1980 y, hace no poco, Estados Unidos estuvo al borde de declararse en bancarrota. Se ha calculado que, para 2030, más del 30% del presupuesto de los Estados Unidos se destinará únicamente para cubrir los intereses de la deuda.

En definitiva, el endeudamiento tiene el efecto contrario al del ahorro, mientras que el primero empobrece lentamente, el segundo enriquece también lentamente.

Personalmente, no creo que la UE esté tan en peligro como se cree. De hecho, me atrevería a decir que la UE es una de las regiones que mejores condiciones tiene en su haber. Europa ha sido una de las primeras regiones en poner remedio al problema del endeudamiento público, de ahí que tanto se hable de austeridad, recortes, contención del gasto, reducción del déficit, regla de oro, etc. No se habla tanto de esto porque nos encontremos en mala situación, sino que en Europa se han puesto de manifiesto los problemas, tratándose de evitar posibles situaciones futuras desastrosas, mientras que en otros lugares los problemas permanecen más o menos «ocultos».

Como demuestro en los siguientes gráficos, Europa no es una de las regiones con más déficit ni con más deuda pública. Pero, sin embargo, es la región que más intereses paga por su deuda. En teoría, debería ser al contrario: los países que más déficits tienen y deuda so los que más posibilidades tienen de quebrar, y por tanto,  donde más riesgo existe en sus inversiones. ¿Por qué no ocurre? Sencillamente, porque, en Europa, no existe la costumbre de que el Banco Central compre deuda pública a mansalva; de hecho, tiene prohibido el BCE adquirirla en el mercado primario. Es decir, el BCE tiene esperar a que un inversor revenda el bono de deuda pública para comprarla. Eso no lo hace la Reserva Federal o el Banco de Japón, entre otros.

Observamos que el déficit de la UE llegó a un máximo en el año 2010 del 6% del PIB, corrigiéndose rápidamente para el año siguiente al 4%, con una perspectiva de dejarlo en el 2013 en el 2%. Entretanto, Japón hace lo contrario: lo empeora con el tiempo; y EE.UU. tiene un déficit muy superior a la UE. Como contrapunto, vemos que  Suiza ha mantenido siempre superávit, que es lo que la UE quiere lograr en un futuro.

De nuevo observamos lo mismo, la deuda de la UE no es de las más altas y, de hecho, está previsto que para 2013-2014 empiece a reducirse. Al contrario, lo hace Japón.

Fuente: Bloomberg. Aquí vemos que el interés que paga la media de la eurozona actualmente (7,57%) es notablemente superior al del resto de regiones: Suiza 0,8%; EEUU 2%; Japón 1%. Y todo ello es porque los bancos centrales de los países no europeos compran deuda pública (generando consiguientemente inflación), inflando artificialmente la demanda, y, por ende, reduciendo artificialmente el tipo de interés. 

En definitiva, lo que estoy diciendo es que Europa va mucho mejor encaminada que países como Japón o Estados Unidos. Nada de titulares como los de “Europa al borde del precipicio”

Por otra parte, la Escuela Austriaca de Economía, afirma que cuanto menos dinero haya en manos del Estado, mucho mejor para el bienestar de los ciudadanos, pues el Estado no tiene tantos conocimientos del mercado como el resto de los habitantes, pues, como dice el señor Huerta de Soto, “no poseen el conocimiento suficiente para dar contenido coordinador a sus decisiones”.  Por ejemplo, un agricultor dará mejor uso a su terreno que la UE, que tiene millones de decisiones que tomar y millones de datos por recabar.  Por ello, la política económica de austeridad preconizada por Angela Merkel en Europa es un acierto.

Además, los tratados de la unión contienen el denominado principio de subsidiariedad, es decir, que prevalecerá la política del nivel más cercano a la economía real. Por ejemplo, si un país toma una decisión sobre sus agricultores, ésta política será prioritaria con respecto a la europea, pues el país está más cercano a los ciudadanos.

Reino Unido y sus discrepancias con la UE

Sin embargo, Reino Unido, parece no estar muy conforme con la política seguida por la UE, durante mucho tiempo. Y hace bien. No entrar en el euro fue un gran acierto, pues una política monetaria común con una política fiscal nacional era disparatado. Ahora tampoco se suma a la reforma de los tratados, porque no está de acuerdo con aplicar un impuesto a las transacciones financieras, la denominada tasa tobin.

La tasa tobin es también un disparate, y contradice la política austera basada en el principio de que el dinero se gestiona mejor en manos de los particulares que en manos de unos pocos gobernantes. Aplicar la tasa tobin implicaría que las entidades financieras les interese menos realizar su actividad en Europa y, por tanto, se reduzca la inversión en la UE. Además, las entidades financieras que se establezcan en la UE, de aplicarse dicha tasa, encarecerán sus servicios, para contrarrestar el efecto del impuesto, perjudicando a las familias y empresas, reduciendo tanto el ahorro como el consumo. Lo cual, hará más difícil la creación y/o mantenimiento de empresas, perjudicando a los niveles de crecimiento del PIB y a la tasa de desempleo.

Y es que una de las grandes falacias que se han extendido a raíz de la crisis crediticia de 2008 es que la causa de la crisis es la desregulación del mercado financiero, cuando, en realidad, es justamente todo lo contrario. El mercado financiero es el que más regulado está de todos. Para empezar, el dinero es creado por el Estado: papel-moneda de curso legal. Además, hay una serie de entidades Estatales como los Bancos Centrales que manejan a su antojo a las entidades crediticias, los tipos de interés, el dinero que debe imprimirse, etc. Y, para colmo, el número de bancos que puede haber en un país está limitado por ley. Y eso sin tener en cuenta que, en el momento en que una entidad corre el riesgo de quebrar, rápidamente el Estado inyecta cantidades masivas de dinero para sostenerla. Y aún nos queda lo mejor: el BCE decide el porcentaje de dinero de los depositantes que se queda guardado en los bancos (actualmente es el 2%).

Si el sistema financiero estuviese sometido a las leyes del libremercado realmente desregulado, la crisis no se hubiera producido. Si existiese libertad plena para crear cuántos bancos se deseen, la competencia entre los bancos crecería enormemente, y los bancos verían reducir su tamaño, solo los que mejores servicios ofrezcan podrán estar en el podio. Como cualquier comercio convencional. Además, si un banco, por la actividad que ha realizado, se ve abocado a una quiebra, dado que está en un régimen de libertad de empresa, nadie puede rescatarlo y el banco desaparece: al final, quedan los que mejor lo han hecho. En un sistema así, ningún banco se atrevería a jugar con el dinero, sino a ofrecer valor a los clientes, para sobresalir por encima de la competencia.

Crecimiento sin desarrollo: obsolescencia programada

Pese a que estamos acostumbrados -incluso en épocas de crisis- a que el crecimiento económico, a largo plazo, se mantendrá en el tiempo, de que el PIB siempre crecerá, de que la gráfica que muestra las cifras de la economía sea creciente; no obstante, debemos tener muy presente de que el crecimiento no implica desarrollo, son dos conceptos independientes. Pretendo, con este artículo, dejar clara esta idea.

En otro lugar, he hablado del sistema capitalista como el mejor de la historia, cuyas leyes aumenta el bienestar de la sociedad. Sin embargo, dicho esto, no significa que no sea mejorable, pues, como afirmó Daniel Soler en otro artículo, cuando algo no es mejorable, es imperfecto. El statu quo es imperfecto. El libre mercado, además de depender del Estado, tiene fallos muy concretos, como las externalidades, el poder de mercado o los bienes públicos. En este artículo, haré referencia a los dos primeros: el poder de mercado y la externalidad que produce o, dicho de otro modo, la concentración de poder que las empresas generan provocan una ineficiencia en la sociedad, desaprovechando, así, posibilidades de crecimiento.

Los acuerdos colusivos o acuerdos entre empresas, uno de los peores problemas que pueden presentarse en la economía, han originado a lo largo de la historia graves consecuencias para la sociedad. Por ejemplo, los países exportadores de petróleo se asociaron en un cártel para no hacerse competencia entre sí y, en consecuencia, poder aumentar el precio del petróleo a voluntad. La consecuencia fue un aumento generalizado de los precios en todo el mundo, y las consiguientes crisis del petróleo. Otro cártel, que todavía sigue afectando subrepticiamente en nuestra vida cotidiana, que se produjo a mediados del siglo pasado, bajo la denominación de Phoebus S.A., marcó un precedente. En este acuerdo, se asociaron los fabricantes de bombillas, para no hacerse competencia, y fabricar bombillas a voluntad. En concreto, limitaron la duración de las bombillas a 1.000 h diarias. Así, las empresas seguirían obteniendo beneficios, pues tras esas mil horas, el cliente volvería a comprar de nuevo la bombilla.

Esta idea se trasladó por todo el mundo y, hoy, es una regla en todos los productos. La impresoras, por ejemplo, tienen un número de copias de duración, que tras alcanzarlo quedan inservibles. También sucede lo mismo con los automóviles que, llegados a un cierto kilometraje, su electrónica deja de funcionar. De hecho, la URSS, en competencia con Occidente, logró producir lavadoras que perduraban más de 25 años. Se trata de la filosofía de comprar, tirar, comprar. Esta filosofía es muy peligrosa, pues reflejará un crecimiento ficticio, a saber: se siguen efectuando transacciones, pero las necesidades del consumidor no se satisfacen idóneamente y los productos no se diseñan para favorecer el desarrollo, sino el consumo y el crecimiento.

Desde 1901 encendida

Para nutrirnos más en el asunto, hemos de saber que, antes de que se generalizase esta política, se patentaron bombillas con una duración de más de 100.000 h. Además, todavía siguen estando en funcionamiento este tipo de bombillas desde 1901. Una muestra de que los acuerdos entre empresas restringen el verdadero desarrollo económico que podría generarse con libertad y competencia.

¿Es este un problema del sistema actual? ¿Es un fallo del capitalismo? ¿Es el consumismo lo que nos mantiene el crecimiento económico o el desarrollo? Como argumento a prima faccie puede sostenerse. No obstante, la situación puede revertirse a mejor, a saber: impedir la producción desleal, fomentar la competencia y prohibir los acuerdos colusivos, impedir definitivamente los escasos fallos de mercado existentes.

Apunte sobre el consumismo

Merece la pena hacer referencia a un fenómeno de gran importancia en la actualidad: el consumismo. Muchos economistas, políticos, grandes personalidades e incluso índices económicos como el PIB, sobrestiman sobremanera el efecto que el consumo tiene en la economía. Se ha demostrado que el consumo afecta a la economía tan solo un tercio, mientras que la producción, la investigación y el diseño lo hace dos tercios. Y es que solo basta con el siguiente ejemplo para comprender esta idea en su totalidad. Muchos países con índices de desarrollo reducidos pueden presentar una tasa de consumo exuberante. La diferencia entra las naciones ricas y pobres es que las primeras han diseñado, invertido y ahorrado para conseguir bienes de mayor calidad que, no obstante, han requerido mayor tiempo en la fabricación de los mismos. Por lo tanto, el consumismo, sobrevalorado enormemente (debido, en parte, por influencia keynesiana), no produce desarrollo económico alguno.

Fin de la obsolescencia programada, ¿fin del crecimiento?

Ahora bien, ¿es posible, entonces, que el capitalismo siga floreciente sin la cultura del consumismo? Por supuesto. Es más, de convertir en inexistente la obsolescencia programada, el sistema económico avanzaría varios peldaños, aumentando la potencialidad vital de la sociedad en general, aprovechando los recursos y exprimiendo todas las posibilidades existentes.

Imaginemos que las bombillas, impresoras, ordenadores, automóviles y, en general, todo tipo de producto tiene una vida de varios cientos de años. La sociedad tendrá ya esas necesidades cubiertas y, por consiguiente, tendrá que dedicarse a cubrir otras necesidades más elevadas (erradicación de la pobreza, desarrollo de nuevos productos, mayores recursos destinados a la investigación, etc). Por ejemplo, y como analogía, la necesidad de oxígeno, al tenerla cubierta, no necesitamos una empresa que nos lo proporcione y, por tanto, ese trabajo que podría dedicarse a producir oxígeno se dedica a otros ámbitos (producción de comida, automóviles, etcétera).

Las empresas que ahora utilizan la obsolescencia programada dejarán de obtener los beneficios actuales, convirtiéndose en empresas de pequeñas dimensiones, pero que, como ya he dicho anteriormente, este proceso, logrará una liberación de recursos que podrían destinarse a otras actividades. Por eso es un fallo de mercado, una externalidad, ya que el beneficio individual, en este caso, no coincide con el social. Se trata, en definitiva, de que en lugar de producir siempre lo mismo (porque tendrá que reponerse), se produzca otro tipo de bienes deseados por la sociedad. Entonces, los factores que se dedican a la producción de bienes con obsolescencia programada, al quedar libres, se redistribuirán a otras actividades, por ejemplo, en el sector servicios o implementar el bienestar en África.

Por tanto, la obsolescencia programada a la que nos hemos referido constituye un círculo vicioso, donde el dinero circula, y que genera crecimiento económico; pero que no produce desarrollo, ni aumenta los niveles de bienestar. Y, por tanto, la prohibición del mismo no producirá desempleo, descenso en la producción o decrecimiento económico, sino una redistribución de los recursos que se dirigirán a lugares en donde su trabajo generará un rendimiento de mayor valor.

Destinemos todos los esfuerzos a producir y desarrollar lo que no hay, en lugar de lo que ya está producido

Keynes, bastión del consumismo

Y es que no se trata de colocar a la mano de obra o de iniciar un trabajo, por el mero hecho de crear un puesto de trabajo o abrir una empresa. El desarrollo económico consiste en transformar la naturaleza, dándole mayor valor a la misma; incrementar la cantidad y calidad de conocimiento de la sociedad; incrementar el grado de libertad de la misma; mejorar las condiciones higiénico-sanitarias, aumentando, en consecuencia, la esperanza de vida y el crecimiento natural de la población. Nada que ver con el aumento del consumo, o con el movimiento circular del dinero, como Keynes quería.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (VI)

Libertad, motor del progreso (I): Las fuerzas del mercado

Haciendo una breve recapitulación de todo lo que hemos visto hasta el momento, podemos afirmar que, en síntesis, el capitalismo laissez-faire es el que mejor se adapta a la naturaleza humana: no debemos olvidar que el hombre es egoísta por naturaleza (y, como puede demostrarse, es imposible despojarse del egoísmo). Adam Smith axiomatizó que ese egoísmo es bueno, muy bueno (muy superior al altruismo calcutiano). Analizamos, asimismo, que la mayoría de los problemas que se le atribuyen al sistema económico capitalista (contaminación, desigualdad, crisis económicas, …) son el resultado de un actual sistema mixto (un antitético binomio liberalismo-intervencionismo), en el que, en algunos países, la actividad estatal puede sobrepasar el 40% del PIB. En resumidas cuentas, los problemas los crea el sistema mixto, no el mercado. Y pusimos como ejemplo el sistema financiero -uno de los más intervenidos del mundo- que es el causante de las crisis periódicas que, volvemos a insistir, afloran en una economía mixta y nunca en una economía pura de mercado.

Dicho esto, la sección respuesta a las críticas puede darse por finiquitada, al menos, de momento. Por consiguiente, pasaremos a explicar por qué este sistema tiene la increíble capacidad de organizar los quehaceres de la humanidad de forma absolutamente eficiente. ¿Por qué este sistema ha generado un nivel de vida tan superior al de la Edad Media? En términos filosóficos, podemos -nuevamente- responder que es el sistema que mejor se adapta al hombre. Empero vayamos a los términos económicos.

Dirijámonos ahora mentalmente hacia una de las ciudades más desarrolladas y pobladas del mundo: Nueva York. Pensemos ahora en el mercado de comida: toda la población tiene cubiertas todo tipo de necesidades alimenticias, en función de todas las variables (modas, gustos, …). Para una población tremendamente enorme, todo está perfectamente coordinado: en ningún mercado alimenticio hay escasez de alimentos ni excedentes de los mismos. La comida llega de las fábricas mediante millares de camiones que descargan en los establecimientos. Todos contentos: los consumidores neuyorkinos satisfechos y los tenderos con su dinero en el bolsillo, que les sirve, a su vez, para satisfacer la necesidad que puedan surgirle, eso sí, en función de su aportación a la sociedad.

¿No da un poco de vértigo que todo se maneje «solo»?  ¿Cómo es posible que, sin que nadie tome una decisión a modo de factótum funcione tan bien el susodicho mercado? Porque cada persona elige lo que le conviene a ella, se dirige al comercio (que, al mismo tiempo, vende lo que le conviene y al precio que le conviene; igual que el cliente) y, si las conveniencias de los dos son compatibles, se produce una transacción, tras la cual, las dos partes se benefician. Y lo que es aún más importante: en estos intercambios también circula una abudante información que ayuda a regular el mercado mas eficazmente, a saber: el vendedor analiza su demanda para adecuar su oferta y el comprador, haciendo lo propio, analiza el establecimiento para satisfacer de la mejor forma posible sus necesidades. Un oferente (fábrica, tienda, vendedor ambulante, …) que no tenga en cuenta las necesidades del consumidor cae por su propio peso.

La oferta y la demanda se equilibran al igual que esta balanza, en representación a la justicia capitalista.

 

Si estas dos personas viviesen en un sistema comunista, donde el mercado de los alimentos está regulado por el Estado, tendría que vender y comprar, no lo que ellos desean, sino lo que el mercado cree que desean, lo que el gobierno dicta. Y como, naturalmente, es imposible conocer todas y cada una de las características personales de todos y cada uno de los habitantes, el comunismo, lejos ya de ser hasta una utopía, es una distopía: de poder llevarse acabo (cosa imposible, como demostramos en la primera entrada), se producirían situaciones enormemente indeseables por cualquier ser humano, pues las necesidades de todo un país no pueden cubrirse desde una perspectiva.

Bien. En las economías mixtas, el sistema de bienes alimenticios es libre, pero ¿qué ocurre con el mercado de alquileres? ¿y con el de recursos financieros (los bancos)? ¿y con el mercado de trabajo, especialmente en España, cuyos principales puntos fueron creados por el dictador Francisco Franco? Todos estos mercados presentan un elevado grado de intervención, agravando el nivel de vida de los ciudadanos que no pueden satisfacer sus necesidades, en función de sus deseos o circunstancias. En una economía mixta se establecen límites (máximos o mínimos) a los precios, mientras que en un comunismo se establece directamente el precio. Intervencionismo en todo caso.

Y como, a más población, más dificultosa es la intervención; a más población, en un sistema intervencionista (comunista o mixto), más dificultosa será la gobernanza y, en consecuencia, peor nivel de vida. Justo al contrario de lo que ocurriría en un mercado puramente libre. Es por esta razón por la que el estado del bienestar queda obsoleto cuando la población aumenta y, por esta misma razón también, por la que el comunismo se hace más factible a medida que la población disminuye; en el Capitalismo es a la inversa: más personas, más libertad.

El camino a la libertad

África es un continente golpeado por epidemias, pobreza y falta de derechos humanos. Este hecho es de sobra conocido en el mundo occidental, por eso montones de ONG’s deciden instalarse allí. Para analizar la situación en África tenemos que hacer un breve recorrido por su historia moderna. Así, podremos comprender los errores que se hayan en la base y abordar el problema desde su raíz.

Antes de la colonización europea, el norte se encontraba habitado fundamentalmente por árabes, como en la actualidad. Sin embargo, en el África subsahariana había un gran número de tribus. Durante la Edad Media y la Edad Moderna varios países europeos dirigieron al continente a algunos navegantes para que exploraran el territorio. De esta manera comenzó la explotación de las minas africanas, lo que reportó grandes beneficios a los imperios europeos.

Siglos más tarde, mientras se desarrollaba la revolución industrial, el capitalismo empezaba a necesitar de otros campos donde expandir la actividad comercial. Entonces fue cuando se inició el principal problema que sufren los africanos en la actualidad. Los europeos, sin conocer el terreno, se repartieron África ignorando que la división que hacían de los estados dividía a su vez a las tribus. Esto ha provocado numerosas guerras civiles en países africanos ya que, después de su independencia, en muchos países había varias tribus en un mismo estado que se intentaban aplastar entre sí. Además, personas de una misma tribu quedaron repartidas en diferentes estados.

Actualmente parece que en Occidente somos conscientes del problema y una parte considerable del PIB se destina a estos países. Si fueran países con gobiernos que están por la labor, estas medidas serían las apropiadas. Sin embargo, la mayor parte de África está gobernada por tiranos que concentran bajo su poder el dinero que se debería invertir en hospitales y escuelas. Frente a este obstáculo algunos podrían optar por invasiones, pero esto sólo haría empeorar la situación. Tenemos que mirar a Europa y fijarnos en qué nos ha hecho avanzar: la democracia y la confianza en los autóctonos para hacer frente a las dificultades. Debemos recordar que Europa consiguió la democracia debido a un proceso evolutivo que ocupó varios siglos. Ya que el cambio que sufrieron durante el siglo XIX es irreversible, tendrán que acabar adaptándose a la democracia liberal europea con el transcurso de los años. Entonces, podremos comenzar a comerciar y entablar negociaciones. Esto generaría riqueza en África ya que se les permitiría vender sus productos y obtener beneficios, todo lo contrario de lo que ocurre ahora.

Tras siglos de libertad, se podrá decir que África vive de manera decente, pero no antes. Tenemos que acostumbrarnos a dejar de intervenir y a pensar que nuestros militares donde mejor están es en casa o defendiéndonos en el caso de que nos atacaran.

Estadísticas de España IV: PIB

El PIB (Producto Interior Bruto) español, es decir, el valor de los bienes producidos en España, desde el año 2007 se ha invertido provocando una bajada de 8,4 puntos situándose, en el año 2009 en el -4,2 %. Desde ese año ha ido decreciendo, en menor medida, pero sigue decreciendo. Esto no solamente indica que se venda menos sino que indica que se produce menos. Cada día que pasa se producen menos productos y esto es muy grave porque todo está sustentado en la economía y en la producción; si esta decrece, el bienestar del país decrecerá y por tanto, la riqueza también decrecerá.

Este decrecimiento lo estamos sufriendo todos y, lo más grave, es que, posiblemente, este ciclo económico de crisis sea un ciclo largo de entre diez y veinte años. Si unimos este ciclo con la pronosticada extinción del petróleo podríamos unir dos crisis: la crisis actual -financiera y de confianza en los mercados- con la crisis del petróleo -muchísimo más grave pues, prácticamente, toda la economía actual está sustentada en el petróleo-. Sin petróleo no hay alquitrán, no hay plástico, no hay energía para fabricar como se fabrica ahora. Esto que, posiblemente, ocurrirá ocasionaría una gran crisis que podría llevarnos a épocas poco desarrolladas comparables a los años 1800.