Lo último de Krugman

El Premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, que ganó con su aportación teórica a las teorías del Comercio Internacional, vuelve a las andadas. Acaba de publicar un nuevo libro (hace tan sólo unos días) titulado «Acabad ya con esta crisis» en el que plantea las posibles soluciones rápidas a la crisis económica que sigue asolando al mundo desarrollado.

El País publicó en su último dominical un capítulo completo del libro, «Eurodämmerung: el crepúsculo del euro«, que está orientado concretamente a la crisis del euro. Tal escrito sostiene (y se cae por) los siguientes argumentos:

  • Fue un «error fatídico» la creación del euro, porque elimina la posibilidad de que los gobiernos manejen la moneda. Además, aunque reconoce beneficios de tener una moneda única (como reducción del coste de transacción, convergencia, etc.), afirma que la diferencia idiomática entre las regiones europeas hacen de la UE una región «no óptima» para tener un mercado común.
  • Ahora ya es imposible volver a las monedas nacionales, por lo que habrá que conformarse con el euro.
  • Añora para Europa los tipos de cambio flexibles entre las monedas nacionales, porque, como también pensaba Milton Friedman, la devaluación resolvería todos los problemas de un «plumazo».
  • La mayor seguridad financiera al adoptar una moneda única redujo los tipos de interés, creando una burbuja inmobiliaria.
  • La caída en la actividad económica posterior al 2008 aumentó los déficits públicos de forma extraordinaria.
  • Por tanto, la crisis en Europa no se debió a la deuda, ya que anteriormente al 2008 presentaba una deuda muy reducida. En consecuencia, la solución no es reducir la deuda, la austeridad, sino incrementar el gasto público y la cantidad de dinero en circulación (lo que crearía inflación), para reducir el paro.
  • Los alemanes tienen animadversión injustificada hacia la inflación.

Desde mi punto de vista, y desde un enfoque desde la Escuela Austríaca de Economía, este análisis adolece de errores importantes, que vamos a tratar de explicar a continuación.

Tal y como reconoce el propio Krugman, efectivamente la adopción de una moneda única reduce la posibilidad de que los gobiernos intervengan en la economía. Así el euro actuaría como una especie de corsé para la política económica, tal y como lo fue el patrón oro adoptado en EE.UU desde 1944 hasta 1971, pero con una salvedad: del patrón oro puede uno salirse fácilmente, de una moneda única como el euro es casi imposible. A diferencia de Krugman, esta característica es una ventaja más añadida al euro, pues obliga a los políticos a adoptar medidas serias y no a postergar el ajuste (vía inflación, vía devaluación, etc.) que crea una nueva burbuja aún mayor en el futuro. Por primera vez en España se ha hecho frente a una crisis económica sin devaluar la moneda.

¿Qué provoca una devaluación de la moneda? Reduce de sopetón los precios de todos los productos de toda la economía con respecto al exterior, de forma que el PIB puede caer un 20-30% (dependiendo de lo que se devalúe la moneda) de la noche a la mañana, empobreciéndonos ipso facto. No obstante, los efectos de esta repentina caída de la riqueza no los notaremos, las cosas seguirán costando lo mismo mañana; es sólo la peseta la que vale menos. Pero, poco a poco, los precios empezarán a subir muy fuerte, generando una inflación desorbitada, en torno a un 20-30% (dependiendo de lo que se devalúe la moneda). Como contrapartida, justo tras devaluar la peseta, los otros países comprarán muchos productos españoles (aumentarán las exportaciones) al abaratarse tanto. En definitiva, se «abarata» todo lo que sea español (sin que los españoles nos demos cuenta, empobreciéndonos poco a poco) para que todo el mundo nos compre.

Ahora, ese mecanismo es imposible y debemos sentirnos aliviados. Ahora nos toca hacer frente a la crisis aumentando la productividad: reduciendo el coste, innovando, produciendo bienes de mayor calidad, formando mejor a los trabajadores, aumentando la eficiencia del sector público, liberalizando los mercados.

En segundo lugar, no es cierto lo que dice Krugman de que la burbuja inmobiliaria fuese producto de la seguridad de los inversiones. Como toda burbuja financiera, ésta tiene su origen en el Banco Central en cuestión, sea el BCE o la Fed. Los bancos centrales establecen un tipo de interés absurdo (negativo en términos reales, lo que implica que se prefieren 100€ en un año a 100€ hoy), incentivando el despilfarro y no el ahorro, llevando al mercado a un desequilibrio.

En tercer lugar, es verdad que Europa no se ha endeudado mucho durante la etapa de bonanza, a diferencia de Japón, UK y EE.UU. Esto indica cuán sana está la Eurozona, con respecto a estos países, por mucho que Krugman se empeñe en mostrar lo contrario. Si el BCE decidiera comprar el 40% de los bonos europeos, como hace la Fed, nuestro interés a pagar por la deuda sería irrisorio. Pero es que resulta que Europa no pretende incentivar el endeudamiento ni la inflación.

Por último, me veo obligado a hacer una defensa de los alemanes, que tan denostados están últimamente por los países mediterráneos. No es que ellos tengan un miedo irracional a la inflación, es que conocen las consecuencias de esa inflación, pues la vivieron durante el período de entreguerras. La inflación, sea reducida o elevada, es muy perniciosa pues reduce el valor de los ahorros y el valor de las deudas, de modo que, con inflación, el ahorro está penalizado, mientras se incentiva el endeudamiento. Y la única forma de aumentar la riqueza es mediante el ahorro, pues ello lleva a la inversión.

Pongamos por ejemplo una inflación del 2% al año, que es el objetivo de la UE. Supongamos que el pan cuesta 0,5€ en enero de este año. Supongamos que ganamos al mes 700€. Veamos como nos afecta la inflación:

Con una inflación del 2%, que es baja, la capacidad de compra de nuestros ahorros descenderá exponencialmente. ¿Por qué? Si aumenta un 2% la barra de pan que costaba 50 céntimos, pasará a costar 51 céntimos. Es un aumento de 1 céntimos. Pero si aumenta otro 2% costará 52,02 céntimos, lo que supone un aumento de 1,02 céntimos (0,2 más que el aumento anterior), y así exponencialmente. Como podemos comprobar con el gráfico, mientras que en el año actual podemos comprar 1400 barras, dentro de 20 años tan sólo podremos adquirir 942 (más de cuatrocientas menos). ¿No es un robo? Efectivamente, y se trata de un robo subrepticio del que no nos damos cuenta, pero que es enorme.

Además, si, de hecho, no se controlase el dinero en circulación los precios tenderían a bajar en torno al 3% anual, debido al progreso tecnológico (mayor eficiencia en la producción, etc.), por lo que el coste de la vida cada vez sería más bajo. Es decir, podríamos comprar con el mismo dinero cada vez más barras de pan, nuestros ahorros ganarían poder y todo el mundo estaría incentivado a ahorrar, lo que haría aumentar el crecimiento económico, al disponer de mayor dinero para invertir e innovar.

¿Es o no es peligroso controlar el dinero?

De ahí que Krugman saliera enfadado de su debate con Ron Paul, defensor de la Escuela Austríaca, afirmando en uno de sus últimos artículos que los debates son inútiles y que sólo debatió con él para promocionar su nuevo libro.

Estado versus ciudadano: Déficit

El Estado es el único garante (al menos hasta hoy) de los derechos del individuo. Ahora bien, ésta no es una buena razón para convertirnos en estatólatras. De hecho, en lo que concierne a economía, la función del Estado es prácticamente innecesaria, ya que esas necesidades están cubiertas casi en su totalidad por el libre mercado competitivo. Además, en numerosas ocasiones ocurre la paradoja de que los intereses del individuo -que en teoría deben ser favorecidos por el Estado- son contrapuestos a los del Estado. Veamos hoy un caso particular: el Déficit.

La actividad económica del Estado consiste básicamente en recaudar unos ingresos públicos y financiar con ellos un gasto público que debería utilizarse para asegurar el «bien común». No obstante, los gastos siempre tienden a ser mayores que los ingresos (rara vez se verá un superávit público); así, año tras año, el déficit aumenta produciéndose un efecto «bola de nieve».

Es natural que tal cosa suceda en la mayoría de los países, pues los Estados tienen un gran acicate para agrandar sus volúmenes deficitarios, en un sistema monetario como el actual. Veamos porqué.

El sistema monetario actual está diseñado de forma que siempre haya una inflación subyacente; de hecho, el objetivo del BCE es situar la inflación en torno al 2% (actualmente España está en el 3,6%). Y la inflación, al reducir la capacidad adquisitiva del dinero, reduce el valor tanto de las deudas como de los ahorros. Por eso se dice que la inflación crea desigualdad: beneficia a deudores, perjudicando a ahorradores.

Así las cosas, el Estado, que es el mayor deudor y el que asimismo prorroga por más tiempo su deuda, se convierte así en el gran beneficiado por la inflación: el valor de su deuda generalmente se hará cada vez más pequeño; dicho de otro modo, la inflación irá contrarrestando el efecto «bola de nieve» del déficit. Entretanto, los ahorradores (generalmente las economías domésticas) reducen su riqueza por la inicua inflación.

Además, el aumento del gasto público provoca, a su vez, un crecimiento de la inflación (feed-back), pues al aumentar la demanda los precios tiran al alza.

En resumidas cuentas, en esta situación se produce un conflicto de intereses entre el Estado (que quiere más inflación para reducir el valor de su deuda) y el ciudadano (que detesta la subida general de los precios, pues pierde inicuamente nivel de vida).

Esto, en conjunto, perjudica gravemente al mercado. En primer lugar: dado que existen incentivos a la deuda y al consumo, el ahorro se estanca, lo que a su vez hace que el desarrollo tecnológico y la innovación se desacelere (porque las empresas más alejadas del consumo -desarrollo, investigación, industria, minería, etc.- tendrán menores beneficios relativos que las más próximas al consumo -tiendas, mayoristas, almacenes, etc.-).

No son necesarios los recursos, sino el conocimiento.

Malthus se equivocó

El célebre economista Thomas Malthus afirmó ya hace muchos años que mientras que la producción crece artiméticamente, la población lo hace geométicamente y, por tanto, habrá un momento en que haya más personas que recursos. Tras esta afirmación la población creció sin precedentes (en Gran Bretaña pasó de 5 millones de habitantes a 21 en menos de una centuria), y, aún así, el bienestar medio creció ostensiblemente: se inició la Primera Revolución Industrial. Malthus pinchó en hueso: no tuvo en cuenta el poder multiplicador de la tecnología.

Actualmente, hay numerosas mentes, al igual que Malthus, que afirman que un aumento de la población puede ser catastrófico o, al menos, reducirá paulatinamente el bienestar. Su principal argumento es el de que los recursos son limitados, mientras que el hombre puede crecer (y gastar) sin ningún límite.

Ahora bien, de nuevo al igual que Malthus, el argumento de los susodichos es falaz porque no tiene en cuenta que la tecnología puede multiplicar los recursos en la proporción deseada. En la prehistoria, los homínidos apenas subsistían, sin más recursos que la recolección o la caza. Actualmente, casi 7.000 millones de personas en el planeta subsisten con un bienestar bastante mayor que los hombres prehistóricos. ¿Dónde está el truco? De nuevo, en la tecnología. Y si algún pueblo permanece aún en el subdesarrollo, se debe -y esto es taxativo- a la carestía de tecnología. Por tanto, ni más ni menos, la solución está en la adopción de tecnología.

¿Qué introdujo la agricultura? Poder cultivar alimentos casi indefinidamente, evitando la recolección. ¿Y la ganadería? Cuatro quintos de lo mismo. Por extensión, los fertilizantes y la maquinaria aumentaron la eficiencia del sector agroganadero, permitiendo, en el siglo XX, que un solo agricultor pudiese alimentar a más de 43 ciudadanos.

¿Que avance supuso la energía nuclear? Generar grandes cantidades de energía, sin necesidad de recurrir a combustibles fósiles. Y a quién no le guste este tipo de energía por la radioactividad, que se espere a la energía de fusión, unos veinte años, la cual, permitirá producir sin coste alguno energía a borbollones. Con esta tecnología, la energía será tan abundante o barata como el aire.

Bien, entonces ¿por qué se arguye que los recursos son limitados? Quizá porque se peque de miopía y no se vislumbren en un futuro nuevas tecnologías que multipliquen las posibilidades. Es muy probable que, en poco tiempo, el hombre pueda volver a la Luna o incluso a Marte y seguir extrayendo recursos. Como dijo Jacque Fresco, cualquier cosa concebida por el hombre, puede ser construida. Por ejemplo, me viene a la mente la posibilidad de poder modificar nuestro ADN (biotecnología), para poder alimentarnos, como las plantas, por fotosíntesis, sin necesidad de comer.

Aún así, podría también llegar el momento en el que se agoten recursos indispensables para vivir: espacio y agua. De momento, el espacio en el planeta Tierra no plantea mucho problema, pues hay grandes regiones del planeta deshabitadas y, además, pueden construirse edificios muy altos. De todos modos, para cuando llegue el día en el que el espacio sea tan escaso como el oro, seguramente ya estemos habitando en otros planetas. ¿El agua? Parece que, de momento, tampoco es un problema, ya que puede volver a purificarse e incluso puede fabricarse.

Es posible vivir con índices increíbles de bienestar en un mundo masivamente superpoblado, el único límite es nuestro conocimiento, la tecnología, como afirma Eduardo Punset: «lo que importa no es si seremos dos millones más o dos millones menos, si es justa la edad de jubilación o injusta, sino el nivel y la difusión del conocimiento; es decir, la reforma educativa».

Es más, cuánto más crece la población, más posibilidades hay de desarrollar nuevas técnicas y más acusada avanza la ciencia, pues más científicos y mentes brillantes y, por tanto, más ideas y puntos de vista habrá para aumentar el bienestar del hombre.

España: Camino de servidumbre

En un contexto de profunda depresión económica en España, los precios que más desgastan el esmirriado bolsillo de los españoles aumentan ostensiblemente. Hace ya unos meses que asistimos a una inicua subida del IVA, que al afectar al nivel de vida, al consumo e incluso a la recaudación, la agonía española aumentaba sin límite.

¿Quiebra de España? Sí, gracias.

A partir de Enero de 2011, sufriremos aún más: la energía en España se encarece enormente. Concretamente, la luz eléctrica subirá un 10% y el gas un 3%. ¿Recuerdan la Política Energética del gobierno actual? Sí, la de energía nuclear cero; pero, sin embargo, comprarla a otros países como Francia y Alemania. Increíble: ni se planteó un debate sobre un asunto de primera importancia. Pues aquí está la consecuencia: como cuesta más obtener la energía, ésta se encarece y, en consecuencia, los españoles tienen que pagar más. ¿Por qué no pudiendo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, abaratando la energía, apostando por la nuclear, no se hace?

Esto, sumado a los recortes en las prestaciones sociales (eliminación de subvenciones a los parados, congelación de pensiones, recorte de salarios a los funcionarios, etc.) y al aumento de impuestos, implica que el nivel de vida en España cae en picado. Me atrevo a predecir que, en poco tiempo, vengan fuertes recortes sociales (¿próximamente hacia los universitarios?) que marquen la diferencia entre una época y otra.

La población tiene menos dinero, por ende, el Estado recauda menos y, sin embargo, se ve obligado a gastar más. El déficit en la mayor parte del mundo se dispara por segundos. Ya lo vimos en España hace unas semanas, cuando la prima de riesgo llegó a su máximo histórico (276 puntos sobre el bono alemán). Esto es importante y no se refleja en los datos del PIB, de modo que, aunque parezca paradójico, puede crecer la economía mientras el Estado quiebra. Llegará un momento (¿en 2 meses, quizá 3?) en el que no se pueda hacer frente a la deuda ni con los ingresos futuros y el FMI tenga que intervenir en España, concediéndole préstamos (como Grecia e Irlanda). Puede que tras España vayan cayendo más países hasta que el FMI no tenga más fondos. En este caso, ¿que pasará? Nadie lo sabe, pero es muy posible que lleguemos pronto a este extremo.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (III)

Respuesta a las objeciones: Desigualdad

El común denominador en todos los críticos al sistema económico capitalista es el argumento que hace referencia a la desigualdad como un aspecto negativo en la sociedad, que se produce en todos los países que están adoptando este sistema económico (y digo están adoptando porque el Capitalismo en sí todavía no ha sido implantado, pues existe un fuerte intervencionismo, a saber: bancos centrales, gobiernos, impuestos, …). Me parece ético hacer una distinción entre los críticos y dividirlos, así, en dos grupos: los que de verdad creen en este argumento y a los demagogos que, aún conociendo la realidad, persisten en la crítica, pues ello les reportará beneficios personales. Además a todos los gobiernos del mundo les conviene no implantar en su totalidad el Capitalismo porque, precisamente así, su facultad de influir en la Economía quedaría anulada. Por este motivo, todos los demagogos, son representantes políticos y, generalmente, pertenecen a países atrasados como Chile, Cuba, Bolivia, China, etc.

Respecto al primer grupo, los teóricos económicos deben tener una cierta conmiseración con ellos, pues todos responden al perfil de una persona no muy ilustrada en la Economía moderna. Además, la Economía es una de las ciencias más complejas que existen, a saber: estudia fenómenos a gran escala en el ser humano, ni más ni menos que la sociedad. Por ejemplo, la Física podría ser considerada como la ciencia menos compleja, pues estudia procesos como el movimiento; trabaja en una escala humana más reducida. Esta ausencia de complejidad permite sistematizar y especializar mucho más el conocimiento. Luego, de menor a mayor complejidad, nos encontramos a la Química, la Biología, la Psicología, la Economía y, por último, la Filosofía. Es esta complejidad la que puede llevar a argumentos equívocos como el de que la desigualdad es perjudicial.

En este fascículo, evidentemente, no voy a negar que la desigualdad existe en los países que avanzan hacia el Capitalismo. Ésta es objetivable y se puede medir gracias a la curva de Lorenz y al coeficiente de Gini, que nos dice cuán igualitario es un país. Ahora bien, igualdad es un concepto bien distinto al de justicia. Por ejemplo, se dice que  un país con más ricos que pobres es desigualitario y que en un país donde todo el mundo tiene la misma cantidad de dinero es igualitario. Sin ser sectario, por esta regla de tres, también debería añadirse que un país con un gran número de presos es desigualitario, ya que existe una brecha: entre presos y libres; en el mismo sentido, hay desigualdad. No obstante, tanto en el país que tiene una desigualdad entre ricos y pobres como en el que la tiene entre libres y presos, existe una profunda libertad y justicia. Como dijo el destacado Nobel de Economía, Milton Friedman: “La sociedad que pone la igualdad por delante de la libertad termina sin ninguna. La sociedad que pone la libertad por delante de la igualdad, termina con una mayor cantidad de ambas.”

Cuando una sociedad se dedica a redistribuir la riqueza para eliminar la desigualdad, desestabiliza la creación de riqueza y, a medio y largo plazo, crea pobreza: «La ayuda a la pobreza genera pobreza». Esto se explica porque ya en el sistema capitalista cada uno tiene lo que se merece. Entonces, un empresario con gran capacidad de creación de riqueza y de producción de bienes y servicios que satisfacen las ilimitadas necesidades humanas, verá reducidos sus ingresos con lo que no podrá seguir creando riqueza en la misma proporción. Esta parte de los ingresos se trasladará a los más necesitados, que no aportan nada al sistema productivo y, por ende, reciben un dinero que no les pertenece. Por decirlo en términos pedestres, el dinero va hacia donde no tiene que ir. Es imposible concebir como justo que a un trabajador, como acaece en España, se le retire el 60 % de su sueldo para cubrir el gasto público: financiar subvenciones, armamento (en algunos países, nuclear), sanidad, educación; mientras que a un parado se le aporte el 100% de sus ingresos sin ningún trabajo. Es decir, a fin de cuentas es más rentable permanecer en el desempleo que trabajar.

Es así como cayó el Imperio Romano, a saber: declarando la ciudadanía, con todos los privilegios, a todos los habitantes del imperio. Además se promovió la política de panem et circenses (pan y circo) lo que originó que los productores de trigo dejaran da producir, ya que era gratuito. Y, al fin, que cayese todo el imperio poco a poco. El socialismo provocó la caída de Roma.

La igualdad económica debida por el intervencionismo del Estado, por un atentado contra la libertad, es profundamente injusta y, a la postre, genera una pobreza. De modo que en teoría económica se plantea la siguiente disyuntiva: o desigualdad o pobreza. La justicia, en Economía, recibe el nombre de equidad y podría definirse como cada uno tiene lo que se merece. Así, en los países desigualitarios, existe una profunda equidad, mientras que en los igualitarios, como los que abogan por la propiedad común, la equidad es prácticamente nula. Llegados a este punto, hay que hacer una clara diferencia entre un sistema económico (capitalismo, comunismo, …) y un sistema político (demarquía, democracia, …), ya que claramente estos dos tipos de sistemas son dicotómicos, aunque, generalmente, sulen irradiarse entre sí, a saber: tras el capitalismo, suele llegar una democracia, por ejemplo. De modo que algunos críticos erran al culpar al sistema capitalista de errores producidos por el sistema político. Por ejemplo, las crisis económicas son producidas por el sistema político que es contrario al sistema capitalista; pero esta cuestión será analizada en el próximo fascículo. Además, el sistema político, para que la economía capitalista funcione plenamente, debería de olvidarse por completo del sistema económico.

Como los lectores habrán podido observar, he utilizado un lenguaje cuasi apodíctico  al afirmar que intentar generar igualdad mediante la violación de la libertad termina provocando pobreza e injusticia. Pero, en este caso, esta afirmación es inconcusa y, por ello, la demostraremos.

Normalmente, en divulgación económica, toda afirmación debe ir acompañada de una demostración. En este caso, dejaré la demostración de la mano del laureado catedrático de Economía Jesús Huerta de Soto de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Demostrará como, en el capitalismo, no existe la plusvalía; que cada individuo será recompensado exactamente con la misma cantidad que ha aportado al proceso productivo: la quintaesencia de la justicia social. Y que por mucho que la empresa se empestiñe en pagar muy poco al trabajador en relación a lo que produce (o mucho, ya que la actividad empresarial se desarrolla en un ámbito de incertidumbre), los precios y los salarios se verán modificados hasta el punto de que el trabajador cobra exactamente lo mismo que aporta. Aunque, luego, de ese salario se le descontará un porcentaje altísimo destinado al Estado.

Demostración de la siguiente ley económica: A cada uno se le paga por lo que aporta en el proceso productivo.