Cuentos chinos

El gobierno chino, con su fuerte intervención en la economía china, a través de su Banco Central, está perjudicando lentamente a una de las economías más emergentes del mundo.

China, al igual que numerosos países asiáticos, como Japón, Singapur, India, Tailandia, Taiwán, Corea del Sur, decidió, a partir de 1980, abrirse al exterior y olvidar el sueño utópico del comunismo. Si bien, lo hizo más lentamente, y con más reticencias, que el resto de países: la transición de China al capitalismo, aunque fue rápida, se hizo de forma más lenta que la de sus vecinos.

Países sumamente pobres, comparables a los actuales africanos, se decidieron por la libertad económica. Muchos están hoy entre los países más ricos del mundo, como Corea del Sur. Los inversores extranjeros, deseosos de obtener rentabilidades, vieron enormes posibilidades en países tan necesitados como los asiáticos, con tantas necesidades por satisfacer, donde la competencia es mucho menor que en sus países de origen, ya desarrollados. Y así es cómo los inversores extranjeros se enriquecieron enriqueciendo.

El caso de China presentaba además un aliciente adicional, igual que India. Era un país de enorme población, pues una de las políticas de la China imperial era incentivar la natalidad, para tener efecticos militares con los que luchar. En China, donde existe un gran mercado interno, y por tanto las primeras empresas obtendrían grandes volúmenes de ventas, era bastante atractiva para la inversión.

Igual que si Corea del Norte decide mañana romper sus barreras económicas y comerciales, y dar vía libre a los inversores, se originará una avalancha de inversión en el país, que empezarán a abrir hoteles, comercios, negocios, etc. Sería una oportunidad de ganancia sin parangón.

A pesar de todo, lamentablemente China todavía no ha abrazado la plena libertad económica. Hoy día el gobierno chino sigue haciendo “ingeniería social” e interviniendo de manera sutil, pero fuerte, en la economía.

Hoy todavía existen controles de capitales. Hoy todavía se controla y se maneja artificialmente el valor del yuan. Hoy todavía se maneja arbitrariamente el tipo de interés, y el coeficiente de reservas. Hoy todavía existe control sobre la natalidad, para expandir el PIB per cápita de forma artificial. Hoy todavía se impide la salida del país a numerosos funcionarios chinos. Y todo ello con efectos muy perniciosos para la economía, y por tanto para el ciudadano medio.

El “take-off” que experimentan necesariamente todos los países al industrializarse y al abrazar el capitalismo, donde se crece a ritmos vertiginosos, y la calidad de vida crece exponencialmente, está siendo aprovechado por el gobierno chino, para obtener poder, aun afectando a los ciudadanos chinos, y con el peligro de desacelerar el bonancible crecimiento chino, y la calidad de vida.

Veamos con detenimiento varias de las más funestas intervenciones, para la población, del gobierno chino.

I

Yuan: el billete rojo

El gobierno chino mantiene una política de tipo de cambios fijos sobre su moneda, el yuan. Eso no es otra cosa que mantener el valor del yuan fijo, inamovible, sin depreciaciones ni apreciaciones, en el mercado de divisas. Esto tiene enormes implicaciones macroeconómicas, que darían para otro artículo, mucho más largo, explicarlas todas.

Para conseguir que el valor del yuan en el mercado de divisas quede fijo, el gobierno chino hace lo siguiente.

Cuando en el mercado de divisas el valor del yuan está por debajo del valor fijado, o existen presiones a la baja en el valor, el gobierno chino vende los dólares que tiene acumulados, para comprar sus propios yuanes. Esto provoca una subida de la demanda de yuanes y una subida de la oferta de dólares, haciendo subir (de forma artificial porque se debe a la intervención del gobierno, y no de las transacciones entre particulares) el valor del yuan, o el tipo de cambio yuan-dólar.

Cuando el yuan está por encima del valor fijado por el gobierno chino, o existe presiones al alza sobre el valor, se hace lo contrario: el gobierno chino imprime yuanes, y acude con ellos al mercado de divisas a comprar dólares. Esto hace subir la oferta de yuanes, y subir la demanda de dólares, haciendo bajar (de forma artificial) el valor del yuan, o el tipo de cambio yuan-dólar.

El gobierno chino lo que quiere es mantener artificialmente muy bajo el valor del yuan: a unos 6-7 yuanes por dólar. Mientras que el PIB chino, al mismo tiempo, podría superar al estadounidense en poco tiempo.

¿Con qué objetivo? En primer lugar, el gobierno, quiere lograr un abaratamiento generalizado y artificial (más barato de lo que se produciría en un mercado no intervenido) de china, de todos los precios chinos: bienes, servicios, salarios, inversiones, etc. Esto haría aún más atractiva China hacia los inversores extranjeros. Así es como los productos chinos son tan baratos, la mano de obra y las exportaciones son tan enormes.

De modo que “el modelo asiático”, que no es sino chino, de salarios bajísimos, del que tanto se habla en la prensa, no es producto del mercado ni mucho menos (de hecho el mercado presiona para lo contrario), ni de la globalización, sino de la intervención deliberada del gobierno chino. Lo contrario es un “cuento chino”.

De hecho, corre el peligro de que el gobierno chino no pueda con el mercado, y no pueda mantener tan bajo el valor del yuan. Al comprar tantos dólares, sus reservas de dólares son mastodónticas, que están ociosas y no se sabe lo que hacer con ellas. Los propios chinos no se fían del yuan, y están empezando a cambiarlo por moneda extranjera y a ahorrar en otras divisas. Este efecto, provocó el pasado mes de julio que saliese más dinero de China del que entra, por primera vez en mucho tiempo.

Por esto, el gobierno chino ha ido subiendo su objetivo, a regañadientes y renqueando, el objetivo del valor fijo del yuan, del 9 yuanes por dólar en 2002 al objetivo actual de 6,3 yuanes por dólar.

Lo normal en una economía como la china es que su moneda fuese mucho más valiosa y que se apreciara progresivamente, al tiempo que sus habitantes vayan adquiriendo rápidamente un buen nivel de vida, por la mayor capacidad adquisitiva del yuan. Como así ha sucedido en la mayoría de países sin tipo de cambio fijos.

Además, por otra parte, el gobierno chino imprime yuanes a mansalva. La impresora china echa humo. La oferta monetaria del yuan crece a tasas cercanas al 20%, mientras que, por ejemplo, la del euro está entre el 3% y el 5%.

Hay una relación contable en economía que siempre se produce. La cantidad de dinero que hay, dividido entre el número de productos que hay, da lugar al precio medio de un prodcto en esa economía. Si sube el número de productos, baja el precio; si sube la cantidad de dinero, sube el precio. O, dicho de otra forma, si la producción crece al 3% y el dinero al 8%, se produce una inflación del 5%.

En el caso de china la producción (PIB) crece al 10% aproximadamente, mientras que la masa monetaria lo hace al 15%. El resultado es una inflación del 5%. La que tienen actualmente. El gobierno no resta sólo capacidad adquisitiva devaluando el yuan en el mercado de divisas: también lo hace creando inflación.

Esta “política de impresora” también está relacionada con la política del tipo de cambio del yuan, que vimos anteriormente. Veamos por qué.

Existe otra relación contable en economía, que siempre se produce, para el tipo de cambio.  A igualdad de PIB entre dos economías, la economía que tenga una moneda más fuerte será la que tenga menor masa monetaria. Y a igualdad de masa monetaria, la economía que tenga una moneda más fuerte será la que tenga un PIB mayor.

 

Bueno, pues con PIB similares, como los de China y EE.UU., el valor del yuan el mucho más bajo que el del dólar: mayor ritmo de impresora en China que en EE.UU.

II

Simientes de una burbuja

Al igual que en los países occidentales, China padece otra enfermedad derivada de la intervención del gobierno en el sistema financiero: los ciclos económicos.

Los tipos de interés son fijados por el Banco Central Chino, sin tener (porque es imposible) la información necesaria para fijarlos correctamente. Los coeficientes de reservas de los bancos son bajados progresivamente por el gobierno, “para expandir el crédito”, en una economía ya recalentada, donde la inversión supera el 48% del PIB. Y cuando la experiencia demuestra que una inversión más allá del 20% del PIB es peligrosa.

Y cada año hay menos distancia entre el ahorro bruto y la inversión bruta, corriendo el riesgo, cada vez más probable, de que la inversión supere al ahorro, provocando inexorablemente una burbuja.

Y numerosas ciudades fantasma en china, construidas, pero sin habitantes, ponen de manifiesto una problemática e inminente burbuja inmobiliaria. Eso y la desaceleración del crecimiento chino, deja en evidencia a un gobierno chino que “hecha más leña al fuego” iniciado por él mismo, engendrando las simientes de una futura burbuja, en pro de acelerar el crecimiento. Espero que, cuando explote la burbuja, no intente apagarla, porque lo hará con un lanzallamas.

En definitiva, China, a pesar de todo, continúa y continuará siendo una economía emergente, desarrollándose, gracias a los millones de chinos disciplinados en su trabajo, a la sociedad civil, que invierte, que trabaja, que produce. Seguirá aumentando su calidad de vida, pese a sus gobernantes. El problema de China es su gobierno, y lo demás son cuentos chinos.

La culpa del paro es del crédito artificial y del salario mínimo

En el presente artículo realizaremos un análisis acerca de la relación entre el Salario Mínimo Interprofesional y la tasa de desempleo en España, en el lapso 1998-2011, desde la perspectiva de la Escuela Austríaca de Economía.

Como demuestra la teoría económica, la imposición de un precio máximo ceteris paribus creará escasez en el mercado, pues habrá más personas dispuestas a demandar y menos a ofrecer. Mutatis mutandis ocurrirá con la imposición de un precio máximo: se creará exceso, pues habrá más oferta que demanda. Esto es lo que, en teoría, debería ocurrir también en el mercado de trabajo: un salario mínimo creará desempleo, mientras que un salario máximo crearía falta de trabajadores.

Ahora bien, tal efecto acaecerá siempre y cuando la demanda y la oferta estén coordinadas, cosa que no ocurre en el caso de las burbujas, donde existe una especie de descoordinación intertemporal. En el caso de una burbuja, donde hay exceso de oferta, los empresarios invierten el crédito recibido, con la esperanza de que su inversión sea demandada convenientemente por la sociedad. Sin embargo, mientras que el crédito se ha expandido sobremanera, el consumo ha continuado más o menos constante.

Es decir, en una burbuja, hay tanta oferta que, aunque todos gastásemos nuestros ahorros íntegros en consumir, aún habría empresas que en el futuro cierren o reajusten su plantilla a consecuencia de no haber podido cumplir su expectativa de beneficio, por falta de consumidores. El problema de las burbujas es que sólo se descubren cuando explotan, por lo que puede estar invirtiéndose varios años en algo que la sociedad no vaya a demandar nunca, pero sólo se sabrá una vez que la empresa quiebra. La única manera de evitarlas es aboliendo la reserva fraccionaria de los depósitos bancarios.

Según las fuentes consultadas, podemos ver la siguiente evolución tanto del Salario Mínimo Interprofesional real, como de la tasa de desempleo:

En el siguiente gráfico, podemos observar que, exceptúando el período de burbuja y/o expansión crediticia, la evolución de la tasa de desempleo y del SMI real coinciden. Cuando el BCE (y la Reserva Federal en EE.UU.) decidió bajar los tipos de interés del 4,5% en 2001 hasta el 2% en 2006, la expansión crediticia llenó de expectativas a los empresarios a invertir, creándose una especie de «exuberancia irracional» o también llamado «período del dinero barato».

De ahí que, aunque aumentase el SMI real, la tasa de desempleo permaneciera igual o incluso se redujera un poco, pues aunque aumentara la restricción mímina para contratar a empleados, las empresas contratarán indistintamente a más trabajadores, ya que sus expectativas de beneficio (creadas por el crédito artificial) son muy altas. Más tarde, cuando los proyectos empresariales se descubren inviables, las empresas comienzan a reajustar su plantilla, aumentando el desempleo. Y si, encima, el SMI real continúa al alza, el desempleo aumentará todavía más.

Si calculamos el índice de correlación lineal (que explica la dependencia de dos variables) del paro junto con el SMI real, durante los años previos a la expansión crediticia (1998-2001), ¡obtendremos que ambos tienen una correlación lineal del 97,1%! Si lo hacemos durante los años posteriores a la expansión crediticia (2007-2010), ¡veremos que el SMI y el paro están correlacionados al 99,34%! Es decir, que, en una economía donde no haya expansión crediticia artificial, sin reserva fraccionaria, el SMI real y el paro serán directamente proporcionales.

En definitiva, en una economía sana, donde no se cometen errores de inversión, el desempleo depende prácticamente en su totalidad del salario mínimo. Por el contrario, en una economía enferma, donde se engendran las simientes de una recesión, el desempleo y el salario mínimo no tienen porqué estar relacionados, ya que oferta y demanda están descoordinadas.

Nuestra conclusión es -en cierta medida- lógica, ya que si no hay ningún salario mínimo, el límite de salario sólo vendría interpuesto por el trabajador y empresario; es decir, el precio lo fijaría el mercado, del mismo modo que se fija el precio de los automóviles o los ordenadores. Así, aflorarán multitud de trabajos menores cuyo precio de mercado es inferior al salario mínimo vigente, como lavaplatos o limpiadoras que sólo son satisfechos, actualmente, por la economía sumergida. Asimismo, la pobreza se reduciría enormemente, ya que muchos indigentes podrían aportar mucho más a la sociedad y, con ello, recibir mayor dinero que mendigando por la calle.

La pobreza paradójica

«Una sociedad que priorice la igualdad sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas»  Milton Friedman, Premio Nobel de Economía 1976

En tiempos de crisis, la pobreza suele aflorar más que nunca. Se hace más palpable. Y nos hace recapacitar sobre ella y todo lo que le concierne. Es terrible observar que, en un país supuestamente desarrollado, más de cinco millones de personas (el 10 % de la población total) busquen trabajo y no lo encuentren. Lapidario es saber que algunos de tus conocidos tienen que vender su vivienda por no poder pagarla e irse a vivir a la calle.

Minimizar al máximo la pobreza debe ser uno de los objetivos fundamentales de todo país. Evitar la penuria debe ser el primer paso. Por ello, uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) es erradicar, de una vez por todas, la pobreza en el mundo. El objetivo de este artículo es, pues, una revisión al concepto de pobreza y propuesta de solución a la misma.

Ante todo, hay que tener en mente que la pobreza no es algo nuevo, traído por la modernidad, fruto de la globalización o el capitalismo. Por ejemplo, en la Edad Media, casi toda la población europea vivía en condiciones de pobreza extrema y continuada. Además, se sucedían épocas de hambruna y epidemias repetitivas que segaban a gran parte de la población en poco tiempo; en definitiva, nunca antes la población mundial ha estado tan rica. Los movimientos antiglobalización, por ejemplo, pinchan en hueso al oponerse a ella con el objeto de reducir la pobreza, puesto que es la globalización la única que lo ha logrado.

Como vemos en este gráfico, en el año 1959, casi el 22% de la población mundial vivía con menos de un dólar y medio al día. Ni que decir tiene que en épocas anteriores las condiciones eran aún más penosas. A medida que el mundo se fue globalizando e industrializando la situación iba mejorando: actualmente, un 10% de la población mundial, a lo sumo, vive en condiciones de pobreza.

De ese 10% de pobreza mundial, África participa en un 50%; es decir, la pobreza de los países industrializados representa, a duras penas, el 2% mundial. Además, podemos observar que los países recientemente industrializados (los asiáticos: Taiwán, Hong Kong, China, Corea del Sur, Japón, etc.) han reducido -también recientemente- sus índices de pobreza. Existe una gran correlación entre industrialización y mínimos índices de pobreza. La historia económica así lo demuestra, y como dice Jacque Fresco: «sin tecnología, recaeríamos en el esclavismo».

En este sentido, África se encuentra actualmente en una encrucijada. Es uno de los escasos territorios que continúan aún en el pauperismo (pobreza persistente), y todavía no se ha industrializado. Las actuales revueltas en países africanos como Libia o Egipto buscan derrocar a sus tiranos (los cuales se apropiaban de la mayoría de la riqueza del país), para lograr la libertad política y económica, un camino firme hacia la industrialización.  Podemos admitir, en consecuencia, que el camino más factible para erradicar el hambre es abrir paso al libre mercado y a la globalización.

Ahora bien, si la industrialización llega, manu militari, del Estado, el resultado es bien distinto. En primer lugar, ninguna persona humana está capacitada para saber qué empresas abrir, en qué lugares, cómo hacerlo o en qué proporción. Al no poder hacerse con la información del mercado (o la sociedad), se abrirán empresas que no serán viables (que la gente no demandará) y, así, lo único que se conseguirá es desperdiciar recursos. En segundo lugar, la fuerza que generan las acciones individuales de la sociedad supera por mucho las decisiones de un gobernante. Por este motivo, el proceso de industrialización de la extinta Unión Soviética, preconizado por Stalin, no fue precisamente gallardo: mientras se lanzó el Sputnik, casi toda la población vivía en condiciones de penuria. El Gosplan u el organismo de planificación central no reduce tampoco la pobreza. Así las cosas, la industrialización, cuánto más libre de estatismo, más efecto surtirá en la pobreza.

La riqueza de las naciones se explica por la libertad económica, la tecnología y, por extensión, en la productividad. No obstante, los continuados esfuerzos estatistas para generar igualdad desembocan en el crecimiento de la pobreza. Por ejemplo, para aumentar el subsidio de desempleo hay que aumentar los impuestos; o sea, que los trabajadores, al menos en parte, mantienen a los desempleados. Se trata de un desincentivo al trabajo. Si bien en el mismo instante en el que se ofrecen subsidios los desfavorecidos aumentan su bienestar, la economía se va resintiendo poco a poco, pues el desempleo va creciendo, y cada vez son más los subsidios demandados, mientras que la recaudación del Estado disminuye. Así cayó el Imperio Romano. Cuando los emperadores romanos pensaron que su rico y vasto imperio era ilimitado, decidieron ofrecer la ciudadanía romana a todo habitante del imperio, con los privilegios que ello conllevaba. Panem et circences (pan y circo, gratis) era el lema del antigüo Estado del bienestar romano. Los productores de trigo decidieron cerrar sus fábricas, pues el pan era ofrecido gratuitamente. Y la población no paraba de crecer, pues los inmigrantes entraban a borbotones a beneficiarse de tal caridad. Las arcas del imperio romano quedaron exhaustas en muy poco tiempo y se inició el declive del imperio.

Según las cifras del Banco Mundial y la ONU, podemos hallar una correlación muy reducida entre libertad económica e igualdad, como puede observarse en los índices de arriba. Sin embargo, la población vive mejor, en lo que respecta a bienestar económico, con libertad económica.

Por ello, insisto, el único remedio contra la pobreza es libertad económica e industrialización. Las ayudas sociales adolecen de miopía, pues, tras los beneficios instantáneos, engendran las simientes del paro, quiebra y penuria. Dicho de otra forma: las consecuencias del Estado del bienestar son las contrarias a las buscadas por el Estado; es decir, la ayuda a la pobreza genera pobreza. Como ejemplo más actual podemos ver a España que tiene una de las protecciones al desempleo más altas (y unos índices de paro atronómicos) o EE.UU. cuya administración ha preconizado el susodicho modelo del bienestar (con el consiguiente desempleo alto y constante).

Así las cosas, el promover políticas de igualdad produce desincentivos, contrayendo la economía e igualando a todos sus miembros en la penuria; por la otra parte, favorecer la libertad implica desigualdad económica, pero al generarse incentivos, la economía crece y todos sus miembros terminan saliendo de la pobreza. No obstante, a muy largo plazo, la economía libre tiende a la equidad, como pueden observar en el siguiente gráfico.

Crecimiento sin desarrollo: obsolescencia programada

Pese a que estamos acostumbrados -incluso en épocas de crisis- a que el crecimiento económico, a largo plazo, se mantendrá en el tiempo, de que el PIB siempre crecerá, de que la gráfica que muestra las cifras de la economía sea creciente; no obstante, debemos tener muy presente de que el crecimiento no implica desarrollo, son dos conceptos independientes. Pretendo, con este artículo, dejar clara esta idea.

En otro lugar, he hablado del sistema capitalista como el mejor de la historia, cuyas leyes aumenta el bienestar de la sociedad. Sin embargo, dicho esto, no significa que no sea mejorable, pues, como afirmó Daniel Soler en otro artículo, cuando algo no es mejorable, es imperfecto. El statu quo es imperfecto. El libre mercado, además de depender del Estado, tiene fallos muy concretos, como las externalidades, el poder de mercado o los bienes públicos. En este artículo, haré referencia a los dos primeros: el poder de mercado y la externalidad que produce o, dicho de otro modo, la concentración de poder que las empresas generan provocan una ineficiencia en la sociedad, desaprovechando, así, posibilidades de crecimiento.

Los acuerdos colusivos o acuerdos entre empresas, uno de los peores problemas que pueden presentarse en la economía, han originado a lo largo de la historia graves consecuencias para la sociedad. Por ejemplo, los países exportadores de petróleo se asociaron en un cártel para no hacerse competencia entre sí y, en consecuencia, poder aumentar el precio del petróleo a voluntad. La consecuencia fue un aumento generalizado de los precios en todo el mundo, y las consiguientes crisis del petróleo. Otro cártel, que todavía sigue afectando subrepticiamente en nuestra vida cotidiana, que se produjo a mediados del siglo pasado, bajo la denominación de Phoebus S.A., marcó un precedente. En este acuerdo, se asociaron los fabricantes de bombillas, para no hacerse competencia, y fabricar bombillas a voluntad. En concreto, limitaron la duración de las bombillas a 1.000 h diarias. Así, las empresas seguirían obteniendo beneficios, pues tras esas mil horas, el cliente volvería a comprar de nuevo la bombilla.

Esta idea se trasladó por todo el mundo y, hoy, es una regla en todos los productos. La impresoras, por ejemplo, tienen un número de copias de duración, que tras alcanzarlo quedan inservibles. También sucede lo mismo con los automóviles que, llegados a un cierto kilometraje, su electrónica deja de funcionar. De hecho, la URSS, en competencia con Occidente, logró producir lavadoras que perduraban más de 25 años. Se trata de la filosofía de comprar, tirar, comprar. Esta filosofía es muy peligrosa, pues reflejará un crecimiento ficticio, a saber: se siguen efectuando transacciones, pero las necesidades del consumidor no se satisfacen idóneamente y los productos no se diseñan para favorecer el desarrollo, sino el consumo y el crecimiento.

Desde 1901 encendida

Para nutrirnos más en el asunto, hemos de saber que, antes de que se generalizase esta política, se patentaron bombillas con una duración de más de 100.000 h. Además, todavía siguen estando en funcionamiento este tipo de bombillas desde 1901. Una muestra de que los acuerdos entre empresas restringen el verdadero desarrollo económico que podría generarse con libertad y competencia.

¿Es este un problema del sistema actual? ¿Es un fallo del capitalismo? ¿Es el consumismo lo que nos mantiene el crecimiento económico o el desarrollo? Como argumento a prima faccie puede sostenerse. No obstante, la situación puede revertirse a mejor, a saber: impedir la producción desleal, fomentar la competencia y prohibir los acuerdos colusivos, impedir definitivamente los escasos fallos de mercado existentes.

Apunte sobre el consumismo

Merece la pena hacer referencia a un fenómeno de gran importancia en la actualidad: el consumismo. Muchos economistas, políticos, grandes personalidades e incluso índices económicos como el PIB, sobrestiman sobremanera el efecto que el consumo tiene en la economía. Se ha demostrado que el consumo afecta a la economía tan solo un tercio, mientras que la producción, la investigación y el diseño lo hace dos tercios. Y es que solo basta con el siguiente ejemplo para comprender esta idea en su totalidad. Muchos países con índices de desarrollo reducidos pueden presentar una tasa de consumo exuberante. La diferencia entra las naciones ricas y pobres es que las primeras han diseñado, invertido y ahorrado para conseguir bienes de mayor calidad que, no obstante, han requerido mayor tiempo en la fabricación de los mismos. Por lo tanto, el consumismo, sobrevalorado enormemente (debido, en parte, por influencia keynesiana), no produce desarrollo económico alguno.

Fin de la obsolescencia programada, ¿fin del crecimiento?

Ahora bien, ¿es posible, entonces, que el capitalismo siga floreciente sin la cultura del consumismo? Por supuesto. Es más, de convertir en inexistente la obsolescencia programada, el sistema económico avanzaría varios peldaños, aumentando la potencialidad vital de la sociedad en general, aprovechando los recursos y exprimiendo todas las posibilidades existentes.

Imaginemos que las bombillas, impresoras, ordenadores, automóviles y, en general, todo tipo de producto tiene una vida de varios cientos de años. La sociedad tendrá ya esas necesidades cubiertas y, por consiguiente, tendrá que dedicarse a cubrir otras necesidades más elevadas (erradicación de la pobreza, desarrollo de nuevos productos, mayores recursos destinados a la investigación, etc). Por ejemplo, y como analogía, la necesidad de oxígeno, al tenerla cubierta, no necesitamos una empresa que nos lo proporcione y, por tanto, ese trabajo que podría dedicarse a producir oxígeno se dedica a otros ámbitos (producción de comida, automóviles, etcétera).

Las empresas que ahora utilizan la obsolescencia programada dejarán de obtener los beneficios actuales, convirtiéndose en empresas de pequeñas dimensiones, pero que, como ya he dicho anteriormente, este proceso, logrará una liberación de recursos que podrían destinarse a otras actividades. Por eso es un fallo de mercado, una externalidad, ya que el beneficio individual, en este caso, no coincide con el social. Se trata, en definitiva, de que en lugar de producir siempre lo mismo (porque tendrá que reponerse), se produzca otro tipo de bienes deseados por la sociedad. Entonces, los factores que se dedican a la producción de bienes con obsolescencia programada, al quedar libres, se redistribuirán a otras actividades, por ejemplo, en el sector servicios o implementar el bienestar en África.

Por tanto, la obsolescencia programada a la que nos hemos referido constituye un círculo vicioso, donde el dinero circula, y que genera crecimiento económico; pero que no produce desarrollo, ni aumenta los niveles de bienestar. Y, por tanto, la prohibición del mismo no producirá desempleo, descenso en la producción o decrecimiento económico, sino una redistribución de los recursos que se dirigirán a lugares en donde su trabajo generará un rendimiento de mayor valor.

Destinemos todos los esfuerzos a producir y desarrollar lo que no hay, en lugar de lo que ya está producido

Keynes, bastión del consumismo

Y es que no se trata de colocar a la mano de obra o de iniciar un trabajo, por el mero hecho de crear un puesto de trabajo o abrir una empresa. El desarrollo económico consiste en transformar la naturaleza, dándole mayor valor a la misma; incrementar la cantidad y calidad de conocimiento de la sociedad; incrementar el grado de libertad de la misma; mejorar las condiciones higiénico-sanitarias, aumentando, en consecuencia, la esperanza de vida y el crecimiento natural de la población. Nada que ver con el aumento del consumo, o con el movimiento circular del dinero, como Keynes quería.

España: Camino de servidumbre

En un contexto de profunda depresión económica en España, los precios que más desgastan el esmirriado bolsillo de los españoles aumentan ostensiblemente. Hace ya unos meses que asistimos a una inicua subida del IVA, que al afectar al nivel de vida, al consumo e incluso a la recaudación, la agonía española aumentaba sin límite.

¿Quiebra de España? Sí, gracias.

A partir de Enero de 2011, sufriremos aún más: la energía en España se encarece enormente. Concretamente, la luz eléctrica subirá un 10% y el gas un 3%. ¿Recuerdan la Política Energética del gobierno actual? Sí, la de energía nuclear cero; pero, sin embargo, comprarla a otros países como Francia y Alemania. Increíble: ni se planteó un debate sobre un asunto de primera importancia. Pues aquí está la consecuencia: como cuesta más obtener la energía, ésta se encarece y, en consecuencia, los españoles tienen que pagar más. ¿Por qué no pudiendo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, abaratando la energía, apostando por la nuclear, no se hace?

Esto, sumado a los recortes en las prestaciones sociales (eliminación de subvenciones a los parados, congelación de pensiones, recorte de salarios a los funcionarios, etc.) y al aumento de impuestos, implica que el nivel de vida en España cae en picado. Me atrevo a predecir que, en poco tiempo, vengan fuertes recortes sociales (¿próximamente hacia los universitarios?) que marquen la diferencia entre una época y otra.

La población tiene menos dinero, por ende, el Estado recauda menos y, sin embargo, se ve obligado a gastar más. El déficit en la mayor parte del mundo se dispara por segundos. Ya lo vimos en España hace unas semanas, cuando la prima de riesgo llegó a su máximo histórico (276 puntos sobre el bono alemán). Esto es importante y no se refleja en los datos del PIB, de modo que, aunque parezca paradójico, puede crecer la economía mientras el Estado quiebra. Llegará un momento (¿en 2 meses, quizá 3?) en el que no se pueda hacer frente a la deuda ni con los ingresos futuros y el FMI tenga que intervenir en España, concediéndole préstamos (como Grecia e Irlanda). Puede que tras España vayan cayendo más países hasta que el FMI no tenga más fondos. En este caso, ¿que pasará? Nadie lo sabe, pero es muy posible que lleguemos pronto a este extremo.

El camino a la libertad

África es un continente golpeado por epidemias, pobreza y falta de derechos humanos. Este hecho es de sobra conocido en el mundo occidental, por eso montones de ONG’s deciden instalarse allí. Para analizar la situación en África tenemos que hacer un breve recorrido por su historia moderna. Así, podremos comprender los errores que se hayan en la base y abordar el problema desde su raíz.

Antes de la colonización europea, el norte se encontraba habitado fundamentalmente por árabes, como en la actualidad. Sin embargo, en el África subsahariana había un gran número de tribus. Durante la Edad Media y la Edad Moderna varios países europeos dirigieron al continente a algunos navegantes para que exploraran el territorio. De esta manera comenzó la explotación de las minas africanas, lo que reportó grandes beneficios a los imperios europeos.

Siglos más tarde, mientras se desarrollaba la revolución industrial, el capitalismo empezaba a necesitar de otros campos donde expandir la actividad comercial. Entonces fue cuando se inició el principal problema que sufren los africanos en la actualidad. Los europeos, sin conocer el terreno, se repartieron África ignorando que la división que hacían de los estados dividía a su vez a las tribus. Esto ha provocado numerosas guerras civiles en países africanos ya que, después de su independencia, en muchos países había varias tribus en un mismo estado que se intentaban aplastar entre sí. Además, personas de una misma tribu quedaron repartidas en diferentes estados.

Actualmente parece que en Occidente somos conscientes del problema y una parte considerable del PIB se destina a estos países. Si fueran países con gobiernos que están por la labor, estas medidas serían las apropiadas. Sin embargo, la mayor parte de África está gobernada por tiranos que concentran bajo su poder el dinero que se debería invertir en hospitales y escuelas. Frente a este obstáculo algunos podrían optar por invasiones, pero esto sólo haría empeorar la situación. Tenemos que mirar a Europa y fijarnos en qué nos ha hecho avanzar: la democracia y la confianza en los autóctonos para hacer frente a las dificultades. Debemos recordar que Europa consiguió la democracia debido a un proceso evolutivo que ocupó varios siglos. Ya que el cambio que sufrieron durante el siglo XIX es irreversible, tendrán que acabar adaptándose a la democracia liberal europea con el transcurso de los años. Entonces, podremos comenzar a comerciar y entablar negociaciones. Esto generaría riqueza en África ya que se les permitiría vender sus productos y obtener beneficios, todo lo contrario de lo que ocurre ahora.

Tras siglos de libertad, se podrá decir que África vive de manera decente, pero no antes. Tenemos que acostumbrarnos a dejar de intervenir y a pensar que nuestros militares donde mejor están es en casa o defendiéndonos en el caso de que nos atacaran.

Comunismo: la gran mentira

   El comunismo es doctrina que defiende la idea de que todos los bienes son de propiedad común, es decir, que todo lo que hay en un país es de todos. Que nadie, absolutamente nadie por mucho que trabaje, se esfuerze, estudie será compensada exactamente igual que aquella que no trabaja, no se esfuerza y no estudia y, en general, la que no aporta nada a la comunidad. Es decir, todo es para todos pero podrás aportar o no beneficios a la comunidad. Todo para el pueblo, es decir, nada. Dado que todos reciben muy poco y aunque me esfuerze más que mi compañero de trabajo recibiré lo mismo: casi nada, entonces, es preferible no trabajar ni estudiar. De este modo, no se crea de riqueza y los ciudadanos no perciben la compensación que podrían percibir. El comunismo, en lo que respecta a economía, se podría decir que es prácticamente nulo ya que crea una espiral de pobreza, es decir, cada día que pasa bajo un comunismo aumenta la pobreza.

   Pero, por si fuera poco, esto no es todo: la historia nos ha enseñado, aunque algunos no quieran mirar a la verdad a la cara, que el comunismo es irrealizable y no ha existido jamás un comunismo real. Además, ese comunismo irreal se ha contaminado de los mismos defensores del comunismo, sus dictadores. Personas hipócritas que dicen ser comunistas hasta la médula y que luego llegan al poder y se apropian con todos los bienes estatales: todos sus defensores, con alguna excepción que confirma la regla. El comunismo, en lo que respecta a realidad, es prácticamente nulo ya que solo ha existido un comunismo real en los libros. Pero, en lo que respecta a idealismo, se queda todavía más atrás ya que parte desde lo absurdo.

   Pero, todavía hay más: la economía actual nos está abofeteando en la cara con una realidad. Esta realidad es que el comunismo no sirve para nada, el comunismo no se puede construir sin control, el comunismo es imposible con libertad. Prueba constatable de ello es que todas las empresas están controladas por los gobernantes. Las consecuencias económicas y sociales del comunismo son tan injustas como desgarradoras. No hay nada más que abrir un periódico para llegar a una conclusión evidente. Torturas en Cuba, explotación infantil en la China comunista, la riqueza nacional es prácticamente nula y las personas, todas pobres, desfavorecidas y desmotivadas. O si no que le pregunten a sus ciudadanos, los más capacitados para opinar si están de acuerdo o no con el comunismo. Aún habiendo una crisis en el sistema capitalista que no es perfecto, este supera con creces a los penosos sistemas comunistas. Por todo esto, es por lo que ahora se ha pasado de defender un comunismo a un «tímido» socialismo.

   La gran mentira, la farsa, es decir, el abominable comunismo parte de una barbaridad: todas las personas serán compesadas en igual proporción independientemente de todo lo demás. Además también parten de una idea, esta idea si podría someterse a discusión, que consiste en que todas las personas somos iguales. Es decir, es lo mismo una persona que ha tenido la oportunidad de estudiar Medicina pero prefirió estar en su casa descansando a una persona que ha decidido «partirse los cuernos» estudiando.