Capitalismo: Un sistema a la cabeza (IV)

Respuesta a las objeciones: Ciclos económicos (I)

Lo más importante a la hora de entender el sistema capitalista, como ya añadí en otra ocasión, es diferenciar sistema económico y sistema político. Como veremos, el liberalismo económico es contrario al sistema político imperante, pues la mezcla de política y economía genera profundas injusticias o, lo que es lo mismo, liberticidios.

Como dijo Ortega, primero hay que definir los conceptos y, luego, debatirlos. Capitalismo es un sistema basado en factores de producción (trabajo, inmuebles, tecnología) para generar riqueza. Los pilares del capitalismo son la libertad y la justicia. Por ejemplo, si un trabajador no posee la capacidad de aportar riqueza a la sociedad, recibirá exactamente lo que se merece. Por eso, aquellas prácticas que no favorezcan la justicia o el merecimiento no son atribuibles al sistema capitalista, sino al sistema político. Mas las críticas al capitalismo atribuyen los errores del sistema político al sistema económico. En el caso de los ciclos económicos, esto es los auges y las crisis, esto se verá con suma claridad.

Todos podemos observar que el sistema económico vigente, la mezcla de capitalismo e intervencionismo, ha sufrido frecuentes crisis: podríamos hablar hasta de dos crisis petrolíferas con una tercera en el horizonte, la Gran Depresión de 1929 y la crisis actual, iniciada en el 2007. Esto obviando otras crisis menos importantes.

Los críticos pinchan en hueso cuando afirman que el responsable de tales desequilibrios es el sistema capitalista o, lo que es lo mismo, neoliberalismo, individualismo. Como veremos más tarde, las crisis económicas, características de la modernidad, son totalmente evitables y, en su mayoría, el intervencionismo es el causante.

Considerando que no hay diferencia entre unas crisis y otras, que todas son iguales o que tienen los mismo efectos, podemos tomar dos posturas:

  1. La que defiende que las crisis son perjudiciales para el planeta, pues genera unas altas tasas de desempleo, dejando así a muchas familias desfavorecidas. Considera pernicioso que la economía marche mal, que las empresas cierren y el flujo circular de la renta se ralentice.
  2. La otra postura es la defendida por el que va camino de convertirse en el padre de la economía del S.XXI, Joseph Schumpeter. Defiende que las crisis económicas, lejos de ser un problema, ayudan al progreso de la humanidad, pues las empresas menos fuertes y peor preparadas terminarán desplomándose, dejando paso a otras empresas más pétreas. Igual que ocurre con las empresas, sucede con los países: las tradicionales primeras potencias dejan paso a otros países. Por ejemplo, en el caso de la crisis actual, EE. UU. está perdiendo paulatinamente el liderazgo económico, mientras que países como Inglaterra, Alemania y los emergentes BRIC’s aumentan puestos en el ranking económico a un ritmo vertiginoso. Schumpeter se refería a las crisis económicas con la expresión destrucción creativa. En pocas palabras: para esta postura, los ciclos económicos constituyen el darwinismo económico.

Sean perjudiciales o beneficiosas, los desequilibrios son característicos de la naturaleza humana. Es normal que, tras un período bonancible, aparezca la relajación, unida a la creencia de que todo seguirá yendo bien. En un lapso de auge, las personas suelen creer que pertenecen a la era de las expectativas ilimitadas, entonces surgen las burbujas y la euforia colectiva. Luego, como es lógico, todo cae por su propio peso y la era de las expectativas ilimitadas se convierte en la era de las expectativas desbordadas. La historia nos enseña que la humanidad ha pendido del auge a la crisis, no sólo en el sentido económico. En la biología humana, se encuentran los biorritmos: los ciclos emocionales, físicos e intelectuales que presentan momentos de auge, seguidos por momentos de crisis que, a su vez, precede a un nuevo auge.

En todo caso, cuando una economía entra en recesión, desvela que algo no funciona; devuelve el mercado a la realidad y hace que se tomen medidas para que no vuelvan a repetirse. En este sentido, la crisis en sí misma será preferible a mantenerse en un estado de incertidumbre. Por tanto, el problema no son las crisis, sino las causas de la misma.

Llegados a este punto, es importante hacer una distinción entre las distintas clases de recesiones económicas, pues sería una visión demasiado reduccionista considerar que todas las crisis son idénticas. Existen dos tipos naturaleza crítica. Las crisis crediticias, que se repiten periódicamente, componen los ciclos económicos, característicos del antitético binomio capitalismo-intervencionismo. Por otra parte, tenemos el segundo tipo de crisis, que no son características de ningín tipo de sistema en concreto, sino que pueden producirse en cualesquiera condiciones. Por ejemplo, a este tipo pertenecen las crisis que se producen de forma impredecible, como los desastres naturales o las crisis del petróleo. Es decir, no están derivadas de la estructura económica.

Ahora bien, el desarrollo de la economía, la nueva creación favorecida por la destrucción en un momento de crisis, es quizá el aspecto más injusto de la economía. La gran mayoría de la población ni se dedica a la inversión, ni posee un banco, ni especula. No forma parte ni de Wall Street, ni del la Bolsa de Madrid. Sin embargo, las consecuencias que estas instituciones desencadenan a toda la sociedad son desastrosas. Los principales afectados por la crisis suelen ser, injustamente, los que no han tomado parte en su creación. Así, aunque las crisis ayuden a la evolución de la sociedad, lo hacen a costa de los desfavorecidos, de forma injusta. En este sentido, las crisis económicas evitables deben evitarse.

Obviamente las crisis espontáneas o «naturales» son inevitables, aunque generalmente estas se producen con muy poca frecuencia y, cuando lo hacen, suelen afectar a todos por igual: cuando se acabe el petróleo, por ejemplo, tanto los consumidores como los oferentes entrarán crisis. Además, no son atribuibles al sistema capitalista, pues da igual el sistema económico vigente que tales crisis seguirán siendo ineluctables: cuando se produce una guerra, afecta a todo y a todos. El otro tipo de crisis, las características del actual sistema, las periódicas, suelen denominarse crisis crediticias, pues el origen de estas recesiones radica, por una causa u otra, en el sistema bancario. Las burbujas, la euforia colectiva y la irracionalidad del mercado provienen únicamente del sistema bancario. Para entender esto con minuciosidad es necesario que profundicemos un poco.

Crisis crediticias

Crisis

El sistema bancario mundial característico de los países desarrollados, está compuesto por el sistema de reserva fraccionaria. Esto significa que, cuando una persona acude a su banco a depositar, por ejemplo, 1000 €; el banco, de media, guardará un 3%; en este caso, 30€. El resto del dinero se destina, principalmente, a conceder crédito a los empresarios. Este procedimiento se conoce como creación de dinero bancario. Realmente, así, hay más dinero «pensado» que dinero real. Cuando esta persona ve en su cuenta corriente un ahorro de 1000 €, está pensando que posee 1000 €; pero, en realidad, el banco solo puede devolverle 30€; el resto está en manos de los empresarios. Esto produce una descompensación entre ahorro e inversión. Los empresarios tienen todo el crédito que desean y esto desencadena una serie de inversiones innecesarias, iniciando, así, una burbuja de cualquier tipo. Cuando el mercado se da cuenta de que hay menos dinero real del que se piensa, es cuando se inicia una crisis crediticia. En consecuencia, los bancos van disminuyendo progresivamente sus activos y se produce el riesgo bancario, el miedo de que la gente acuda en masa a retirar su dinero. Si esto ocurriese, la economía actual caería por su propio peso. Este tipo de crisis, las más famosas, son las únicas que generan injusticia, ya que los bancos prestan el dinero de sus clientes y, en último término, el dinero es de los trabajadores que han ingresado su dinero. No es muy descabellado pensar que al grueso de la población se le roba el dinero.

Este injusto proceso es totalmente evitable. Solamente basta con aplicar los principios generales del derecho al sistema bancario; es decir, que, en lugar de que los bancos tengan una reserva fraccionaria del 3%, apliquen una reserva del 100%. En otras palabras, el dinero es exclusivamente del cliente; el banco solo tiene la potestad de vigilarlo, nunca de prestarlo. Consiguientemente, esto eliminaría de raíz las burbujas inmobiliarias, la irracionalidad del mercado, las crisis crediticias y los innecesarios y caprichosos proyectos empresariales, realizados por la cegadora luz del dinero pensado. Para ilustrar esto, en España hemos sufrido una burbuja inmobiliaria sin precedentes. Los inversores obtenían crédito a borbotones, que utilizaban para invertir comprando casas y más casas. Un empresario podía llegar a tener casi una urbanización entera esperando a que subiera el precio para venderla. Como vemos, tanto el volumen de inversión como los precios de la vivienda, irrisorios, estaban apoyados en el sistema bancario de reserva fraccionaria.

¿Cómo pueden producirse en el S.XXI semejantes aberraciones? Es evidente que todo este sistema bancario está orquestado por el intervencionismo: los políticos y los bancos centrales. Además, ellos son los que imponen a los bancos las cifras del reserva fraccionaria, los tipos de interés y la inflación.

Al contrario de lo que puede parecer, esto no es compatible con un puro capitalismo, pues la esencia misma del capitalismo es la defensa de la libertad, la propiedad privada y la justicia por encima de todo. Y lo que este modelo bancario provoca es el asalto a la propiedad privada (el dinero se presta sin el consentimiento del propietario), el liberticidio (libertinaje: la libertad de unos ensombrece a la libertad de otros) e injusticia por doquier.

En conclusión: las crisis económicas son necesarias para que se produzca una evolución, siempre y cuando no se sobrepasen los derechos de la libertad individual. Las únicas crisis que favorecen esto son las crisis naturales. Por el contrario, los políticos y los bancos centrales, enemigos de la civilización, provocan las burbujas, generando una profunda injusticia. Gracias al mercado, se produce una recesión y devuelve la sociedad, poco a poco, a la normalidad. Aunque, los políticos contumaces, como se está viendo, persisten en el sistema de reserva fraccionaria engendrando las simientes de una nueva crisis. Por eso este tipo de crisis es el resultado de la convivencia de dos sistemas contrapuestos: liberalismo e intervencionismo.

 

El retraso español I

Decía un filósofo español, a mediados del S. XIX, que uno de los vicios de los españoles era pensar y decir cosas sin haber definido los conceptos previamente, o sea, que los españo- les hablaban sin saber. Personalmente, he comprobado que esto es cierto. Además, he encontrado una variante de este vicio: los españoles definen equivocadamente un concepto que terminan por creerse, esto último ocasiona que haya trastornos en la escala de valores de estas personas.

Os pondré el ejemplo que me hizo llegar a esta conclusión.  Muchos días me encuentro con personas que desean entrar a la universidad, pero no por llegar a un gran nivel de sabiduría ni de conseguir un buen empleo, sino que desean con ansias estar en el mundo universitario para alejarse de los padres, hacer fiestas –muchas de ellas con alcohol, una bebida incom-patible con el esfuerzo neuronal– y, en general, hacer de todo menos lo que se presu- pone que tienen que hacer: estudiar para aprobar. ¡Chico si quieres divertirte así, no vayas a la universidad!

Daré algunas cifras: el 50% de los jóvenes de la universidad ni siquiera se dignan a presen- tarse al examen, imaginemos el porcentaje de alumnos que asisten a clase. Lo que es peor: 20 de cada 100 alumnos aprueba en la universidad. Las universidades de España presen- tan unos índices muy superiores de alumnos que utilizan la universidad como tapadera de la “diversión”.

En mi opinión, esta actitud debería, al menos, intentar ser atenuada, puesto que  la aplas- tante mayoría de los alumnos que desperdician el tiempo por felicidad pasajera, cuando lle- gan, aproximadamente, a los treinta años se arrepienten del tiempo desperdiciado. Está claro que tomar medidas para corregir esto es ayudar al ciudadano. ¿Cómo se mejora esta situación? Pues por ejemplo imponiendo como norma que aquel alumno que no se haya presentado a más de tres exámenes consecutivos y su porcentaje de asistencia a clase sea menor del 20 % sea expulsado de la universidad. Estoy seguro que esta medida ocasionaría muchos más beneficios que perjuicios.

Analizando más profundamente, pienso que, en general, este tipo de acciones junto con otras muchas similares, son una consecuencia de la educación negativa que recibe la po- blación. También, creo que el principal factor que acentúa la educación negativa en España es la descultura o cultura perjudicial que conforman la idiosincrasia española. Por ejemplo, el régimen franquista impuso en España una serie de valores desculturales como por ejem- plo, la unión de Estado e Iglesia, la infravaloración de la mujer o el movimiento antinteli-gencia terminaron completando el proceso de desculturalización de la sociedad española.

Por otro lado, la situación geográfica de España poco ayuda a que ésta se convierta en una superpotencia económica en el siglo XXI. El clima soleado de España, perjudica las actividades intelectuales, ya que el Sol genera una vitamina emparentada con el buen humor y las ganas de diversión. Todos los países situados al norte del globo terráqueo superan económicamente a los países situados en el sur. En el interior de España, sucede lo mismo: Andalucía es la Comunidad Autónoma más retrasada y Cataluña y el País Vasco son las Comunidades Autónomas que destacan sobre las diecisiete que conforman el territorio español.

Por último, los medios de comunicación españoles, en mayor medida las televisiones, destacando Telecinco, intentan inculcar con ahínco todos aquellos valores que favorezcan la envidia, la pereza, la vulgaridad. Esta “educación para la ciudadanía de los mass media, vergüenza para el ser humano, es permitida por el poder legítimo y, mucho peor, aceptada y solicitada por los ciudadanos. Los ciudadanos solicitan este tipo de información porque así se les ha inculcado.

En resolución, la geografía, la historia, el sistema educativo y los medios de comunicación favorecen el retraso de España tanto en economía como en valores. La élite española debería de manifestarse y pedir un cambio en aquellos aspectos perjudiciales que puedan cambiarse.