¿Quién cambia el clima?

En las últimas décadas se ha iniciado un controvertido debate acerca del cambio climático. No obstante, el clima terrestre siempre está cambiando. Así pues, el centro del debate no está en el cambio climático a secas, sino en el origen del mismo.

Para muchos, el factor preponderante en el calentamiento global es antropogénico, provocado por el hombre. Para otros tantos, el cambio climático preconizado por Al Gore, se trata de un nuevo tipo de religión, el ecoalarmismo. Ninguna afirmación ha logrado demostrarse fehacientemente. Es razonable. El clima –como todos sabemos- es el sistema multifactorial por antonomasia. Por ello, es imposible que el cambio climático se deba a una única causa. De hecho, en el clima terrestre –y simplificando demasiado- no sólo influyen los gases de efecto invernadero, sino también el nivel de luminosidad del Sol y el número de manchas solares.

Etapas geológicas

La paleoclimatología estudia restos de hielo profundo, con el fin de conocer cómo era el clima en otras épocas. Los datos se extraen principalmente de muestras de hielo en la Antártida y Groenlandia. A más profundidad en el hielo, más se retrocede en el tiempo.

El estudio de los últimos 400.000 años ha desvelado que el clima terrestre es cíclico, con épocas más calurosas y épocas de glaciación. Esta ciclitud está influida por los ciclos solares: a mayor número de manchas solares, más aumenta la temperatura terrestre y viceversa. Por ejemplo, en la edad media las temperaturas eran más altas que las de ahora; y entre el S.XV y el S.XIX acaeció la Pequeña Edad de Hielo.

Evidentemente esta relación manchas solares-clima terreste se produce a largo plazo, pues si consideramos un lapso de tiempo muy pequeño cualquier pequeña variación puede alterar el clima. De hecho, la cultura maya ya fue capaz de dividir su calendario en función de los ciclos solares.

Derretimiento de los polos

El hielo, estacionalmente, se derrite y recongela. Pero el permagel o hielo que se mantiene congelado permanentemente sí que ha comenzado a derretirse. Este fenómeno es curioso y tiene las siguientes características:

En las glaciaciones, aumenta el hielo y disminuyen las temperaturas; por contra, cuando se derritan los polos, el planeta se calienta. Existen razones para pensar que, una vez que se inicia el congelamiento o derretimiento, el proceso es irreversible. Veámos por qué.

La nieve es la superficie que más rayos solares refleja, por eso, al esquiar, la protección solar debe ser máxima. Cuando los polos se derriten, se reflejan menos rayos solares, es decir se reduce la capacidad de reflexión (esta capacidad se denomina albedo). Podríamos decir que el albedo de la nieve es casi del 90%, mientras que el del agua es cercano al 7%. Por consiguiente, cuando se reduce el hielo, el albedo se irá reduciendo y, a su vez, esto hará que el hielo se derrita aún más. Es decir, el derretimiento de los polos es un feedback conocido como hielo-albedo. Al derretirse el hielo, éste volverá a derretirse aún más, por eso el proceso es prácticamente irreversible.

Se ha aducido frecuentemente que, al derretirse los polos, el nivel del mar aumentará. De hecho, hay pruebas empíricas que lo demuestran. Pero el argumento no es sencillo. Primero: más del 95% del iceberg está bajo el agua. Segundo: la nieve ocupa más espacio que el agua líquida, ya que en la nieve contiene moléculas de aire que hacen ensanchar el espacio. Por lo que, a priori, el derretimiento no parece ser tan catastrófico. Pueden comprobarlo con un cubito de hielo y un vaso. No obstante, hay muchos glaciares que están encima de tierra por lo que, al descongelarse, toda el agua pasará al mar. Además, aumentará la temperatura, lo que provocará que el agua se expanda. También pueden comprobarlo: cuando calientan una olla de agua ésta ocupa más volumen que fría.

Otro problema que provoca la descongelación es que, bajo los polos, hay restos biológicos en descomposición. Esto significa que si el hielo que los aisla desaparece, emitirán grandes cantidades de CO2 y metano, gases de efecto invernadero. Concretamente, se ha calculado que hay 450 millones de toneladas métricas de carbono bajo los polos. Otro feedback. Si se descongelan los polos, el efecto invernadero se acentúa lo que provoca que se descongelen aún más, liberando todavía más gases invernadero.

El efecto invernadero

Como consecuencia de lo anterior, podemos aducir de que el propio descongelamiento de los polos puede acrecentar exponencialmente el efecto invernadero. Los restos biológicos descompuestos, en la intemperie, comenzaran a liberar metano y CO2 en cantidades desorbitadas, éstos gases llegarán a la atmósfera y retendrán mayor cantidad de rayos reflejados por la superficie, aumentando la temperatura media del planeta. Y, como habrán concluído, esto ocasionará aún mas deshielo y, a su vez, aún más gases invernadero hasta que los polos se derritan totalmente.

Los gases de efecto invernadero (metano, CO2, óxido nitroso y vapor de agua) representan un 0,44 % de la composición total de la atmósfera y regulan la temperatura de la tierra para que la vida sea factible. El vapor de agua es responsable del efecto invernadero en un 93%, el CO2 en un 5%, el metano en un 1% y el óxido nitroso en un 1%, atendiendo al porcentaje que representan y el grado de incidencia. Sin embargo, la vida media del metano es de 10 años, mientras que la del CO2 es de 200 años.

De todos ellos, sólo son de origen antropogénico en un fracción el CO2, el N2O y el metano, que representan el 7% del efecto invernadero. Es decir, la especie humana tiene, a lo sumo, menos del 7% de influencia en el calentamiento global. Pero, como sabemos, los glaciares también emiten enormes cantidades tanto de metano como de CO2. Además, en el momento de deshielo, en la sublimación, también se emiten grandes cantidades de vapor de agua. Por lo que podemos concluir que sólo el derretimiento de los glaciares origina más calentamiento global que el propio ser humano. Y resulta comprensible: si la actividad solar se ha incrementado, el clima de la tierra se prepara para el calentamiento (feedbaks albedo-hielo y derretimimiento-invernadero), independientemente de lo que el hombre pueda hacer. Si bien es verdad, que la especie humana puede o acompañar el calentamiento o hacer que se retrase unos años, ya sea plantando más masa forestal que absorba el CO2 o reduciendo las emisiones antropogénicas, pero todo apunta a que el cambio climático es ineluctable.

Limitaciones inconscientes

No sé si les sonará este acertijo; pero, si no es así, no se preocupen: hablaremos de él, pues me ayuda sobremanera a ejemplificar lo que hoy quiero trasladar.

El acertijo en cuestión consiste en unir todos los puntos negros que se observan en la imagen superior únicamente con cuatro líneas rectas. Nota: todos los puntos deben estar unidos entre sí, haciéndolo sin levantar el lápiz del papel. Aquellos que no lo hayan intentado nunca, les invito a que lo hagan en una hoja y que lo intenten en multitud de ocasiones. Para comprobar la solución visiten el siguiente enlace: hacer clic aquí

Normalmente la aplastante mayoría de la población, no tanto de nuestros lectores, errarán en el supradicho acertijo, pese a la cantidad de intentos.  Tanto el que lo ha intentado por primera vez, como aquel que ya lo hizo con anterioridad, saben lo que acabo de decir. El ejercicio, a bote pronto simple, es complejo para la mente humana. Y, además, como habrán comprobado, la solución es -una vez que se conoce- muy sencilla. Por eso, cuando el que permanecía absorto intentando hallar la solución, cuando se percata de ella se sorprende: «¿Cómo no se me había ocurrido antes!»

Con este acertijo, les acabo de demostrar que, por naturaleza, damos por cierto algo que es falso. La mente funciona realizando constantes prejuicios para poder, así, instalarnos en una seguridad, imaginada. Por ejemplo, en este caso, cuando nos piden que unamos los nueve puntos con cuatro líneas, inconscientemente la mente prejuzga, creyendo que las líneas no pueden sobrepasar los puntos. Sin embargo, en realidad, nada ni nadie nos debería hacer llegar a esa conclusión: la mente, por sí misma, la elabora.

Es una técnica mental que, igual que sucede en acertijos cono éste, aflora en todos los pensamientos. Por ejemplo, cuando se produce un debate acerca de un concepto mal definido, ocurre exactamente lo mismo que con el acertijo: cada contertulio tiene, intrínsecamente, una definición distinta sobre el concepto a debatir y, aunque crean discutir sobre el mismo concepto, lo hacen sobre diferentes, surgiendo disidencias exageradas. Antes de debatir, hay que definir los conceptos.

Los prejuicios inconscientes a los que nos referimos son multitud y sólo son soslayados por los grandes genios del pensamiento. Por ejemplo, hasta hace poco era un prejuicio inconsciente que el tiempo fuese absoluto, que todas las agujas de todos los relojes estuvieran perfectamente sincronizadas en todos los lugares del universo. No obstante, Einstein destruyó el prejuicio demostrando que el tiempo era relativo.

En este sentido, tienen una enorme razón escritores como Nietzsche o Machado, dando gran importancia a los sueños, a la imaginación, a la niñez. Pues sólo pueden soslayarse las normas mediante la imaginación, una imaginación en demasía. Por ejemplo, para solucionar este acertijo -y despojarnos de prejuicios inconscientes- hubiera bastado con una buena dosis de imaginación. La mente humana -para bien y para mal- está programada para impregnarse de todos los conocimientos vigentes. Por este motivo, los niños contarían con más un mayor grado de acierto en pruebas como esta, que los senescentes.

Todos, sin ninguna excepción, tenemos ideas que jamás hemos sometido a duda, sometemos o someteremos. Vivimos insertos en una realidad que, de cuestionarla, llegaríamos a la autodestrucción; muy cerca estuvo Descartes. En este sentido, el grado de genialidad debería de medirse en función del número de ideas sometidas a duda. Y, así, sin ninguna duda -valga la redundancia, no soy un genio- el mayor de ellos es Sócrates: «Sólo sé que no sé nada».

 

Fulgor de centella. Psametiko.

El fulgor de una centella

al rasgar en dos el cielo,

los latidos desbocados

al compás de nuestros besos.

Fueron segundos, segundos

tan fugaces y eternos

cuando al alzar la vista,

solo quedó estremecernos.

Donde antes seda lisa,

ahora rugo cuero;

nos miramos mutuamente,

y habló nuestro silencio.

 

Espero que os guste mi último romance y sobre todo… os haga reflexionar.