Óptima eficiencia cognitiva: estrés

Como hemos afirmado en otras ocasiones, en el hombre confluyen los contrarios (bien y mal, alegría y tristeza, frío y calor, etc.), concepto formalizado por Anaximandro, hace varios miles de años, en su concepto del ápeiron: los contrarios fluyen para dar sentido a la vida. Además, como esgrimió ya Aristóteles, la virtud se halla en el término medio entre dos vicios extremos, uno por defecto y otro por exceso. Estas dos ideas filosóficas predijeron lo que los neurólogos y psicológos han demostrado dos milenios más tarde.

Para ejemplificar esta idea, hablaremos del estrés y su relación con la eficiencia cognitiva. A día de hoy, podemos mensurar el estrés: a más cortisol (hormona que se libera en condiciones de estrés), más estrés y ansiedad. Tras exhaustivas mediciones, se concluyó que un estrés muy reducido aburre al cerebro, desmotivándolo y desfocalizando la atención; por el contrario, un estrés intenso generaría una cierta ansiedad, reduciendo la «productividad» neuronal (por ejemplo, todos sabemos las consecuencias negativas de los «nervios» anteriores a un examen).

Función estrés-eficiencia

De nuevo, la virtud está situada entre dos contrapuestos (¡ojo!, no contradicciones, cosa harto distinta). Lo mismo -recordemos- sucedía con la libertad (enmarcada entre libertinaje y represión).

El estrés, en su proporción adecuada, motiva para realizar tareas que, de otra suerte, no se realizarían. Ahora bien: todos nosotros vivimos -en algún momento de nuestra existencia- una situación desmesuradamente estresante. En este caso, debemos utilizar la inteligencia intrapersonal e intentar reducir el cortisol, volviendo a la normalidad. En otras palabras: hay que entrenar la resiliencia (capacidad de evadir situaciones extenuantes, con rapidez), ya que, al igual que la exposición al Sol, el estrés excesivo funciona como un tóxico y, cuanto más tiempo permanezca en el organismo, más estragos irrogará.

Anatomía del optimismo

Como bien saben los psicólogos, psiquiatras y neurólogos, todo tiene un fundamento físico en el cerebro. Por ejemplo, el mal humor, que básicamente consiste en una carestía de un conglomerado de los siguientes neurotransmisores: dopamina, oxitocina y endorfina.

¿Significa esto el fin de la psicología? No, pues, aunque sabemos fehacientemente que todo tiene un fundamento físico, éste, en numerosas ocasiones, es imperceptible, pues estamos hablado de escalas microscópicas. Y, aunque fuera perceptible, muchas veces es imposible solucionarlo con las técnicas actuales. En estos casos, funciona la psicología: utilizar los propios instrumentos intracerebrales (con terapias de grupo, modificación de la conducta, cambio de ambientes, etc.) para que ese daño físico se repare, sin necesidad de intervención.

Ahora bien, esto no quita que la neurología, poco a poco, vaya ganando terreno. Por ejemplo, hoy sabemos que el optimismo y el pesimismo tienen su fundamento físico. A saber: el cortex prefrontal podemos dividirlo en izquierdo y derecho; del izquierdo emana el pensamiento positivo (optimismo) y del derecho el negativo (pesimismo).

Corteza prefrontal

Esto quiere decir que todos alternamos el pensamiento positivo y el negativo a lo largo de nuestra vida, lo cual es una buena noticia. Pues si tenemos una perspectiva pesimista y otra optimista, la síntesis a la que llegamos es realista, es decir, más objetiva. No obstante, como el cerebro de una persona no es idéntico al de otra, también podemos concluir que, dependiendo de la estructura del cortex prefrontal (izquierdo y derecho), una persona tendrá tendencia al optimismo o al pesimismo.

Para más inri, también se ha descubierto una correlación entre la actividad del cortex prefrontal izquierdo (optimismo) con la probabilidad de contraer un resfriado. O sea, que si eres más optimista, a la larga, tus defensas serán mayores y, en consecuencia, te resfriarás menos.

Otro golpe más, no sólo a la psicología, sino a la voluntad (libre albedrío) humana, pues esto demuestra que somos una marioneta a manos de nuestro cerebro: no somos optimistas (o pesimistas) a voluntad, sino dependiendo de nuestra estructura cerebral.

Cultura y personalidad

Hoy, en cualquier momento, podemos tomar un avión y viajar a -prácticamente- cualquier lugar del planeta que deseemos. Se dice que viajar es un privilegio, que enrriquece al viajero, porque se conocen otras culturas, estilos de vida, personalidades, historias. Asimismo, la literatura -y conocer otras lenguas, como ya apuntó Daniel Soler, en otro post- también nos irradia de tolerancia, comprensión, empatía y sensibilidad hacia el otro. Además, nos llena de visión global, alejándonos del ensimismamiento de nuestra cultura, despojándonos del sectarismo local.

Lo que acabo de escribir es perogrullesco, pero es uno de los cambios estructurales más importantes en la especie humana: el desarrollo de las estructuras culturales. Remontémonos hasta la Edad Media. Allí, era extremadamente excéntrico que una persona media pudiese viajar a otros países. Tampoco hace falta que nos vayamos tan lejos: hasta finales del siglo XIX, todavía existían duras restricciones a la emigración. ¿Qué pretendo decir con esto? Pues que hasta hace relativamente poco tiempo, jamás el hombre ha podido, libremente, disfrutar del conocimiento de las otras organizaciones de la sociedad: antaño, no existía tanta diversidad cultural, debido, en parte, por la escasa población mundial; y, cuando afloró la diversidad cultural, como sabemos, la emigración no era posible. El caso es que, hasta ahora, nunca un ser humano ha podido conocer a otro nacido en las antípodas, tanto geográficas como culturales. Podemos, así, decir que el hombre ha ascendido un peldaño más y se ha convertido, no solo en un animal cultural, sino en uno metacultural.

Esto también tiene sus respectivas implicaciones psicológicas. La diversidad purifica la mente humana. Sabemos que la monotonía, la repetición y la costumbre terminan desencadenando una cierta alienación. El cerebro se especializa tanto en una actividad (a base de repetición) que ya no es posible realizar otras. Por este motivo -científico-, este hecho moderno beneficia al ser humano, lo perfecciona aún más.

Basta con experimentarlo. Observemos un sujeto con nulos conocimientos de otras culturas (o lenguas o, en último término, literatura) y observemos su grado de tolerancia y sectarismo. Lo trascendental no es que tolera menos, sino que su personalidad, su dignidad (o validez como individuo de la especie humana) es menos perfecta. El conocimiento de otras culturas permite al sujeto obtener información del ser humano (y, por tanto, de sí mismo, en cierto modo) en multitud de circunstancias y, así, tener una visión histórica y global sobre la especie humana, de lo que es capaz y de lo que no. Por extensión, la adquisición del cultura reduce el riesgo de guerra, porque los individuos se ven como miembros de un único conjunto (la especie) y no como contrincantes irreconciliables.

¿Por qué es tan beneficioso impregnarse de toda cultura? Porque, como atisbamos antes, ofrece un abanico de estilos de vida y permite al individuo saber no sólo su forma de vivir, sino muchas más. En consecuencia, la libertad aumenta exponencialmente: tal individuo puede llevar la vida de la cultura que más le apasione, que más se adapte a su personalidad. Además, se producen mezclas extraordinarias entre distintos elementos culturales produciendo una cultura única para cada individuo, adquirida, sin embargo, por retales de otras culturas. Y, obviamente, los retales que seleccione el individuo serán más perfectos para él que si hubiese adquirido la totalidad de una cultura concreta, sin visión periférica de ninguna otra.

He argumentado que el conocimiento cultural aumenta la libertad y la personalidad. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando un individuo se especializa en una cultura? Como afirmamos antes, el individuo es má perfecto si es versátil, si conoce la multiplicidad humana y no utiliza el exceso de la especialización. Por esto, un sujeto aferrado a su país o región tendrá menos libertad, personalidad y tolerancia. En este sentido, especializarse en un ámbito cultural (sin tener visión periférica) lo denomino descultura, pues no perfecciona la vida de la persona y absorbe la personalidad del individuo. Por ejemplo, alguien que se adentra tanto en las costumbres religiosas como las procesiones que aquéllo es lo único que da sentido a su vida; hasta el punto de denigrar otras costumbres religiosas.

La adquicisión del metacultura (conocer culturas), es el camino hacia el progreso, pues purifica personalidad, libertad, tolerancia y, en definitiva, hace más viable la paz y la concordancia entre seres humanos, por muy distintos que puedan parecer.

Desafío al destino: pensamiento y voluntad

ADN

Hasta hace pocos años, los científicos médicos aseguraban que todo el dinamismo del hombre no era más que el reflejo de su genética. Esta visión genetista ensombrecía conceptos usados por los filósofos desde hace miles de años (alma, libre albedrío, etc.) Para estos científicos, todo era material, más concretamente, genética.

Afortunadamente, esta visión genetista se demostró falaz (o, al menos, incompleta), tras un experimentos en ratones, que demostró que el ambiente influye decisivamente en el comportamiento, aún teniendo idéntico genoma. Y, en el ser humano, todavía más. Basta con utilizar los experimentos que la historia nos brinda para comprobarlo: el cerebro de un hombre se moldea conforme a las circunstancias; por ejemplo, un hombre de la Edad Media es radicalmente diferente de un hombre actual, pese a compartir el 99,999 % de idéntico ADN. Si realizamos un clon y lo cambiamos de ambiente, al cabo de unos años se diferenciaran enormemente, incluso físicamente, si tenemos en cuenta el «efecto Miguel Angel» (hace referencia al cambio físico que se produce en las personas, en relación al ambiente donde viva, sobre todo en relación a las personas con las que interactúa. Este efecto explica porque hombre y su mujer terminan pareciéndose más entre los dos conforme pasa el tiempo).

Vale. La genética no es tan importante; el ambiente le ha ganado terreno. Pero, ¿hay algo más? ¿queda algo más por descifrar? Recentísimos hallazgos evidencian que, en la conducta humana, hablar tan sólo de ambiente -¡que ya es decir!- y genética es una visión radicalmente reduccionista. Por ejemplo, la epigenética pone de manifiesto que podemos cambiar el modo en el que los genes se expresan, mediante nuestros hábitos. En palabras del epigenetista español más importante, Manel Esteller, «todo lo que hacemos deja huellas en nuestro ADN». Parece, pues, que no sólo genética y ambiente nos influyen, sino que están inextricablemente unidos.

Lamarck no se quivocó

¿Recuerdan las teorías evolucionistas de Lamarck y Darwin? Como acontece en multitud de ocasiones en la ciencia, los dos tenían razón: podemos distinguir dos tipos de evolución: la horizontal (que se produce durante la vida) y la vertical (que se produce a lo largo de la historia). Además, otros numerosos descubrimientos ensombrecen todavía más la dicotomía nurture versus nature (ambiente versus genética). Por ejemplo, la plasticidad cerebral y la neurogénesis (creación de nuevas neuronas durante la vida) demuestran que podemos modificar, a voluntad, nuestras capacidades durante la vida. Como contraejemplo, un sentimiento de estrés genera cortisol y glutamato, produciendo muertes neuronales.

En este sentido, según el médico Mario Alonso Puig, existen dos formas de pensar: el pensamiento repetitivo (observa los fenómenos desde la misma perspectica) y el reflexivo (en el que se identifican las relaciones entre las ideas, originando nuevas visiones de los conceptos). En el primer caso, se produce envejecimiento cerebral; en el segundo, rejuvenecimiento. Y sólo basta con modificar nuestra forma de pensar: cambiar de perspectiva, utilizar el hemisferio derecho del cerebro (encargado de asociar ideas y ofrecer nuevas perspectivas).

Llegados a este punto, los interrogantes generados son numerosos. ¿Todo se rige por la famosa fórmula Genética + Ambiente = Personalidad? ¿Hay algo más que genética y ambiente? ¿Dónde quedaría entonces el libre albedrío, la voluntad o el querer modificarse a sí mismo?

En mi opinión, en la conducta humana, además de intervenir infinidad de variables (incontables genes y circunstancias ambientales), participa algo más, de enorme enjundia o importancia: la consciencia, el pensamiento, la voluntad o el libre albedrío. Porque, como sabremos, en nuestra genética llevamos intrínsecos numerosas personalidades, pero sólo una se expresará. Y la forma en que se expresa no vendrá, en mi opinión, condicionada únicamente por las circunstancias, pues el cerebro posee la capacidad de abstracción y generalización, que permite obviar las circunstancias particulares y utilizar el razocinio, aunque, obviamente, con cierto grado de influencia.

La divina perfección

Sabemos que las ideas influyen en el organismo, al contrario que en los animales. Por eso, aunque el ambiente pueda conducionar a una persona a convertirse en delincuente, y la genética también. ¿Por qué no, mediante reflexión, esfuerzo y voluntad, podrá cambiar su «destino natural»?

Por ejemplo, si mi genética me predispone a tener esquizofrenia y, además, mis circunstancias me la originan; ¿podré curarme de ella con el raciocinio y la voluntad? John Nash, matemático y Premio Nobel de Economía, lo consiguió, como refleja la película Una mente maravillosa.

¿Pueden los pensamientos, esas relaciones eléctricas entre millones de neuronas, desencadenadas sumarísimamente, a voluntad, en el cerebro, modificarnos? ¿Puede el cerebro modificarse a sí mismo? ¿Es esto la consciencia? Bien, pues si esto es así, ¡perfeccionémonos!

Limitaciones inconscientes

No sé si les sonará este acertijo; pero, si no es así, no se preocupen: hablaremos de él, pues me ayuda sobremanera a ejemplificar lo que hoy quiero trasladar.

El acertijo en cuestión consiste en unir todos los puntos negros que se observan en la imagen superior únicamente con cuatro líneas rectas. Nota: todos los puntos deben estar unidos entre sí, haciéndolo sin levantar el lápiz del papel. Aquellos que no lo hayan intentado nunca, les invito a que lo hagan en una hoja y que lo intenten en multitud de ocasiones. Para comprobar la solución visiten el siguiente enlace: hacer clic aquí

Normalmente la aplastante mayoría de la población, no tanto de nuestros lectores, errarán en el supradicho acertijo, pese a la cantidad de intentos.  Tanto el que lo ha intentado por primera vez, como aquel que ya lo hizo con anterioridad, saben lo que acabo de decir. El ejercicio, a bote pronto simple, es complejo para la mente humana. Y, además, como habrán comprobado, la solución es -una vez que se conoce- muy sencilla. Por eso, cuando el que permanecía absorto intentando hallar la solución, cuando se percata de ella se sorprende: «¿Cómo no se me había ocurrido antes!»

Con este acertijo, les acabo de demostrar que, por naturaleza, damos por cierto algo que es falso. La mente funciona realizando constantes prejuicios para poder, así, instalarnos en una seguridad, imaginada. Por ejemplo, en este caso, cuando nos piden que unamos los nueve puntos con cuatro líneas, inconscientemente la mente prejuzga, creyendo que las líneas no pueden sobrepasar los puntos. Sin embargo, en realidad, nada ni nadie nos debería hacer llegar a esa conclusión: la mente, por sí misma, la elabora.

Es una técnica mental que, igual que sucede en acertijos cono éste, aflora en todos los pensamientos. Por ejemplo, cuando se produce un debate acerca de un concepto mal definido, ocurre exactamente lo mismo que con el acertijo: cada contertulio tiene, intrínsecamente, una definición distinta sobre el concepto a debatir y, aunque crean discutir sobre el mismo concepto, lo hacen sobre diferentes, surgiendo disidencias exageradas. Antes de debatir, hay que definir los conceptos.

Los prejuicios inconscientes a los que nos referimos son multitud y sólo son soslayados por los grandes genios del pensamiento. Por ejemplo, hasta hace poco era un prejuicio inconsciente que el tiempo fuese absoluto, que todas las agujas de todos los relojes estuvieran perfectamente sincronizadas en todos los lugares del universo. No obstante, Einstein destruyó el prejuicio demostrando que el tiempo era relativo.

En este sentido, tienen una enorme razón escritores como Nietzsche o Machado, dando gran importancia a los sueños, a la imaginación, a la niñez. Pues sólo pueden soslayarse las normas mediante la imaginación, una imaginación en demasía. Por ejemplo, para solucionar este acertijo -y despojarnos de prejuicios inconscientes- hubiera bastado con una buena dosis de imaginación. La mente humana -para bien y para mal- está programada para impregnarse de todos los conocimientos vigentes. Por este motivo, los niños contarían con más un mayor grado de acierto en pruebas como esta, que los senescentes.

Todos, sin ninguna excepción, tenemos ideas que jamás hemos sometido a duda, sometemos o someteremos. Vivimos insertos en una realidad que, de cuestionarla, llegaríamos a la autodestrucción; muy cerca estuvo Descartes. En este sentido, el grado de genialidad debería de medirse en función del número de ideas sometidas a duda. Y, así, sin ninguna duda -valga la redundancia, no soy un genio- el mayor de ellos es Sócrates: «Sólo sé que no sé nada».

 

Ambidiestros: lateralidad cerebral

Creo que la mayoría de los que lean este artículo sabrán cuales son las diferencias fundamentales entre un cerebro zurdo y uno diestro. Pero nunca viene mal recordarlas. Además el tema que aquí nos ocupará es controvertidísimo hasta el punto de que los experimentos aportan datos contradictorios y, por añadidura, es -literalmente- de vital importancia.

El cerebro puede dividirse en multitud de sistemas, atendiendo a la naturaleza de cada cual. Por ejemplo, la primera división que podemos hacer es la de emoción-pensamiento. Cada área recibe el nombre de vía: cuando hablamos de vía superior estamos haciendo referencia al pensamiento, o sea, al cortex prefrontal; mientas que si decimos vía inferior, nos referimos al sentimiento. Aunque, es cierto que pensamiento y sentimiento están unidos en la corteza orbitofrontal. Por otra parte, podemos dividir el cerebro a simple vista, sin indagar sobre las funciones de cada región: a primera vista, podemos observar en el cerebro dos hemisferios, el izquierdo y el derecho. Hecha tal división, llega el momento de investigar a qué se dedica cada hemisferio en concreto.

El hemisferio izquierdo, que controla la parte derecha del cuerpo, es el hemisferio objetivo. En él se realizan, entre otras muchas más específicas, las funciones de lenguaje, razonamiento o lógica y matemática. El pensamiento que surje de este hemisferio recibe el nombre de pensamiento lineal. Es decir, los mecanismos del hemisferio izquierdo son idénticos en todos, aunque la diferencia que puede haber entre unos y otros reside en la cantidad de neuronas. Por este motivo, se trata de un hemisferio científico. Por tanto, la capacidad principal del hemisferio es la de síntesis.

Hemisferios

Por otro lado, el hemisferio derecho, que controla la mitad izquierda del cuerpo, es subjetivo. El tipo de pensamiento que nace en este hemisferio se denomina pensamiento holístico. Al contrario que el izquierdo,  éste se distingue de los demás -los de otros individuos- en todos los aspectos (cantidad, cualidad, naturaleza). En este sentido, se trata del hemisferio del arte, pues las actividades principales del mismo van dirigidas a las emociones, habilidades artísticas y musicales, orientación espacial y memoria visual (por ejemplo, para reconocer los rostros). La capacidad predominante, por tanto, es la de análisis.

No obstante, en lenguaje hay una excepción, a saber: no toda la capacidad lingüística radica en el hemisferio izquierdo, sino que la prosodia está situada en el derecho. Otra excepción se da en la música: habita en ambos hemisferios. Desde mi punto de vista, quizá se deba a que la música, además de ser considerada como un arte, está plenamente vinculada con la matemática. De este modo, la música significaría una gran síntesis de capacidades cerebrales.

Como vemos, el incosciente, que varía en demasía entre personas, es propio del hemisferio derecho, mientras que la consciencia, que se dedica, principalmente, a tomar conciencia temporal, es prácticamente idéntica a todos los individuos de la especie humana.

Dicho esto, es conveniente que pasemos al quid de la cuestión: la lateralidad cerebral. La lateralidad cerebral hace referencia a la especialización del cerebro en un determinado hemisferio. Por ejemplo, los que tengan el hemisferio izquierdo más desarrollado serán diestros y viceversa. Generalmente, a los 4 años, el niño debe haber mostrado una tendencia hacia un hemisferio cerebral ora en el pensamiento (arte o lógica), ora en el comportamiento (escritura con la mano izquierda o derecha). Sobre los factores que determinan que la mayoría de la población sea diestra puede que se deriven de la genética, pero lo más razonable es que se trate de factores epigenéticos, puesto los bebés aprenden por imitación, antigüamente era mal visto ser zurdo (de ahí la palabra siniestro) y, además, el cerebro, gracias a la plasticidad cerebral, permite que, en vida, especialicemos un hemisferio a voluntad. Se ha descubierto un gen (gen de la destreza) que determina la lateralidad cerebral del individuo, aunque dicho gen no está presente en el 20% de la población. Esta población que no está determinada, tendrá la posibilidad de ser diestra, zurda o ambidiestra a voluntad.

Como dije en alguna otra ocasión, el hombre establece dualismos por todos lados: igual que es reduccionista hablar de hombre-mujer, lo es hablar de izquierda-derecha, también en el sentido político. Así, los problemas afloran en el momento que hablamos de que no hay lateralidad cerebral, o sea, que los dos hemisferios están igual de desarrollados y, por tanto, el individuo usa, en la misma proporción, ambos hemisferios (y, por ende, ambos tipos de pensamiento y ambos tipos de comportamiento). En términos científicos, se denomina lateralización atípica. Los sujetos que responden a esta definición se les denomina ambidiestros. Se distinguen dos tipos de ambidiestros: los que utilizan ambos hemisferios indistintamente para todas las tareas (extrictamente ambidiestros) y los que, sin preferir ningún hemisferio en general, especializan uno en una tarea en particular (ambidiestros cruzados). Por ejemplo, podemos ver el tenista Rafael Nadal que asegura utilizar el brazo derecho para casi todas sus tareas extratenísticas, es en el tenis donde usa la zurda (¡y qué buenos resultados que le da!).

Ambidiestro

Sobre los ambidiestros, como digo, hay resultados contradictorios: unos alegan que pueden desarrollar el lenguaje -de forma completa- en ambos hemisferios; otros, por su parte, arguyen lo contrario. La «ambidextría» es un vericueto para los psicólogos. Además, una proporción muy pequeña de la población (un 1%) presenta esta condición; el 9% zurdo y el 90% restante diestro.

Sé que a la mayoría de vosotros se os plantean las siguientes cuestiones, a las que intentaré de responder. He de informarles que, para elegir las preguntas, he recurrido a los comentarios que dejásteis en la entrada anterior acerca de esta misma cuestión:

¿Es mejor se ambidiestro o no?

Me he percatado que esta pregunta aparece en todos los lugares a los que he recurrido, para encontrar información sobre lateralidad cerebral. Se dice que Leonardo Da vinci y Einstein eran ambidiestros. De todas formas, no se puede responder a esta pregunta de forma global, depende del deseo de cada uno, pues, como sabemos, entrenando los hemisferios podemos especializarnos en el/los que queramos. Además, esta cuestión está inextricablemente unida a la especialización y a los problemas de conducta. Hay mucha fama de que los ambidiestros son más inteligentes que el resto, pero, aunque la posibilidad de presentar un gran CI es alta, lo cierto es que muchos ambidiestros tienen problemas de aprendizaje y conducta. Por último, vemos que no podemos tampoco hablar de ambidiestros en general, pues hay una enorme multiplicidad: los que lo son por genética, por ambiente, los que presentan una lateralidad cruzada, etc.

¿Es verdad que los ambidiestros no están especializados en ningún ámbito o, por el contrario, sí lo están en todos?

Una cosa es ser ambidiestro (indéntico nivel de desarrollo en ambos hemisferios) y otra nivel de especialización. Puede haber ambidiestros especializados en todas las ramas del cerebro y ambidiestros que no, ya que el cerebro, mediante la neurogénesis, genera nuevas neuronas y sinapsis, que aumentan paulatinamente la capacidad cerebral. Aunque es cierto que a un diestro o zurdo le costará menos especializarse que a un ambidiestro. Caeríamos en un gran vicio al generalizar en esta cuestión, depende de cada persona, aunque es cierto que el nivel de especialización es mas alto en los sujetos que presentan una lateralidad cerebral definida.

En síntesis, aunque les cueste más especializarse, cuando lo hagan, estarán especializados en varios tipos de pensamiento lo que ocasionaría un aumento exponencial de la inteligencia. Ya que puede originarse una comunicación recíprica entre ambos hemisferios, se produzca un círculo virtuoso y los hemisferios se mejoren entre sí. En fin, los ambidiestros pueden ser o muy deficientes o muy sobresaliantes.

¿Qué implica no estar especializado en ninguna tarea?

Cuando un ambidiestro prototipo domina todas las áreas cerebrales, pero no destaca en ninguna puede plantearse esta pregunta. Al no presentar ninguna tendencia en ningún pensamiento o comportamiento, el ambidiestros a menudo se encuentra con problemas de indecisión porque valora varios puntos de vista al mismo nivel. Es como si poseyeran dos puntos de vista y, claro, no pueden dividirse en dos, tiene que tomar un único punto de vista. Esta es una de las desventajas que implica ser ambidiestro. Por eso en cualquier elección se les plantea un dilema. Al no presentar ninguna inclinación hemisférica pueden acaecer episodios de inseguridad, indecisión y de inconstancia.

Por otra parte, esto puede solucionarse intentando especializar una mano para cada tarea. Por ejemplo, para comer siempre debemos de usar una mano (la que deseemos, pero siempre la misma), para jugar al fútbol una pierna en concreto, para escribir otra. De este modo los ambidiestros serán polivalentes a nivel general, pero no presentaran ningún problema de indecisión en aspectos particulares.

¿Es cierto que ser ambidiestro acarrea problemas psiquiátricos y de conducta?

Muchos especialistas afirman que esta condición acarrea graves problemas de aprendizaje. Por ejemplo, presentan dislexia y, a menudo, confunden la izquieda con la derecha. Para aprender hay que orientarse, inclinarse hacia una opinión, seleccionar. Si los ambidiestros no son muy duchos en esta cuestión, claramente presentan graves problemas de aprendizaje. Por otro lado, el presentar una lateralización atípica se vinculó hace unos años con la esquizofrenia, pero se ha demostrado que  no existe correlación alguna entre ambas condiciones.

Un porcentaje de la población que usa indistintamente ambos hemisferios, según la especialista Alina Rodriguez,  tienen más posiilidad de padecer Alteración psiquiátrica e hiperactividad (TDAH), problemas de lenguaje como la tartamudez ybajo rendimiento escolar. Además presentan 14 veces más proclives a problemas de conducta a los 16 años.

Apuntes de psicología

Aún en verano, nuestro blog sigue sin descanso; esta vez traemos apuntes de psicología para todo aquel que quiera informarse sobre esta ciencia tan interesante, intrigante y compleja. También para posteriores años en los que los estudiantes necesiten apuntes. Una de las variables más difíciles de estudiar es el propio ser humano. Que lo disfruten, un saludo.

Psicología

La felicidad.

Siguiendo la temática de mi buen amigo, Antonio. El artículo de hoy lo dedico a un tema muy delicado que es la felicidad que de una manera o de otra enlaza con el tema religioso.

¿Qué es la felicidad? es una pregunta bastante difícil de contestar, además no creo que tenga solo una respuesta sino muchas, tantas como personas existen en el planeta. La felicidad puede suponer muchas cosas como por ejemplo la plenidad de facultades, el bien estar de la salud, las buenas relaciones sociales…

¿Existe hoy día la felicidad? No, la sociedad del siglo XXI estamá sujeta a las manecillas del reloj y los horarios de oficina.

No somos capaces de sentarnos con un amigo a tomar una cerveza olvidándonos del resto del mundo. Mientras hacemos cosas que realmente nos gusta, estamos pensando en otras que podíamos estar haciendo en el mismo momento y supondrían mayor probecho (aunque las odiemos). No sabemos sacar la substancia al momento, lo que lo hace único e irrepetible.

Por suerte o por desgracia todavía quedan algunas tribus que son realmente felices, no estan sujetos a ningun horario ni rutina pasan la vida como les gusta fumando pipas, alimentándose de lo que le proporciona la naturaleza y divirtiéndose como solo ellos saben. Y claro luego llega nuestra altivez occidental y los miramos por encima del hombro, con aire de superioridad paternalista como si fuesen unos desgraciados, siendo en realidad los únicos agraciados del siglo XXI.

Una vez vi una entrevista de Jesús Quintero en la que preguntaba a Silvio Fernández Melgarejo esto:

Quintero: «¿Sabes como terminarás si sigues con el vicio del alcohol y el tabaco?»

Silvio: «Si, recogiendo cartones»

Y hubo un largo silencio, a lo que pregunto Jesús Quintero que porque no lo evitaba, a lo que le respondió Silvio con toda esa clase que caracteriza a los genios de su talla «porque sería cambiar las cosas».

Silvio murió joven, si pero feliz. Mientras la gente lo veia como un borracho el se reia de cuantos creian esa idiotez y se llevo la vida por delante como hay que hacerlo disfrutando, además nunca terminó recogiendo cartones.

Así que cuando escucho la palabra «pobrecillo» me arden las entrañas porque nadie es pobrecillo por ser de una forma u otra. Hay quien encuentra su felicidad en el alcohol y si verdaderamente lo es pues un olé para él. Hay quien encuentra su felicidad en el fútbol y olé por él. Hay quien encuentra su felicidad siendo voluntario y olé por él. Y no hay que darle mas vueltas de hoja al asunto, cada uno busca la felicidad donde quiere y si es su desición mientras no dañe a nadie, que sigua adelante.

De la misma forma la cuando que discuto con alguien sobre la existencia de Dios (absurda), siento que el creyente es feliz realmente porque esta convencido de la salvación y la vida eterna. Y me alegro por ello, aunque sea una mentira piadosa.

Para terminar dejo abierta esta pregunta.

Se encontraba un esclavo durmiendo en un pasillo y su rostro mostraba una felicidad enorme. El desgraciado, soñaba que era libre y corría por el campo respirando a pleno pulmón como nunca antes lo habia hecho.

¿Merece la pena seguir soñando o que te despierten? A mi por favor, despiértenme.

                                                                                                                                                                                                                              Psametiko.

Música, no canción

La música es muy beneficiosa para el ser humano, genera un estado diferente y, principalmente, de optimismo y buenos sentimientos. Está demostrado que hace trabajar mejor a las neuronas.

Estoy hablando de MÚSICA en el sentido restringido, es decir, no estoy incluyendo a las canciones o música con letra sino que solo hablo de la melodía que, desde mi punto de vista, representa mucho más que la letra de una canción. Lo mismo me pasa, con el arte abstracto. El arte abstracto no representa nada, de hecho el pintor no piensa en nada cuando lo pinta, pero para cada persona receptora del arte de ese cuadro lo representa de forma distinta y le evoca las sensaciones que su susbconsiente genera.

Aquí os dejo una de las mejores canciones que representan lo que os he dicho.