Mitos sobre el capitalismo – Vivimos en un sistema capitalista

Una de las mentiras más difundidas en los últimos años sobre el capitalismo es la de que realmente vivimos en él, hasta tal punto que algunos incluso lo llaman salvaje. Con la llegada de la crisis financiera muchas han sido las voces que no han dudado en señalar al libre mercado como principal causante de esta. Desde ciertos sectores se ha matizado esta afirmación y se ha defendido que fue a partir de los años 80, con los mandatos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, cuando se reanudó la era del capitalismo descontrolado bajo la doctrina del neoliberalismo. En el presente artículo trataré de explicar por qué no vivimos en un sistema capitalista, cuáles han sido las causas de la crisis y por qué Reagan y Thatcher no supusieron un regreso a la libre empresa.

La definición más general de capitalismo que se maneja es la de un sistema económico en el que los medios de producción se encuentran en manos de particulares, en contraposición al intervencionismo, en el que los medios de producción están controlados parcial o totalmente por el estado. Ciertamente, no se puede negar que nuestro sistema económico contenga grandes elementos capitalistas, pero eso no implica que la intervención del estado no anule una buena parte de estos.

Los problemas a la hora de clasificar una determinada realidad dentro de un concepto no son nuevos. La semántica se topó con este obstáculo desde su nacimiento como disciplina. A finales del siglo XX la semántica cognitiva nos enseñó, a grandes rasgos, que clasificamos los conceptos en función de su grado de semejanza con un prototipo ideal, es decir, que los significados son desplegados en una escala según su parecido con una idea que se encuentra en nuestra mente. Así, un gorrión se acerca más a nuestra concepción de ave que, por ejemplo, un pingüino, a pesar de que los dos se encuentran bajo el mismo paraguas léxico. De igual manera, nuestro sistema económico actual guarda un buen número de semejanzas con el prototipo ideal de capitalismo que definí antes, pero también comparte una serie de características con el ideal de intervencionismo.

Ahora bien, ¿qué aspectos de nuestro sistema económico demuestran que nos encontramos muy alejados del ideal de capitalismo? Son varios los factores que contribuyen a esta realidad. Para empezar, muchos de los servicios que se ofrecen en las naciones llamadas capitalistas (Europa, Norteamérica, Japón…) corren a cargo del Estado, es decir, algunos medios de producción se encuentran en manos públicas, como es el caso de la sanidad, la educación, parcialmente la vivienda, prestaciones por desempleo, pensiones etc. Para poder financiar todos estos servicios el Estado se ve en la necesidad de cobrar impuestos que oscilan entre el 35 y el 50 por ciento de la renta de cada ciudadano. Es cierto que muchas de estos servicios incluyen la participación privada en algunos casos, pero el margen de maniobra que tienen los particulares es muy reducido. ¿Qué aspectos acercan nuestro sistema económico al ideal de capitalismo? Como decía antes, nuestra sociedad incluye grandes elementos del capitalismo, a saber, la comida, le tecnología, la ropa, televisión, y un largo etcétera. También es verdad que, salvo excepciones, en todos estos países el sector privado es, en general, mayor que el público. Según se incline la balanza entre lo público y lo privado, podremos decir que un país está más cerca o más lejos del capitalismo.

¿Qué ocurre con el sector financiero? La mayoría de los bancos son privados, lo que lleva a mucha gente a engañarse respecto a la naturaleza de su funcionamiento. Según las tesis intervencionistas la crisis financiera se ha debido a la falta de regulación de los bancos y por lo tanto la solución es establecer más controles. El problema de este argumento es que ignora que los bancos ya estaban regulados antes de la crisis y que, además, son precisamente estas regulaciones las que han generado la creación y explosión de la burbuja inmobiliaria. Dichas regulaciones consisten básicamente en que los tipos de interés, que dieron lugar a la expansión crediticia y a la burbuja, son fijados por decreto por los Bancos Centrales, que además tienen el monopolio de la emisión de papel-moneda. ¿Si hubiera una empresa que tuviese un monopolio legal para producir patatas, diríamos que el sector de la patata es capitalista? ¿O lo llamaríamos intervencionista ya que se sustenta sobre la coacción estatal que, a través de la legislación, le asegura el monopolio a un sector?

Otra de las regulaciones que ayudaron a generar esta crisis económica fue la Community Reinvestment Act, aprobada en 1977 y que básicamente obligaba a los bancos a ofrecer préstamos a personas que no pudieran permitírselo. Esta ley se fundamentaba en el principio socialista de que todo el mundo debería tener acceso a los créditos bancarios, pudiera devolverlos o no.

Como se ha demostrado, los bancos no sólo estaban regulados antes de la crisis, sino que son estas regulaciones las que nos han llevado al desastre económico.

Por último, los detractores del libre mercado nos han vendido la idea de que, con los gobiernos de Reagan y Thatcher se produjo un retorno al capitalismo desregulado, dando lugar a la crisis actual. Es cierto que estos dos gobernantes lucharon encarnizadamente contra el comunismo y durante sus mandatos se privatizaron cientos de empresas, pero no es menos cierto que ambos subieron los impuestos y, en el caso de Reagan, el gasto público se disparó. Asimismo, los impuestos que paga el contribuyente medio no han parado de aumentar en los últimos 50 años.

Escuela de servidumbre

Es vox pópuli que el actual sistema educativo español se encuentra desfasado, que no se corresponde con la educación que un país desarrollado debería tener, que no da los resultados que deberían esperarse de un mundo medianamente avanzado. Así lo muestran todos los índices internacionales de educación, que dejan a España en los últimos puestos, tanto en lengua como en ciencias y matemáticas.

Coloquialmente, las generaciones más antiguas reconocen que la educación española está viviendo una terrible decadencia, pues tanto la cantidad y calidad de contenidos se han reducido notablemente. Incluso entre las generaciones actuales es muy conocido que el esfuerzo que hay que realizar para superar las asignaturas y niveles académicos es muy laxo.

Como los expertos en educación y en psicología afirman, es imposible que una persona mejore su nivel si previamente no ha realizado un duro esfuerzo. Los deportistas saben que si no realizan un esfuerzo duro y agotador, no pueden mejorar su fuerza física. Es una tontería entrenar con la expectativa de no cansarse. Las agujetas provocan músculo. Se puede expresar de multitud de formas.

Así pues, la consecuencia inmediata de una reducción en el nivel de exigencia educativo es la reducción del esfuerzo del alumnado y, por tanto, la reducción de la formación del país, y el menoscabo del capital humano.

Repasemos ahora los puntos más importantes de la Ley Orgánica de Educación (LOE), actualmente vigente en nuestro país. En el primer artículo se dice que el segundo principio inspirador del sistema educativo es: “La equidad, que garantice la igualdad de oportunidades, la inclusión educativa y la no discriminación y actúa como elemento compensador de las desigualdades personales, culturales, económicas y sociales, con especial atención a las que deriven de discapacidad”

Por otra parte, como se puede leer a lo largo de todo el texto legal, uno de los objetivos más importantes en todos los niveles académicos (educación primaria, secundaria, bachillerato y formación profesional) es el de lograr la igualdad efectiva entre ambos sexos, rechazar los estereotipos relacionados con las mujeres y los comportamientos sexistas. Incluso el Título II de la ley se dedica enteramente a tratar la equidad en la educación. Por ejemplo, el artículo 80 dice: “Las políticas de educación compensatoria reforzarán la acción del sistema educativo de forma que se eviten desigualdades derivadas de factores sociales, económicos, culturales, geográficos, étnicos o de otra índole.”

Como acabamos de comprobar el sistema educativo español vigente tiene como objetivo y fin principal la “igualdad efectiva”, es decir, suplir las descompensaciones que se puedan dar entre alumnos, con el objetivo de que todos tengan las mismas oportunidades de acceder a los puestos de trabajo.

Este principio que inspira la citada ley se basa en la idea de que las personas somos iguales o, en su defecto, podemos llegar a ser iguales; es decir, que con esfuerzo institucional se pueda lograr la igualdad de rendimiento académico. Además dicho principio coincide milimétricamente con el principio socialdemócrata de que hay que conseguir la igualdad por encima de todo, pues la desigualdad provocaría enormes problemas sociales como, por ejemplo, la desconfianza entre los conciudadanos, la violencia, la segregación, etc. Es decir, que la igualdad es un principio al que se debe aspirar pues la desigualdad crearía un círculo vicioso profundamente negativo y autodestructivo.

Sin embargo, tal principio es erróneo, por la sencilla razón de que las personas por naturaleza somos distintas. Y la naturaleza no puede ni cambiarse ni obviarse. Bien es cierto que todos somos personas y tenemos muchísimos aspectos genéricos en común, que nos igualan: todas las personas hablan un lenguaje determinado, tienen emociones y sentimientos, las mismas necesidades básicas, las mismas estructuras físicas y psíquicas. Por este motivo, la justicia, que debe ser ciega, trata a todos los sujetos de idéntica forma: como personas. No obstante, a niveles más específicos y concretos, las personas son muy diferentes entre sí y no hay nadie igual a otro. Aunque todos tengamos ojos, boca y nariz, nadie los tiene iguales a otro. Aunque todos tengamos sentimientos, no todos sentimos lo mismo. Aunque todos tenemos gustos, a no todos les gusta lo mismo. Aunque todos podemos actuar de una forma, todo el mundo tiene una forma de actuar que le define. Aunque todos tengamos unas habilidades y capacidades, las habilidades y capacidades difieren de unos individuos a otros. Y no aceptar esta realidad es ir contra la propia naturaleza.

Por este motivo, educar de la misma forma o exigir el mismo rendimiento o esfuerzo académico a todas las personas es un principio que va contra la propia naturaleza, que impide, dicho sea de paso, otro de los fines a los que va destinada la LOE: “Lograr el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos”. No tratar -por ejemplo- a una persona de reducidas capacidades como una persona infradotada va contra la propia persona, de igual modo que tratar a una persona superdotada como una persona media va también contra la naturaleza. Por eso, la mejor educación, es aquella que más se amolde a la individualidad de cada uno.

La LOE lo que está provocando es que se baje el listón en las aulas para que todos puedan superar los niveles, haciendo que sólo una porción muy pequeña de alumnos tengan que esforzarse para superar los exámenes.

Por el contrario, tenemos el sistema educativo de Singapur, donde el gobierno ha hecho una enorme apuesta por la educación, que está basada en la individualidad, para aprovechar al máximo las capacidades de cada persona, en busca de la diversidad en lugar de la igualdad. Allí, «la tarea de la escuela es ayudar a cada niño y joven a descubrir su propio talento. Así podrán insertarse en el mundo laboral con gran confianza en sus competencias y habilidades. El prerrequisito para ello fue el establecimiento de un sistema educativo flexible y diverso que proporcionó a los estudiantes posibilidades de elección de formas de aprendizaje para satisfacer sus intereses, que les otorga el poder de elegir qué y cómo estudiar. Esto ha logrado una instrucción diferenciada para atender a las necesidades de los estudiantes de variados orígenes, lenguas y habilidades».

Vemos incluso que en el reverso de los billetes de Singapur hay dibujos que evocan a la educación, indicado hasta qué punto es importante la educación para el sistema educativo de allí.

Los resultados están a la vista. Hace pocos años Singapur era una de las regiones más pobres del planeta y hoy es una de las zonas donde hay más crecimiento económico y las riqueza por habitante del mundo, con una tasa de paro actual (que se va reduciendo con el paso del tiempo) del 2%.

Observamos las grandes diferencias que existen entre la cantidad de empleo en España y en Singapur: mientras que allí el 65% de la población tiene trabajo, aquí sólo lo tiene el 37%.

Y es que la variable que más afecta al empleo a largo plazo en un país es la educación y el nivel formativo. Por lo que me temo que, si España no modifica rápidamente su política educativa, estará abocada a unos niveles de desempleo (y, por lo tanto, de malestar social) mastodónticos. Y los españoles que pretendan prosperar profesionalmente no tendrán más remedio que formarse por otros mecanismos que no sean los suministrados por los servicios públicos y emigrar a otros países.
 

Sobre el déficit, la utilidad de la política y la servidumbre voluntaria

Suelen inundarnos nuestros gobernantes  en época electoral de promesas y proyectos futuros financiados con el dinero de todos como quien habla de repartir caramelos. El canto de sirena con el que nos atrae el gasto público se conjuga con el afán de los políticos de crear una buena imagen de campaña para ganar las elecciones. ¿saben con quiénes los comparo yo? Con los malos padres. Al igual que es erróneo pensar que el mejor padre es aquel que da más regalos a sus hijos o que mejor profesor es aquel que exige menos para aprobar, es un ataque a la indepencencia del ser humano el considerar que podemos desarrollar nuestra vida con lo que a la fuerza se le arrebata a nuestros conciudadanos. Dormir con la conciencia tranquila a sabiendas de este hecho es un comportamiento sospechoso de cleptomanía. Y si encima es usted el político que se encarga de robar y repartirlo, el delito se agrava sobremanera. Los políticos tratan de hacernos creer, y lo consiguen, que son necesarios para nuestra vida cotidiana, que de sus acciones depende nuestro futuro y que las cuestiones que ponen sobre la mesa para que la sociedad discuta poseen una existencia vital. Nos dan a elegir entre A,B y C, pero no nos cuentan que las tres propuestas diferentes están montadas sobre una plataforma que ni es necesaria, ni legítima y que adolece de una dudosa utilidad.

Para ilustrar el párrafo anterior voy a sacar a la palestra un tema que sigue siendo objeto de debate si bien no tanto en España como en otros países europeos. Se trata del matrimonio homosexual. Tanto partidarios como detractores nos hacen creer que éste es un verdadero problema y que el Estado tiene el deber de aprobarlo o prohibirlo. Pero la realidad es que ambas opciones parten de una necesidad inventada. Esta necesidad es la de que el Estado debe regular el matrimonio, que debe decir quién puede casarse y quién no. Los matrimonios son un asunto religioso y el Estado no tiene derecho alguno a regular la situación entre dos personas a no ser que una persona esté coartando la libertad de la otra. Mientras tanto cada uno puede casarse con su novio, su novia, su peluche o su almohada si así lo desea. Además, tiene el derecho de llamarlo como quiera. Este es sólo un ejemplo de todas las trampas que nos ponen los políticos para que creamos que tienen alguna utilidad.

Asimismo, la ciencia económica nos ha demostrado que la labor que teóricamente desempeñan los políticos la pueden realizar los empresarios, de manera más eficiente y beneficiándose por ello las dos partes. Los empresarios detectan las carencias de las sociedad y las eliminan ofreciendo un producto que la sociedad reclama, beneficiándose ellos mismos, arriesgando su dinero y no el de los demás, como hacen los políticos. No hay nada en el terreno económico que el Estado pueda hacer y cada vez que se interrumpe el curso natural de la libertad humana, se generan los problemas que nos encierran en un discurso limitado a lo que se oferte en el mundo político.

El intervencionismo, sobre todo el económico, trata de controlar la vida de los ciudadanos a larga distancia. Esto hace que no se conozcan con precisión las carencias y apetencias de la sociedad. Es por esto que a mayor intervencionismo estatal, mayor falta de previsión y más posibilidades de caer en el déficit. Los keynesianistas a menudo le han quitado hierro al asunto, pero a continuación les voy a explicar por qué el déficit y la consecuente deuda lleva a la esclavización de la sociedad.

En primer lugar, porque a las familias se les exige que no gasten más de lo que reciben y el Estado debe estar sujeto a los mismos criterios. Cuando los estados se endeudan, lo que potencialmente estamos haciendo es vender nuestra soberanía a los países compradores de deuda y en el futuro nos preguntaremos por qué tal o cual país nos domina desde el punto de vista financiero. Este es el caso de los EE.UU. Durante finales del siglo XIX y el siglo XX los países europeos se embarcaron en decenas de guerras, provocando un enorme déficit. Los Estados Unidos se convirtieron en el banco de todos estos países ofreciendo préstamos y comprando deuda. Es habitual encontrar ciudadanos indignados porque nuestra política económica la dictan los presidentes de Estados Unidos. Ahí tenemos la respuesta. En el siglo XXI la situación ha dado un vuelco y ahora es China quien se está haciendo con nuestra deuda, mientras los EE.UU entran en guerras que están minando las arcas públicas del Estado. Cuando dentro de varias décadas, China dicte nuestra política económica, tendremos que oír las lamentaciones por la invasión extranjera. Espero que entonces, si no ya, hagamos una importante reflexión sobre lo que significa gastar más de lo ingresado.

Por último lugar, tenemos un problema de egoísmo moral cuando ya no sólo pedimos, sino que además exigimos que las próximas generaciones paguen los platos rotos de las primeras. Al igual que los ecologistas afirman apuntándonos con el dedo que no le podemos dejar un mundo tan sucio y contaminado a nuestros hijos, ¿por qué no se alzan también voces en contra del déficit, de la esclavitud económica y del latrocinio estatal? Creo que no podemos separar la libertad social de la libertad económica, pues ambas forman parte de un todo, esto es, el libre albedrío.

Libertad, felicidad, neoliberalismo

La economía es una ciencia que, como tal, es incompatible con la ideología. No obstante, la práctica totalidad de la ciudadanía vincula la ideología a la economía (como podemos comprobar en la última encuesta del CIS), cayendo en una contradicción irresoluble. Ocurre parecido con la historiografía, pues aunque los hechos históricos han sucedido de una forma determinada, es muy complicado llegar a transmitir milimétricamente y objetivamente toda la información, tal y cómo sucedió. Hayek, Premio Nobel de Economía, afirmó que se trata de la ciencia más abstracta y complicada posible.

La economía estudia la forma en la que la población mundial satisface sus necesidades; cómo se gestionan los recursos de la misma, utilizando para ello el estudio antropológico y psicológico del hombre. Se intenta conocer cúal es la forma más idónea en el ser humano de organizar la sociedad, de forma que se satisfagan lo mejor posible las necesidades. Necesidades en el sentido más amplio de la palabra: seguridad, estima, autoestima, autorrealización, integración, etc. A más necesidades satisfechas, más felicidad. Por eso, suele vincularse bienestar económico (no dinerario) con felicidad, fin último del hombre.

Así como existe una forma determinada en la que funciona un átomo (o una forma en la que sucedieron los hechos, en la historia), en economía existe una forma objetiva, determinada por naturaleza humana, de organizar la sociedad, la cual, permite aumentar la felicidad del hombre. Por tanto, la ideología, la subjetividad y los dogmatismos, quedan fuera de lugar en este campo. Sólo existen o teorías ciertas o falsas.

El neoliberalismo es un sinónimo a liberalismo, libertarianismo o minarquismo. El liberalismo, para ser más exactos, defiende, al igual que en la Revolución Francesa en 1789 o en la Independencia estadounidense en 1776 la abolición del autoritarismo. Del mismo modo que un ser maduro deja el hogar de sus padres para independizarse y autoadministrarse, el liberalismo pide la supresión de la coacción institucional del Estado para lograr, por voluntad propia, la felicidad individual. Por tanto, si aplicamos rigurosamente la lógica, todo aquel que no defienda el (neo)liberalismo, como si un síndrome de Estocolmo padeciese, debe estar a favor del paternalismo, de la coacción, de la agresión institucional, de la dictadura y, en definitiva, de la supresión de derechos.

Como todos sabemos, la felicidad es subjetiva, lo que implica que la forma más adecuada para lograr la felicidad (tanto del individuo, como de la sociedad) es la libertad, la inexistencia de coacción. El Estado no me conoce tanto como yo a mí mismo y, por lo tanto, no tiene más derecho que yo a decidir sobre mí. Este es el principio del último movimiento económico con más éxito de la historia de la humanidad. Y no es ideología, ni sospecha en una noche de Luna llena; es ciencia.

El grueso de los críticos al movimiento arguyen que no es más que la ideología (que no puede serlo) del rico, para explotar al pobre. En el libre mercado, las grandes corporaciones, generando plusvalías, se enrriquecen a costa de nosotros, pobres, con los bolsillos esmirriados. Esto no es más que un error ontológico, una falacia lógica. Veamos por qué: en primer lugar, libre mercado no implica capitalismo, sino libertad para que las personas, voluntariamente entre ellas, decidan formar el sistema que prefieran (por ejemplo, en la antigüedad existió un comunismo de libre mercado; u hoy en día en numerosas tribus africanas); en segundo lugar, si el mercado es libre, y se establece el capitalismo, el poder es democrático, pues los ingresos que las empresas generan son acumulados gracias a que todos los individuos, aisladamente, han decidido pagar un determinado precio por sus productos. Si usted está en contra de las grandes corporaciones, no compre en ellas; pero, por favor, deje a los demás que decidan por ellos mismos, que sean felices, no caiga en el socialismo, no se crea usted Dios.

Para lo último, he dejado el mejor argumento de los socialistas (antiliberales, autoritarios, totalitaristas, llámelos como quiera). Ellos afirman que, de no aplicarse una política estatista, serían muchas las personas pobres y maltrechas, que morirían por inanición. En definitiva, en un sistema de libre mercado, y capitalista, aumentaría exponencialmente la desigualdad. Bien. Pero no es que aumente la desigualdad, sino que la desigualdad es, científicamente, inherente al ser humano; además todos queremos destacar, diferenciarnos unos de otros (otro principio, para muchos, de la felicidad) porque tenemos autoconsciencia. Igualdad de oportunidades; no de resultados. En todo caso, en este sistema, lo que aumentaría es la justicia.

Por otra parte, el argumento de la desigualdad con la pobreza se desvanece también por su propio peso (de nuevo, error teórico), pues otro principio básico de la Ciencia Económica establece que, si se reparten los trozos de la «tarta económica» de forma desigual, ésta aumentará su tamaño, de tal forma que el trozo de cada sector será más grande, aunque más desiguales entre sí. Además, como en toda ciencia, podemos comprobarlo empíricamente: un pobre de un país capitalista, es más rico que un ciudadano medio en un país autoritaro, como el cubano.

Socialismo, comunismo, nazismo y otros sinónimos

Socialismo, comunismo, nazismo (nacionalsocialismo), fascismo no son más que las distintas fisonomías que pueden percibirse de un único epicentro: el totalitarismo. Efectivamente, todos los movimientos politicoeconómicos supradichos confluyen entre sí y cuya principal característica es el totalitarismo, el control, la coacción.

Obviamente, podremos -como ocurre en los pasatiempos- encontrar las siete diferencias entre estos sistemas factótum, lo que no significa que dejen de ser -en la práctica- iguales, sino idénticos.

Estos sistemas se apoyan en los valores más arrogantes e hipócritas del ser humano para subsistir: sus partidarios, de uno u otro modo, han intentado dirigir vía mandatos (dictar) el Estado. Por ejemplo, en el comunismo, la extinta URSS lo hacía con sus planes quinquenales; en el nazismo, fascismo o franquismo, más de lo mismo: el Estado se sustentaba en los dictados del Gran Pedagogo. En todos los casos, podemos afirmar que el Estado se convertía un propiedad personal del mandatario.

No obstante, los valores libertarios e individualistas de América, en mayor medida, y de Gran Bretaña, en menor medida, reflejados en sus instituciones, no favorecieron, precisamente, semenjantes aberraciones. Si la Libertad, en las dos Grandes Guerras, no hubiese vencido a la Coacción el mundo de ahora sería muy distinto: por ejemplo, peor que la Cuba actual. Parece que el comunismo, el nazismo, el fascismo y el socialismo o, lo que es lo mismo, el totalitarismo había caído por su propio peso, materializado, simbólicamente, en la caída del muro de Berlín.

Ahora bien, parece que el hombre no se ha despojado definitivamente de la Fatal Arrogancia, a veces, se vislumbra una cierta edificación del muro de Berlín. El socialismo (o, insisto, totalitarismo) parece que vuelve: se palpan tintes intervencionistas, no sólo en economía, sino en ámbitos donde, ni si quiera en épocas dictatoriales, hubiesen sido imaginados. En el primer caso (economía), hago referencia a EEUU, cuyos gobernantes han decidido sustituir la mano invisible por la mano negra del Estado.

En el segundo caso, muy seriamente, estoy pensando en España. Si bien en general debemos preguntarnos: ¿por qué socialismo es idéntico a totalitarismo?, en este caso, nos preguntaríamos: ¿por qué Franco y Zapatero presentan características, esencialmente, idénticas? El gobierno totalitarista español ha decidido legislar desde «educar para formar ciudadanos», es decir, fabricar personas a su criterio, hasta la memoria. Nunca antes, ni siquiera Francisco Franco -se dice pronto-, decidió dictar sobre la memoria de todos y cada uno de nosotros, de controlar la historia. Por lo que respecta a economía, no merece la pena siquiera hablar de ello. Baste con este ejemplo epitómico: Zapatero ha dejado patente que está dispuesto a mantener, en esencia, el mercado laboral español. ¿A qué no adivinan quién ideó las características del mercado laboral? Otro dictador: Francisco Franco Bahamonde.

¿Qué definición podemos aplicar a este tipo de acciones, totalitarias, las cuales, modelan a toda una sociedad a criterio de un decisor en acto? Evidentemente, y al igual que el nazismo o fascismo, se trata de un puro totalitarismo, de Dios encarnizado en el gobernante.

Capitalismo: Un sistema a la cabeza (V)

Respuesta a las objeciones: Ciclos económicos (II)

En el fascículo anterior  explicamos que las crisis económicas son tan incompatibles con el capitalismo laissez-faire como lo son el agua y el aceite. Además, que éstas se deben al intervencionismo que se inmiscuye en el mercado y que, mientras siga vigente el socialismo, las crisis serán periódicas.

Hace menos de una semana que, en el parlamento de Inglaterra, loa conservadores han presentado una propuesta para que la economía se atenga a los principios generales del derecho: un coeficiente de reserva fraccionaria del 100%, es decir, que los propietarios del dinero tengan a su disposición la totalidad del dinero, sin ningún tipo de condición. De aceptarse esta propuesta –como sabrán– los ciclos económicos cesarían y la función de crecimiento de la economía sería creciente hasta el infinito. Se trata, pues, de una medida anticíclica.

Esta ley no es nueva. En 1844, los economistas se percataron del mismo problema y se intentó eliminar la reserva fraccionaria. Sin embargo, esta ley, conocida como ley de Peel, conminó a los bancos guardaran (y no prestaran) el dinero de sus clientes. Sin embargo, se produjo un lapsus, a saber: el sistema bancario seguía disfrutando de la posibilidad de crear dinero ficticio en las cuentas corrientes. En la época se pensaba que las cuentas corrientes no provocarían problema alguno, pero no fue así. El despiste permitió que los bancos continuasen ocasionando el problema y, tal despiste, inició dos siglos de un sistema bancario indecente, que permanece incólume, al presentarse como víctima cuando, en verdad, se trata del causante.

Si, finalmente, se ratificara esta ley en el Reino Unido, su economía dejará de presentar ciclos y, en consecuencia, no habrá auges, ni burbujas, ni crisis. Evidentemente, el crecimiento económico será muy pobre; pero, a medio y largo plazo, la sociedad inglesa llegará a un nivel cada vez más alto, pues se ahorrará la destrucción que provoca una crisis. Por consiguiente, la ley cobrará fama internacional, extendiéndose al resto de países que, con toda probabilidad, no tardarían en percatarse de los beneficios ocasionados. La abolición de la esclavitud fue un gran paso que la humanidad inició hacia la justicia; éste paso que está a punto de iniciarse, supondrá un gran avance por la senda hacia la justicia, hacia el fin del socialismo.

Claramente, el que achaca los problemas ocasionados por los ciclos económicos al sistema económico capitalista, se da de bruces con la realidad. Y el sociata que critique esta cuestión, se criticará a sí mismo. Aunque, hay que decirlo, ningún político critica los ciclos económicos y se jactan de sus medidas procíclicas: el baluarte de los políticos, en lo que a economía respecta, suele ser el señor Keynes.

En el presente fascículo terminaré de desgranar la fisonomía de los ciclos económicos: las consecuencias que se desencadenarían al abolir el coeficiente de reserva fraccionaria. Si bien en la entrada anterior traté, principalmente, de los ciclos económicos, en esta hablaremos del papel que protagonizan los bancos centrales en el panorama económico mundial y, como no podía ser de otra manera, del patrón oro.

Los bancos centrales

Ante todo, hay que decir que el sistema bancario es el más intervenido del planeta. La banca, a día de hoy, es la fusión de política y economía, estableciendo una aleación ciertamente inestable. Esta es una de las razones que explican la confusión entre sistema político y económico. Como ejemplo, en España tenemos el mejor de ellos: el esperpento de las cajas de ahorros. Un escándalo de tal magnitud que la dirección de las cajas se reparte entre los políticos, como si de caramelos se tratase.

Dejando a España a un lado, actualmente, la economía se rige principalmente por los bancos centrales. En Europa, por ejemplo, la política monetaria es controlada por el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC). Con anterioridad era controlado por el gobierno de cada país y, ahora, por el SEBC; en términos teóricos el mismo perro con distinto collar, pues el nivel de intervencionismo es el mismo.

Y es que los bancos centrales son las instituciones de control económico por antonomasia. Como dicen los teóricos, se dedican a atacar los síntomas de las crisis, pero no la enfermedad, a saber, las políticas procíclicas. Por ejemplo, varían, principalmente, la oferta monetaria, los tipos de interés y la inflacción. Esta es la tarea fundamental del Banco Europeo, la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el de Japón. Este control repercute en nuestra vida diaria constantemente, por ejemplo, el paradigma de las hipotecas.

Además, existe un contubernio entre los bancos centrales y los políticos, al compartir intereses: las dos instituciones animan las burbujas, engendrando las simientes de una crisis futura. A los Estados les conviene que la inflacción se mantenga a unos niveles altos, ya que grava el ahorro y favorece el gasto, dogma keynesiano. Con altas tasas de inflacción, el dinero pierde valor: lo que hoy vale 20 €, mañana valdrá 40€. De este modo, el valor de la deuda pública estatal se reduce con el tiempo, por arte de magia. Así, los Estados no les importa el despilfarro y la emisión de deuda pública -como hemos visto en España, hasta hace unos meses-, mientras el aumento de los precios se mantenga constante. Las economías cíclicas -como las de ahora- son adictas a la inflacción.

Los bancos centrales también asumen otro papel: el de salvavidas. Cuando se desencadena una catástrofe económica, los bancos centrales acuden, para ayudar a todo el sistema bancario a resistir la tempestad. Adquieren dinero, para, luego, en un momento crítico, inundar el mercado de recursos pecuniarios. Pero lo curioso es la manera de recaudar el dinero: lo fabrican. O sea, que no solamente el sistema bancario crea dinero ficticio, provocando una crisis crediticia, sino que los bancos centrales, para salir de la crisis, crean dinero de la nada, enciendiendo la máquina de hacer billetes. Así funciona la macroeconomía del siglo XXI.  Los bancos centrales en un momento de depresión elevan la oferta monetaria, aumentando la inflacción y repartiendo injusticia por doquier.

Inyección del dinero

La inyección de dinero en el mercado por parte de los bancos centrales desentraña, como veremos, una tremenda injusticia, como la mayoría de las acciones intervencionismas, que no favorecen el libre mercado. Este proceso no se produce como el grueso de la población cree: la intuición nos dice que, cuando un determinado organismo decide aumentar el dinero que hay en circulación, producirá más billetes y los repartirá por el mercado; ya está. Pero, tras esta visión intuitiva, se esconde la verdadera injusticia.

Si el nuevo dinero fabricado se reparte equitativamente a todos los agentes del mercado, los efectos de la inyección son nulos. Si a todos los individuos se les entrega un millón de euros, su capacidad aquisitiva será exactamente la misma, el único efecto producido serña la caída del valor del dinero (interés) o variación el los precios (casi siempre, inflacción). Por esto, para que en la inyección se produzcan los efectos perseguidos, necesariamente se tiene que producir una situación injusta: el dinero nuevo se reparte a unos pocos, que están en una situación de ventaja con respecto a los demás. Con el nuevo dinero en mano, éstos invierten y, así, el dinero producido se expande, paulatinamente, por la sociedad, al tiempo que, poco a poco, la divisa va disminuyendo su valor.

La oferta monetaria está relacionada con la inflacción y el consumo. Lo que los bancos centrales quieren es, conjungando las distintas variables, modificar, a su modo de ver, los comportamientos de los consumidores.

Patrón oro

Cámaras de oro

El culmen del conjunto de reformas para acabar con los ciclos económicos, se poducirá al instaurar el patrón oro en la economía. El patrón oro, el respaldo de los billetes en determinada cantidad de oro, lo que pretende es regular la oferta monetaria, impidiendo procesos dinerarios tan perniciosos para el capitalismo como la inyección de dinero o la creación de dinero bancario.

Al estar todo el dinero respaldado por oro, en las cámaras acorazadas de los bancos, los procesos injustos, desestabilizadores y perniciosos, tanto para el mercado como para la sociedad, serán irralizables. Es decir, para aumentar el dinero en circulación, debe aumentar el oro en las cámaras acorazadas. Como todos sabemos, el oro es un producto muy estable, que crece entorno al 1% al año. Y, como vimos en anteriores fascículos, las crisis económicas se producían por la mezcolanza entre liberalismo e intervencionismo. El patón oro imposibilitaría  el intervencionismo, dejando un capitalismo puro, sin crisis económicas, sin injusticias.

Esta medida pondrá el broche de oro, nunca mejor dicho, al capitalismo, haciendo una sociedad más justa y menos irracional. Al menos, en el Reino Unido, se ha dado el primer paso.

Para más información: 100% + patrón oro; http://www.libertaddigital.com/opinion/autores-invitados/ayer-fue-un-dia-historico-56262/

El comunismo: La historia de un sueño (I)

Para una mayor comprensión de mi pensamiento. Explicaré en primera instancia el título que remata el membrete de esta publicación.

Cuando decidí nombrar esta entrada El comunismo: La historia de un sueño no lo hice de forma aleatoria, sino que fue resultado de un conjunto de deducciones a las cuales llegé gracias a la síntesis de varios elementos históricos.

Si hablo de la historia de un sueño, no pretendo que se comprenda por ello el sueño de un individuo particular o un colectivo determinado. Con esto, quiero referirme al sueño histórico de la humanidad, que no es otro que la igualdad entre todos los seres humanos. Quiero enfatizar la palabra historia ya que cuenta con un significado de suma importancia para el entendimiento de mis posteriores publicaciones.

El comunismo al que me atrevo a bautizar como sueño histórico no encuentra su raigambre en los personajes conocidos popularmente como comunistas o socialistas: François Babeuf, Karl Marx o Federico Engels. El nacimiento histórico de esta ideología comunista, encuentra su cuna en el libro del Génesis; primer libro de la Biblia. En él se nos muestra sin lugar a dudas al primer comunista de la historia que no es otro que Dios.

Justo en el momento en el que Dios crea al hombre, con la finalidad de que se reproduzca así multiplicándose sobre la faz de la tierra, se dirige hacia Adam con estas palabras.

Yo os doy toda planta sementífera que hay sobre la superficie de la tierra y todo árbol que da fruto conteniendo simiente en sí. Ello será vuestra comida. A todos los animales del campo, a las aves del cielo y a todos los reptiles de la tierra, a todo ser viviente, yo doy para comida todo el herbaje verde

¿Acaso no encontramos en este enunciado de Dios rasgos similares a la propiedad común? Ofrece todos los animales, todas las plantas, en definitiva toda la tierra aquel que será padre de todos los hombres vivientes.

Un segundo pensamiento comunista lo encontramos ipso facto crea a la mujer. Las dos únicas criaturas supuestamente «dominantes» que habitan la tierra se encuentran en igualdad de condiciones: desnudos, sometidos a la misma ley propuesta desde un ente superior.

Tras este galimatías histórico/religioso que acabo de describir. He de decir, que aunque no crea, ni mucho menos, en la existencia de Dios o ser divino. Puede verse de forma cristalina el deseo de hombre, desde sus primeros relatos en tiempos remotos su deseo de igualdad, sin distinción alguna.

¿Hemos de considerar entonces el comunismo como sueño histórico…? Opinen ustedes mismos.

Capitalismo: un sistema a la cabeza.

Quiero continuar (y muy asiduamente) con los artículos económicos. Para empezar, voy a inaugurar una sección dentro del apartado de Economía; llevará como título: Capitalismo, un sistema a la cabeza. En esta nueva sección explicaré un concepto como mínimo sobre el sistema económico actual.

Mi intención era la de publicar un artículo explicando el sistema al completo; pero, como comprenderán la extensión y lo prolijo del artículo lo harían infactible. Para los que prefieren otro tipo de artículos, prometo relacionar la Economía con la filosofía.

Un saludo y espero que aporten sus ideas, valoren, aprendan y disfruten.

El poder público

Hemos visto con anterioridad artículos relacionados con el poder. Particularmente, redacté uno que estaba centralizado en la división de poderes; es decir, me dediqué al poder en el sentido oficial del término, además aquel escrito estaba muy vinculado a la realidad vigente. Ahora bien: «el poder» – en el sentido más amplio- está constituido de un gran número de poderes; «el poder» es conformado por el poder oficial (poder ejecutivo, legislativo y judicial, así como los distintos subpoderes que puedan observarse) y por el poder público, por el cotidiano. En el presente post estudiaré la naturaleza de ambos a grosso modo.

Desparejamente al poder oficial, el poder público es estudiable si, y sólo si, se historiza, se contextualiza. El poder público actual es el resultado de un gran número de años de evolución cultural y humana. Para no causar un mal entendimiento con este concepto, lo diferenciaré de los conceptos con los que más se puede confundir.

En primer lugar, poder público no equivale a Estado; haya o no haya estado, siempre habrá poder público. En otras palabras: este poder siempre se dará, se da y se ha dado desde la prehistoria; el hombre, por el mero hecho de ser hombre, tiene el poder, tiene liderazgo para someter a los demás. Por eso, el anarquismo es una forma de poder público.

En segundo lugar, hay que añadir que este poder está más cercano a la realidad que el poder oficial. El oficial, además de verse contaminado, es mucho menos progresivo. La realidad es cambiante, léase a Heráclito; de ahí que el poder más real sea el público.

Hagamos un símil empresarial. En una empresa existe la estructura formal y la estructura informal. La formal es la división de la empresa en puestos de trabajo de forma oficial y el correspondiente superior que tiene cada trabajador; digamos que la estructura formal es como el poder oficial. La informal son las relaciones de autoridad que se establecen instantáneamente entre los trabajadores, las relaciones supraoficiales que se establecen en la empresa. Por ejemplo, que un empleado tenga más liderazgo que otro y que éste someta a los demás. Esto mismo es lo que ocurre en la vida actual; hay, por un lado, unos derechos y deberes establecidos por ley y reflejados por escrito en la Constitución. Por otro lado, se dan relaciones de poder de forma instantánea en la sociedad que van evolucionando, a la par que lo hace la historia.

Dualismo del poder

Historizemos. En el antiguo régimen el poder oficial era «absoluto» y pertenecía al rey, pero, en numerosas veces, estaba sustentado en el poder público: burquesía, aristocracia, Iglesia. El poder público en el antiguo régimen estaba formado por las clases sociales afines al régimen. En la actualidad, el poder pertenece a los representantes elegidos democráticamente por el pueblo español. Pero, en realidad, el poder público pertenece a la masa; el político de turno (no solamente de turno pacífico) sustenta su conducta en la masa o, más exactamente, en el número de votos que le acarrea su decisión. En definitiva, el poder público siempre pertenecerá a la masa social (sea o no sea mediocre). Incluso en la Ilustración, la minoría selecta e intelectual que llevaba el poder se apoyaba en el «vulgo».

Hoy día, y aunque se diga en viceversa, el poder de las empresas está soportado por los cimientos de la masa. Las empresas -sobre todo las multinacionales- tienen tanto poder porque la población consume sus productos. Quizá este sea el ejemplo que más ejemplariza el poder público y del que más conclusiones pueden extraerse sin peligro de errar. Una de las conclusiones: el poder oficial, alimentado por el público, siempre estará regido por una minoría, pero el público siempre por el conjunto de las personas y, me reitero, haya o no haya Estado. Por otro lado, también puede extrapolarse del ejemplo empresarial que la minoría dirigente intenta constantemente modificar el comportamiento del poder público para  ir aumentando el poder. Por ejemplo, un instrumento de manipulación del comportamiento, en la empresa, es la publicidad. En resolución, el oficial y el público se modifican mútuamente; ocurre como en la filosofía orteguiana  con el «yo» y las «circunstancias», los dos elementos se modificaban entre sí.

En conclusión, sólo existe un poder real, el público. Las otras clases de poderes son intentos de racionalizar a éste, pero que, sin embargo, las características, entre otras más complejas, irracionales del ser humano impiden la correcta aplicación del poder oficial.  Este dualismo del poder siempre estará vigente en la historia; hay que contar con él y, haciéndo eso, se llega a la conclusión más práctica:  para que exista un poder oficial idóneo es necesario modificar con anterioridad el poder público y, para esto, es necesario que se den los siguientes aspectos que funcionan a modo efecto dominó:

La ética política. La frase que mejor resuma esto sea, todo para el pueblo sin el pueblo. Esta claro que los dirigentes son representantes, no son el pueblo mismo, asi que lo ideal es que se actuara en beneficio de la sociedad. La etica política tiene como consecuencia el siguiente aspecto.

La educación. Debe ser promovida por los que se encuentran -haciendo un símil platónico- en la dialéctica descendente. O sea, que han adquirido los conocimientos y están dispuestos a enseñarlos. Estos, sin duda son, las minorías dirigentes que, insisto, pueden o no ser mediocres. Ésta tiene como consecuencia el siguiente aspecto.

Espíritu crítico y consciencia de la población. Siempre que no se ha dado este aspecto, ha habido un abuso de poder. En un gran número de años en el antiguo régimen, las clases obreras -que eran mayoría- no eran conscientes de que, siendo mayoría, tenían el poder real, el público. Al percatarse de esto y del abuso de poder de los reyes, se iniciaron las primeras revueltas obreras, ocasionando una mejor adecuación del poder oficial al público.