Pasajero extraño

En primer lugar, quiero agradecer, desde aquí, al jurado del concurso de microrrelatos del «IES Pedro Espinosa» otorgarme el primer premio a nivel de bachillerato. En segundo lugar felicito a los concursantes que han quedado en el 2º y 3º puesto respectivamente.

Sin más, os dejo la historia; espero que os guste.

Pasajero extraño

Y decidí salir a la calle, ya estaba anocheciendo y el frío calaba los huesos. Pero daba igual, necesitaba evadirme de las ideas que últimamente rondaban mi cabeza. La calle estaba desierta y unas gotas comenzaron a mojar el asfalto de la carretera. Yo caminaba sin rumbo alguno, con paso dubitativo al igual que mis pensamientos.

-¿Por qué? Me preguntaba una y otra vez, aunque llevaba meses con el mismo interrogante, nunca llegaba a la respuesta que necesitaba obtener.

Pasé junto a la estación del tren, dentro de una garita pude ver al viejo jefe de estación con su inconfundible indumentaria, estaba solo, ante un televisor antiguo. Como la lluvia era cada vez más intensa, decidí refugiarme allí. Viendo que no escampaba y que además había salido sin paraguas, me senté en una silla del solitario andén.

De repente, un zumbido invadió el ambiente, y una luz en el horizonte se iba abriendo paso a través del agua, la oscuridad  y el silencio.

El tren pasó justo delante de mí, por su escasa velocidad, pude observar hasta el más mínimo detalle del mismo.

Todas las luces de los vagones estaban apagadas, excepto una al final del último vagón que todavía permanecía encendida, justo en ese vagón una silueta flaca y alta se irguió e hizo ademán de saludarme. Entonces un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, era frecuente que los niños saludasen a los pasajeros que con sus maletas aguardaban a su tren. Pero esta vez era diferente, no había pasajeros, solo el jefe de estación y yo, por otra parte era tarde para bromas infantiles, y la silueta la propia de un chiquillo.

¿Quién podría ser? Me dije a mi mismo una y otra vez. De pronto una mano fría y firme, como si de hierro se tratase me tocó  el hombro.

-¿Le puedo ayudar en algo?

-Eh…no…muchas gracias. Solo me resguardaba de la lluvia.

-Tenga cuidado amigo, otra persona debería estar en su lugar y no usted.

El corazón me dio un vuelco y noté como me palpitaban las sienes. Era el viejo jefe de estación que con sus palabras me heló el alma. No tuve valor, para preguntar nada más, así que le di las buenas noches y salí corriendo hacia mi casa, dejando atrás aquel lugar tan extraño.

Autor:Psametiko.

La vida no se ve

Darío Alba era ledo, soñador y estaba lleno de vida hasta que un maldito día fuimos todos los amigos juntos  a ver la película “American Graffity” sobre el paso del tiempo, desde ese día, ya no fue el mismo, su carácter se afligió, escuchaba con profunda atención -antes apenas nos oía- y su inteligencia se había acentuado gravemente, parecía como si el tiempo lo erosionase con más rapidez que a nadie. ¿Te pasa algo, Darío? -pregunté- Pero no supo qué decir, estaba seguro que él sabía exactamente la respuesta, aunque me temía que no iba a comprender su situación. Pero ahora que he descubierto sus últimas palabras…

Desde aquel día, conocí el dolor más traicionero, la verdad. Viajaba cada vez más desaforadamente desde mi cama a los lugares más recónditos y oscuros que cada vez se hacían más dolorosos, más reales. Mi abulia se incrementaba con cada oscuridad iluminada, con cada vistazo a la mentirosa vida la que, a cambio de vivir, nos ofrecía unas suculentas mentiras.

Este periplo me despojó de lo más preciado: las viejas amistades, me distanció de los mortales y me acercó a la muerte. En uno de mis últimos viajes, toqué fondo: me vi reflejado en el agua de aquella cueva abrupta de la psique, me descubrí. Aquí fue cuando sentí la autodestrucción, el corazón me dio el vuelco más grande que logro recordar y el pánico invadió ansiosamente mis venas. Intenté salir de aquella cueva, volver al punto de partida y destruir lo que me llevó hasta allí. Pero ya era demasiado tarde…, verme realmente era como mirar a la Gorgona Medusa a los ojos: quedé petrificado, muerto en vida. Al menos, tengo la esperanza de que la conciencia me deje llevarme el secreto a la tumba…