Teoría del involucionismo

Según Darwin, en el origen de las especies, «El resultado final es que todo ser tiende a perfeccionarse cada vez más en relación a sus condiciones. Este perfeccionamiento conduce inevitablemente al progreso». Es decir, la Selección Natural se encarga de adaptar a todos los seres vivos a las condiciones en las que se encuentran. Pero, esto no implica necesariamente -como Darwin afirmó- que este perfeccionamiento relativo a las circunstancias conduzca al progreso, sobre todo en el ser humano. Veamos por qué.

Antes, debo recordar que el trabajo de Charles Darwin se ha ido perfeccionando con el paso del tiempo (paréntesis darwiniano se le ha llamado a este perfeccionamiento). Hoy en día, en el ser humano, se consideran dos tipos de evolución: una, la que se produce en la especie, a lo largo de millones de años (evolución vertical); otra, la que se produce a lo largo de la vida de un individuo (evolución horizontal). La última (la que se produce durante la vida) es muy reciente, debido a que está sustentada en los últimos descubrimientos genéticos (epigenética), que ponen de manifiesto que el individuo tiene el poder de apagar o activar parte de su genética, a lo largo de su experiencia. Dicho eso, veámos porque la evolución no implica necesariamente el progreso absoluto.

En primer lugar, en un mundo globalizado, ya no importan tanto las circunstancias particulares. La revolución de los transportes y las comunicaciones han provocado que los aspectos incondicionados, libres de toda circunstancia, sean preponderantes. Actualmente, tenemos al alcance de la mano una radiografía de casi todos los pueblos del mundo, un análisis detallado de sus constumbres y de su manera de proceder. Y, como es natural, tendemos a compararnos continuamente con el mundo. Esto implica que tenemos un referente global con el que comparar un aspecto particular; es decir, podemos tomar un individuo cualquiera y ver el grado de adecuación con la humanidad.

En segundo lugar, la historiografía ha avanzado tanto que poseemos un espectro de conocimientos lo suficientemente amplio como para determinar las características esenciales del hombre. La historia nos proporciona un gran número de circunstancias particulares en las que el hombre ha vivido. Grecia, Roma, Egipto, Edad Media, Renacimiento, etc. Este hecho también nos proporciona un certero metrónomo con el que comparar a cualquier individuo. Así, sabremos si, en general, hemos superado a las civilizaciones antigüas o, en particular, si un individuo cualquiera, como Belén Esteban, es inferior a Leonardo Da Vinci.

Evolucionamos con respecto a nuestra experiencia, a nuestras circunstancias particulares; esto es, nos perfeccionamos con respecto a nuestro entorno. Ahora bien, ¿qué significado tiene en la evolución que el hombre tenga un concepto bien formado sobre sí mismo? Esto quiere decir que, aunque seamos pefectos relativamente a nuestro entorno, podemos tener una ligera idea si somos tan (o no tan) perfectos con respecto a la idea general del ser humano. Dicho de otra forma: siempre evolucionamos atendiendo a nuestras condiciones, como descubrió Darwin; pero no siempre evolucionamos atendiendo a lo general. Por tanto, la involución, al menos en el hombre, es posible.

Así, es posible que, en un período concreto de nuestra historia o en un lugar específico de nuestra geografía, se generen unas condiciones tan negativas, que respecto a las cuales el individuo tenga que adaptarse, al mismo tiempo que involuciona a en términos absolutos. O, de lo contrario, será imperfecto en sus circunstancias, pero no tan imperfecto con respecto al mundo.

Es importante aclarar que la evolución vertical y horizontal, la evolución de la especie y la del sujeto, son, a priori, independientes. Es decir, la evolución del individuo no está relacionada con la de la especie. Por tanto, la responsabilidad de la involución del hombre como especie no recae sobre nadie, ya que el único factor que influye en la misma es la condición a la que nuestra naturaleza debe de adaptarse. Por otra parte, la evolución del sujeto, durante su vida, es responsabilidad suya, ya que tiene la capacidad de elegir entre diferentes tipos de circunstancias. En última instancia, lo que afirmamos es que evolución horizontal y vertical no se solapan, ya que la evolución que se produce durante la vida se transfiere muy difícilmente a los descendientes (se resetea casi toda la información genética en los gametos).

Veámos unos cuantos ejemplos. En la evolución de la especie (vertical), puede provocarse un cambio radical en las condiciones ambientales que oblige a la genética de los seres a involucionar como especie, perfeccionándose en relación a esas condiciones. Por ejemplo, sabemos que un caso de involución como especie es la que se produjo en la extinción de los dinosaurios. Se cree que impactó un meteorito de grandes dimensiones y llenó la atmósfera varios años de polvo, impidiendo que la luz del Sol llegase a la superficie terrestre. En consecuencia, la vida tuvo que adaptarse a esas nuevas condiciones, involucionando. En la evolución del individuo, puede también producirse una involución. Imaginémonos el caso hipotético de que nace un bebé con capacidades intelectuales enormes, en un país africano y sus padres mueren al poco tiempo. El bebé no es estimulado lo suficiente y su cerebro, por adaptación, elimina aquellas neuronas que no son estimuladas. En consecuencia, el niño terminará siendo inteligentemente inferior a la media mundial.

Es evidente que nos adaptamos a las circunstancias, pero ésto no ha conducido inevitablemente al progreso.

Muchas veces, como individuos, podemos modificar, conscientemente, nuestra evolución como personas, al tomar decisiones. Estudiar o no estudiar, ingerir alcohol o no hacerlo, mantener «amigos» que me perjudican o no mantenerlos, hacer caso de los consejos de los expertos o no, comer sano o no, hacer deporte o no, etc. Esta es otra de las disyuntivas que se produce en la vida: «¿debo de adaptarme a tal circunstancia, aunque ello me reporte una involución de mi persona?».

Como fenómeno para que penséis sobre esto, os diré que el cerebro está reduciéndose cada vez más en el homo sapiens actual. ¿Es esto una evolución o una involución? Agradezco vuestras reflexiones.

Ambidiestros, zurdos y diestros

Perdonad por la tardanza de esta entrada pero es época de examenes y me ha sido metafísicamente imposible escribirla.

Hoy hablaremos de un tema interesante. Sobre las distintas capacidades de los ambidiestros, zurdos y diestros.

En primer lugar, hablaré de los zurdos. Los zurdos tienen el hemisferio derecho del cerebro más capacitado que el izquierdo y, esta zona más capacitada, controla áreas como el lenguaje, las matemáticas, el razonamiento y la parte izquierda del cuerpo. Lógicamente, al tener el hemisferio izquierdo menos capacitado que el derecho esto provoca tener menos memoria, menos habilidad en la zona derecha del cuerpo y menos asociación, sobre todo con los colores. Estas son las características generales de los zurdos.

Hablemos de los diestros. Los diestros son mayoría en la población y por esto conocemos cuales son las áreas más capacitadas y las menos. En general, los diestros vienen a ser, en capacidad cerebral, lo contrario a los zurdos, es decir, se les da mejor memorizar, asociar y tiene menos capacidad para el lenguaje, matemáticas y razonamiento que los zurdos.

Los ambidiestros, estas son las personas que tienen igual de desarrollados los dos hemisferios cerebrales. Se les da bien todo más o menos en la misma proporción. Pueden realizar todo tipo de acciones con la mano que deseen. Son una minoría en la población.

Del cerebro humano desconocemos más que conocemos y posiblemente esté en lo cierto y en lo falso en muchas cosas. Hay muchas teorías sobre los ambidiestros. Casi lo único que sabemos con certeza es sobre las neuronas y la plasticidad cerebral.

Respecto a lo de los ambidiestros, son más inteligentes porque tienen desarrollados los dos hemisferios del cerebro a igual proporción y eso les permite a los ambidiestros estar capacitados para todo tipo de acciones que requieran los dos hemisferios (las ideas las piensan siempre desde dos puntos de vista y eligen cual es la adecuada) y en consecuencia, los ambidiestros desarrollan cada vez más rápido los dos hemisferios ya que un hemisferio se interrelaciona con el otro y al estar igualados se interrelacionan con total sincronización. Esta sincronización no solo les permite pensar más rápido sino que también les permite pensar mejor.

En resumen, somos lo que tenemos en nuestro cerebro y nuestro cerebro es lo que nosotros queramos que sea ya que nuestro cerebro está demostrado que es moldeable como la plastilina, es decir, somos lo que queremos ser. De aquí se deduce que los zurdos son zurdos porque han usado más la parte de lógica cerebral y/o la parte izquierda del cuerpo. Lo mismo ocurre con los diestros y, en mi opinión, hay más diestros porque en la antiguedad se ha obligado a ser diestro y entonces al utilizar más la mano derecha, por ejemplo, se desarrolla más su correspondiente hemisferio cerebral (el izquierdo) y este se convierte en diestro. Con los ambidiestros ocurre lo mismo, realizan acciones con las dos manos y desarrollan igualmente ambos hemisferios.

Un Saludo, espero que dejen comentarios y que agregen el blog a favoritos. Adiós amigos.