Demasiadas lágrimas – Claudia Repiso y Daniel Soler (dibujo y minirrelato)

 

Se encontraba cansada, y sin embargo no le pesaban los párpados. Las cataratas de tristeza que fluían por sus brillantes ojos azules solo eran otra gota de agua que se perdía en los mares de la historia. La lluvia, que caía ahora con más fuerza que nunca, parecía reproducir una pequeña alegoría del valle de lágrimas que estaba atravesando. Sentía como si de repente el universo hubiera conseguido conectarse con ella, como si la naturaleza compartiese su dolor, ese que nunca se reparte, sino que se contagia. Y era tal la pureza de su llanto, que la piel que otrora se vestía con el moreno de la arena bañada por el mar, alcanzó una palidez digna del color de los cielos. Ya era tarde. Tras los truenos de odio y los rayos de impotencia lo único que permanece es la calma de la melancolía y el rumor del arrepentimiento. El viento, embravecido por lo vacío del ambiente, hizo que sus cabellos volaran libres, palomas de color caoba que, con la paz como anhelo, regresaban a la raíz de su pelo sin pena ni gloria. El frío calaba hasta los huesos. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Ignoraba si era por el temporal o por los recuerdos, pero lo cierto es que aquel torrente de emociones le congeló las piernas, más tarde el corazón y, por último, la mirada. El resultado fueron los ojos petrificados de una joven madre, que veía marcharse a sus hijos en el último tren hacia Auschwitz.

Para ser feliz hay que ser efímero e infinito

Estoy seguro de que todo el mundo tiene muy en cuenta el nivel de felicidad. A pesar de que algunos dicen que buscar la felicidad es sumergirse en una búsqueda sin fin, que buscar la felicidad es no encontrarla, me atrevo a asegurar que también la buscan indefectiblemente. En definitiva, es la única fuerza en el ser humano, lo único que adquiere sentido, lo único a lo que aspiramos: queremos ser felices.

En contraposición, aunque todos quieren serlo, el concepto, a pesar de ser una abstracción, es muy subjetivo, ya que depende de la persona en cuestión. Hay de todo. Unos piensan que la felicidad es el carpe diem, otros el placer continuo, otros el amor, otros la autorrealización; tenemos incluso científicos que creen haber encontrado la fórmula de la felicidad. Eduardo Punset asegura que la felicidad es la ausencia del miedo y que la «sala de espera de la felicidad» es preferible a la felicidad en sí. Nos ejemplifica esta idea, con una simple analogía: un niño disfruta más abriendo el regalo de Navidad, que jugando con él; libera más dopamina.

Yo, como todos, tengo una idea de la felicidad y quiero compartirla con vosotros. Reconozco que me costó encontrar lo que, de verdad, significaba para mí ser feliz; no lograba entender claramente en qué consistía. Obviamente, sabía cuándo era feliz y cuándo no, pero no tenía una norma general para ser feliz. A día de hoy, creo haber mejorado en esto un poco.

Y considero que tiene que ver bastante con el tiempo (pasado y futuro) y con la consciencia de uno mismo (autoestima). Todos -religiosos o no- sabemos que algún día vamos a morir y el miedo nos corroe con la idea de dejar de existir, de dejarnos proyectos sin acabar. Aunque pensemos que viviremos en otra vida, no la conocemos y dudamos bastante de la idea, porque no hay fundamentos sobre ello. Principalmente, esta es la fuerza más negativa de nuestra vida y, en mi opinión, cuanto más feliz eres, menos presente está la susodicha idea.

Solo existe una forma de contrarrestar el miedo, el verdadero miedo, el miedo a dejar de ser: sentirse infinito y eterno. Cuando una pareja hace el amor, se siente infinita. Cuando saboreamos con fruición la comida, perdemos la noción del tiempo. Cuando nos reproducimos y formamos una familia, parte de nosotros seguirá ahí, infinita, cuando dejemos de existir. Muchos escritores, lo son, porque su forma de ser feliz, de alcanzar el infinito es convertirse en eternos, dejando a la posteridad sus palabras. Los científicos buscan encontrar leyes naturales, que permanezcan invariables en el tiempo. ¿Por qué, si no, Stephen Hawking tiene ese buen sentido del humor?

Por tanto, la felicidad no es más que la unión entre alegría y tristeza; es decir, solamente se puede ser plenamente feliz, verdaderamente feliz, si, cuando disfruta, es consciente de la tristeza. Por eso, ser feliz es ser efímero y sentirse infinito.

Así que la mejor recomendación que podría dar a alguien que se sintiese mal es que intentase tener una pasión, algo que le enfrasque tanto que olvide el tiempo, un proyecto infinito.

La vida no se ve

Darío Alba era ledo, soñador y estaba lleno de vida hasta que un maldito día fuimos todos los amigos juntos  a ver la película “American Graffity” sobre el paso del tiempo, desde ese día, ya no fue el mismo, su carácter se afligió, escuchaba con profunda atención -antes apenas nos oía- y su inteligencia se había acentuado gravemente, parecía como si el tiempo lo erosionase con más rapidez que a nadie. ¿Te pasa algo, Darío? -pregunté- Pero no supo qué decir, estaba seguro que él sabía exactamente la respuesta, aunque me temía que no iba a comprender su situación. Pero ahora que he descubierto sus últimas palabras…

Desde aquel día, conocí el dolor más traicionero, la verdad. Viajaba cada vez más desaforadamente desde mi cama a los lugares más recónditos y oscuros que cada vez se hacían más dolorosos, más reales. Mi abulia se incrementaba con cada oscuridad iluminada, con cada vistazo a la mentirosa vida la que, a cambio de vivir, nos ofrecía unas suculentas mentiras.

Este periplo me despojó de lo más preciado: las viejas amistades, me distanció de los mortales y me acercó a la muerte. En uno de mis últimos viajes, toqué fondo: me vi reflejado en el agua de aquella cueva abrupta de la psique, me descubrí. Aquí fue cuando sentí la autodestrucción, el corazón me dio el vuelco más grande que logro recordar y el pánico invadió ansiosamente mis venas. Intenté salir de aquella cueva, volver al punto de partida y destruir lo que me llevó hasta allí. Pero ya era demasiado tarde…, verme realmente era como mirar a la Gorgona Medusa a los ojos: quedé petrificado, muerto en vida. Al menos, tengo la esperanza de que la conciencia me deje llevarme el secreto a la tumba…

Dosis de inconformismo

Mi realidad es mas valiosa que todas las opiniones, mi esencia supera a mi apariencia. Por mucho que me valoren, siempre seré más.

A veces, quiero ser como yo soy, pero nunca lo consigo. Por mucho que cambie siempre seguiré siendo el mismo, sobre todo, aparentemente.

No quiero ser neutral. Quiero alegría o tristeza pero no el cero emocional. Quiero reír de tanto llorar.

A veces amo y a veces odio pero los dos sentimientos tienen algo (demasiado) en común.

Quiero arrepentirme o alegrarme, quiero el pasado o el futuro, pero jamás el presente.

Saludos digitales, Antonio Vegas